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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2,217
Críticas ordenadas por utilidad
10
23 de julio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
...desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una Gran Guerra, ni una Depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual...nuestra gran depresión es nuestra vida.
Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del "rock", pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos...lo que hace que estemos muy cabreados".

Hay obras que son capaces de calar en lo más hondo de nuestras emociones e ideas, aquellas cuyo destino es crear un culto y sobrevivir al paso del tiempo, y eso es "El Club de la Lucha", una de las más importantes, controvertidas y alucinantes de los años '90. Nacida en 1.995 de la pluma de Chuck Palahniuk, "Fight Club" empezó como una historia corta después de que el autor fracasara en su intento de publicar "Invisible Monsters"; su enrevesada trama, su tono oscuro y violento, sus enigmáticos personajes y su demoledor análisis de la sociedad de los '90, ganó rápidamente el aplauso de los críticos y cosechó una legión de seguidores.
Los productores de 20th Century Fox, tras contratar al guionista Jim Uhls para una adaptación del libro, sopesaron nombres como Peter Jackson, Danny Boyle o Bryan Singer, pero David Fincher, a quien encantó la obra de Palahniuk, insistió en encargarse del proyecto. Con esto, el director pretendía, además, arreglar sus diferencias con los de la Fox, cuya relación acabó mal tras la producción de la tercera entrega de "Alien" al ver el posterior resultado del film, su debut, que llegó a odiar con todas sus fuerzas; desde luego, y aun con el descontento de unas primeras cifras nada prometedoras en taquilla, "El Club de la Lucha" serviría para zanjar las cosas entre Fincher y la productora.

Con voz firme aunque autocompasiva, "Jack" (¿es ese su verdadero nombre?), incapaz de dormir y con un trabajo que no le satisface, nos narra la mala experiencia por la que está pasando. Para detener el insomnio no se le ocurre otra cosa que asistir a varios grupos de terapia haciéndose pasar por quien no es; más tarde se cruzará con Tyler, un tipo extravagante y pintoresco que vive según sus propias reglas y trabaja fabricando jabón, y de su amistad nacerá un club de luchadores guiado por las particulares ideas de Tyler sobre la sociedad y el ser humano...sin embargo, todo empieza a descontrolarse: el reducido grupo se va transformando en un revolucionario ejército dispuesto a romper las cadenas del materialismo, el conformismo y el sistema clasista.
La voz crítica y denunciante no puede expresarse de manera más obvia y rabiosa. Deambulan resignados a una monotonía asfixiante mientras su vacía existencia se ve condenada a los valores del consumismo; esclavos de una sociedad cínica, corrupta, artificial, que no espera absolutamente nada de ellos, que no sabe que existen, y de la que sólo se pueden sentir parte ocultándose tras una máscara que anule su verdadera forma de ser. Cuando una sociedad se encuentra subyugada a tal opresión, ¿cuál es la única vía para aplastar toda esa hipocresía y dejar escapar toda esa furia contenida? Pues ni más ni menos que la violencia, visceral y genuina, la que va arraigada a nuestros más primitivos instintos.

Fincher nos introduce en el corazón de una violenta terapia de autodestrucción y regeneración cargada de humor negro, trepidante acción, retorcida intriga, enfermizo romance y mucha reflexión, manteniéndose fiel al espíritu de la novela y tomando de inspiración otras obras de similar temática y oscuros personajes como "Rebelde sin Causa", "Taxi Driver" o "El Graduado" (también diría "Teniente Corrupto", "Asesinos Natos" y "Un Día de Furia"). En el aspecto técnico hay elementos que rozan la perfección como la puesta en escena, el frenético montaje de James Haygood, el gran trabajo de efectos visuales, la banda sonora de los Dust Brothers o la fotografía de Jeff Cronenweth, que realza la tenebrosa y perturbadora atmósfera creada por Fincher.
Edward Norton vuelve a hacer un papel perfecto para él: neurótico, alocado, irritante, reivindicativo y la mar de simpático (encontrando una semejanza con su Derek de "American History "X" "), formando un tándem de infarto junto a Brad Pitt, que va paseando su carisma y chulería por toda la película. Depresiva y muy sensual, Helena Bonham Carter, que parece recién salida de un film de Tim Burton, brinda una de sus mejores y más versátiles actuaciones, mientras que el músico Meat Loaf y Jared Leto están sencillamente impagables.

La original mezcla de géneros, el sorprendente estilo visual, ese argumento que siempre va tomando caminos inesperados, amén del tan bien definido carácter de los personajes, garantiza al espectador una experiencia sin igual. Divertida, arriesgada, satírica, confusa, descorazonadora, experimental, sangrienta, desoladora, ambigua...a todas luces inclasificable.
Puede ser odiada o amada, pero nadie sale indiferente tras visionar esta obra, cumbre de David Fincher y mito cinematográfico clave para entender la transición de los '90 al nuevo siglo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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Leo es pardo (C)
Cortometraje
España1976
6.1
623
6
23 de julio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Destacado dentro del cine vanguardista y poeta incomprendido de la imagen le pese a quien le pese, el vasco Iván Zulueta pasará a la Historia como aquel artista encajonado en un mundo de drogas y cambios sociales y obsesionado con la experimentación que dio a una nuestra industria uno de los títulos fundamentales y más personales de la misma: "Arrebato".

Sin embargo, para los verdaderos amantes del arte visual, su nombre no sólo se hace memorable por ser el artífice de aquella extraña y fascinante obra. Tras la experiencia de "Un, dos, tres...al Escondite Inglés", donde figuró José Luis Borau como director (Zulueta no pertenecía al sindicato de directores), fueron muchos los pequeños trabajos que desempeñó con sus cámaras de Super 8 en la década de los '70, muy prolífica para él, destacando "Mi Ego está en Babia" y "Aquarium", que realizó junto a Will More, al tiempo que proseguía con sus labores de cartelista para otros cineastas.
Por aquellas fechas tuvo la suerte de conocer a Pedro Almodóvar, con el que colaboró activamente, y el guionista y director Augusto Martínez Torres le dio un consejo: el de seguir experimentando a su gusto pero usando un formato de mayor alcance comercial. Así, el mismo año en que David Lynch sacaba a la luz su "Cabeza Borradora", Zulueta se agenciaba una cámara en 16 mm. con la que se dispondría a realizar uno de sus cortometrajes más aplaudidos, trabajando en las posibilidades de la imagen y mostrando fascinación por sus formas, composiciones y múltiples maneras de expresión.

Nos metemos un día como otro cualquiera en el apartamento de Leo, donde la brillante luminosidad de la mañana asalta nuestras retinas. Movimiento acelerado, estridencia musical, elevación de los colores: una asfixiante atmósfera que arrastra a la chica, retraída y silenciosa, a saborear nuevas, atractivas y peligrosas sensaciones. La monótona cotidianidad parece reclamar su álter-ego salvaje: las puertas no quieren estar cerradas, sino abiertas, el agua pura quiere ser una sustancia amarillenta, Leo no quiere llevar ese pulcro camisón blanco, sino ropas coloridas de estampados de leopardo.
Poco a poco, los sonidos (la ambulancia, la animada música), los gérmenes (los ácaros que se aprecian bajo el radiador) y otras obsesiones como el aspecto físico, los periódicos o los horarios, producto de una neurótica sociedad, asaltan a la protagonista, la invaden. Con la intención de mimetizarse, de pasar desapercibida entre los demás animales de ese mundo salvaje exterior recargado de música "pop", ruidos y colores, su personalidad entra en conflicto y así se produce el desdoblamiento, el proceso de transformación, la sustitución de una Leo por otra, la provocativa de espíritu libre y hábitos nocturnos reemplazando a la joven tímida, apocada y asustada de la bulliciosa ciudad.

Zulueta exige de su espectador una doble postulación, como lector de imágenes, intérprete de signos y, al mismo tiempo, receptor privilegiado de los ambientes, atmósferas y otros flujos que la puesta en escena no para de plantear. Evocando, consciente o inconscientemente, al "Perro Andaluz" de Luis Buñuel, a los cortometrajes de Maya Deren o a los primeros trabajos de David Lynch, es decir, a los surrealistas de tomo y lomo, "Leo es Pardo" sorprende por la potencia onírica que acumulan sus surrealistas y sugerentes secuencias.
La creación de ambientes sofisticados y la permanente fluidez de su encadenamiento gobiernan la percepción del espectador, lo que lleva a pensar que durante esos escasos diez minutos todo es misterio, nada es racional o explicable, y que se trata tan sólo de dejarse llevar por la pura sensorialidad. Hay que recalcar el uso de la música de Augusto Martín Torres, la fotografía del propio Zulueta y la notable actuación de Maribel Ferrero.

El corto acabó presentándose en el Festival de Berlín y ganó una cálida acogida, además de abrirle las puertas al vasco para iniciar un proyecto de largometraje, con el cual sería inmortalizado, quizás a su pesar, y que le haría pasar a la Historia del cine español como uno de nuestros realizadores más inclasificables y fascinantes.
Chris Jiménez
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8
4 de julio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué semejanzas hay entre un asesino y un policía? ¿Cómo es posible que a dos hombres de éticas y maneras de ver la vida tan diferentes les acabe uniendo una gran amistad? Porque en realidad no son tan distintos el uno del otro.
Estas son algunas de las preguntas que se plantean en este ya mítico "thriller" de acción, sin duda uno de los más grandes de la industria cinematográfica china.

El sr. John Woo había realizado la secuela de su archiconocida "A Better Tomorrow" y en el proceso se iba a encontrar con algunos problemas, todos dados por la duración y el montaje, lo cual propició el enfado del productor Tsui Hark, que se quejaba constantemente de que Woo "había arruinado la película" (hasta intentó despedirle del proyecto). Estos roces dieron lugar a que Hark ya no confiara en el director, con lo que éste se encontró sin financiación para dar vida a su historia sobre dos hombres situados a ambos lados de la ley, un asesino y un policía, cuya principal inspiración le venía de los cómics "Spy vs. Spy", de la revista MAD.
Afortunadamente, a Chow Yun-Fat le entusiasmó tanto la historia que ayudó a Woo con el proyecto ofreciendo el guión a la Golden Princess, el estudio para el que trabajaba, del mismo modo que ocurrió con el actor Danny Lee (parece ser que más tarde también se vio envuelto el obstinado de Tsui Hark). Lo más curioso de esa complicada pre-producción es que la mayoría de los actores aceptaron aparecer en el film como favor a Woo y Yun-Fat (Sally Yeh, Kenneth Tsang y Barry Wong eran amigos del director, y Chu Kong del actor).

Un primo mío era un auténtico fanático del cine de acción chino (bueno, y es), y recuerdo cómo de crío me quedaba embobado viendo las carátulas de todos sus vídeos: "Full Contact", "Hard Boiled", "Hermanos de Fuego" y muchas más. ¿Quién iba a pensar que años más tarde me aficionaría también al mismo tipo de películas? Pero es que cuando vi "The Killer" me ocurrió con el film lo mismo que al personaje de Chow Yun-Fat con sus armas: me atrajo diabólicamente, y a partir de ahí empecé a devorar cine hongkonés de acción sin parar.
Jeffrey (Ah Jong en la versión original) es un implacable asesino a sueldo que no tuvo mucha suerte en su último trabajo: además de resultar herido disparó por accidente a la cara de Jenny, la cantante del bar donde tenía encomendada su misión, lo que la dejará ciega. Meses más tarde ambos se vuelven a encontrar y poco a poco se enamorarán; entonces Jeffrey determina realizar un último encargo para pagar a la chica un trasplante de córneas, aunque no será fácil, ya que su propio jefe está intentando eliminarle. Entre tanto, el detective Lee hace lo posible para capturar a Jeffrey, por quien siente una especie de fuerte y obsesiva admiración.

Tan frenética, excitante y divertida como romántica, trágica y descorazonadora, "The Killer" es el modelo perfecto de película de John Woo, ya que en ella se concentran todos los elementos que caracterizan el cine del director. Seguramente éste no toca en sus demás obras el tema del honor, la amistad y la lealtad con tanta pasión, simbolismo y dramatismo como en la que nos ocupa; la obsesión que conduce a un policía por atrapar a un asesino acaba tornándose en fascinación por su carácter, ética y moral, y más tarde en amistad (lo que dio pie a que crítica y público teorizasen sobre un supuesto sentimiento homoerótico por parte de los protagonistas).
Pero lo que consigue Woo en "The Killer" es seguir demostrando que pocos son capaces de ofrecer un espectáculo tan grande y violento como él, lo que corroboran memorables secuencias de acción como la de la playa, el tiroteo en la casa, la persecución de Randy desde el parking o el mítico enfrentamiento final en la iglesia. Para la trama (nada original si prestamos atención) y los valores presentados en el film, el director se nutre del cine de Leone, Scorsese, Peckinpah y de obras como "Malas Calles", los "thrillers" japoneses "An Outlaw" y "Massacre Gun" y, sobre todo, "Le Samurai" de Melville (aunque las referencias se extienden a "Dos Hombres y un Destino", "Érase una Vez en América" o "Harry, "el Sucio" ", con ese detective de métodos poco ortodoxos al que no paran de echar broncas...).

Chow Yun-Fat y Danny Lee, que ya se cruzaron las caras en "City on Fire" con los papeles intercambiados (el primero hacía de policía, el segundo de criminal), forman un tándem explosivo; Yun-Fat realiza un papel más dramático que de costumbre, dejando su humor desaparecido en combate, y Lee mantiene intacto su carisma. Después de ellos sólo Kenneth Tsang y Chu Kong realizan unas correctas actuaciones, porque a la guapa Sally Yeh (por cierto, preciosa voz) no hay quien se la crea y Shing Fui-On sobreactúa más de la cuenta.
Lleno de impresionantes escenas de acción y alusiones cinematográficas, "The Killer" peca de contener algunos diálogos y situaciones de incomprensibles para arriba y a veces su estructura narrativa resulta confusa, ¡pero qué demonios!, es un clásico en su género. Éxito absoluto de taquilla que abrió las puertas del mercado americano a John Woo.

Además de ser una gran influencia para compatriotas suyos como Andrew Lau, Johnnie To, Benny Chan o Bryan Leung y otros cineastas como Miike, Besson, Tarantino, Walter Hill o Robert Rodríguez.
Chris Jiménez
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7
4 de julio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A lo largo de los años muchos lo han intentado: Adam Brooks, Randal Kleiser, Catherine Hardwicke o Fernando Bassi...y ninguno ha conseguido llevar el cuento de "Caperucita Roja" a la gran pantalla como lo hizo Matthew Bright en 1.996.
La leyenda popular que todos conocemos muta de forma inimaginable y con una mala leche que pa' qué en "Freeway", sin duda la versión más salvaje, oscura y tergiversadora que existe y que existirá de ella.

Ahora la adorable "Caperucita" se llama Vanessa y es una adolescente problemática y la mar de precoz, aunque con menos seso que un ladrillo, que no vive en el bosque ni en una bonita villa de cuento de hadas, sino en un cochambroso pueblo cercano a Los Angeles junto con su desgraciada y disfuncional familia, compuesta por su padrastro Larry, que abusa de ella cuando le da la gana, y su madre Ramona, una drogadicta y muy maleducada prostituta. Por un desafortunado incidente esas dos buenas piezas van a acabar en la cárcel, pero Vanessa no está dispuesta a volver a un hogar adoptivo.
Su salvación es la madre de su padre biológico, que vive en Stockton y podría cuidar de ella, así que decide agarrar una cesta, lo que lleva puesto y allí que se va; por desgracia, en el camino (en la autopista, más bien) se cruza con Bob Wolverton, un amable psicólogo que se ofrece a llevarla hasta Stockton cuando el coche de ésta se avería en mitad de la carretera. Sin embargo, ese simpático individuo con piel de cordero es en realidad un lobo feroz que planea asesinarla y violarla (sí, sí, ¡en ese orden!)...pero claro, Vanessa no está por la labor de que suceda eso.

Los '90 son recordados por muchos, en términos cinematográficos, por la cantidad de propuestas independientes que fueron surgiendo. Irreverente humor negro, extrema violencia, adolescentes ambiguos con multitud de problemas y asqueados con el mundo que les rodeaba y el desparpajo de contar unas historias de políticamente incorrectas para arriba eran algunas de sus señas de identidad, mientras las influencias principales solían ser Quentin Tarantino, Robert Rodríguez, Kevin Smith, Abel Ferrara o los hermanos Coen, quienes habían inventado una nueva forma de hacer cine de autor alejados de los parámetros hollywoodienses.
Uno de esos nombres que destacó fugazmente en la década fue el de Matthew Bright, guionista que llevaba trabajando desde los '80 junto a los hermanos Richard y Danny Elfman en pequeñas producciones como "La Zona Prohibida" o "Shrunken Heads" reciclado en director gracias a que su guión, una salvaje versión del cuento de "Caperucita Roja", le cayese en gracia a Oliver Stone, que ayudó a financiar la película; un golpe de suerte no muy distinto del que vivió Reb Braddock cuando Tarantino se interesó en producir un film a partir de su cortometraje "Curdled".

Espectacularmente cruda, caricaturesca y objetiva se presenta la visión de Bright con respecto a temas tan poco irrisorios como el maltrato, el abuso de menores, las drogas o la prostitución al tiempo que crea una bruta sátira sobre el desencanto de la generación "Y" (ojo a lo que dice el detective Mike tras ver a la amiga de Vanessa) y algunos de los grandes problemas de una sociedad podrida y depravada hasta la médula. Su crítica es tan dura como un puñetazo al hídago y tan irreverente como un corte de mangas en mitad de una jura de bandera...no deja títere con cabeza.
Parodiando las claves del "psychothriller" y presentando un estilo tan divertido como repugnante y cuasisurrealista, deudor a partes iguales del cine de Tarantino, Smith, Rodríguez, Peckinpah o los Farrelly, y el cual evoca a negrísimas comedias como "No Matarás...al Vecino", "Curdled" o "Escuela de Jóvenes Asesinos", el director nos ofrece una frenética y ultraviolenta "road movie" donde seguimos a esa "caperucita" moderna que es Vanessa, reflejo de su desgraciada generación, con el deseo de alcanzar la tierra prometida, luchando contra el lobo psicótico Bob, quien se ve a sí mismo como verdugo de los adolescentes de esa misma generación (los "millennials"), a la que detesta.

Bright se hace con un dúo genial de protagonistas, enfrentando a un brillante Kiefer Sutherland, que practica para su futuro papel de asesino en "Ojo por Ojo", contra la muy idiota, odiosa y no obstante entrañable Reese Witherspoon; les siguen notables secundarios como Dan Hedaya, Michael Weiss, Brooke Shields, la siempre impagable Amanda Plummer y una irreconocible Brittany Murphy, dando vida a un elenco de personajes sin parangón.
Pese a un final demasiado precipitado y bastante cliché (Vanessa puede salvarse y reinsertarse, tal como les pasaba a los Mickey y Mallory de "Asesinos Natos"), "Freeway" permanece como una de las comedias más extremas, ofensivas, bestias y políticamente incorrectas de los '90...una que hoy día sería imposible realizar. Si viera esta versión del cuento, a Perrault le daría seguramente un ataque.
Chris Jiménez
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8
4 de julio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante generaciones, miles de hombres fueron al Amazonas para recolectar el tan preciado caucho del bosque de Brasil, y los que comerciaban con este oro blanco se enriquecían. Los trabajadores amaban el bosque que les alimentaba y odiaban a los patrones, que les hacían esclavos.
Finalmente, nació un hombre que sabría luchar contra aquello. Su nombre era Chico Mendes.

Este brasileño nacido en 1.944 y asesinado en 1.988 en la misma puerta de su casa acabó convirtiéndose, por méritos propios, en un auténtico héroe para sus compatriotas. Puede que no supiera leer ni escribir antes de los dieciocho años, pero eso no le impidió adquirir conocimientos y, sobre todo, una ética y puntos de vista muy concretos con respecto a la tierra en la que vivía, la misma que sufría profundamente por culpa de ambiciosos especuladores, rancheros desalmados y políticos corruptos amantes del progreso.
Mendes formó parte de la Unión de Trabajadores del Caucho, creada a mediados de los '70, y luchó a la diestra del presidente Wilson Pinheiro desempeñando funciones de secretario. Su misión era defender el bosque del Amazonas de la constante tala y quema de árboles que iba consumiendo, día tras día, los hogares de los indígenas y las esperanzas de éstos de poder vivir en paz; tras el asesinato de Pinheiro, Mendes ocupó el cargo de presidente y se empeñó en proteger los bosques de las ideas tan cínicas y repugnantes de los "progresistas". Eso sí, nunca hizo uso de la violencia, sus armas eran las palabras y las usaba como nadie, y su deseo de triunfar y hacer ver al gobierno que su gente tenía la razón nunca se desvaneció.

Tomando de referencia la novela de William Revkin, William Mastrosimone, junto a Michael Tolkin y Ron Hutchinson, daría forma a la historia para la película que estaba preparando HBO sobre la vida del valiente Mendes. Por esa misma época, el veterano John Frankenheimer no atravesaba su mejor momento como cineasta, y es que desde principios de los '80 el tiempo de las grandes obras ya prácticamente había pasado para él; no obstante se mantuvo al pie del cañón como tantos otros de su quinta y siguió haciendo películas bastante interesantes, culminando su última etapa con "Ronin", con la que demostró a todo el mundo que aún podía embarcarse en espectaculares proyectos como lo harían jóvenes directores.
Tras la notable "El Año de las Armas", Frankenheimer prefirió retornar a sus raíces refugiándose en el más confortable mundo de la televisión, lo que le llevó a realizar dos films para la HBO, con la que ya había trabajado años antes ("The Rainmaker" fue producida por la cadena), los cuales fueron muy aclamados por crítica y público y devolvieron, en cierto modo, el prestigio que el director había estado perdiendo desde hacía más de una década: "Contra el Muro", con Samuel L. Jackson y Kyle MacLachlan de protagonistas, y "Estación Ardiente".

Frankenheimer era, sin duda, el indicado para trasladar a la pantalla la vida, milagros y suplicios de Francisco Alves Mendes, y no hay más que echar la vista atrás en su filmografía. Los conflictos políticos e históricos, la concienciación, los problemas sociales y la lucha contra la corrupción siempre han estado presentes, de algún modo u otro, en la obra del director, quien siempre fue, además, uno de los que mejor retrataba el carácter de sus personajes, la mayoría de éstos defendiendo nobles ideales y enfrentados a grandes dilemas, tanto de índole personal como universal, y a sistemas cuya integridad brillaba por su ausencia ("El Hombre de Alcatraz" es un buen ejemplo de ello).
"¡¿Crees que puedo resignarme a luchar por una causa perdida?!", clama furioso Mendes, paradigma del héroe desinteresado que sacrificaría su vida orgulloso por defender aquello en lo que cree. No le preocupan los medios, ni el dinero, ni la fama, ni siquiera ese documental sobre los hechos que va realizando el personaje de Steven Kaye, el elemento extraño que no puede faltar en este tipo de dramas; son su patria, su gente y sus bosques lo que le insufla esperanza y coraje para proseguir su protesta contra la hipocresía y el afán de lucro de aquellos que se atreven a dejar sin hogar a miles de familias por atender al progreso.

Mientras tanto, Frankenheimer ofrece un intenso testimonio de los sucesos, trágico, descorazonador (sabemos que Chico morirá y se convertirá en mártir por la causa) y lleno de emoción, donde además no se corta al tratar de nuevo temas muy arraigados a su cine como la corrupción política, el activismo y el ecologismo. Un inmenso Raúl Julia borda una brillante actuación dando vida a Chico, uno de sus últimos papeles antes de que un cáncer de estómago se lo llevara, tristemente; él se come la pantalla, pero no desmerecen Sonia Braga (con la que ya colaboró en "El Principiante"), Edward James Olmos, que encarna a Pinheiro, Tomas Milian o Kamala López.
La película goza de secuencias que, por su puesta en escena y dramatismo, realmente estremecen, como el linchamiento de los aldeanos en mitad del bosque bajo la lluvia o la marcha de éstos ante los agentes de policía, primero impasibles y luego resignados.
Chris Jiménez
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