Veo en esta web que el tal Shimosawa no ha tenido ocasión de deleitarnos con otra película después de este debut. Demos gracias al Señor... Además, se entiende: quién puede confiar de nuevo en este tipo después de semejante engendro.

Tras el visionado de la peli, me lancé al ordenador a escribir esta reseña, ávido por aportar mi granito de arena para hacer justicia (no sé si divina, pero sí humana). Tenía que apaciguar mi ira.

La cinta en cuestión es de una pobreza narrativa que provoca sonrojo. Defectuosísimo montaje, escenas desestructuradas y mal resueltas, lamentable puesta en escena y una idea de fondo que tiene menos interés que pasar un paño por la parte trasera del inodoro.

Y se habrán gastado dinero en esta porquería, con la necesidad que hay en el mundo...

Aburrida hasta decir basta, el espectador no tarda en perderse -y perder interés- en una historia que pretende suspense y no muestra más que diálogos anodinos en una trama insustancial y carente de emoción (no basta con una música tramposa). Todo, además, resulta previsible a cada escena.

No sé si he escrito bastante (esta web tiene una reglas), pero solo puedo añadir: ZZZZZZZZ!! Lugares comunes ZZZZZZZ!!

Desgraciadamente (y digo desgraciadamente porque Díaz Yanes tiene talento de sobra para hacer cosas mejores con estos mimbres), la película es mala, muy mala...

Una historia que, aunque ya tratada con desigual fortuna por otros directores, daba para mucho, y aquí termina en muy poco. Los personajes carecen de profundidad; las historias paralelas que cada uno de ellos merece brillan por su ausencia; el espectador asiste atónito a una sucesión ridícula de afrentas y violencia sin justificar que siempre lleva al mismo sitio: alguien la palma pasado a cuchillo. Las escenas se suceden sin el más mínimo atisbo de emoción, de pasión o de drama. Las transiciones, cinematográficamente hablando, son inexistentes.

En suma, todo se confía a un ambientación de época y de lugar que, sí, desde luego, está lograda, pero ¿algo más? La película aburre tanto como la saga de novelas de época del Capitán Alatriste, de Pérez Reverte (no en vano, está basada en un relato de éste).

Si alguien quiere disfrutar con un buen retrato de época en una historia igual a ésta, que acuda a la novela de Ramón J. Sender sobre el conquistador Lope de Aguirre ("La aventura equinoccial..."). O que visione la correcta "Aguirre, la cólera de Dios" de W. Herzog. Incluso la película de Saura "El Dorado" tenía mejores cualidades que este engendro de Díaz Yanes.

Nueva versión de la más famosa de las novelas de Le Carré, supera a todas las anteriores, y a casi todo el cine de espías realizado hasta ahora. Deslumbrante por su eficacia narrativa y el poder de atracción que los distintos personajes exhiben. Interesa, incluso, aunque uno pueda conocer la historia y el final. Una de esas películas que contiene escenas que pueden visionarse aislada y repetidamente con el mismo interés que la vez primera.

Digna heredera de aquel "Factor humano" (de Greene, el otro clásico británico de la literatura de espías, con excelente versión de Otto Preminger), esta película de Alfredson presenta las mismas contradicciones y pulsiones que están detrás, siempre, de las más catastróficas decisiones de los seres humanos.

Seca, escueta, dura. Un mazazo de buen cine que estremece y nos acerca a los personajes con habilidad, pero sin permitirnos complicidades con ellos. Somos atentos -y asombrados- espectadores de un historia que nos descubre el alma humana en su vertiente más descarnada: la de la pasión amorosa que esconde, también, la ambición y el rencor como castigo ante la injusticia de clase más despiadada.