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Episodio

6.6
366
8
22 de marzo de 2018
22 de marzo de 2018
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Murder under glass (Asesinato bajo cristal) (1978) es un telefilm dirigido por Johathan Demme, se trata del segundo telefilm de la séptima temporada y, cuarenta y dos de la serie, donde se narra entre deliciosos manjares creados por los grandes chefs del momento, una misteriosa muerte envuelta en inexplicables circunstancias que van más allá de toda lógica. Tres son los principales protagonistas en sus ámbitos profesionales: entre impresionantes platos Vittorio Rossi (Michael V. Gazzo), y su famosa cocina, entre micrófonos y pantallas de tv el periodista gastronómico Paul Gerarld (Louis Jordan) y, entre necesarias injerencias en la vida de los demás, enfundado en su sempiterna gabardina el teniente de policía Colombo (Peter Falk).
La gastronomía y su mundo en constante renovación, se mueve al son que marca el influenciable Paul Gerarld, para la cocina de Vittorio, el final de la contaminada dependencia parece que toca a su fin. Con un breve plano secuencia en plano medio, el realizador nos presenta a Eve Plummer (Shera Danese), colaboradora nada convencida en su rol como contable (y otras menudencias) del famoso periodista, enlazando con la escena en primerísimos planos y planos detalle donde (como es de rigor en la serie) Demme nos traslada al momento exclusivo para el espectador donde se nos muestra en generosos planos detalle, los macabros preparativos que cambiará la vida la de la rosticería Vittorio.
Demme utiliza varias escenas con diferentes planos, entre los cuales general, americano y medio, llevándonos hasta el escenario donde tras un duro enfrentamiento verbal entre comensales de insalvables consecuencias, asistimos (fuera de toda lógica aparente), al envenenamiento de Vittorio sin signos de violencia bajo la perpleja y asustadiza mirada de su sobrino Mario DeLuca (Anthony Alda) en una apropiada ambientación escenográfica que hace más creíble si cabe el trágico momento.
En el largo recorrido que le espera a Colombo en sus investigaciones en diferentes secuencias de exteriores, siempre estará arropado (en recuerdo del amigo fallecido por los amigos del difunto y sus manjares: galantina, champiñón relleno, caviar, salmón ahumado, o la exquisitez de algún selecto y noble (aunque peligroso) pez entre las interminables sugerencias al paladar del teniente de policía. El cerco al principal sospechoso se estrecha, las cada vez más convincentes pruebas en su contra, determinan la acción de Colombo con las importantes colaboraciones de los restauradores entre los cuales Albert (Larry D. Mann) Chez Vittorio, Max Duval (Richard Dysant) Chez Duvall, o Miss Choy (France Nuyen).
El gastronómico paseo por las cocinas del momento, concluye mediante el encuentro en el escenario inicial con dos comensales y algún cambio, para aclarar asuntos pendientes entre scaloppine de ternera con Colombo y Paul Gerarld, deliciosa y agradecida receta paterna del teniente, aderezado al gusto, bañado en espirituoso tinto donde se destaparán finalmente las malas artes de un sospechoso de asesinato, que no cejará hasta el último momento en ponerlas en práctica. De esta manera asistimos al final del colorido curso sobre gastronomía guiados por el guión de Robert Van Scoyk y la dirección de Johathan Demme: ¡bon appétit!
Complemento genealógico. Colombo cita a su mujer en cuatro ocasiones, otro personaje lo hace en una ocasión; además, Colombo cita a su padre en tres ocasiones y a su madre en una ocasión.
La gastronomía y su mundo en constante renovación, se mueve al son que marca el influenciable Paul Gerarld, para la cocina de Vittorio, el final de la contaminada dependencia parece que toca a su fin. Con un breve plano secuencia en plano medio, el realizador nos presenta a Eve Plummer (Shera Danese), colaboradora nada convencida en su rol como contable (y otras menudencias) del famoso periodista, enlazando con la escena en primerísimos planos y planos detalle donde (como es de rigor en la serie) Demme nos traslada al momento exclusivo para el espectador donde se nos muestra en generosos planos detalle, los macabros preparativos que cambiará la vida la de la rosticería Vittorio.
Demme utiliza varias escenas con diferentes planos, entre los cuales general, americano y medio, llevándonos hasta el escenario donde tras un duro enfrentamiento verbal entre comensales de insalvables consecuencias, asistimos (fuera de toda lógica aparente), al envenenamiento de Vittorio sin signos de violencia bajo la perpleja y asustadiza mirada de su sobrino Mario DeLuca (Anthony Alda) en una apropiada ambientación escenográfica que hace más creíble si cabe el trágico momento.
En el largo recorrido que le espera a Colombo en sus investigaciones en diferentes secuencias de exteriores, siempre estará arropado (en recuerdo del amigo fallecido por los amigos del difunto y sus manjares: galantina, champiñón relleno, caviar, salmón ahumado, o la exquisitez de algún selecto y noble (aunque peligroso) pez entre las interminables sugerencias al paladar del teniente de policía. El cerco al principal sospechoso se estrecha, las cada vez más convincentes pruebas en su contra, determinan la acción de Colombo con las importantes colaboraciones de los restauradores entre los cuales Albert (Larry D. Mann) Chez Vittorio, Max Duval (Richard Dysant) Chez Duvall, o Miss Choy (France Nuyen).
El gastronómico paseo por las cocinas del momento, concluye mediante el encuentro en el escenario inicial con dos comensales y algún cambio, para aclarar asuntos pendientes entre scaloppine de ternera con Colombo y Paul Gerarld, deliciosa y agradecida receta paterna del teniente, aderezado al gusto, bañado en espirituoso tinto donde se destaparán finalmente las malas artes de un sospechoso de asesinato, que no cejará hasta el último momento en ponerlas en práctica. De esta manera asistimos al final del colorido curso sobre gastronomía guiados por el guión de Robert Van Scoyk y la dirección de Johathan Demme: ¡bon appétit!
Complemento genealógico. Colombo cita a su mujer en cuatro ocasiones, otro personaje lo hace en una ocasión; además, Colombo cita a su padre en tres ocasiones y a su madre en una ocasión.
Episodio

6.4
348
6
13 de febrero de 2018
13 de febrero de 2018
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
By dawn’s early light (A la luz del amanecer) es un telefilm dirigido por Harvey Hart en 1974, el tercero de la cuarta temporada y veintiocho de la serie, pilotos incluidos, donde se narra el bajo interés que tiene entre los jóvenes la Academia Militar de la que el coronel Lyle C. Rumford (Patrick McGoohan) es el responsable. Los problemas económicos del lugar acarrean consecuencias que obligan a la Junta de Directores representada en Wiiliam Haynes (Tom Simcoc) tomar la drástica decisión de reconvertirla en universidad mixta, a lo que el coronel se opone con poco éxito, en vista de lo cual decide actuar en contra de quien le ha comunicado la noticia.
Previamente y, como es de rigor en la serie, el realizador nos muestra los preparativos y materiales necesarios que el ofendido coronel llevará a cabo para liberarse de Wiiliam Haynes quien le quiere fuera de la academia en la premeditada acción durante los acontecimientos que se suceden en el día de celebración de la institución. Vistos los resultados, queda claro la intención del coronel Rumford.
En un discreto segundo plano el capitán Loomis (Burr DeBenning), ha de soportar las excentricidades en la disciplina del máximo responsable de la institución, considerando excesiva su forma de actuar frente a los cadetes de la academia militar imponiendo férreas conductas a las que de forma apena imperceptible se van sublevando los cadetes con actos y actitudes fuera de toda disciplina, que inquieta a la gobernabilidad de la institución; en ese contexto se presenta Colombo ante una estirada señora Brady (Madeleine Sherwood) secretaria personal del coronel.
Las investigaciones sobre lo acaecido se suceden rápidamente, comprometiendo a los cadetes, entre los cuales Roy Springer (Mark Weeler), el cadete Morgan (Bruno Kirby Jr.), o el asesor personal del coronel Rumford cadete Jonathan B. Miller (Robert Clotworthy), por cuestiones de disciplina ocasionalmente bañada en algún espiritoso líquido, hechos que casualmente y gracias a la perspicacia y las observaciones de Colombo ayudarán a esclarecer el caso de asesinato del comisionado Wiiliam Haynes, con la ayuda de sargento George Lamm Kramer (Bruce Kirby) o del habitual secundario Mike Lally, encarnando en esta ocasión el papel de detective.
Como si de la inevitable rueda de la vida se tratase, el rodillo investigador del teniente, coloca finalmente a cada cual en el lugar que le corresponde, sin inhibiciones, aun sintiéndose aludido o rechazado, poniendo en su contra los sospechosos de cualquier nivel o estrato social, la lógica del investigador del departamento de Policía de Los Angeles, da con las respuestas deseadas en ‘A la luz del amanecer’.
Complemento genealógico: Colombo cita a su mujer en cinco ocasiones y, a la madre de su mujer en una ocasión.
Previamente y, como es de rigor en la serie, el realizador nos muestra los preparativos y materiales necesarios que el ofendido coronel llevará a cabo para liberarse de Wiiliam Haynes quien le quiere fuera de la academia en la premeditada acción durante los acontecimientos que se suceden en el día de celebración de la institución. Vistos los resultados, queda claro la intención del coronel Rumford.
En un discreto segundo plano el capitán Loomis (Burr DeBenning), ha de soportar las excentricidades en la disciplina del máximo responsable de la institución, considerando excesiva su forma de actuar frente a los cadetes de la academia militar imponiendo férreas conductas a las que de forma apena imperceptible se van sublevando los cadetes con actos y actitudes fuera de toda disciplina, que inquieta a la gobernabilidad de la institución; en ese contexto se presenta Colombo ante una estirada señora Brady (Madeleine Sherwood) secretaria personal del coronel.
Las investigaciones sobre lo acaecido se suceden rápidamente, comprometiendo a los cadetes, entre los cuales Roy Springer (Mark Weeler), el cadete Morgan (Bruno Kirby Jr.), o el asesor personal del coronel Rumford cadete Jonathan B. Miller (Robert Clotworthy), por cuestiones de disciplina ocasionalmente bañada en algún espiritoso líquido, hechos que casualmente y gracias a la perspicacia y las observaciones de Colombo ayudarán a esclarecer el caso de asesinato del comisionado Wiiliam Haynes, con la ayuda de sargento George Lamm Kramer (Bruce Kirby) o del habitual secundario Mike Lally, encarnando en esta ocasión el papel de detective.
Como si de la inevitable rueda de la vida se tratase, el rodillo investigador del teniente, coloca finalmente a cada cual en el lugar que le corresponde, sin inhibiciones, aun sintiéndose aludido o rechazado, poniendo en su contra los sospechosos de cualquier nivel o estrato social, la lógica del investigador del departamento de Policía de Los Angeles, da con las respuestas deseadas en ‘A la luz del amanecer’.
Complemento genealógico: Colombo cita a su mujer en cinco ocasiones y, a la madre de su mujer en una ocasión.
18 de enero de 2017
18 de enero de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El polifacético George Roy Hill, autor de significativas películas para la historia del cine como Dos hombres y un destino (1969), El golpe (1973), o El carnaval de las águilas (1975) entre otras tantas, nos muestra en El irresistible Henry Orient (1964) a un actor en estado de gracia, Peter Sellers que acababa de rodar La Pantera Rosa (1963) y El nuevo caso del inspector Clousseau (1964). La frescura interpretativa que Sellers mostró en ambos largometrajes se evidencia en las diferentes situaciones en las que (sin necesidad de caracterizaciones múltiples) el actor nos arrastra irremisiblemente a presenciar a un pianista de pacotilla, encadenado y enamoradizo pseudopoeta impenitente de lo ajeno y poco dado para aplicar el razonamiento lógico si no es para beneficio propio.
Su narcisismo le preocupa más que la propia interpretación pianística. Ese estado de cosas le llevará a vivir diferentes situaciones imprevistas y comprometedoras en un abanico de vicisitudes en las que dos traviesas adolescentes Marian Gilbert y Valérie Boyd ( Merrie Spaeth y Tippy Walker respectivamente) tienen gran parte de responsabilidad en los acontecimientos que le llevarán al concertista a quitarse del medio cuando se siente descubierto participando de las infidelidades propias y ajenas.
Los guionistas Nunnally Johnson, y Nora Johnson (autora de la novela que dio origen al guión), describen a dos adolescentes que comienzan a emerger en el mundo de las jóvenes adultas, donde el amor platónico, la idealización del admirado inalcanzable y las diferentes situaciones de sorpresa y engaño por parte de los adultos Stella Dunnworthy (Paula Prentis), Isabel Boyd ( Angela Lansbury) y Frank Boyd ( Tom Bosley), aportan a las introvertidas jóvenes sentimientos encontrados que las hacen vulnerables y receptivas a las realidades emocionales y de identidad que deben superar a las puertas de la vida adulta.
Un amplio elenco de actores y de actrices completan una película repleta de agradecidos guiños a lo cotidiano, al descubrimiento de nuevas sensaciones y a la dependencia emocional con los otros, estos roles los interpretaron Phyllis Taxter en Avis Glibert, y Bibi Osterwald en Erica Booth, entre otros.
Su narcisismo le preocupa más que la propia interpretación pianística. Ese estado de cosas le llevará a vivir diferentes situaciones imprevistas y comprometedoras en un abanico de vicisitudes en las que dos traviesas adolescentes Marian Gilbert y Valérie Boyd ( Merrie Spaeth y Tippy Walker respectivamente) tienen gran parte de responsabilidad en los acontecimientos que le llevarán al concertista a quitarse del medio cuando se siente descubierto participando de las infidelidades propias y ajenas.
Los guionistas Nunnally Johnson, y Nora Johnson (autora de la novela que dio origen al guión), describen a dos adolescentes que comienzan a emerger en el mundo de las jóvenes adultas, donde el amor platónico, la idealización del admirado inalcanzable y las diferentes situaciones de sorpresa y engaño por parte de los adultos Stella Dunnworthy (Paula Prentis), Isabel Boyd ( Angela Lansbury) y Frank Boyd ( Tom Bosley), aportan a las introvertidas jóvenes sentimientos encontrados que las hacen vulnerables y receptivas a las realidades emocionales y de identidad que deben superar a las puertas de la vida adulta.
Un amplio elenco de actores y de actrices completan una película repleta de agradecidos guiños a lo cotidiano, al descubrimiento de nuevas sensaciones y a la dependencia emocional con los otros, estos roles los interpretaron Phyllis Taxter en Avis Glibert, y Bibi Osterwald en Erica Booth, entre otros.
6
16 de enero de 2017
16 de enero de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Manuel Iborra (1952) crea en 1999 una comedia de corte biográfico basada en la figura de Santi Arisa (habitual colaborador de sus bandas sonoras). Para llegar a ese objetivo habría de pasar algunas décadas en las que el autor nos muestra su diversa creación cinematográfica reflejada en obras como: Caín (1987), El baile del pato (1989), La mujer vacía (1994), o Pepe Guindo (1999). En la comedia que nos ocupa, Orquesta Club Virginia (1992), Iborra nos muestra los entresijos de un grupo de músicos trashumantes de sus propios destinos sociales y profesionales con una amplia generosidad de caracteres.
Las interpretaciones de los diferentes personajes son creíbles y repletas de agridulces y emocionales sensaciones en las que en todo momento se complementan profesionalidad y experiencia social a desigual nivel entre ellos: Toni (Jorge Sanz) se quiere comer el escenario y el mundo tocando los acordes de sus admirados modernos, enfrentándose al experimentado y dominante director Sr. Domenech (Antonio Resines), quien en una brillante interpretación entra en constante polémica con El Negro ( Santiago Ramos), músico de frágil asiento, aunque no tan necesitado de las bravuconadas verborreas de Curt (Enrique San Francisco), muy alejado del siempre pacífico y soñador El Maño (Juan Echanove) pretendido conocedor y apaciguador de su entorno, completado por el aventurero Solimán (Pau Riba) quien no duda en vivir sus aventuras sin el menor recato.
El guitarrista, el director y pianista,El trompetista, el saxofonista, el contrabajista, y el batería conforman La Orquesta Club Virginia junto a otras raleas propias de los oscuros mundos donde la interminable diversidad de los transitorios personajes que copan el elenco interpretativo (Verónica Forqué, Emma Suárez o Rocco Torrebruno entre otros, nos ofrecen un interesante resultado sobre los conflictos y las interioridades de un grupo de gente agradablemente reflejada en el guión que Manuel Iborra y Joaquín Oristrell escribieran en su día.
Las interpretaciones de los diferentes personajes son creíbles y repletas de agridulces y emocionales sensaciones en las que en todo momento se complementan profesionalidad y experiencia social a desigual nivel entre ellos: Toni (Jorge Sanz) se quiere comer el escenario y el mundo tocando los acordes de sus admirados modernos, enfrentándose al experimentado y dominante director Sr. Domenech (Antonio Resines), quien en una brillante interpretación entra en constante polémica con El Negro ( Santiago Ramos), músico de frágil asiento, aunque no tan necesitado de las bravuconadas verborreas de Curt (Enrique San Francisco), muy alejado del siempre pacífico y soñador El Maño (Juan Echanove) pretendido conocedor y apaciguador de su entorno, completado por el aventurero Solimán (Pau Riba) quien no duda en vivir sus aventuras sin el menor recato.
El guitarrista, el director y pianista,El trompetista, el saxofonista, el contrabajista, y el batería conforman La Orquesta Club Virginia junto a otras raleas propias de los oscuros mundos donde la interminable diversidad de los transitorios personajes que copan el elenco interpretativo (Verónica Forqué, Emma Suárez o Rocco Torrebruno entre otros, nos ofrecen un interesante resultado sobre los conflictos y las interioridades de un grupo de gente agradablemente reflejada en el guión que Manuel Iborra y Joaquín Oristrell escribieran en su día.

6.1
120
7
18 de abril de 2020
18 de abril de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cesta es una película dirigida por Rafael J. Salvia en 1965 sobre un guión de Jaime García Herranz, música de Fernando García Morillo y fotografía de Manuel Merino. Formado principalmente en el guión cinematográfico de gran influencia durante un sustancial periodo de tiempo en la comedia, Salvia desarrollaría inolvidables trabajos escritos en títulos tan recordados como El día de los enamorados y Atraco a las tres coescritos con Pedro Masó, junto a Antonio Vich y Vicente Coello respectivamente. En la realización dirigió películas siempre recordadas como Manolo, guardia urbano, Las Chicas de la Cruz Roja o La gran familia codirigida con Fernando Palacios.
La cesta es una comedia que nos plantea las vicisitudes de una comunidad no demasiado grande como para expandirse ni demasiado pequeña como para olvidarse de ella donde quedan reflejados los personajes que normalmente la habitan y no es casual que así sea ya que las tradiciones hacen a las personas, los pueblos y sus habitantes, así que Carmelo (Antonio Garisa) no iba a ser menos: es un vecino agarrado, además de usurero que no suelta prenda, de humor agrio (si es que lo tiene) y siempre creando enemigos , aunque raramente dando la razón, eso sí, cuando no hay más remedio.
Por otro lado disfrutar de la excelente actuación que Francisco Camoiras hace en el papel de Crescencio, noble y respetado a pesar de las limitaciones psicológicas que representa su personaje, consigue sobrevivir de la limosna y la beneficencia de los demás, amable con todos los habitantes solo tiene un deseo que le ocupa su pensamiento sin dudar en proclamarlo por todas partes debiendo esperar el resultado hasta el día de Reyes.
Destacadas actrices, entre las cuales Lina Morgan en el rol de Lolín donde ya mostraba formas y gestos absolutamente singulares que desarrollaría con gran éxito a lo largo de su productiva carrera, junto a ella cabe señalar a la veterana Julia Caba Alba en el papel de Petra una sirvienta del hogar enfrascada sin quererlo en la conciencia emocional del avaro Carmelo para quien trabaja equilibrando con sus reproches la ira y el coraje de su patrón siempre encerrado en su propio y silenciado mundo emocional de un pasado que le empujó a ese indeseado carácter del que Teresa (Ana Esmeralda) tiene algo que decir.
La evolución de los acontecimientos hará que las cosas cambien de la forma más imprevisible a pesar de la indisimulada codicia de Carmelo por controlar el azar de la rifa con la cesta y un aliciente añadido que despierta el interés de los lugareños en un final que, aunque previsible, no deja de sorprender a la comunidad que pasa del rechazo al afecto en nada de tiempo. Redescubrir La cesta supone reforzar la imagen de destacados intérpretes como, entre otros, Rafael Durán, Perla Cristal, o Antonio Vico, aportando además a la galería de destacadas interpretaciones a Francisco Camoiras por Crescencio.
La cesta es una comedia que nos plantea las vicisitudes de una comunidad no demasiado grande como para expandirse ni demasiado pequeña como para olvidarse de ella donde quedan reflejados los personajes que normalmente la habitan y no es casual que así sea ya que las tradiciones hacen a las personas, los pueblos y sus habitantes, así que Carmelo (Antonio Garisa) no iba a ser menos: es un vecino agarrado, además de usurero que no suelta prenda, de humor agrio (si es que lo tiene) y siempre creando enemigos , aunque raramente dando la razón, eso sí, cuando no hay más remedio.
Por otro lado disfrutar de la excelente actuación que Francisco Camoiras hace en el papel de Crescencio, noble y respetado a pesar de las limitaciones psicológicas que representa su personaje, consigue sobrevivir de la limosna y la beneficencia de los demás, amable con todos los habitantes solo tiene un deseo que le ocupa su pensamiento sin dudar en proclamarlo por todas partes debiendo esperar el resultado hasta el día de Reyes.
Destacadas actrices, entre las cuales Lina Morgan en el rol de Lolín donde ya mostraba formas y gestos absolutamente singulares que desarrollaría con gran éxito a lo largo de su productiva carrera, junto a ella cabe señalar a la veterana Julia Caba Alba en el papel de Petra una sirvienta del hogar enfrascada sin quererlo en la conciencia emocional del avaro Carmelo para quien trabaja equilibrando con sus reproches la ira y el coraje de su patrón siempre encerrado en su propio y silenciado mundo emocional de un pasado que le empujó a ese indeseado carácter del que Teresa (Ana Esmeralda) tiene algo que decir.
La evolución de los acontecimientos hará que las cosas cambien de la forma más imprevisible a pesar de la indisimulada codicia de Carmelo por controlar el azar de la rifa con la cesta y un aliciente añadido que despierta el interés de los lugareños en un final que, aunque previsible, no deja de sorprender a la comunidad que pasa del rechazo al afecto en nada de tiempo. Redescubrir La cesta supone reforzar la imagen de destacados intérpretes como, entre otros, Rafael Durán, Perla Cristal, o Antonio Vico, aportando además a la galería de destacadas interpretaciones a Francisco Camoiras por Crescencio.
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