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España España · Zaragoza
Críticas de Juan Solo
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Críticas 271
Críticas ordenadas por utilidad
6
24 de enero de 2019
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de seis intentonas por hacerse con el preciado eunuco de Hollywood parece que este año sí, este año va a ser definitivamente el año de Glenn Close. Eso sí, cuando, como parece previsible, anuncien su nombre como ganadora en esta futura edición de la gran noche del cine como mejor actriz del año no oirá el tradicional “And the winer is…” con el que encabezo este comentario, sustituido hace años por ese otro “And the Oscar goes to”, mucho más políticamente correcto, no vaya a ser que se nos ofenda alguien.

Con Oscars o sin Oscars, con premios o sin premios, la Close es una de las mejores actrices de nuestros tiempos (qué caray, de todos los tiempos). Merece desde hace años el artículo delante del apellido, algo reservado solo a a las más grandes (la Davis, LAS Hepburn, la Streep…)

Se dice, se comenta que Glenn no merece ganar la estatuilla por esta película, que no está a la altura de su leyenda (eso desgraciadamente suele verse siempre más a toro pasado). Es verdad que la actriz nos ha brindado excelentes interpretaciones en el pasado merecedoras de todos los elogios y agasajos como esa Alex de “Atracción fatal” o por supuestísimo esa Marquesa de Merteuil de “Las amistades peligrosas”. Y es que vale más un primer plano de esta mujer desmaquillándose y quitándose el polvo de la cara que toda la filmografía de Lindsay Lohan junta.

Se dice, se comenta que la Close lleva años intentando desesperadamente llevarse el Oscar a casa a base de conseguir papeles de lucimiento personal en peliculitas que ni fu ni fa (¿alguien dijo “Albert Nobbs?”) Lo cierto es que la mujer lleva años esperando pacientemente su hora viendo mientras como el premio se lo van dando a otras. Dicen incluso - menuda tontería- que creciendo a la sombra de otras (¿he oído por ahí Meryl Streep?)

Puede que esta película no esté como dicen a la altura de la actriz. El tema da de sí, pero la dirección es convencional y el desarrollo algo plano. El personaje de Christian Slater roza lo esperpéntico. Pero, por aquello de que detrás de una gran mujer hay siempre un gran hombre ahí tenemos a Johnattan Pryce, espléndido en su papel. Y por supuesto , Glenn Close, la Close, brillando por encima de todo. Desde luego, merece todos los premios del mundo. Incluso el Nobel.
Juan Solo
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6
13 de septiembre de 2011
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que el desafortunado título que se le dio en castellano haya contribuido al general desconocimiento que se tiene hoy en día de esta película al menos en nuestro país (lo corrobora el dato de que en el momento de escribir estas líneas sólo 74 personas se habían acercado a esta página para votarla y que, de hecho, la mía vaya a ser la primera crítica que se cuelgue de ella.) En realidad, se trata de la primera de las adaptaciones cinematográficas del clásico del Nobel de Literatura norteamericano John Steinbeck “De ratones y de hombres”, rodada pocos años después de su publicación por el ucraniano de nacimiento Lewis Milestone. Parece mentira que pueda haber caído tan en el olvido una producción, cosecha del 39, que incluso llegó a colarse entre las finalistas al Oscar a mejor película en la mítica edición de aquel año.

Mi admiración por John Steinbeck viene de muy atrás. “Al este del Edén” es una de esas lecturas que le marcan a uno para toda la vida de jovencito. A través de sus páginas descubrí aquella prosa deslumbrante, y me quedé enganchado a ella para siempre. Vendrían después otras lecturas en las que poco a poco fui descubriendo a aquel narrador que describía con inmejorable sentido épico los paisajes de la América profunda que le tocó vivir y se hacía eco al mismo tiempo de la dura realidad social de su clase trabajadora. No sólo eso. En esos mismos textos coexistía un Steinbeck más lírico capaz de adentrarse en esos otros paisajes más íntimos que pueblan el alma de los seres humanos.

Cabe destacar que la mayoría de las adaptaciones cinematográficas de los textos de Steinbeck suelen estar a la altura de los originales literarios, algo extremadamente difícil, además tratándose de un autor de su categoría y complejidad. Hágase notar que en el peor de los casos estamos hablando de títulos míticos de la historia del cine (“Al este del Edén”, “La perla”) y en el mejor de auténticas obras maestras (“Las uvas de la ira” cuyo guión fue incluso supervisado por el propio novelista.)

La adaptación que nos ocupa no se encuentra al nivel de las citadas, ni siquiera al de aquella otra que dirigió e interpretó junto a John Malkovich el actor Gary Sinise (el teniente Dan de “Forrest Gump”) a comienzos de los 90., Si bien no lo hace con la profundidad que alcanzaron Ford o Kazan, Milestone consigue trasladar a la pantalla el espíritu de la novela y del mundo de su autor. El retrato de personajes es acertado y el espectador puede ver en todo momento la esperanza brillando en los ojos de todos ellos. No juega a favor del resultado final una puesta en escena demasiado teatral y afectada que quizá venga propiciada de raíz por la escasez de personajes y de escenarios en el material original. Afectada es asimismo la intervención de algunos intérpretes anclados en los mohines y el histrionismo del aún cercano periodo mudo.
Juan Solo
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9
15 de diciembre de 2016
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es evidente que el cine actual no se puede entender sin la presencia ni la huella de la “nouvelle vague”. Ser cinéfilo antes que cineasta es uno de los rasgos denominadores comunes que define y emparenta a los integrantes de toda esa cantera maravillosa surgida de las páginas de “Cahiers du cinema”. Al cambiar la máquina de escribir por la cámara, los antiguos críticos conseguirán entre otras cosas elevar a la categoría de arte un determinado tipo de cine que, pese a ser eminentemente popular, no había alcanzado hasta entonces ese reconocimiento. Es el caso del cine negro, el favorito de la juventud francesa de finales de los cincuenta que acude en masa a las sesiones de la Cinematèque a devorar los clásicos del género que les llegan del otro lado del charco. También en Francia, el llamado “noir” o el “polar”, su variante más autóctona, están en plena efervescencia gracias a los trabajos de Clouzot o Melville.

Louis Malle nunca quiso pasar a la posteridad adscrito a movimiento alguno. Lo suyo era ir un poco por libre, aunque hay lazos y no sólo generacionales, que le ligan inevitablemente a los Truffaut, Godard y compañía. Malle  posee ya alguna experiencia en el mundo de la realización cuando con apenas 25 años se dispone a acometer su “opera prima”. Viene de trabajar como ayudante de Bresson y de codirigir dos años antes junto al famoso capitán Jacques  Cousteau " El mundo silencioso" que se hace con la Palma de Oro en Cannes, la primera que se concede a un documental en la historia del festival. Malle emerge de las profundidades submarinas para adentrarse de lleno a continuación en los arrabales parisinos con esta adaptación de una novela de baratillo de Noël Calef. La película supondrá un brillante prólogo al estallido definitivo de la “nouvelle vague” que tiene lugar oficialmente tras el estreno de "Los cuatrocientos golpes" en 1959.

Ascensor para el cadalso es una obra maestra que rezuma fatalidad por todos y cada uno de sus poros. Su premisa argumental nos puede remitir a "Perdición" de Billy Wilder o a "El cartero siempre llama dos veces" de J.M. Cain, una pareja de amantes que planea quitarse de en medio al marido de ella para vivir libremente su amor, sin contar con que el destino también juega. En paralelo, se entrecruza una trama secundaria que tiene por protagonista a otra pareja también perseguida por la fatalidad, y que será clave en el devenir de la historia.

La influencia de Hitchcock, cineasta a quien la generación del director se encargará de reivindicar como autor, queda también patente en el magistral manejo del suspense. Al igual que el maestro británico, Malle nos sitúa de entrada ante un acto moralmente reprobable, nada menos que un asesinato (que evita que presenciemos de manera muy sutil), y se las apaña para que desde el principio también nos pongamos del lado del infractor. Y sufrimos con la peripecia de Julien, Maurice Ronet, el esforzado amante, veterano en la campaña de Indochina, a pesar de que sabemos que su final está marcado de antemano. O precisamente por eso. Nos mantiene en vilo el deseo de que pueda liberarse por fin de ese anticipado ataúd en el que se ha convertido ese ascensor maldito. A su lado, y para completar la estampa fúnebre, Florence, una bella y primeriza Jeanne Moreau,  pasea su soledad en su particular vigilia por las calles de la noche parisina con la sola compañía de su propia voz interior que la mortifica y la consume por dentro. De luto riguroso, en su condición de doble viuda que pierde al marido y al amante en una misma noche, su rostro en primer plano abre y clausura el film, caprichosa y enamorada al principio, dura y resignada en el desenlace. Son los dos únicos momentos en los que Florence y Julien están juntos, y ni tan siquiera se trata de un contacto físico. Ronet y Moureau no comparten un solo plano en toda la película. Es su gran tragedia. No hay futuro ni esperanza para esta pareja. Sólo pasado, mudo y estático, como una fotografía revelándose lentamente en la oscuridad y delatando momentos pretéritos más felices.

Por encima de este argumento, tan típico del género, son los aspectos formales los que elevan definitivamente la película a una categoría superior y la llevan a rozar la excelencia. Malle se encarga de dotar al relato de la atmósfera adecuada, contando para ello con dos poderosos aliados. De un lado, Henry Decae contribuyendo a aumentar con su cámara nuestra sensación de angustia y sofoco como espectadores. De subrayar la desolación y el desgarro que viven los personajes ya se encarga la legendaria trompeta de Miles Davis, autor de una banda sonora para el recuerdo compuesta a golpe de improvisación y en la que tan importantes como los sonidos son casi los silencios. Davis cayó en la película casi por casualidad; el norteamericano se encontraba de gira con su grupo por Francia cuando el director y los productores le invitaron a sumarse al proyecto. Ni llovido del cielo.

Bresson también está presente, no sólo en esta película, sino también en muchos momentos de la filmografía posterior de Malle que heredará de su maestro parte del pesimismo existencial que impregna títulos como "Le trou" o "Un condenado a muerte se ha escapado", y que estallará de manera rotunda en "El fuego fatuo. No obstante, sería injusto concluir que en Malle se esconde exclusivamente un pesimista recalcitrante; su cine, y en eso "Ascensor para el cadalso" tampoco supone una excepción, se nutre de los valores e ideales de un humanista incontestable.
Juan Solo
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8
9 de abril de 2010
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que parecen estar construidas más desde la emoción que desde la razón y que haciendo de la necesidad virtud son capaces de traspasar fronteras y calar en lo más profundo del corazón. Eban y Charley es claramente una de esas películas.

La ternura y el mimo con los que está tratada desde el primer momento esta preciosa historia de amor entre un adolescente quinceañero y un joven vecino recién llegado a su pueblo que le dobla la edad suple cualquier posible carencia de tipo técnico o artístico. Al final, dentro de esta historia, el tema de la pedofilia aparece casi como una nota a pie de página y lo que realmente se subraya es el rechazo social que genera la condición y la relación de los protagonistas, más allá incluso de su diferencia de edad.

Así pues quien intente acercarse a esta película en busca de morbo y de carnaza ya puede ir olvidándose del tema. Y eso que los limitados recursos del film y el soporte en el que está rodado, más cercano casi al porno amateur que a otra cosa, pudieran tal vez ofrecer una idea equivocada. Y sin embargo, repito, lo único que nos encontramos aquí es una bella historia de amor plena de sentido y cargada de sensibilidad.

Y hablando de Ang Lee, hay en esta historia algo de lo que había también en aquella otra que se desarrollaba al pie de las montañas de Brokeback. Amar en plenitud se convierte en prácticamente imposible cuando el deseo se da de bruces contra el muro de las leyes de una sociedad injusta que decide de antemano lo que está bien y lo que no. Leyes únicamente basadas en prejuicios que utilizan cualquier atajo – la pedofilia por ejemplo- para condenar lo que no se considera correcto. Una sociedad que prejuzga y que se toma tan a la ligera el comportamiento de los demás no puede ser más que una sociedad enferma. Quienes la hemos padecido de alguna manera y en alguna situación parecida sabemos que una historia como ésta sólo podía nacer de las vísceras y tejerse con los mimbres de la pura emoción.
Juan Solo
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4
6 de enero de 2024
42 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se dice, y suele cumplirse, que la realidad supera siempre a la ficción. Una premisa que parece tener muy en cuenta el director catalán Jota Bayona cada vez que se enfrente a uno de esos proyectos que los anglosajones denominan "bigger than life" destinados tanto a emocionar de forma masiva al público como a arrasar en las temporadas de premios. La puso en práctica hace años en "Lo imposible" y lo ha vuelto a hacer ahora con "La sociedad de la nieve". Conviene recordar que esta vez quien está detrás de todo es Netflix, a quien ya se le empiezan a ver las costuras cuando se mete en este tipo de saraos. El gigante del streaming usó la misma baza el año pasado con la alemana "Sin novedad en el frente" (otro remake) y le salió bien. En aquella ocasión, sigamos recordando, nos encontrábamos con un grupo de jóvenes soldados, aseados (demasiado), blancos y heterosexuales, obligados a hacer frente común para superar una serie de situaciones límite, una detrás de otra y sin solución de continuidad, dentro de una descomunal tragedia como era la guerra. El resultado, flojo, previsible y desangelado, un poco lo que nos volvemos a topar aquí. Será cosa del dichoso algoritmo ese.

Así pues, "La sociedad de la nieve" se revela como un producto tan artificial como innecesario. " Viven" de Frank Marshall no era ni mejor ni peor que su "remake" español. Simplemente, llegó antes. Y me temo que sólo hay una forma para contar una tragedia como la de los Andes. Aparte de que Bayona poco podía aportar a lo ya dicho por Marshall en su obra de 1993, "La sociedad de la nieve" vuelve a explotar de un modo quizá algo obsceno la memoria de los supervivientes y las víctimas de aquella catástrofe.

Sorprende además que los mismos argumentos que han servido en el pasado para denostar al Spielberg más manipulador y menos de fiar se utilicen ahora para ensalzar la obra de Bayona que recurre a los trucos más baratos del maestro en más de una ocasión. Pese a estar aceptablemente rodada, "La sociedad de la nieve" dista mucho de ser con sus acusadas carencias narrativas y sus múltiples trampas emocionales esa obra redonda que muchos quieren hacernos ver.
Juan Solo
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