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6.8
659
9
25 de agosto de 2018
25 de agosto de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mervyn LeRoy, responsable de grandes metrajes como Hampa dorada (1931), Niebla en el pasado (1942) o Quo Vadis (1949) entre la numerosa realización que dejó para la cinematografía, supo ver desde sus inicios los diferentes ángulos artísticos y la efectividad creativa del nuevo arte. Iniciado en el cine mudo con diversas responsabilidades le guía hasta convertirse en asistente de cámara, llevándole durante los últimos años del cine mudo, a la dirección en 1927 con No Place to G (La frontera del amor). La sagacidad como productor le facilitó su carrera cinematográfica, destacando en esa faceta por ser el responsable de la producción del clásico El Mago de Oz, entre otras.
Madame Curie (1943) es una magnífica realización de LeRoy, una desgarradora película en la que por encima de cualquier valor material o moral, está el vibrante deseo de evolucionar, de ir más allá, de mirar con la entereza que cada cual posea, hacia delante, hacia lo que entendemos por conocimiento humano, dejando para el cine una de esas realizaciones que levantan el ánimo por medio de la superación personal, emocional y cultural, provocando adicción intelectual, enamorando la fortaleza de una mujer que por encima de todas las cosas tenía innata en su genética el deseo de aprender, de saber de evolucionar.
El film, envuelto con la fuerza del arrebato y la delicada música de Herbert Stothart, nos cuenta la historia de superación por medio de la investigación, de la cultura, de la observación, del razonamiento lógico y de la evolución del entorno que siempre nos acompaña, donde Marie Curie supo entender, superar y convivir con esos principios, en una sociedad claramente patriarcal, marcando hitos históricos tan acertadamente narrados junto a la esplendida fotografía de Joseph Ruttenberg.
La expectación, la curiosidad y el deseo por aprender quedan claramente afirmados por el profesor Jean Perot (Albert Bassermann) y la complicidad del alumnado, entre los cuales Marie Sklodowska (Greer Garson), en un juego de planos sabiamente combinados reforzando así el mensaje del esfuerzo por descubrir, por evolucionar, y lo más importante: por no desfallecer sean cuales sean los obstáculos en el camino, conceptos interiorizados y asumidos por la joven Sklodowska.
Pierre Curie (Walter Pidgeon) es el complemento perfecto que la vida (y la ayuda de algún colega) puso en el camino de nuestra protagonista. LeRoy nos presenta la harmoniosa relación entre Pierre y Marie Curie que tan acertadamente supo ver el profesor Perot a tiempo, junto a otros interesantes personajes de esta narración, entre los cuales el carismático David Le Gros (Robert Walker), el condescendiente Eugene Curie (Henry Travers) padre de Pierre y la no menos amable madre, la señora Eugene Curie (May Whitty). Magnífica película y mejor acercamiento a la vida y la obra de una mujer ejemplar.
El acercamiento del realizador a la vida de esta destacada estudiante, doctora, investigadora y descubridora de trascendentales hallazgos para el mundo de la física, la química y la ciencia en general, supone una emotiva aportación al mundo del conocimiento que tan acertadamente supo llevar a la pantalla Mervyn LeRoy convirtiéndose en un claro paradigma para uso y disfrute de cualquier generación posterior de cineastas que muestren interés por realizar metrajes sobre el siempre cambiante mundo de la ciencia, la evolución y sus protagonistas.
Madame Curie (1943) es una magnífica realización de LeRoy, una desgarradora película en la que por encima de cualquier valor material o moral, está el vibrante deseo de evolucionar, de ir más allá, de mirar con la entereza que cada cual posea, hacia delante, hacia lo que entendemos por conocimiento humano, dejando para el cine una de esas realizaciones que levantan el ánimo por medio de la superación personal, emocional y cultural, provocando adicción intelectual, enamorando la fortaleza de una mujer que por encima de todas las cosas tenía innata en su genética el deseo de aprender, de saber de evolucionar.
El film, envuelto con la fuerza del arrebato y la delicada música de Herbert Stothart, nos cuenta la historia de superación por medio de la investigación, de la cultura, de la observación, del razonamiento lógico y de la evolución del entorno que siempre nos acompaña, donde Marie Curie supo entender, superar y convivir con esos principios, en una sociedad claramente patriarcal, marcando hitos históricos tan acertadamente narrados junto a la esplendida fotografía de Joseph Ruttenberg.
La expectación, la curiosidad y el deseo por aprender quedan claramente afirmados por el profesor Jean Perot (Albert Bassermann) y la complicidad del alumnado, entre los cuales Marie Sklodowska (Greer Garson), en un juego de planos sabiamente combinados reforzando así el mensaje del esfuerzo por descubrir, por evolucionar, y lo más importante: por no desfallecer sean cuales sean los obstáculos en el camino, conceptos interiorizados y asumidos por la joven Sklodowska.
Pierre Curie (Walter Pidgeon) es el complemento perfecto que la vida (y la ayuda de algún colega) puso en el camino de nuestra protagonista. LeRoy nos presenta la harmoniosa relación entre Pierre y Marie Curie que tan acertadamente supo ver el profesor Perot a tiempo, junto a otros interesantes personajes de esta narración, entre los cuales el carismático David Le Gros (Robert Walker), el condescendiente Eugene Curie (Henry Travers) padre de Pierre y la no menos amable madre, la señora Eugene Curie (May Whitty). Magnífica película y mejor acercamiento a la vida y la obra de una mujer ejemplar.
El acercamiento del realizador a la vida de esta destacada estudiante, doctora, investigadora y descubridora de trascendentales hallazgos para el mundo de la física, la química y la ciencia en general, supone una emotiva aportación al mundo del conocimiento que tan acertadamente supo llevar a la pantalla Mervyn LeRoy convirtiéndose en un claro paradigma para uso y disfrute de cualquier generación posterior de cineastas que muestren interés por realizar metrajes sobre el siempre cambiante mundo de la ciencia, la evolución y sus protagonistas.
Episodio

6.0
247
7
9 de mayo de 2018
9 de mayo de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No time to die (Sin tiempo para morir) es un telefilm dirigido por Alan J. Levi en 1992, es el segundo telefilm de la undécima temporada y sesenta de la serie, anteriormente había dirigido Frágil yace la corona en 1990 y Colombo: El asesinato de una estrella de rock en 1991. No siempre las ceremonias matrimoniales y los actos posteriores finalizan el glorioso día de la manera más brillante incluso teniendo entre los invitados al teniente Colombo (Peter Falk).
Entre planos de ambientación, generales y primerísimos planos, la modelo Melissa Alexandra Hayes (Joanna Going) y el detective Andy Parma (Thomas Calabro) celebran sus primeros minutos como reciencasados, reflejando en sus rostros la diversidad de los invitados, entre los cuales el teniente Colombo, tío del reciencasado. Un plano de retroceso nos permite ver la ambientación del momento, donde se producen generosos contrastes envueltos en la felicidad de la pareja.
Dos secuencias en paralelo en tiempo real nos muestra la felicidad de Andy enfrascado en su aseo personal mientras que, el realizador nos muestra las acciones de un desconocido que determinará para todos las horas posteriores, provocando la inexplicable y angustiosa desaparición de su esposa, lo que hace que intervenga Colombo, tío del novio. La aceleración de los acontecimientos convierte ‘Sin tiempo para morir’, en una carrera de obstáculos que deberá de resolverse para recuperar a la desaparecida Melissa Alexandra Hayes.
En un interesante y extenso montaje a modo gran plano secuencia de larga duración entre multitud de planos intercalados que refuerzan las acciones, Alan J. Levi convierte el momento en los prolegómenos de un largo dinamismo para identificar posibles sospechosos asistentes al banquete de boda. La tensión y el alarmismo aportan inestabilidad emocional y mucha inquietud a las horas posteriores, narradas con gran acierto en tiempo real en una larga y alarmante madrugada, sin el menor atisbo de solución final.
Esclarecido y contrastados los primeros datos, las aportaciones de Alex Varrick (Daniel Davis) el fotógrafo de la boda, y de su editora Eileen Hacker (Juliet Mills), además del carismático Bailey (David Byrd) empleado de mantenimiento en el hotel y casual testigo parcial de los acontecimientos, todo se acelera: para Melissa el tiempo se esfuma, para Colombo vuela, completando con los datos aportados por el soplon Tubby Comfort (Cliff Emmich) la necesaria información logrando dar con el paradero del psicópata secuestrador antes de que sea demasiado tarde. Algunas horas después de los hechos, Alan J. Levi nos da la respuesta.
Complemento genealógico. Colombo cita a su mujer en dos ocasiones, otro personaje lo hace en dos ocasiones, también cita Colombo a una hermana de él, a la madre de su mujer y a un sobrino en una ocasión.
Entre planos de ambientación, generales y primerísimos planos, la modelo Melissa Alexandra Hayes (Joanna Going) y el detective Andy Parma (Thomas Calabro) celebran sus primeros minutos como reciencasados, reflejando en sus rostros la diversidad de los invitados, entre los cuales el teniente Colombo, tío del reciencasado. Un plano de retroceso nos permite ver la ambientación del momento, donde se producen generosos contrastes envueltos en la felicidad de la pareja.
Dos secuencias en paralelo en tiempo real nos muestra la felicidad de Andy enfrascado en su aseo personal mientras que, el realizador nos muestra las acciones de un desconocido que determinará para todos las horas posteriores, provocando la inexplicable y angustiosa desaparición de su esposa, lo que hace que intervenga Colombo, tío del novio. La aceleración de los acontecimientos convierte ‘Sin tiempo para morir’, en una carrera de obstáculos que deberá de resolverse para recuperar a la desaparecida Melissa Alexandra Hayes.
En un interesante y extenso montaje a modo gran plano secuencia de larga duración entre multitud de planos intercalados que refuerzan las acciones, Alan J. Levi convierte el momento en los prolegómenos de un largo dinamismo para identificar posibles sospechosos asistentes al banquete de boda. La tensión y el alarmismo aportan inestabilidad emocional y mucha inquietud a las horas posteriores, narradas con gran acierto en tiempo real en una larga y alarmante madrugada, sin el menor atisbo de solución final.
Esclarecido y contrastados los primeros datos, las aportaciones de Alex Varrick (Daniel Davis) el fotógrafo de la boda, y de su editora Eileen Hacker (Juliet Mills), además del carismático Bailey (David Byrd) empleado de mantenimiento en el hotel y casual testigo parcial de los acontecimientos, todo se acelera: para Melissa el tiempo se esfuma, para Colombo vuela, completando con los datos aportados por el soplon Tubby Comfort (Cliff Emmich) la necesaria información logrando dar con el paradero del psicópata secuestrador antes de que sea demasiado tarde. Algunas horas después de los hechos, Alan J. Levi nos da la respuesta.
Complemento genealógico. Colombo cita a su mujer en dos ocasiones, otro personaje lo hace en dos ocasiones, también cita Colombo a una hermana de él, a la madre de su mujer y a un sobrino en una ocasión.
Episodio

6.7
363
7
20 de marzo de 2018
20 de marzo de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Try and catch me (A que no me coges) (1977) es un telefilm dirigido por James Frawley, primero de la séptima temporada y cuarenta y uno de la serie, donde se trata de poner en su lugar los excesivos y proteccionistas afectos hacia los sobrinos por parte de alguna longeva y bella dama con el propósito de arreglar algún asuntillo, no contemplando la posibilidad del error en el tránsito de los acontecimientos. Así, en un escueto primer plano realizado además con algún intercalado plano detalle, James Frawley nos proporciona las coordenadas necesarias para adentrarnos en el turbulento mundo de la longeva Abigail Mitchell (Ruth Gordon).
La afamada y augusta escritora de relatos detectivescos, se las habrá de ver con otro (no tan afamado) pero sí augusto detective Colombo (Peter Falk), en un caso que derivará en acontecimientos irreversibles para algún protagonista del argumento, lo que se intuye por medio de una fotografía y la reacción, en un breve pero intenso flashback emocional de Abigail Mitchell al recordar a su sobrina Phyllis.
Con una rápida y certera elipsis en exteriores el realizador nos muestra las dos caras de la situación, enlazada con un breve plano general de seguimiento con la protagonista en casa después de haber sido avisada con urgencia por su secretaria personal Veronica (Mariette Hartley). Desde un plano general interior, el realizador nos muestra el conjunto de especialistas que al mando del teniente de policía, intentan encontrar pistas en el lugar de los hechos y otros lugares.
Los estados de ánimo de la famosa escritora de crimen y misterio se alteran desde el mismo momento en el que Colombo, atraído por las extrañas circunstancias que rodean las incógnitas, afloran los primeros planos de preocupación en el rostro de Abigail. El incomprensible galimatías inicial del extraño accidente, con resultado de muerte de difícil lectura lógica, lo refleja Colombo en su sorprendido rostro después de los primeros análisis en el lugar de los hechos y los primeros intercambios de palabras entre los augustos personajes.
La resbaladiza escritora en el intento por despejar toda duda sobre su no implicación en lo que finalmente se considera asesinato, queda cuestionado por el investigador en agiles planos contra planos con la protagonista; su esfuerzo por tratar de acomodar las circunstancias que rodean el asesinato de Edmund, parece que se debilita desde el momento en el que una pista circunstancial encontrada por Annie (Mary Jackson) la doncella de Abigail Mitchell, aportará las pistas necesarias para aclarar el caso del asesinado.
A la espera que las investigaciones arrojen sus conclusiones finales sobre las divergencias entre la preclara Abigail y el gentil Colombo, así como sobre alguna velada advertencia al investigador por parte de Martin Hammond (G.D. Spradlin) abogado de la escritora, un conjunto de planos medios, americanos y planos detalle, derivan finalmente en el sorprendente resultado que ni la más insigne escritora hubiese imaginado y es que a veces, la incontenible sed de venganza dan resultados inesperados con la necesaria ayuda del más allá.
Complemento genealógico. Colombo cita a su mujer en cuatro ocasiones; también en una ocasión Colombo cita a sus padres.
La afamada y augusta escritora de relatos detectivescos, se las habrá de ver con otro (no tan afamado) pero sí augusto detective Colombo (Peter Falk), en un caso que derivará en acontecimientos irreversibles para algún protagonista del argumento, lo que se intuye por medio de una fotografía y la reacción, en un breve pero intenso flashback emocional de Abigail Mitchell al recordar a su sobrina Phyllis.
Con una rápida y certera elipsis en exteriores el realizador nos muestra las dos caras de la situación, enlazada con un breve plano general de seguimiento con la protagonista en casa después de haber sido avisada con urgencia por su secretaria personal Veronica (Mariette Hartley). Desde un plano general interior, el realizador nos muestra el conjunto de especialistas que al mando del teniente de policía, intentan encontrar pistas en el lugar de los hechos y otros lugares.
Los estados de ánimo de la famosa escritora de crimen y misterio se alteran desde el mismo momento en el que Colombo, atraído por las extrañas circunstancias que rodean las incógnitas, afloran los primeros planos de preocupación en el rostro de Abigail. El incomprensible galimatías inicial del extraño accidente, con resultado de muerte de difícil lectura lógica, lo refleja Colombo en su sorprendido rostro después de los primeros análisis en el lugar de los hechos y los primeros intercambios de palabras entre los augustos personajes.
La resbaladiza escritora en el intento por despejar toda duda sobre su no implicación en lo que finalmente se considera asesinato, queda cuestionado por el investigador en agiles planos contra planos con la protagonista; su esfuerzo por tratar de acomodar las circunstancias que rodean el asesinato de Edmund, parece que se debilita desde el momento en el que una pista circunstancial encontrada por Annie (Mary Jackson) la doncella de Abigail Mitchell, aportará las pistas necesarias para aclarar el caso del asesinado.
A la espera que las investigaciones arrojen sus conclusiones finales sobre las divergencias entre la preclara Abigail y el gentil Colombo, así como sobre alguna velada advertencia al investigador por parte de Martin Hammond (G.D. Spradlin) abogado de la escritora, un conjunto de planos medios, americanos y planos detalle, derivan finalmente en el sorprendente resultado que ni la más insigne escritora hubiese imaginado y es que a veces, la incontenible sed de venganza dan resultados inesperados con la necesaria ayuda del más allá.
Complemento genealógico. Colombo cita a su mujer en cuatro ocasiones; también en una ocasión Colombo cita a sus padres.
16 de marzo de 2018
16 de marzo de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
The bye-bye sky high I.Q. murder case (El asesinato más inteligente del mundo) dirigido por Sam Wanamaker en 1977 es el tercer telefilm, último de la sexta temporada y, cuarenta de la serie, pilotos incluidos, en el que se narra el hastío crónico que siente Bertie Hastings (Sorrell Booke) sobre las pesadas bromas que su amigo Oliver Brandt (Theodore Bikel) reitera en su insoportable, larga y prolongada pesadez. Ambos pertenecen al selecto Club Sigma dedicado a las personas superdotadas con C.I. Durante el cruce de dos escenas paralelas y múltiples planos detalle, el realizador nos familiariza en un generoso plano secuencia con los recursos materiales necesarios para liberarse de la amenaza que atenaza a Oliver.
En una de las presentaciones más cinematográficas que de Colombo (Peter Falk) se hayan podido hacer en la serie, el realizador recurre a elementos cuasi de obligada aplicación: penumbra, silueteado y desgarbado personaje en semioscuridad entornada, tenue contraluz agudizada por el vaporoso humo del cigarro, rematado con el sobresalto del posible sospechoso tras presenciar la inesperada aparición del detective en la escena del crimen: la biblioteca. Sam Wanamaker vuelca sobre la secuencia conocidos recursos escénicos y de iluminación: escrutadoras miradas, silencios valorativos y acercamiento precavido entre investigador y sospechoso.
En su desconocimiento inicial, un sorprendido Colombo entra en contacto con el selecto Club Sigma para personas superdotadas. En su ignorancia no cabe la sorpresa, sí la admiración por lo nuevo conocido, como no podía ser de otra manera. Colombo es invitado por el mejor amigo del asesinado Bertie: Oliver Brandt, según primeras informaciones recabadas por el sargento Burke (Todd Martin), a una prueba de lógica. De esta manera entra en juego el desconocido CI de Colombo frente al CI del Club Sigma, entre verdades a medias, mentiras premeditadas, juegos de deducción surgidos de las preclaras mentes de sus socios contrastando sus sesudas deducciones con las del detective entre las sublimes melodías de Tchaikovsky.
Deducción tras deducción, fracaso tras fracaso en cada una de las teorías sugeridas por los miembros del club, hacen que la observación y la sutil asociación del espacio-tiempo aplicado al entorno de los hechos, den finalmente la respuesta al crimen entre cambios de escena, plano general de exterior, americano, primer plano y algún brevísimo primerísimo primer plano, recabando finalmente en la descuidada torpeza del sospechoso y la de sobre quien inicialmente le recibió bañado en una contradictoria mezcla de halagos y dudas le ofreciera juegos de cálculo y le adulara o le ignorara más de lo que normalmente suele suceder.
Breve temporada finalizada entre juegos de razonamiento lógico para superdotados (Colombo incluido, con inestimable ayuda desde la sombra de su deductiva mujer), precedido por un desfasado teniente Lucerna venido a menos en su cada vez menos aclamada serie y, el fracasado intento de vivir de la cultura museística gobernado por una idealista directora desapareciendo por el fondo de la escena cogida del brazo de un respetuoso acompañante.
Complemento genealógico. Colombo cita en cuatro ocasiones a su mujer, otro personaje lo hace en una ocasión; además, Colombo cita a su sobrino (ahijado de su mujer en dos ocasiones, otros personajes también lo citan (al sobrino) en tres ocasiones.
En una de las presentaciones más cinematográficas que de Colombo (Peter Falk) se hayan podido hacer en la serie, el realizador recurre a elementos cuasi de obligada aplicación: penumbra, silueteado y desgarbado personaje en semioscuridad entornada, tenue contraluz agudizada por el vaporoso humo del cigarro, rematado con el sobresalto del posible sospechoso tras presenciar la inesperada aparición del detective en la escena del crimen: la biblioteca. Sam Wanamaker vuelca sobre la secuencia conocidos recursos escénicos y de iluminación: escrutadoras miradas, silencios valorativos y acercamiento precavido entre investigador y sospechoso.
En su desconocimiento inicial, un sorprendido Colombo entra en contacto con el selecto Club Sigma para personas superdotadas. En su ignorancia no cabe la sorpresa, sí la admiración por lo nuevo conocido, como no podía ser de otra manera. Colombo es invitado por el mejor amigo del asesinado Bertie: Oliver Brandt, según primeras informaciones recabadas por el sargento Burke (Todd Martin), a una prueba de lógica. De esta manera entra en juego el desconocido CI de Colombo frente al CI del Club Sigma, entre verdades a medias, mentiras premeditadas, juegos de deducción surgidos de las preclaras mentes de sus socios contrastando sus sesudas deducciones con las del detective entre las sublimes melodías de Tchaikovsky.
Deducción tras deducción, fracaso tras fracaso en cada una de las teorías sugeridas por los miembros del club, hacen que la observación y la sutil asociación del espacio-tiempo aplicado al entorno de los hechos, den finalmente la respuesta al crimen entre cambios de escena, plano general de exterior, americano, primer plano y algún brevísimo primerísimo primer plano, recabando finalmente en la descuidada torpeza del sospechoso y la de sobre quien inicialmente le recibió bañado en una contradictoria mezcla de halagos y dudas le ofreciera juegos de cálculo y le adulara o le ignorara más de lo que normalmente suele suceder.
Breve temporada finalizada entre juegos de razonamiento lógico para superdotados (Colombo incluido, con inestimable ayuda desde la sombra de su deductiva mujer), precedido por un desfasado teniente Lucerna venido a menos en su cada vez menos aclamada serie y, el fracasado intento de vivir de la cultura museística gobernado por una idealista directora desapareciendo por el fondo de la escena cogida del brazo de un respetuoso acompañante.
Complemento genealógico. Colombo cita en cuatro ocasiones a su mujer, otro personaje lo hace en una ocasión; además, Colombo cita a su sobrino (ahijado de su mujer en dos ocasiones, otros personajes también lo citan (al sobrino) en tres ocasiones.
Episodio

6.4
321
6
11 de marzo de 2018
11 de marzo de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fade in to murder (Próxima secuencia asesinato) (1976) es la cuarta dirección de Bernard L. Kowalski en Colombo (Suficiente soga (1971), Ejercicio para la fatalidad (1974) y Repetición (1976). Se trata del primer telefilm de la sexta temporada y, treinta y ocho de la serie. En Fade in to murder, Kowalski nos muestra las interioridades televisivas de las series personificadas en un monótono y anticuado detective venido a menos, mantenido a flote por el doble interés comercial y sentimental que sobre él tiene Clare Daley (Lola Abright) resumido en plano seguimiento en el set de rodaje y un grupo de significativos planos dejando en evidencia la tensa relación profesional entre ambos.
En el cruce de intereses los dos personajes han alcanzado el máximo nivel de aburrimiento personal y profesional aguantado por la respuesta de la audiencia que es lo que precariamente mantiene en emisión la serie no desapareciendo de la parrilla televisiva gracias a Ward Fowler ‘Lucerna’ (William Shatner) el teniente de policía más sagaz, inteligente y con más 'glamour' en las series del momento; ficción teatralizada que irremediablemente nos traslada a otros personajes y otras series por temática, contenido específico y elenco, sin comparativa posible.
La acción encubridora de Lucerna para liberarse de Clare, su opresiva representante quien no gasta en reproches al minusvalorar la cada vez menor influencia del elegante detective en la imprescindible cuota de pantalla, hará que estos elemento provoquen finalmente la aparición en escena del teniente Colombo (Peter Falk) con torpes pasos de similares situaciones en otros telefilms, entre los decorados del set de rodaje y plano general inicial de la secuencia, anunciando lo irremediable.
Ignorante de lo que acontece por donde pasea nuestro detective, Kowalski lo fusiona todo en una escena donde la torpeza de Colombo entre bambalinas, conecta con un crecido Lucerna quien impide expulsar al intruso sin saber antes de quien se trata en un dialogo captado con planos medios y plano contraplano, entre una retahíla de disculpas con las que nuestro detective pretende salvar la torpe situación creada. El asesinato de Clare Daley es el motivo de su visita, Lucerna el objetivo, situación creada a partir de las declaraciones del superviviente Tony (Timothy Carey).
Generando los mínimos datos y las consabidas retahílas de Colombo inicia sus pesquisas reforzadas por las declaraciones de Mark (Bert Remsen) amigo excesivamente proteccionista de Ward Fowler, y las de Sid Daley (Alan Manson) y su amiga Molly (Shera Danese) convertida en coartada perfecta del ex que inicialmente le excluye de cualquier sospecha en un conjunto de planos con predominio del plano contraplano.
Los resultados de la investigación llegan de forma aplastante para el teniente Lucerna, aflorando el pasado más triunfal en la televión de su protagonista frente a las realidades de Colombo que lo devuelve a la cotidianidad más absoluta, fuera de cámara, luz y plató en un largo recuerdo de añorados momentos donde los pasos del exitoso Ward Fowler y su triunfal personaje Lucerna, se desvanecen junto al reflejo del agotamiento actoral y decadente de su entorno.
Complemento genealógico. Colombo cita a su mujer en cuatro ocasiones.
En el cruce de intereses los dos personajes han alcanzado el máximo nivel de aburrimiento personal y profesional aguantado por la respuesta de la audiencia que es lo que precariamente mantiene en emisión la serie no desapareciendo de la parrilla televisiva gracias a Ward Fowler ‘Lucerna’ (William Shatner) el teniente de policía más sagaz, inteligente y con más 'glamour' en las series del momento; ficción teatralizada que irremediablemente nos traslada a otros personajes y otras series por temática, contenido específico y elenco, sin comparativa posible.
La acción encubridora de Lucerna para liberarse de Clare, su opresiva representante quien no gasta en reproches al minusvalorar la cada vez menor influencia del elegante detective en la imprescindible cuota de pantalla, hará que estos elemento provoquen finalmente la aparición en escena del teniente Colombo (Peter Falk) con torpes pasos de similares situaciones en otros telefilms, entre los decorados del set de rodaje y plano general inicial de la secuencia, anunciando lo irremediable.
Ignorante de lo que acontece por donde pasea nuestro detective, Kowalski lo fusiona todo en una escena donde la torpeza de Colombo entre bambalinas, conecta con un crecido Lucerna quien impide expulsar al intruso sin saber antes de quien se trata en un dialogo captado con planos medios y plano contraplano, entre una retahíla de disculpas con las que nuestro detective pretende salvar la torpe situación creada. El asesinato de Clare Daley es el motivo de su visita, Lucerna el objetivo, situación creada a partir de las declaraciones del superviviente Tony (Timothy Carey).
Generando los mínimos datos y las consabidas retahílas de Colombo inicia sus pesquisas reforzadas por las declaraciones de Mark (Bert Remsen) amigo excesivamente proteccionista de Ward Fowler, y las de Sid Daley (Alan Manson) y su amiga Molly (Shera Danese) convertida en coartada perfecta del ex que inicialmente le excluye de cualquier sospecha en un conjunto de planos con predominio del plano contraplano.
Los resultados de la investigación llegan de forma aplastante para el teniente Lucerna, aflorando el pasado más triunfal en la televión de su protagonista frente a las realidades de Colombo que lo devuelve a la cotidianidad más absoluta, fuera de cámara, luz y plató en un largo recuerdo de añorados momentos donde los pasos del exitoso Ward Fowler y su triunfal personaje Lucerna, se desvanecen junto al reflejo del agotamiento actoral y decadente de su entorno.
Complemento genealógico. Colombo cita a su mujer en cuatro ocasiones.
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