You must be a loged user to know your affinity with Robert
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

7.0
12,558
7
4 de febrero de 2025
4 de febrero de 2025
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el principio, “El Brutalista” me parecía una película snob, debido a que fue filmada en celuloide, un recurso que ahora será cada vez más común si se quieres ganar un Oscar o ser comparado con Christopher Nolan. La semejanza con “Oppenheimer” es innegable, especialmente en las formas y en la estética.
Es una película totémica, muy ambiciosa, para un público aparentemente culto y, probablemente, con bigote y gafas.
El intermedio también me parecía pretencioso, como si quisiera situarnos en aquella época en que “el cine siempre estaba lleno, todo se hacía en celuloide, se hacían intermedios en las salas y las películas duraban cuatro horas”. Este es el relato oculto tras “El Brutalista”: el cine es arte. Y yo que lejos de rechazar esta idea —que, probablemente, no sea desacertada—, me produce cierta vergüenza ajena lo forzado que resulta todo. Es pretencioso, probablemente, y, aun así, al final el intermedio se agradece: la peli es muy larga.
La verdad es que, si te gusta el cine, es una gran película. Parece mentira que ahora se tenga que forzar el "estilo cinematográfico", ya que la mayoría de producciones actuales ni se acercan. Hay escenas que recuerdan a “Nostalghia” de Tarkovsky, con las columnas del edificio y el agua inundada, que pretenden ser poéticas y, muchas veces, lo consiguen. Como cuando László Tóth termina la biblioteca. La cúpula ilumina el espacio, y la butaca, que, lejos de ser un simple mueble, se convierte en una obra de arte viva, que interactúa con su entorno. Se integra y se mimetiza, pero, al mismo tiempo, destaca y culmina su creación.
Pero rápidamente, esto no puede ser solo poético: esto es América, y en america necesitamos historia, narrativa, y un cierto adoctrinamiento sobre arte, estética, esnobismo y, como no podía faltar, multimillonarios, la burguesía y, como guinda del pastel, el judaísmo.
Y, cómo no, qué casualidad que justamente sea la película de los Oscars, que probablemente ganará, reivindicando su estado de Israel y su condición política. Pero haremos, en este caso, la vista gorda, porque, por suerte, no toda la eplícula gira en torno a esto… O quizás sí pero a partir de la segunda parte.
La primera es inspiradora: trata sobre el arte y las imágenes, que, con fortuna —quizás por suerte, o quizás por la visión del director, quién sabe—, se expresan y se explican muchas veces por sí solas. Esto es lo contrario de lo que, en principio, debería ser el brutalismo como corriente artística. O quizás no se autoincluyen, pero sí que podemos leer su significado. De nuevo, ciertamente político, pero también, más allá de eso, son imágenes liberadoras, claustrofóbicas, asfixiantes, tristes. Mas allà de todo, son y significan algo.
Es una película totémica, muy ambiciosa, para un público aparentemente culto y, probablemente, con bigote y gafas.
El intermedio también me parecía pretencioso, como si quisiera situarnos en aquella época en que “el cine siempre estaba lleno, todo se hacía en celuloide, se hacían intermedios en las salas y las películas duraban cuatro horas”. Este es el relato oculto tras “El Brutalista”: el cine es arte. Y yo que lejos de rechazar esta idea —que, probablemente, no sea desacertada—, me produce cierta vergüenza ajena lo forzado que resulta todo. Es pretencioso, probablemente, y, aun así, al final el intermedio se agradece: la peli es muy larga.
La verdad es que, si te gusta el cine, es una gran película. Parece mentira que ahora se tenga que forzar el "estilo cinematográfico", ya que la mayoría de producciones actuales ni se acercan. Hay escenas que recuerdan a “Nostalghia” de Tarkovsky, con las columnas del edificio y el agua inundada, que pretenden ser poéticas y, muchas veces, lo consiguen. Como cuando László Tóth termina la biblioteca. La cúpula ilumina el espacio, y la butaca, que, lejos de ser un simple mueble, se convierte en una obra de arte viva, que interactúa con su entorno. Se integra y se mimetiza, pero, al mismo tiempo, destaca y culmina su creación.
Pero rápidamente, esto no puede ser solo poético: esto es América, y en america necesitamos historia, narrativa, y un cierto adoctrinamiento sobre arte, estética, esnobismo y, como no podía faltar, multimillonarios, la burguesía y, como guinda del pastel, el judaísmo.
Y, cómo no, qué casualidad que justamente sea la película de los Oscars, que probablemente ganará, reivindicando su estado de Israel y su condición política. Pero haremos, en este caso, la vista gorda, porque, por suerte, no toda la eplícula gira en torno a esto… O quizás sí pero a partir de la segunda parte.
La primera es inspiradora: trata sobre el arte y las imágenes, que, con fortuna —quizás por suerte, o quizás por la visión del director, quién sabe—, se expresan y se explican muchas veces por sí solas. Esto es lo contrario de lo que, en principio, debería ser el brutalismo como corriente artística. O quizás no se autoincluyen, pero sí que podemos leer su significado. De nuevo, ciertamente político, pero también, más allá de eso, son imágenes liberadoras, claustrofóbicas, asfixiantes, tristes. Mas allà de todo, son y significan algo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
SPOILER: lo que no se explica hasta el final es el edificio y su significado, el toque más brutalista de la película, valga la redundancia. Esto le da un final muy bonito. Pero, de nuevo, volvemos al populismo de recurrir al victimismo de su raza. Por contexto, se puede entender que esté presente, pero en el contexto actual chirría. Quizás solo es una cuestión desafortunada y yo estoy exagerando, ya que la película llevaba más de diez años en producción o preproducción, y la guerra con Palestina no estaba donde está ahora.
De todas maneras, hace un bonito homenaje a los expatriados y a la sensibilidad europea por el arte. Pero, más allá de eso, y de una cierta asfixia que mantiene el relato para mantenerte enganchado, así como de esta poesía constante con la luz, las imágenes, valga la redundancia, y la nostalgia, no resuena como una película magistral o memorable debería hacerlo.
Al menos para mí.
De todas maneras, hace un bonito homenaje a los expatriados y a la sensibilidad europea por el arte. Pero, más allá de eso, y de una cierta asfixia que mantiene el relato para mantenerte enganchado, así como de esta poesía constante con la luz, las imágenes, valga la redundancia, y la nostalgia, no resuena como una película magistral o memorable debería hacerlo.
Al menos para mí.

6.5
33,487
7
7 de febrero de 2025
7 de febrero de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
Ya hace días que la vi, pero todavía recuerdo la sensación de asco y, al mismo tiempo, cierta fascinación. Pero más asco. Muchas veces ni siquiera podía mirar.
Es una película desagradable, esa es la palabra. Y suerte que tiene un toque de humor y cierto mensaje, aunque bastante ingenuo e infantil. Es la típica reflexión sobre el sistema y la belleza que podría hacer una persona de 14 años después de ver un grafiti de Banksy con algún mensaje "rebelde" como Follow your dreams, y por encima, Cancelled o algo por el estilo.
La idea central de la película es clara: la belleza no lo es todo, pero a la vez sí. Juega con esta dialéctica de forma retórica y muy contrastada, oponiendo constantemente lo bello y lo feo, como si fueran dos polos que se atraen y se repelen al mismo tiempo. Es interesante, sí, pero la película parece querer añadir esa capa de reflexión "filosófica" o "intelectual" solo para acompañar lo que realmente quiere ofrecer: cuerpos explotando, sangre, vísceras, pus, suciedad, discusiones, peleas y una estética decrépita.
En este sentido, me recuerda a They Live de John Carpenter, que lanzaba un mensaje "oculto" pero al mismo tiempo completamente literal sobre cómo los anuncios te mantienen esclavizado en una sociedad consumista. Aquí pasa algo parecido: te muestra cómo la sociedad te trata mejor si eres guapo, cómo pierdes privilegios cuando dejas de serlo y cómo parece que el placer de la vida se reduce a esta belleza. Pero al final, el mensaje es abrazar la imperfección y no avergonzarse de aquello que nos hace singulares. Es una reflexión simple, sí, pero eso no impide que el público la celebre. Al contrario: es un mensaje fácil de entender, envuelto en la espectacularidad del género, el gore, la estética y el carisma de dos grandes actrices: Demi Moore y Margaret Qualley.
Margaret Qualley, que en Once Upon a Time in Hollywood cautivaba a todos con la belleza de la juventud, aquí comparte pantalla con Demi Moore, un icono que, a pesar del paso del tiempo, mantiene una presencia impresionante. Son dos figuras que, aunque no son exactamente antagónicas en términos de belleza, la película las sitúa en una oposición clara, especialmente por la transformación monstruosa de Demi Moore.
Y al final, después de todo el viaje de sangre, pus y belleza corrompida, la película te deja con una sensación incómoda, como si hubieras atravesado una pesadilla grotesca pero fascinante. Quizás su mensaje no es profundo ni original, quizás su crítica social es tan sutil como una bola de demolición destruyendo un edificio.
Pero lo que sí consigue La Sustancia es dejar huella. Te obliga a enfrentarte a tu propia relación con la belleza, al miedo a envejecer, a la fascinación morbosa por lo grotesco. Y al fin y al cabo, ¿no es eso lo que hace que el cine, aunque sea sucio y exagerado, sea poderoso?
Es una película desagradable, esa es la palabra. Y suerte que tiene un toque de humor y cierto mensaje, aunque bastante ingenuo e infantil. Es la típica reflexión sobre el sistema y la belleza que podría hacer una persona de 14 años después de ver un grafiti de Banksy con algún mensaje "rebelde" como Follow your dreams, y por encima, Cancelled o algo por el estilo.
La idea central de la película es clara: la belleza no lo es todo, pero a la vez sí. Juega con esta dialéctica de forma retórica y muy contrastada, oponiendo constantemente lo bello y lo feo, como si fueran dos polos que se atraen y se repelen al mismo tiempo. Es interesante, sí, pero la película parece querer añadir esa capa de reflexión "filosófica" o "intelectual" solo para acompañar lo que realmente quiere ofrecer: cuerpos explotando, sangre, vísceras, pus, suciedad, discusiones, peleas y una estética decrépita.
En este sentido, me recuerda a They Live de John Carpenter, que lanzaba un mensaje "oculto" pero al mismo tiempo completamente literal sobre cómo los anuncios te mantienen esclavizado en una sociedad consumista. Aquí pasa algo parecido: te muestra cómo la sociedad te trata mejor si eres guapo, cómo pierdes privilegios cuando dejas de serlo y cómo parece que el placer de la vida se reduce a esta belleza. Pero al final, el mensaje es abrazar la imperfección y no avergonzarse de aquello que nos hace singulares. Es una reflexión simple, sí, pero eso no impide que el público la celebre. Al contrario: es un mensaje fácil de entender, envuelto en la espectacularidad del género, el gore, la estética y el carisma de dos grandes actrices: Demi Moore y Margaret Qualley.
Margaret Qualley, que en Once Upon a Time in Hollywood cautivaba a todos con la belleza de la juventud, aquí comparte pantalla con Demi Moore, un icono que, a pesar del paso del tiempo, mantiene una presencia impresionante. Son dos figuras que, aunque no son exactamente antagónicas en términos de belleza, la película las sitúa en una oposición clara, especialmente por la transformación monstruosa de Demi Moore.
Y al final, después de todo el viaje de sangre, pus y belleza corrompida, la película te deja con una sensación incómoda, como si hubieras atravesado una pesadilla grotesca pero fascinante. Quizás su mensaje no es profundo ni original, quizás su crítica social es tan sutil como una bola de demolición destruyendo un edificio.
Pero lo que sí consigue La Sustancia es dejar huella. Te obliga a enfrentarte a tu propia relación con la belleza, al miedo a envejecer, a la fascinación morbosa por lo grotesco. Y al fin y al cabo, ¿no es eso lo que hace que el cine, aunque sea sucio y exagerado, sea poderoso?
Más sobre Robert
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here