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Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
21 de septiembre de 2013
64 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya es tarde en Baltimore. La noche ha caído sobre sus calles grisáceas, mudadas de color, apenas alumbradas por el tenue resplandor mohíno de uno o dos faroles aún no apedreados; aceras sucias casi desiertas, a excepción de algún chiquillo que aguarda en la esquina lo próvido de la noche. No se escucha nada, salvo la monotonía de una televisión vieja y el lamento de algún yonqui; acaso sirenas que desidiosas se pierden a lo lejos.
De repente, desde un rincón oculto un silbido emerge a través de las sombras, una canción tarareada que desteje la rutina a fuerza de melodía. Los chiquillos lo dejan todo y echan a correr despavoridos; han reconocido la canción. Sólo alguna voz exaltada advierte del advenimiento mientras las esquinas se vacían:
–¡Omar! ¡Es Omar! –gritan.
Le temen. Temen a Omar. Saben que cuando él aparece hay tiros, hay violencia, hay muerte. Por eso se oculta, porque él y sólo él se atreve a enfrentarse a los que tienen el poder en las esquinas, a los que controlan la vida de los que ya no tienen vida. Y él no les teme; les combate, les hiere, les desafía. Su arma no es la recortada que esconde entre la gabardina; su arma es su nombre. Ellos lo saben, y él lo sabe. Por eso cuando Omar aparece hay tiros, hay violencia, hay muerte. Porque Omar ya es más nombre que hombre. Porque está dentro del juego sin que el juego esté dentro de él.

En este sentido, Omar es distinto al resto de personajes que conforman el heterogéneo reparto de “The Wire”. Todos están tan cuidadosamente cincelados, urdidos en tantos matices que se nos hacen profundamente cercanos, reales, vivos. Todos aciertan –muchas veces de casualidad- y todos la cagan, de una manera u otra. Todos están vestidos con la piel sucia de la realidad, y éste uno de los mayores logros de The wire, y una de las razones de su prestigio.
Pero Omar es distinto: hay algo en Omar que no es real. Es posiblemente el único personaje de toda la serie que va en línea recta; no se desvía en ningún momento de lo que supone ser Omar. Por eso nosotros, pobres espectadores separados por barreras de tiempo y ficción, nos entusiasmamos tanto cada vez que lo vemos aparecer; por eso nos encanta, porque intuimos de alguna forma irracional que este personaje procede de algún otro lugar, que no pertenece en esencia al crudo testimonio de la realidad que estamos presenciando. Se ha abierto una brecha entre dimensiones en aquel callejón oscuro, y se ha colado Omar.
Es, en realidad, un personaje esencialmente literario. Una figura icónica que no puede existir en ningún universo plano, en un universo como el nuestro, como el que, en principio, creíamos que retrataba The wire.
Omar procede pues, del Sueño. Ésta es su dimensión: el arte, la literatura, el mito. Allí comparte constelación con otros que son como él: Odiseo, Edmond Dantés, Robin Hood.

A partir de aquí, reveló aspectos de la trama, así que no sigáis leyendo si no habéis visto completa la quinta temporada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por todo ello, me sorprendió su final. Su muerte es, significativamente, la desmitificación y el absurdo. Lejos del héroe trágico que se nos había presentado, la fatalidad se manifestaba con un rostro imposible: el de un crío que no acertaba a entender siquiera lo que estaba haciendo. ¿Dónde quedaba pues, ese Omar capaz de arrojarse desde un quinto piso al verse acorralado en un tiroteo? Al final, la realidad se imponía también para él cuando la cremallera cerraba la bolsa blanca, a punto de perderse su nombre en un nicho ajeno.
Ciertamente, es un final que encaja en The wire, pero, ¿con Omar? ¿Después de todo lo pasado, acabar así?

Sin embargo, me veo en la confianza de afirmar que, una vez más, había subestimado a los guionistas de esta magnífica novela en imágenes. Éste no era el final de Omar; aún tenía que aparecer en la serie una vez más.
Sin embargo ya no llevaría su rostro, la cicatriz que abismaba su visión no alertaría a los encañonados de su identidad, pero ahí estaría la capucha, el arma, el compañero… La misma sardónica despedida con modales exquisitos. Todos los símbolos evidentes para que cualquier espectador atento lo distinguiera, sin por ello renunciar a lo sutil, huyendo de lo burdo de cualquier referencia directa.
Pero ahí estaba, en aquel muchacho al que habíamos seguido desde la temporada anterior, presenciando su particular trayecto desde la fortaleza a la violencia, lamentando como la trampa de esos mefistófeles modernos se cernía sobre su inocencia, devorándola. Michael, el buen Michael, protector de su hermano, había sido adiestrado por ellos, había sido abducido por ellos, pero nunca pudo ser como ellos. Ellos le enseñaron a matar, pero él nunca pudo olvidar la pregunta que lo hacía peligroso: por qué.
Y ahí, en Michael, estaba ya latente Omar; sólo que nosotros todavía no lo sabíamos. Ni siquiera se puede decir que se nos había distraído, no hay ningún golpe de efecto aquí; sólo era el devenir lógico de los acontecimientos lo que conducía al catártico desvelamiento.
Es común, ya desde el principio, desde Homero, la alegoría, la comparación con una figura a la que se quiere asemejar un personaje; pero hacerlo con un personaje de la misma obra es mucho menos común, y hacerlo de esta forma es un giro de guión magistral: cerrar el círculo perfecto entre dos personajes que se complementan el uno al otro, fundiéndose en una entidad dramática perfecta gracias a la cual, vislumbramos los orígenes de Omar –cómo llegar a ser lo que es, cómo aprende a moverse en el juego gracias a sus propios artífices– y el más que probable devenir de Michael.
Michael es Omar, sin por ello dejar de ser Michael; esto es grandioso, y dificilísimo.
Casi se podría decir que es algo sobrenatural, una transmigración, gracias a la cual constatamos, por última vez, que el verdadero protagonista de The wire es su propio universo, la cosmovisión que retrata y en la que todos los actores giran en un círculo devastador e incesante.
Porque Omar y Michael no componen el único caso de este particular fenómeno; podría haber escrito esta crítica inspirado en otra pareja, como la de Bubbles y Duquan… Pero esa crítica me hubiera dolido mucho escribirla.

Pero, si Omar procede, en efecto, del Sueño, ¿cómo es posible que tenga su lugar en The Wire, y encaje a la perfección? Pues, quizá sea porque los escritores, en un último grado de genialidad, comprendieron observando la realidad que buscaban retratar que, en ningún sitio como en ésta se filtra verdaderamente el universo del Sueño, que en nuestra dimensión esa pequeña pavesa de irrealidad se las ingenia siempre para encontrar su espacio.
Porque sí, querido lector, sé muy bien que el personaje de Omar está inspirado en un individuo real, que sostenía como ideal dejar fuera del juego a mujeres y niños, y que falleció hace poco.

Por cosas como ésta, The wire es la mejor serie de la historia de la televisión.
RuR
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