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Críticas 124
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
10
11 de enero de 2014
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quinta película de Alexander MacKendrick, y última que realizará en los Ealing Studios, siendo considerada por muchos como la última gran comedia de la famosa productora. Es el primer trabajo del director en color, utilizándolo con gran acierto; porque además de dar un determinado color a cada personaje principal, también ayuda a crear cierta aura de irrealidad en la historia, y para remarcar las diferentes etapas de la misma con tonos más claros u oscuros. La historia gira en torno a un grupo de cinco delincuentes, que utilizan a una pequeña e inofensiva anciana para perpetrar un atraco, pero las cosas se irán complicando para los ladrones.

Toda la historia gira en torno a uno de los temas más recurrentes de la filmografía de MacKendrick: la inocencia letal. La encantadora señora Wilberforce, de gran educación y estricta moral, parece un pajarito inofensivo; pero será capaz de crear el caos por su camino, sin parecer ser consciente de eso. La casa, la verdadera protagonista de la función, se fusiona con su propietaria; reflejando ambas un pasado “más glorioso” que se niega a desaparecer, siendo éste otro tema recurrente de MacKendrick. Y ambas, tanto la propietaria como la vivienda, parecen aliarse para ponerles las cosas difíciles a los ladrones.

Sobre las actuaciones, por encima del resto destacarían la realizada por Kate Johnson, como la inocente pero implacable anciana; pero sobre todo el genial Alec Guinness, que hace gala de su versatilidad con un personaje repleto de excentricidades. Como curiosidad; Peter Sellers, en su primer trabajo en el cine, a parte de interpreta a Harry; también da voz a los loros de la señora Willberforce.
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spoiler:
El plan estaba perfectamente calculado, todo iba según lo planeado; pero la señora Willberforce empieza a dar bastantes sustos a los ladrones. Cuando el quinteto va a abandonar la casa, la encantadora viejecilla no paraba de pisar sin querer la bufanda del profesor Marcus, como premonición de lo que iba a suceder: la puerta de la casa engancha la correa del violonchelo lleno de dinero de One Round, haciendo que la anciana descubra todo el pastel. Entonces, los ladrones quedarán atrapados en la casa, que se convertirá en una autentica prisión para ellos. La anciana los reñirá y los castigará como si fueran niños pequeños; éstos planean acabar con ella, pero por un motivo u otro, ninguno logrará hacerlo… y perderán sus vidas en el intento. El Coronel y Harry intentarán huir y serán asesinados por sus compañeros; One Round se pondrá del lado de la anciana y lo pagará con su vida; finalmente Louis y Marcus se matarán mutuamente. La anciana irá a contárselo a la policía, pero éstos no creen la fantástica historia que les cuenta a sus ojos la inofensiva y fantasiosa anciana; para deshacerse de ella, le siguen la corriente y le aconsejan que se quede con el dinero.

Destacaría especialmente toda la visita de las amigas de Willberforce, entrando de una manera muy similar a como hicieron los ladrones, revoloteando por toda la casa como un grupo de pequeños pájaros; y dando fuerza a la sensación de derrota de los desafortunados ladrones. Por otra parte, un detalle que retrata a la perfección el lado fantástico de la historia, es que el inicio y el final de la misma vemos el viaje de la señora Willberfoce desde su casa a la comisaría, en la primera; al regresar a su hogar, comienza a llover mientras se muestra la presencia de Marcus (al que no se le vera el rostro hasta que entre en la casa). En cambio, en el viaje final, un mendigo le indicará con un inocente comentario, que el mal tiempo ha pasado.
7 de enero de 2014
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1947, Hollywood aprueba una subida de impuestos para la exportación de films, lo que obligará al gobierno británico a exigir un aumento de las producciones nacionales; donde la emblemática Ealing jugará un papel esencial. Los estudios, al ver llenos sus platós; deciden realizar un proyecto donde predominen las escenas en exteriores, y para dirigirla deciden confiar en un joven americano de origen escocés, que hasta entonces se encargaba de realizar storyboards y guiones, llamado Alexander MacKendrick. El resultado de todo eso es esta película, más compleja de lo que parece, que ha quedado en la historia como uno de los más claros ejemplos del humor inglés: en lugar de buscar la risa fácil, utiliza la ironía y la sátira. El mismo año en que Whisky a Go-Go llegó a los cines, también lo hicieron dos de las más emblemáticas producciones de los Ealing Studios: “Ocho sentencias de muerte” y “Pasaporte para Pimlico”.

Todday es una isla pequeña, donde la gente vive tranquilamente; hasta que por culpa de la Guerra Mundial, la ciudad queda seca de Whisky, provocando que la población se hunda en una gran depresión. Una noche, un barco encalla contra las rocas con un cargamento de 50000 botellas de whisky, aunque el capitán inglés Wagget intentará evitarlo, los aldeanos harán todo lo posible por conseguir hacerse con ese tesoro. Cuando el preciado líquido vuelve a la aldea, éste ejerce un poder milagroso entre sus gentes (los ancianos recuperan la vitalidad, los enfermos sanan, los jóvenes recobran el valor, etc).

Pero, aunque a simple vista puede parecer una simple comedia ligera, es mucho más; sobre todo gracias a la labor de Alexander MacKendrick, donde ya empezó a dar muestras de su famoso perfeccionismo. El Capitán Wagger, inglés, representa la civilización y la autoridad de la ley; intentará frenar la anarquía iniciada por los aldeanos. En un principio, la simpatía recae completamente hacia estos últimos, a los que parece el whisky realzan todas sus virtudes; aunque por la parte final el tono se vuelve un poco más claro oscuro, al mostrar al Capitán Wagger con más compasión.
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El final, con la subida de los precios, vuelve a privar a los aldeanos del whisky; sumiéndolos en la depresión, excepto a los dos enamorados. Éste no es un final moralista añadido de pega; ya que, a parte de estar pensado desde el principio, encaja con todo lo sucedido anteriormente. El Capitán inglés Wagger, reencarnación de la ley y la civilización, fracasa en su intento de detener a los aldeanos, y termina encarcelado por un delito que no ha cometido (contrabando de alcohol), convirtiéndose en el objeto de burla de toda la isla, incluso de su mujer. Aunque parece que los aldeanos se salen con las suyas, las mujeres de éstos (como elementos más racionales) no tardan en condenar la actitud de sus maridos. Y al final, al perder el acceso de whisky debido al aumento del precio, vuelven al estado de infelicidad inicial. En cambio, la feliz pareja formada por el Sargento inglés Odd, y la isleña Peggy; los únicos, según la voz en off final, que no eran aficionados al alcohol, permanecen felices ajenos a todo. Pero este final es algo más que un simple alegato antialcohólico; ya que, tras el rotundo fracaso de las dos opciones extremas, nos muestra un camino intermedio.
10 de noviembre de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el cine clásico se solía presentar un arquetipo de policía de comportamiento y principios intachables, ya sea dentro o fuera de servicio; siempre dispuesto a ayudar a todo el mundo con la mejor intención y sin esperar nada a cambio. En el polo opuesto de esa imagen se encuentra Bruce Robertson, protagonista de esta historia, un ser ordinario, maleducado, sucio, misántropo, adicto al sexo al alcohol y a las drogas; y carente de todo tipo de autocontrol o de sistema ético. A simple vista, podría parecer un producto similar a la saga Torrente, pero a parte de dichas similitudes entre sus respectivos personajes centrales, no se encontrará ninguna similitud con las obras protagonizadas y dirigidas por Santiago Segura. A diferencia de lo que sucede en éstas, no nos dedicamos simplemente a ver las fechorías de un ser repugnante, sino que ahonda en las raíces que han llevado a convertirlo en lo que es.

Sin duda alguna, la película resulta un vehículo perfecto de lucimiento para un James McAvoy desinhibido; encargado de dar vida al protagonista absoluto de la función, en una gran elección de casting. McAvoy consigue que su personaje resulte desagradable, incluso que lo odiemos; pero al mismo tiempo consigue que sintamos lastima por él, llegando a guardar cierta simpatía pese a todas las aberrantes acciones que le hemos visto cometer durante todo el metraje. El protagonista se encuentra en todo el momento arropado por una genial corte de secundarios, en el que destacaría Eddie Marsan, bordando el que seguramente sea el personaje más inocente de la obra, lo que le convierte en una de las presas predilectas de Bruce Robertson.

Es una obra que va in crescendo. Empieza presentando el personaje, sus motivaciones y sus múltiples defectos, para poco a poco ir profundizando en todos ellos, haciendo que el espectador pueda conocer poco a poco el pasado del protagonista, revelando así la respuesta a los interrogantes acerca de su comportamiento presente. Lo que en un principio parecía una simple comedia zafia acerca de un personaje abominable, resulta esconder bajo su piel un amargo drama que irá enseñando los dientes poco a poco. Si el principio era prometedor, los compases finales del metraje llegan a ser apoteósicos; a los cuales se les ha añadido unos curiosos créditos de despedida que no tienen desperdicio.

Historia basada en la novela Escoria de Irvine Welsh (Escritor de Trainspotting) y llevada a la gran pantalla por Jon S. Baird. La trama se nos cuenta de forma no lineal, sin despegarse del protagonista central de la obra en casi ningún momento, convirtiendo al espectador en testigo constante de su deambulante recorrido. Si al principio parecía que la obra iba a tratar sobre el caso de asesinato de un joven asiático, y del ascenso que esperaba conseguir el protagonista si lo resolvía, pronto descubrimos que todo esto se trata sólo del desencadenante de todo lo que sucederá a continuación. En resumen, se trata de una obra dura, pero con más de un as guardado en la manga, y que logrará enganchar al espectador hasta su sorprendente final. Consigue fusionar su vertiente más cómica con su lado más trágico, logrando no sólo que la una no anule a la otra, sino reforzándose mutuamente logrando que la película encuentre su tono personal.
21 de diciembre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película histórica que comienza con muy buen pie, pero debido a la falta de presupuesto, el tramo final empeora consideradamente respecto al resto. La ambientación (tanto localización, como vestuario) están muy logrados, lo que ayuda a transportarnos con facilidad a la Inglaterra del siglo XVII, ayudado con el buen uso de la iluminación, con sus luces y sus sombras, que añade aun más realismo. Además, algunos planos son realmente interesantes. Pero, desgraciadamente, todo decae al final, donde se pueden apreciar algunas imágenes de calidad inferior que dan un poco el cante, al igual que el cambio brusco y sin sentido de un plano a otro, pero al ser más debido a la falta de dinero que a la torpeza, se puede ser indulgentes. La historia tiene mucho jugo, el guión sabe aprovecharlo, y la acción se nos cuenta de forma ágil pero sin prisa, pero también decae en el tramo final, posiblemente por los mismos motivos, siendo esta parte mucho más simple y torpemente contada que el resto.

Sobre las actuaciones ahí que destacar, sin lugar a dudas, a Tim Roth, que se mete de lleno en el personaje, reflejando perfectamente el carácter duro, y la pasión asociada a Cromwell. Respecto al resto, Dougray Scott realiza una buena actuación, especialmente a la hora de mostrar las dudas de su personaje respecto a lo que debe hacer. La actuación de Rupert Everett también resulta interesante, con una máscara de tranquilidad y buenos modales, tras los cuales se oculta una gran arrogancia, para el número de escenas en las que aparece, el personaje queda bien dibujado. Y por último, Olvia Williams como mujer despechada, en algún momento el personaje resulta un poco plano, pero en general hace un buen trabajo.

En conclusión, una buena película de época, perfecta para quién quiera conocer un poco de ese tramo de la historia británica. Y una verdadera pena lo de los problemas con el presupuesto, sin ellos, seguramente estaríamos ante una película superior.
14 de diciembre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mujer de rodillas frente a un crucifijo, con el torso completamente desnudo, con una mano sostiene un rosario, y con la otra mano se flagela hasta dejarse la espalda roja, entonces da gracias a Jesús y se viste. Con este ejemplo de autocastigo con motivo de la religión mal entendida, es como empieza el flim. Justo después descubrimos que trabaja de auxiliar en un hospital, pero no se siente cómoda en el trabajo, donde se comporta con bastante frialdad. Anna María solo es feliz con la religión, a la que dedica prácticamente todo su tiempo libre, ya sea rezando, auto flagelándose, cantando canciones religiosas, o predicando de casa en casa, intentando que los habitantes de las mismas cambien de forma de vida y abracen ciegamente, como hace ella, todas las leyes de Dios (el católico). Para ella, su mayor satisfacción es ayudar espiritualmente a los demás, incluso aunque ellos no quieran. Satisfacción que no encuentra en su trabajo, ayudando a los demás con dolencias físicas. Pero algo rompe de golpe la paz de su hogar: la llegada de un musulmán parapléjico, que en un principio no sabemos quien es, pero a medida que avanza la historia comprobamos que es alguien fundamental de la vida de Anna María. Según avanza la trama desde este punto, podemos ver como la convivencia entre estas dos es cada vez más difícil, al tiempo que se nos va revelando el pasado común de ambos, y los motivos del fanatismo religioso de Anna María.

Esta es la segunda parte de la trilogía “Paraíso”, y sigue el mismo camino narrativo y visual del primero, optando en todo el momento por el realismo más crudo, aunque aquí el colorismo de los paisajes africanos se cambian por tonos mucho más apagados y oscuros, del interior del hogar de la devota, donde la iluminación cobra una importancia aun mayor que en su predecesora. Y Urlich Seidl sigue apostando por los planos largos, y moviendo lo menos posible la cámara.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Uno de los aspectos más interesantes de la película es la relación que tiene Anna María con la religión. Para ella, antes, la religión no era algo decisivo en su vida: se caso con un hombre que confesaba otra creencia religiosa (más concretamente, el Islam), y convivían como un matrimonio normal. Hasta que él, por culpa del alcohol, tubo un accidente con el coche donde quedo parapléjico. La vida de los dos cambia radicalmente, y sus vidas sexuales finalizan. Y ella se refugia en la religión: cambia el amor a su marido por el amor a Dios. Un momento donde se refleja claramente esto, es cuando sustituye de su mesilla la foto de ambos recién casados, para colocar en su lugar una imagen de Jesucristo.

Además, queda claro que su relación con Dios no es el mismo que el que sentiría cualquier religioso, si no que se trata de algo mucho más carnal, como sustitución del amor (y del deseo sexual) que antes sentía hacía su marido. Y todo eso aumenta con el transcurrir de la trama, mientras a su marido lo cuida con delicadeza, pero con frialdad, sin mostrar ningún sentimiento; al igual que hacia con sus pacientes en el hospital. En cambio, su amor que sentía por Jesucristo es cada vez mayor: al principio; un simple beso antes de irse a dormir, pero luego pasa a alabarlo físicamente; de idénticamente que una quinceañera haría con el ídolo adolescente de turno, para terminar besuqueando y lamiendo un cristo crucificado, y como colofón, masturbándose mientras abraza el crucifijo hasta tener un orgasmo. Y la escena final es igualmente reveladora: después del frustrado intento de violación por parte de su marido, Ana María va furiosa hacía el mismo cristo con el que “se había acostado”, para gritarle, escupirle y golpearle completamente furiosa, para finalmente terminar abrazada a él llorando como una magdalena, al igual que haría cualquier amante despechada.
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