La película tiene empaque visual, está muy bien montada y se hace muy llevadera. Incluso su "errores" históricos son más bien licencias creativas que Scott se permite y que, como suele ser habitual en los biopics, no restan disfrute salvo, quizá, a los más rigurosos e "intensitos". Para mí, entre sus aciertos está el presentar un personaje más cercano y humanizado que en la mayoría de filmografias (donde aparece inaccesible, casi mitológico e imperturbable)..., pero justo aquí, en algún momento, el director resuelve pasarse de tuerca y forzar demasiado el aspecto irónico y casi burlesco, y de paso ser muy él (es decir, pasar de todo), pero en este empeño también pierde credibilidad y queda lejos de firmar la obra maestra que muchos esperaban. Se remarca mucho la megalomanía del emperador, pero desde la visión de Scott (que es, a no dudar, de los directores contemporáneos más megalómanos).

Pese a todo tenía mi 8 ganado, pero el apunte del final donde anota las muertes que Napoleón se dejó en sus campañas, me hizo bajar al 7, y no tanto porque resulte forzado/innecesario, sino porque la anglofilia del director despedía un tufo excesivo (entran ganas de recordarle las muertes que el imperio británico ha dejado por el camino durante sus siglos de historia, pero entraríamos en el estéril "y tú más"...).

Buena película pese a todo, aunque muy distante del que sin duda sigue siendo el mejor referente de este personaje: el "Napoleón" de Abel Gance, filmada en 1927.

Visualmente apabullante y seductora, hace llevar al espectador a un universo de inquietud y encantamiento casi constante. La trama es atrapadora en esa mezcla de cuento de hadas, película de terror y el mundo del inconsciente (con el sexo flotando casi todo el tiempo). La música y sus encantadores e inquietantes personajes (esa Angela Lansbury y ese Stephen Rea). Por otro lado, aparte de su valor y su carácter tan genuino, y en un tiempo aún tan lejano del uso digital, los efectos especiales son pura maravilla. Pocas películas de fantasía/ terror verás como esta.

Más allá del encanto vintage de su historia y de su banda sonora, la película es todo un viaje iniciático a dos bandas: de Bastian (desde el plano real) y de Atreyu (desde el reino de Fantasía), y en este sentido, muchas de sus escenas están repletas de mensajes y símbolos de superación, dejando implícito que el miedo y el caos a menudo son aparentes y/o temporales, y que pueden ser frenados por la solidaridad y la capacidad de soñar, sin perder la esperanza de transformar las cosas.

Una peli de acción más. Sus dos únicos alicientes son una cierta elegancia en su puesta en escena y que Keanu es el protagonista. Cuando pienso que creó toda una franquicia me entra una pereza imposible de vencer si tenemos la opinión de que en esta primera, lo poco que hay que decir, ya está dicho... Trás un descocado argumento donde el 90% de la trama es el prota cargándose a gente sin parar, si uno no manifiesta un cierto empacho es que quizá debiera visitar un buen especialista...

¿Por qué será que a la media de críticos contemporáneos les parece irresistible las pelis de sicópatas y/o matones?

Todo rezuma excelencia y exquisitez en esta película: es como una mesa bien puesta en la que no falta nada, como un beso bien dado que se recuerda siempre. Scorsese obvia el perfil testosterónico de sus films habituales y se sumerge con complacencia y sentido en su obra más eminentemente femenina (por su estética y su argumento). La interpretación de sus tres protagonistas (Pheiffer, Lewis y Ryder) es impagable, así como del resto de maravillosos secundarios. Y encima, como colofón, la belleza de su partitura... (grande Bernstein).