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7.2
6,594
9
27 de febrero de 2020
27 de febrero de 2020
24 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Acaso San Pedro no fue un traidor y un cobarde antes de ser proclamado santo? ¿Acaso San Pablo no hostigó a los cristianos antes de ofrendar su vida por expandir la palabra de Jesús? ¿Acaso San Agustín no fue un gran pecador antes de ser ejemplo de recta conducta y Padre de la Iglesia? Del pecado, a veces, nace la virtud que nos guía por esta senda enrevesada que es la vida. El protagonista de esta magnífica película polaca no quiere ser beatificado, ni santificado (está en las antípodas de la burocratización religiosa), él solo quiere sentir que su vida no es un tiro al aire y que el Pastor anda en su búsqueda. Es el dolor, el pecado, la reconciliación y el amor que no cesa de latir, aunque nos empeñemos en desterrarlo. Un pueblo polaco nos muestra que, al contrario de lo que decía Sartre, el Infierno somos nosotros, y que el Cielo es reconocernos pecadores como Dimas en la cruz.
1
31 de enero de 2020
31 de enero de 2020
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Eduardo le habría gustado nacer en el París de finales del siglo XIX y escandalizar a la burguesía y al clero, como si fuera Alfred Jarry.
A Eduardo le habría gustado vivir en el Madrid de principios de siglo XX y rondar la Puerta del Sol, como un Marqués de Hoyos que se solaza con los hampones literarios de la época.
A Eduardo le habría gustado vivir en el Nueva York de los años 60 y tener su propia "The Factory", con toda clase de freaks revoloteando a su alrededor y aclamándolo como el artista total.
A Eduardo le habría gustado ser chica Almodóvar, un poco lista, un poquitín boba.
Pero no, Eduardo tuvo la desgracia (y nosotros participamos de ella) de nacer a finales de siglo XX, cuando hablar de la caca ya no escandaliza ni al seminarista más pacato. Y lo peor de todo es que pretende que los españoles le financiemos su fase anal con dinero, di-ne-ro público. Pues no, Eduardo, pues no....tus mierdas págatelas con tu dinero.
A Eduardo le habría gustado vivir en el Madrid de principios de siglo XX y rondar la Puerta del Sol, como un Marqués de Hoyos que se solaza con los hampones literarios de la época.
A Eduardo le habría gustado vivir en el Nueva York de los años 60 y tener su propia "The Factory", con toda clase de freaks revoloteando a su alrededor y aclamándolo como el artista total.
A Eduardo le habría gustado ser chica Almodóvar, un poco lista, un poquitín boba.
Pero no, Eduardo tuvo la desgracia (y nosotros participamos de ella) de nacer a finales de siglo XX, cuando hablar de la caca ya no escandaliza ni al seminarista más pacato. Y lo peor de todo es que pretende que los españoles le financiemos su fase anal con dinero, di-ne-ro público. Pues no, Eduardo, pues no....tus mierdas págatelas con tu dinero.

6.7
230
6
26 de febrero de 2020
26 de febrero de 2020
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante un buen film en el plano artístico, pero totalmente risible en el plano histórico. "Misión en Moscú" está a la altura histórica de "El judío Süß" o "Fuerzas ocultas", dos películas de propaganda financiadas por la Alemania nazi para denostar a judíos y masones. "Misión en Moscú" es una curiosidad en la Historia del cine estadounidense y un ejemplo de hasta qué punto la realpolitik se impone cuando hay un enemigo más amenazante a la vuelta de la esquina.
La película está basada en las vivencias de Joseph Davies, embajador estadounidense en Moscú, que en un derroche de agudeza afirmaba cosas como que nunca había comido mejor que en la Ucrania del Holodomor, y que eso de las hambrunas era una exageración, cuando no una invención de la prensa. Davies tampoco vio nada raro en la desaparición de enormes cantidades de personas (incluidos ciudadanos estadounidenses que habían llegado a la URSS después del crack del 29). Tampoco los procesos de Moscú le generaron ni la más mínima sospecha al avezado embajador. Según los stalinistas, Rusia estaba llena de espías, enemigos del pueblo, trotskistas, fascistas, sociatraidores, boicoteadores zaristas, conspiradores burgueses, etc, etc....pero al bueno de Davies no se le movía ni una ceja con todo esto. Vamos, que Joseph Davies era lo que se dice un auténtico lince (que Davies y su mujer fueran coleccionistas de arte ruso seguro que no tuvo nada que ver con esta ceguera selectiva del diplomático. No hay que ser malpensados).
Toda la película es pura propaganda, pero alcanza unas cotas insuperables cuando, hacia el final, afirma que Rusia invadió Finlandia porque los dirigentes finlandeses eran nazis y se iban a dejar invadir por Hitler. Con un par de narices. Le faltó explicar por qué la URSS invadió también Estonia, Letonia y Lituania unos meses después. Supongo que hasta el guionista Howard Koch tenía ciertos límites de vergüenza que no quiso traspasar.
En fin, "Misión en Moscú" es una película muy interesante, pero a años-luz de la palabra "honestidad".
La película está basada en las vivencias de Joseph Davies, embajador estadounidense en Moscú, que en un derroche de agudeza afirmaba cosas como que nunca había comido mejor que en la Ucrania del Holodomor, y que eso de las hambrunas era una exageración, cuando no una invención de la prensa. Davies tampoco vio nada raro en la desaparición de enormes cantidades de personas (incluidos ciudadanos estadounidenses que habían llegado a la URSS después del crack del 29). Tampoco los procesos de Moscú le generaron ni la más mínima sospecha al avezado embajador. Según los stalinistas, Rusia estaba llena de espías, enemigos del pueblo, trotskistas, fascistas, sociatraidores, boicoteadores zaristas, conspiradores burgueses, etc, etc....pero al bueno de Davies no se le movía ni una ceja con todo esto. Vamos, que Joseph Davies era lo que se dice un auténtico lince (que Davies y su mujer fueran coleccionistas de arte ruso seguro que no tuvo nada que ver con esta ceguera selectiva del diplomático. No hay que ser malpensados).
Toda la película es pura propaganda, pero alcanza unas cotas insuperables cuando, hacia el final, afirma que Rusia invadió Finlandia porque los dirigentes finlandeses eran nazis y se iban a dejar invadir por Hitler. Con un par de narices. Le faltó explicar por qué la URSS invadió también Estonia, Letonia y Lituania unos meses después. Supongo que hasta el guionista Howard Koch tenía ciertos límites de vergüenza que no quiso traspasar.
En fin, "Misión en Moscú" es una película muy interesante, pero a años-luz de la palabra "honestidad".
23 de diciembre de 2019
23 de diciembre de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película interesante que, a pesar del título, apenas trata el fútbol, sino como excusa para hablar de otros temas de más calado. El protagonista, el treintañero Bloch, fue uno de esos niños alemanes de la Segunda Guerra Mundial, que en 1940 agitaban banderitas con la esvástica, pero que terminaron buscando entre los escombros de Berlín por algo que llevarse a la boca. Pero el pequeño Bloch tuvo mucha más suerte que otros niños de su generación y, al crecer, se convirtió en portero de fútbol profesional, alguien admirado y con un buen sueldo, que, en principio, ya podía olvidarse de las desgracias de su niñez. Pero la vida profesional del futbolista es corta y, de repente, Bloch se ve otra vez solo frente a una americanizada sociedad alemana de posguerra que ya no lo reconoce como a alguien admirable. Además, Bloch tampoco tiene capacidad para ganarse la vida como cualquier otro ciudadano (en el libro de Handke, Bloch es despedido de su puesto de mecánico), así que vuelve a convertirse otra vez en el niño desamparado que vagaba por el Berlín en llamas de 1945. Pero ahora, en 1970, ya no le aterran las bombas soviéticas, sino que le pregunten cosas como: "¿A qué te dedicas?" "¿A qué hora vas a ir a trabajar hoy?"
8
10 de diciembre de 2019
10 de diciembre de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer largometraje documental de la asturiana afincada en Galicia, Ángeles Huerta. Es un documental sociológico, urbanístico, político y también poético, que nos pone delante de ese espejo deformante y doloroso que es el recuerdo y la identidad. Se habla de un río, un regato más bien, y de las relaciones sociales que se establecían en sus riberas. Habla un alcalde y un gitano, habla un arquitecto y unas lavanderas, hablan las fotografías que nos muestran que La Coruña de extrarradio de hace 60 años era un lugar complicado que poco tenía que ver con El Ensanche. También habla la directora, que se expone personalmente contando la historia de sus cicatrices y de su padre con Alzheimer. Es una historia de recuerdos, olvidos y contradicciones sobre un río moribundo que dio servicio a muchas generaciones de coruñeses humildes y que hoy yace sepultado bajo hormigón y asfalto en nombre del progreso.
Un documental necesario en estos tiempos de ciudadanos consumistas y sin raíces, que no quieren echar nunca la vista más atrás de su generación.
Un documental necesario en estos tiempos de ciudadanos consumistas y sin raíces, que no quieren echar nunca la vista más atrás de su generación.
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