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Críticas ordenadas por utilidad
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6
28 de marzo de 2020
28 de marzo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por adelantado diré, que soy anti-aficionado a las películas de vampiros, de hombres lobo y combinaciones de las dos anteriores. Y ésta, es una serie de vampiros.
Comencé a verla con más pena que gloria, “engañado”, creyendo que era una mediocre serie sobre infecciones y pandemias.
Para colmo, el primer capítulo de la temporada 1 parecía, en su inicio, un soso homenaje a las archivistas películas de aeropuertos en crisis.
Cuando deambulaba por el capítulo 2 de la primera temporada, comprobé que la historia era otra cosa. Personajes bien definidos, una trama medianamente bien urdida, y un guion capaz de mantener una tensión creciente a lo largo de los capítulos, de tal forma que, a mi, que ya digo que soy anti-amante de las pelis vampíricas, no me costó nada tragarme la píldora y descubrir que no era una serie sobre acontecimientos científicos epidémicos, tipo La Amenaza de Andrómeda.
Sin embargo, hay que decir en su favor, que se ha sabido combinar con cierta destreza lo científico y lo mágico, de forma que transcurren de forma paralela, sin estorbarse, a lo largo de los compases de la primera temporada.
Creo que el mérito de todo esto se debe a la maestría de Guillermo del Toro, que aporta un guion muy bien diseñado.
El guion, es la arquitectura de la narrativa de una historia. Si este no está bien construido... de lo demás ni hablamos.
Aparte de esto, la cámara se mueve con cierta soltura y los efectos especiales están aceptablemente construidos sin llegar a caer en lo esperpéntico, apuntalando la trama de la historia con cierto ingenio.
Como era de esperar, la serie también tiene cosas negativas que, según mi criterio, deslucen bastante la obra.
En primer lugar los cortes para publicidad. Esto sucede cuando la escena se va a negro durante dos segundos y aumenta el volumen de la música. Esto rompe, por no decir destroza, el ritmo de las escenas. Ya sé que en EE.UU. esto es muy habitual en las series, para meterte entre pecho y espalda varios minutos de “soap”. ¿Os imagináis algo parecido en un concierto de Barenboim?
Por otra parte, los actores no brillan por su oficio. A pesar de ser un elenco con pedrigee de películas y series exitosas, en general son bastante mediocres.
Parecen marionetas de cartón, especialmente Corey Stoll, muy lejos del papel que llevó a cabo en House Of Cards (aunque él tiende a la inexpresividad en ambas series). En algunos casos como el de Kevin Duran, las muecas que hace son para llorar de vergüenza ajena; se pasa un montón sobre actuando cuando hace de “maca “ y de “autosufi”.
Salva la mediocre puesta en escena de los actores lo bien definidos que están los personajes, pero hasta el niño Ben Hyland actúa penosamente.
Otra rémora de la serie es, ese maniqueísmo del bien contra el mal que parece ser el mensaje principal que destila la serie.
Autores como Guillermo del Toro son bien capaces de exponer los conflictos humanos que se generan en la eterna lucha entre convicciones y conveniencias y sus delgadas líneas de separación entre ambas y, aunque se ven tímidos intentos de algo más complejo, no logra dejar al espectador sumido en la reflexión que debe provocar toda obra artística. Mucho menos cuando se tira de nazis para facilitar las cosas y legalizar el mensaje simplón, listo para consumir.
La primera temporada, tiene un ritmo y tensión ascendente que lamentablemente pierde en los últimos capítulos, aunque su narrativa de hilos convergentes me ha convencido
La segunda, se dispersa tanto iniciando tantos hilos que llega un momento que te pierdes en la ensalada de propuestas. Parece que, en esta temporada, el guión lo ha diseñado un técnico de sistemas linux en plan multi-thread, muy al gusto americano de andar saltando de escenita en escenita, lo que suele esconder la debilidad narrativa de muchas series.
También, hay que subrayar, como nota positiva, que incluye ciertos homenajes étnicos (en blanco y negro, en algunos casos) que , aunque no son especialmente brillantes, suponen un toque de aire fresco para la obra.
Las siguientes temporadas aún no las he visto, pero iré comentando.
Resumiendo. En general, es una serie entretenida, con cierto interés, fácil de consumir y que podría haber llegado a entrar (aunque de puntillas) en el olimpo de las obras de culto, de no haber sido por su mensaje simplón, los cortes para publicidad destructores del ritmo y sus acartonados actores.
Aún así tiene tics interesantes y un argumento prometedor.
Comencé a verla con más pena que gloria, “engañado”, creyendo que era una mediocre serie sobre infecciones y pandemias.
Para colmo, el primer capítulo de la temporada 1 parecía, en su inicio, un soso homenaje a las archivistas películas de aeropuertos en crisis.
Cuando deambulaba por el capítulo 2 de la primera temporada, comprobé que la historia era otra cosa. Personajes bien definidos, una trama medianamente bien urdida, y un guion capaz de mantener una tensión creciente a lo largo de los capítulos, de tal forma que, a mi, que ya digo que soy anti-amante de las pelis vampíricas, no me costó nada tragarme la píldora y descubrir que no era una serie sobre acontecimientos científicos epidémicos, tipo La Amenaza de Andrómeda.
Sin embargo, hay que decir en su favor, que se ha sabido combinar con cierta destreza lo científico y lo mágico, de forma que transcurren de forma paralela, sin estorbarse, a lo largo de los compases de la primera temporada.
Creo que el mérito de todo esto se debe a la maestría de Guillermo del Toro, que aporta un guion muy bien diseñado.
El guion, es la arquitectura de la narrativa de una historia. Si este no está bien construido... de lo demás ni hablamos.
Aparte de esto, la cámara se mueve con cierta soltura y los efectos especiales están aceptablemente construidos sin llegar a caer en lo esperpéntico, apuntalando la trama de la historia con cierto ingenio.
Como era de esperar, la serie también tiene cosas negativas que, según mi criterio, deslucen bastante la obra.
En primer lugar los cortes para publicidad. Esto sucede cuando la escena se va a negro durante dos segundos y aumenta el volumen de la música. Esto rompe, por no decir destroza, el ritmo de las escenas. Ya sé que en EE.UU. esto es muy habitual en las series, para meterte entre pecho y espalda varios minutos de “soap”. ¿Os imagináis algo parecido en un concierto de Barenboim?
Por otra parte, los actores no brillan por su oficio. A pesar de ser un elenco con pedrigee de películas y series exitosas, en general son bastante mediocres.
Parecen marionetas de cartón, especialmente Corey Stoll, muy lejos del papel que llevó a cabo en House Of Cards (aunque él tiende a la inexpresividad en ambas series). En algunos casos como el de Kevin Duran, las muecas que hace son para llorar de vergüenza ajena; se pasa un montón sobre actuando cuando hace de “maca “ y de “autosufi”.
Salva la mediocre puesta en escena de los actores lo bien definidos que están los personajes, pero hasta el niño Ben Hyland actúa penosamente.
Otra rémora de la serie es, ese maniqueísmo del bien contra el mal que parece ser el mensaje principal que destila la serie.
Autores como Guillermo del Toro son bien capaces de exponer los conflictos humanos que se generan en la eterna lucha entre convicciones y conveniencias y sus delgadas líneas de separación entre ambas y, aunque se ven tímidos intentos de algo más complejo, no logra dejar al espectador sumido en la reflexión que debe provocar toda obra artística. Mucho menos cuando se tira de nazis para facilitar las cosas y legalizar el mensaje simplón, listo para consumir.
La primera temporada, tiene un ritmo y tensión ascendente que lamentablemente pierde en los últimos capítulos, aunque su narrativa de hilos convergentes me ha convencido
La segunda, se dispersa tanto iniciando tantos hilos que llega un momento que te pierdes en la ensalada de propuestas. Parece que, en esta temporada, el guión lo ha diseñado un técnico de sistemas linux en plan multi-thread, muy al gusto americano de andar saltando de escenita en escenita, lo que suele esconder la debilidad narrativa de muchas series.
También, hay que subrayar, como nota positiva, que incluye ciertos homenajes étnicos (en blanco y negro, en algunos casos) que , aunque no son especialmente brillantes, suponen un toque de aire fresco para la obra.
Las siguientes temporadas aún no las he visto, pero iré comentando.
Resumiendo. En general, es una serie entretenida, con cierto interés, fácil de consumir y que podría haber llegado a entrar (aunque de puntillas) en el olimpo de las obras de culto, de no haber sido por su mensaje simplón, los cortes para publicidad destructores del ritmo y sus acartonados actores.
Aún así tiene tics interesantes y un argumento prometedor.
2
7 de septiembre de 2022
7 de septiembre de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un excelente ejemplo de como echar a perder lo que pudo ser una buena historia.
Los continuos y obsesivos flash-back y ensoñaciones de la prota a lo largo de los seis capítulos, al contrario de crear una tensión propicia de la acción, acaban aburriendo y poniendo de los nervios al espectador.
En los capítulos 5 y 6, el dire "rompe con la pana", troceando el capítulo en nerviosas escenillas de 2 ó 3 segundos de duración, mezclando realidad y ensoñación, salpimentadas con abundantes escenas retrospectivas (flash-back), sobre el medio novio de la susodicha, el padre y la madre (que la parió), que hacen de la cinta una especie de visita al dentista sin anestesia.
Equipo directivo, haceos mirar con un especialista lo de la retrospección, ya que en pequeñas dosis es buena para la salud argumental, pero cuando la adicción es grande y el abuso continuo, puede ser mortal de necesidad y aburrimiento.
¡Lástima!, con el juego narrativo que podría haber dado esta historia...
Los continuos y obsesivos flash-back y ensoñaciones de la prota a lo largo de los seis capítulos, al contrario de crear una tensión propicia de la acción, acaban aburriendo y poniendo de los nervios al espectador.
En los capítulos 5 y 6, el dire "rompe con la pana", troceando el capítulo en nerviosas escenillas de 2 ó 3 segundos de duración, mezclando realidad y ensoñación, salpimentadas con abundantes escenas retrospectivas (flash-back), sobre el medio novio de la susodicha, el padre y la madre (que la parió), que hacen de la cinta una especie de visita al dentista sin anestesia.
Equipo directivo, haceos mirar con un especialista lo de la retrospección, ya que en pequeñas dosis es buena para la salud argumental, pero cuando la adicción es grande y el abuso continuo, puede ser mortal de necesidad y aburrimiento.
¡Lástima!, con el juego narrativo que podría haber dado esta historia...

5.6
2,238
2
27 de marzo de 2020
27 de marzo de 2020
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si por ARTE (en su definición tecnico-simplista) entendemos la obra o producto realizado con una finalidad estética y comunicativa, que expone ideas, conceptos y emociones y, en general, una visión del mundo (Hmmm!… creo que me estoy metiendo en un jardín con esto de las definiciones), podríamos considerar que Stalingrado (2013) es una obra de arte.
Si a esa definición de arte le añadimos los condimentos (los que dan auténtico sabor al guiso), esto es: compromiso de los autores con el avance del pensamiento humano; lenguaje creativo y provocador frente al establishment; maestría y ciencia artesana en la elaboración de la obra; etc, etc, etc; hasta llegar al ajo; entonces, el resultado es mediocre, por no decir malo.
La peli sólo tiene cierto mérito en las escenas de combate, que desde el punto de vista de los amantes de los video-juegos de guerra, puede tener algún interés. Pero en cuanto nos ponemos a escarbar en la construcción de los personajes y sus interrelaciones desde la óptica humana, en el escaso guion o en la narrativa confusa para una historia tan simple como la que se plantea; la obra casca y se abre de carnes, mostrando un resultado horroroso.
En Stalingrado-2013, en cuanto a los escenarios de combate y la parafernalia militar puede tener cierto interés desde el punto de vista visual. Se nota que el esfuerzo y la maestría sólo se ha hecho a cuanto a poner sobre la mesa millones de rublos para construir los escenarios bélicos.
Por cierto, la música molesta y entorpece la mayoría de las escenas de guerra.
El cuanto al mensaje: bazofia nacionalista disfrazada de increíbles hazañas de héroes patrios que, como navajas suizas, tienen de todo: son majetes, valientes, incansables, hábiles, fuertes, listos, precisos, cultos (hasta uno es tenor) y con mucha baraka (aunque al final mueran todos). Resumiendo, dioses, héroes y titanes sobre el Olimpo del Volga
Por cierto, a las chicas que aparecen, con ser guapillas y serviciales les basta (y eso, habiendo efectuado yo mentalmente el pertinente descuento sobre brecha de igualdad que supongo existiría en el 1942). Penoso.
Aparte de esto, he perdido dos horas y diez minutos viendo una especie de cómic que resulta aburrido y poco creíble (casi me duermo, pensé que habría contraído el corona-virus de repente).
Me gusta Rusia y admiro al pueblo ruso, y creo que, en justicia, podría haberse realizado una gran obra, sobre un acontecimiento tan impresionante y de tan graves sacrificios humanos como la batalla de Stalingrado. Pero se ha estrechado hasta convertirse en un producto comercial y de mensaje zafio, elaborado para dejar boquiabiertos a los consumidores del IMAX.
En esta película no habita nada más.
Si a esa definición de arte le añadimos los condimentos (los que dan auténtico sabor al guiso), esto es: compromiso de los autores con el avance del pensamiento humano; lenguaje creativo y provocador frente al establishment; maestría y ciencia artesana en la elaboración de la obra; etc, etc, etc; hasta llegar al ajo; entonces, el resultado es mediocre, por no decir malo.
La peli sólo tiene cierto mérito en las escenas de combate, que desde el punto de vista de los amantes de los video-juegos de guerra, puede tener algún interés. Pero en cuanto nos ponemos a escarbar en la construcción de los personajes y sus interrelaciones desde la óptica humana, en el escaso guion o en la narrativa confusa para una historia tan simple como la que se plantea; la obra casca y se abre de carnes, mostrando un resultado horroroso.
En Stalingrado-2013, en cuanto a los escenarios de combate y la parafernalia militar puede tener cierto interés desde el punto de vista visual. Se nota que el esfuerzo y la maestría sólo se ha hecho a cuanto a poner sobre la mesa millones de rublos para construir los escenarios bélicos.
Por cierto, la música molesta y entorpece la mayoría de las escenas de guerra.
El cuanto al mensaje: bazofia nacionalista disfrazada de increíbles hazañas de héroes patrios que, como navajas suizas, tienen de todo: son majetes, valientes, incansables, hábiles, fuertes, listos, precisos, cultos (hasta uno es tenor) y con mucha baraka (aunque al final mueran todos). Resumiendo, dioses, héroes y titanes sobre el Olimpo del Volga
Por cierto, a las chicas que aparecen, con ser guapillas y serviciales les basta (y eso, habiendo efectuado yo mentalmente el pertinente descuento sobre brecha de igualdad que supongo existiría en el 1942). Penoso.
Aparte de esto, he perdido dos horas y diez minutos viendo una especie de cómic que resulta aburrido y poco creíble (casi me duermo, pensé que habría contraído el corona-virus de repente).
Me gusta Rusia y admiro al pueblo ruso, y creo que, en justicia, podría haberse realizado una gran obra, sobre un acontecimiento tan impresionante y de tan graves sacrificios humanos como la batalla de Stalingrado. Pero se ha estrechado hasta convertirse en un producto comercial y de mensaje zafio, elaborado para dejar boquiabiertos a los consumidores del IMAX.
En esta película no habita nada más.
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