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Críticas 114
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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15 de noviembre de 2013
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay que llevar liguero ni quitarse los guantes con glamour ni tener la mirada lánguida de Marlene Dietrich, ¡pero algo hay que tener! Y, desde luego, Cécile Aubry / Manon, no lo tiene. Es mona y poco más. Pero lo lamentable es lo poco creíble que resulta el “flechazo” entre ella y el partisano Robert Dégrieux. Se enamoran tras una breve charla en el que ella cuenta, sin más, que servía a los soldados alemanes en su café, no sabe nada de los campos ni nada de política; los alemanes no eran malos, cuenta. ¿Es posible que un maquisard que ha luchado durante años para liberar al país de los nazis se enamore en el acto de una chica sin ninguna conciencia ni moral ni política? Se conocen por la mañana y por la tarde se prometen amor eterno.

Y no digamos cuando más tarde hace verdaderamente de “femme fatale”, es para echarse a llorar (cuando “seduce” al comandante americano, por ejemplo).

Pero, al margen de lo poco creíble que resulta este “amor”, lo peor es que hay CERO química entre los dos (¡por favor, esa vocecita insoportable que tiene ella!). Y es que es taaaan tonta, que resulta raro que pueda gustar.

En cuanto a él, no para de gritar y de mostrarse como un cabrón posesivo.
En momentos de impulso amoroso, suenan los violines, porque en el fondo se quieren…
En fin, dejando de lado esos aspectos fundamentales, queda el tipo de “amor” (hay muchas comillas en esto dos párrafos, pero es porque hay demasiadas cosas no son lo que deberían ser). Se presenta el amor como un sentimiento posesivo, egoísta (ella no lo quiere a él, quiere su dinero o dinero, simplemente).

En realidad, el romance es poco interesante. Intenta alcanzar extremos (como cuando él le pide perdón pese a haberla visto en el burdel y esa escena se vuelve horriblemente melosa). Y después, para conservar a su “amor” se mete en oscuros negocios con Léon porque a ella le encanta el dinero.

Más interesante en el film es el contexto histórico: la guerra ha terminado, Francia se recompone; se juntan los partisanos que liberan el país (como Dégrieux), las chicas que han colaborado con los nazis (como Manon), los que se dedican al estraperlo (como el hermano de Manon, Léon).

Sin embargo, lo más interesante es el éxodo, la huida de un grupo de judíos por el desierto. Para esto, no obstante, hay que esperar los últimos veinte minutos. Las imágenes son potentes y bellas. ¿Pero qué pintan eso dos “tortolitos” en un grupo de supervivientes del holocausto? Los dos van agarrados de la mano y, aunque cansados, se dan muestras constante de amor eterno, etc. Me parece una frivolidad mezclar esos dos planos de realidad. Pero, sobre todo, desentonan, tanto dentro del grupo como por la historia de ellos que se aman a quemarropa (según aseguran una y otra vez).

En realidad, en el desierto, con la desdichada huida de los perseguidos, comienza otra historia. Pero es cuando la película acaba.

En conclusión: salvo algunas escenas y diálogos, película desgraciadamente prescindible. Y digo “desgraciadamente” porque habría podido ser una bella historia.
16 de agosto de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la historia de tres inadaptados. Sophie (Meryl Streep) por su pasado; Nathan (Kevin Klein) por su enfermedad y Stingo (Peter MacNicol) por la edad (¡una enfermedad que se cura con el tiempo!).

Estos tres seres solo podían encontrarse porque cada uno halla en el otro algo que colma su falta. Sophie ve en Nathan a su salvador y también alguien con quien olvidar el pasado antisemita de su padre (Nathan es judío). Stingo ve en Sophie a su musa y Nathan ve en Sophie y Stingo a dos seres que le admiran por su genio y extravagancia (una de las formas de la locura, en realidad).

Es la historia de un verdadero holocausto. El Holocausto nazi, el holocausto como acto de abnegación que se lleva a cabo por amor (lo que Sophie hace con Nathan al final de la película) y como sacrificio de uno de sus hijos. ¿Cómo es posible que un oficial nazi le dé a elegir a una madre, como si fuese un privilegio, entre uno de sus dos niños? Es imposible reponerse a eso. Por ello, el destino de Sophie estará ligado hasta el final (sí, el final) al de Nathan que la acogió y se ocupó de ella. Ella volvió a renacer al calor del amor. Pero las marcas (el número de presa, como marca más visible) siguen ahí, en su brazo y en la memoria.

Las escenas en Auschwitz tienen una fotografía en tonos grisáceos. Es el color de la muerte, del dolor, del humo de los hornos crematorios. Contrasta con la brillante luz del presente de la narración, en el país de la esperanza (EEUU, por si no quedaba claro).

El título de la película, basada en la novela homónima de William Styron, le va como anillo al dedo. Es la historia de la doble elección de Sophie: primero tiene que escoger a uno de sus hijos en Auschwitz y después tiene que decidir con cuál de los dos hombres se queda.

La historia está contada por Stingo, un aspirante a escritor que viene del Sur. Un ser imberbe que se queda deslumbrado ante esta pareja vital, despampanante e histriónica. Cada uno de los tres carece de las armas necesarias para seguir el camino solo… salvo Stingo al final (es una película americana y tiene que haber final feliz, pese a todo).

Por ello, la película es también la historia de un viaje iniciático. El de Stingo a Brooklyn para descubrir la vida, el amor y el dolor.

Hay que vivir para contar. “Vivir para contarla”, reza el título de las memorias de Gabriel García Márquez. De alguna manera en esta película se plantea la necesidad de vivir, tener algún recorrido en la vida para ser escritor, porque, dice García Márquez, “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.

Para escribir hay que tener canas, de alguna manera. O haberse iniciado en la vida. Esto es lo que le pasa a Stingo, de inmaduro, pasa a ser hombre y, aunque no se dice, seguro que a partir de esa intensa historia con Nathan y Sophie saldrá un escritor con sustancia.

Frente a la madurez, a la experiencia de Sophie (treinta años apenas en la película), resulta insoportable la candidez de Stingo/Peter MacNicol, literalmente virgen (22 años en la película). Nathan/Kevin Klein increíble en su papel de desequilibrado mental.

Imprescindible verla en versión original, para escuchar ese acento polaco de Sophie cuando habla inglés.

Un ménage à trois particular y doloroso.
19 de abril de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los libros de historia, en las películas nos habían siempre presentado a los alemanes nazis como los malos malísimos. Aquí, en cambio, uno termina sintiendo empatía. Son fieras, pero no menos que los soviéticos que combaten. Con escasos medios en el frente, se lucha con lo que se tiene más a mano: ametralladoras, fusiles, cuchillos, golpes…
Pero además del combate en el frente, se libra una batalla entre dos hombres: el sargento Steiner (James Coburn), duro, pero en el fondo siempre compasivo con sus hombres a los que intenta defender en todo momento. Frente a él, un aristócrata prusiano, el capitán Stransky (Maximillian Schell) que ha pedido voluntariamente su traslado al frente ruso para hacer actos de heroísmo y poder así ganar la Cruz de Hierro.

Stransky llega al batallón con grandes ideas sobre la guerra, pero encuentra a hombres que no luchan por ideales, sino por sobrevivir. De hecho, llama la atención la falta de ideología. Hay consignas bélicas, pero ninguna patriótica o ideológica. Es más, hay crítica velada o explícita el régimen. Steiner pone en su lugar al miembro de las SS que se presenta en el escuadrón. Y Stransky reivindica su origen noble y proclama no ser un hombre del partido. En la misma conversación Steiner lamenta que Hitler sea desgraciadamente el Fürher. “No nos corresponde a nosotros juzgar”, contesta lacónico Stransky.

Steiner es un hombre complejo, que prefiere los rifles, la compañía de sus hombre y la vida en las trincheras a la cercanía femenina (deja sin explicación a la enfermera que le ha estado cuidando) y le asegura de que no puede volver a casa porque “no tiene casaLa acción de la película se inscribe en la ofensiva llevada a cabo en el frente ruso. La conquista de Rusia incluye uno de los episodios más notorios de la II GM: la toma de Stalingrado. El 22 de junio de 1941 el dictador alemán ataca la URSS de Stalin. Sus tropas invaden llegan a las puertas de Moscú y Leningrado. Una parte de la Wermacht se dirige hacia los pozos de petróleo del Cáucaso, mientras el VI regimento de Von Paulus lleva sus tropas hacia Stalingrado. Pese a la dureza de la batalla, Hitler prohíbe a Paulus rendirse. Sin embargo, este no tiene más remedio que firmar, junto con sus 90.000 soldados, la capitulación el 31 de enero de 1943. Los alemanes han perdido 400.000 hombres, de los cuales 120.000 se han convertido en prisioneros.

Aquí, en la película, el ejército alemán está en retirada desde Crimea.

Intensa, violenta, emocionante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Escenas:
- Stransky en un encuentro a solas le pide a Steiner que firme un documento certificando que él es merecedor de la Cruz de Hierro. Los hombres son rivales, pero coinciden en varios puntos, por ejemplo en su desapego de la política. Stransky se sincera y admite que si no vuelve con la Cruz no merecerá el respeto de su familia a la vuelta. “Personalmente, creo que no merece la Cruz”, concluye Steiner.

- Cuando Steiner vuelve con su sección y recibe el fuego de Triebig, un compañero. Cuando se da cuenta de que ha disparado fuego amigo, Triebig alega que ha seguido órdenes de Stransky.

- El encuentro poco después entre Steiner y Stransky ( que no avisó a Steiner de la retirada alemana y por eso su sección fue atacada por el ejército ruso en su reconquista).

- La secuencia final. Stransky acepta ponerse al mando de Steiner. Se abren paso entre fuego enemigo. “¿Cómo se recarga?”, pregunta angustiado Stransky al ver que ha agotado el cartucho de su ametralladora.
8 de diciembre de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vittoria (Monica Vitti) y Riccardo (Francisco Rabal) rompen. Poco tiempo después, conoce a Piero (Alain Delon), un corredor de bolsa con quien vivirá un romance intenso y distante a la vez.

Tedio, abatimiento, aburrimiento… la ruptura entre Vittoria (Monica Vitti) y Riccardo (Francisco Rabal) es lenta. Ella ya no lo ama, él se resiste a creerlo; al final, se separan.
Esta larga secuencia contrasta con la siguiente, que muestra el ritmo frenético de la Bolsa. Ahí es donde Vittoria se cruza con Piero (Alain Delon).

La bolsa se asemeja a un templo, el del dinero, sobre todo cuando tienen que guardar un minuto de silencio por la muerte de un colega. “Un minuto aquí vale millones”, explica a Vittoria Piero, que se impacienta por haber tenido que interrumpir su actividad.

La película funciona en gran medida por pares opuestos:
- Silencio, ruido. En el primer caso, el de la casa de Riccardo, al principio y después la Bolsa, donde trabaja Piero.
- Soledad, bullicio. Hay escenas nocturnas de Vittoria, cuando va a buscar los perros que se han escapado, por ejemplo y escenas diurnas en la ciudad.
- Dinero, sentimientos, dos elementos que se mezclan tan mal como el agua y el aceite. El dinero que quiere acumular a toda costa Piero; los sentimientos de ella.
- Jungla, civilización. Una vecina, cuenta su vida en Kenia, habla de 60.000 blancos rodeados por 6 millones de negros, que “casi viven en los árboles aún”, según asegura. Pero la historia de Vittoria, Piero y Riccardo se desarrolla en pleno asfalto.

Los espacios, aunque reconocibles (calles de extrarradio, apartamentos, habitaciones, etc.), tienen algo irreal, como si los personajes (Vittoria, principalmente) vivieran en otra dimensión. Tampoco se saben bien las distancias (¿dónde está la casa de Vittoria respecto a la de Riccardo?; ¿cuánto dista la Bolsa de casa de la madre de Vittoria, que parece que está al lado?). Parece en realidad un espacio más subjetivo (la proximidad/distancia de los personajes entre ellos) que real. Por lo general, las calles están casi desiertas, más cercanas de un estado de ánimo que de una realidad objetiva.

Ya sea escenas de calma (la ruptura, la “fiesta” de la vecina keniata, el paseo en avión, etc.) o de movimiento (en Bolsa), Antonioni se toma el tiempo de contar, de filmar, de mostrar, probablemente para que el espectador fragüe sus propias impresiones. En el caso de la Bolsa, ¿podemos imaginar que en la vida real esa vida de frenesí pueda interesar a alguien? ¿Sabrá cada uno de los participantes en esa compra-venta frenética lo que tienen que hacer? Vittoria, de hecho, mira y se siente ajena a todo ese mundo. En cambio, Piero parece disfrutar y la madre de Vittoria, jugadora empedernida, goza y sufre según suben o bajan los números.

Cuando empieza el romance entre Piero y Vittoria el ritmo se ralentiza; fuera del circo de la Bolsa, su relación toma el tiempo de amasarse….

Bella fotografía en blanco y negro, tonos suaves, para acabar en una noche oscura. Un señor lee una noticia sobre la frágil paz debido al peligro nuclear (es el año del asunto de Bahía de los Cochinos, que puso al mundo al borde de un tercer conflicto). Miradas de gentes, espera del bus, de alguien, ¿de qué? Cámara que enfoca detalles (agua, tierra, hojas, burbujas, árbol, escorzo de cara…). El amor es tan incierto como el mundo en el que viven los personajes, entre el frenesí bursátil y la calma total.

El film data de 1962; Delon por aquel entonces ya había vivido en Roma una temporada. En el año 1957 rueda su primera película en Francia y a partir de entonces, comienza a trabajar con mayor frecuencia. En 1958 conoce a Romy Schneider; él tiene 23 años, ella 20. Forman la pareja perfecta, jóvenes, guapos, con talento. Único problema: él la engaña con otra mujer. La carrera de Delon se afianza en Europa. En Italia rueda El eclipse en 1962 y al año siguiente, El Gattopardo, de Visconti, con Claudia Cardinale…
19 de octubre de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Francia, años veinte. Emma (Romy Schneider) proviene de un medio modesto; trabaja en una tienda de modas. Sus amores con mujeres provocan escándalo e insultos de su entorno. Su vida cambia cuando acepta casarse con Moïse Nathanson, un amigo de la familia. El matrimonio, sin embargo, no le impide seguir manteniendo su relación con Camille Sowcroft, mujer rica que le proporciona los primeros fondos para adentrarse en el mundo de los negocios. En poco tiempo Emma Eckart se convierte en una poderosa banquera, relacionada con los políticos y despierta a la vez los recelos de otros banqueros, en particular, de Horace Vannister (Jean-Louis Trintignant).

Emma y los amoríos. Libertad sexual para una mujer que no escatima medios para vivir libremente. Tiene amantes tanto femeninas como masculinas. En particular, su relación con Rémy Lecoudrai tiene CERO química en pantalla.

De hecho, aquí aparece el gran panel de actores francesas de la época: Trintignant, Brasseur, Auteuil, Brialy, Lhermitte… Y sin embargo… están todos estirados, engolados, rígidos. Menos mal que en este carnaval aparece el rostro luminoso de Romy Schneider, que obtuvo de hecho un César por este papel.

Buena ambientación de la época y música de Ennio Morricone, pero historia sobreactuada por los protagonistas.

Es la historia de una mujer que quiere ser libre en un medio de una sociedad masculina. Es la historia de una mujer que no sabe rendirse, aun en las mayores dificultades, ella seguirá luchando. Es la historia de la connivencia constante entre el mundo de los negocios y la política. Es la historia de hombres y mujeres que no saben de fidelidad.

Un personaje interesante: el hijo de Emma, un niño algo resabido, pero que sabe observar y entender, pero que se convertirá, probablemente, en un adulto cínico, ver sino la mirada que lanza a Coudray cuando este… (No digo nada para no desvelar una escena clave –y tan insulsa como el propio personaje–).

MÁS
Francis Girod
Francis Girod, trabaja en un primer momento como periodista, a la vez que sigue clases en el Cours Simon de París. Su pasión por el séptimo arte le lleva a ser ayudante de cine. Su carrera se lanza cuando firma su primer largo metraje con Romy Schneider y Michel Piccoli (Trio infernal). Trabaja con Claude Brasseur en Descente aux enfers, con Daniel Auteuil en Lacenaire (1990). Muere de un infarto en 2006. Un ami presque parfait, con Antoine de Caunes y Carole Bouquet será su última película.

Romy Schneider
Una amiga íntima declaró recientemente que la muerte de la actriz no fue un suicidio. En el momento de su muerte, en 1982, ella ya había dejado las drogas y el alcohol. «Es incomprensible. Repito: ya solo bebía agua. Había una caja vacía de Valium y un medicamento de este tipo en la papelera del cuarto de baño, pero no significa nada», asegura Claude Pétin.
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