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Argentina Argentina · Argentina
Críticas de Crotalus
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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
8
29 de junio de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver Le Havre es tener el privilegio de participar del mundo que Kaurismäki quiere compartir con nosotros. Un mundo que es suyo propio, como si la película estuviera construida con sus recortes de realidad, recuerdos y deseos. Es imposible inscribirla en un momento histórico: los elementos están en contradicción constante señalando ahora una época, un momento después, otra. Esta alternancia unida a ciertos primeros planos y al escenario en general puede causar la sensación de sumergirse en la atemporalidad de una experiencia onírica. La música elegida suma a la creación de un mundo que flota en el tiempo; en el bar, el vals normando primero y Gardel después se complementan con las letras en luz de neón y los diálogos de los personajes de tal modo que deseamos que un lugar así en verdad exista. Bella de principio a fin, discreta y límpida, nos introduce en un mundo inexistente tan bien delineado que por un instante nos parece posible.
Crotalus
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10
16 de mayo de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Caché” es una atenta mirada hacia el interior de la sociedad francesa partiendo de la situación de acoso que vive una típica familia burguesa, intelectual y de clase media alta.
Desde el comienzo de la película una sensación de invasión y amenaza invade la pantalla sosteniéndola en escenas prolongadas que parecen no resolverse nunca. La familia de Georges Laurent (Daniel Auteuil), hombre culto y famoso dedicado a la crítica literaria, comienza a recibir videos anónimos en los que se filma el frente de su casa parisina por horas; el único mensaje que acompaña a los videos son dibujos tan elementales como feroces.
Con la recepción de los videos, cuyo contenido va luego variando, comienzan a emerger en los personajes las carencias que el confort ha logrado adormilar por años. Se hacen evidentes la soledad, la culpa y sobre todo el miedo, este último con una intensidad sólo posible en la infancia o en lo que queda de ella en cada uno de nosotros. A esa infancia retorna Majid (Maurice Bénichou), personaje clave en esta película, retorno aniquilante plasmado en una escena silenciosa de apenas segundos que nos quedará por siempre en la memoria.
Al espectador que espera una resolución concreta de los hechos esta película seguramente le dejará un sabor amargo, porque admite varias interpretaciones posibles. Una de ellas es la presencia de un ojo omnipresente al que no es posible ocultar la injusticia social, la indiferencia y la eterna niñez escondida en cada adulto. O quizá los conflictos de la trama que no logremos comprender estén allí y de ese modo para hacernos sentir el desconsuelo que marcó la vida de Majid.
Crotalus
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3
12 de septiembre de 2016
38 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, decía el célebre Tolstoi. Si esa fue esa la intención de los directores de “El ciudadano ilustre”, el mundo estaría habitado en su totalidad por personas grotescas, corruptas, ignorantes, de mal gusto; mujeres dominadas o prostituidas, obesos que rozan la oligofrenia, pobres diablos con pequeñas cuotas de poder y grandes cuotas de impunidad, locutores de radio bobos que no saben lo que significa un Premio Nobel. Ni hablar de la gastronomía, hasta el asado se vuelve impropio con las cabezas de cordero. Sólo se salva el aspirante a literato.
A pesar de la buenas, algunas buenísimas, actuaciones de la mayor parte de su elenco (no Dady Brieva, por Dios, qué horror) la película no brilla. Cohn y Duprat hacen uso del recurso fácil de parodiar el atraso del interior argentino pero no lo hacen en su justa medida: toda la película es la repetición del mismo chiste, el de ridiculizar a la gente que no ha salido de su pueblo en contraste con quien ha conquistado el mundo. Y el chiste no es bueno, no sólo por lo repetido (ya, a la tercera vez resulta aburrido) sino porque está planteado en una forma tan exagerada que no nos creemos lo que nos cuentan. De allí que tampoco logra ser una gran ironía, porque para la ironía hace falta que el humor sea inteligente.
A la película le falta sutileza, le falta la pincelada que distingue y le sobra vulgaridad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Crotalus
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10
5 de junio de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si prefiero “Fanny y Alexander”, “Sonata de Otoño” o “Fresas salvajes” más que “Gritos y Susurros”. Resulta más accesible el cine que se explica a sí mismo, el cine que no usa en exceso la elipsis, porque ese exceso resulta incómodo, porque a veces no basta para captar la naturaleza de los personajes (lograda con excelencia en esta película) sino que se necesita conocer a qué se debe la construcción de esa naturaleza. Si no podemos acceder a ese origen llenamos esos huecos con los que se nos ocurre o con nada, que es mucho peor. Somos memoria, somos historia, somos una consecuencia, y esa concatenación es la que no está del todo presente en estas tres hermanas y en su sirvienta.
Seguramente Bergman lo ha hecho así por alguna razón que no logro comprender, pero eso no va en detrimento de la admiración que esta película me ha generado.
En “Gritos y Susurros” hay un uso de lo simbólico que nos obliga todo el tiempo a interpretar más que a ver, un uso del color que nos captura, una escenografía y un vestuario que nos subyuga y nos conduce hacia el otro lado de la pantalla, y actuaciones absolutamente geniales, sobre todo y por encima de todas las demás, la de Harriet Andersson (Agnes)
La película tiene a flor de piel el odio, la abnegación, el cinismo y la soledad, en la piel de Karin, de Anna, de María y de Agnes. Pero no sabemos por qué, sólo podemos imaginarlo, especular sobre la raíz de sus emociones aunque esa limitación no nos impide percibirlas en toda su intensidad. Y, creo, allí está la grandeza de Bergman, que puede permitirse no decirnos lo que no nos quiere decir a la vez que nos hipnotiza desde el primer minuto. Aunque no seamos eruditos del cine, sólo si somos permeables al arte, ver esta película será una experiencia inolvidable.
El primero de los primerísimos primeros planos de Agnes: su sufrimiento. El siguiente: su ternura por María y un instante de rencor, de un resentimiento que adivinamos lejano, profundo. Y reprimido. Sólo esos primeros minutos valen lo que una obra completa, pero después nos da más, nos da la ambigüedad de María, la bondad y la sabiduría de Anna (Kari Sylwan, imposible no recordar en su cara a “La lechera” o a la mujer de “La lección de música” o a otras mujeres de Vermeer), el interior oscuro y misterioso de Karin. Y la muerte rodeándolo todo, hasta la penúltima escena, cargada de toda la frivolidad del mundo, de ese mundo habitado por personas que no se conciben mortales porque les es inasible el concepto mismo de la muerte y por eso han vuelto su cara hacia otra parte o han desesperado cuando ésta les susurra desde la voz de Agnes compañía, compasión.
Sólo Anna, encarna el amor, un amor que es tan grande que eclipsa el sufrimiento y calma el dolor de otros. Un personaje que rinde homenaje a la grandeza de los invisibles que hacen que el mundo no colapse bajo el peso de la indiferencia, el odio y la codicia.
Una película impresionante, grandiosa, de un humanismo profundo y auténtico, para ver con el corazón abierto.
Crotalus
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10
3 de agosto de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿De qué depende que una película rebase el umbral de sensibilidad del espectador o diste kilómetros de alcanzarlo? Como para cualquier otra obra de arte, la ubicación de ese umbral está en la experiencia del espectador: tanto de vida como en su formación como observador y valorador del arte en cuestión. Por eso, en los cuentos infantiles los malos son muy malos, además de feos, y los buenos son muy buenos, además de lindos, porque los niños aún no han acumulado experiencia suficiente para percibir lo sutil, lo que sólo se sugiere, lo que no se dice, que suele ser la mejor parte de toda obra para un adulto. Y por eso mismo también es que no hay juicios unánimes sobre el cine.
“Stella” es una joya que no ha sido valorada como se merece todavía. Sólo quinientas personas la han visto de los miles y miles de usuarios de filmaffinity. Confío en que el tiempo le haga justicia.
Por lo que leí, tiende a comparársela con “Los 400 golpes”, y si bien presentan similitudes (por ejemplo, ambas son francesas, autobiográficas y en ambas el problema de la familia disfuncional encuentra su salvavidas emocional en la amistad) no veo que el tono de la narración sea si quiera parecido. En una su protagonista es desenfadado y provocador (Antoine Doinel) y transgrede el orden permanentemente. En "Stella", en cambio, la historia transcurre por los andariveles de su vida interna, que sólo ella y, ahora nosotros, conocemos. Nos hace parte de su sufrimiento con el silencio que guarda, con la mirada que se pierde por la ventana en el cielo de París. Es una visión tan completa y tan perfecta de la vida de una niña de once años como no he visto ni leído nunca antes. Quizá el secreto de su excelencia esté en la generosidad de su directora que nos introduce en su propia historia, tal vez a modo catártico para ella y dándonos un permiso para la identificación por nuestra parte.
Si un mérito puede atribuírsele a esta película es que es auténtica, no porque narre los hechos tal cual fueron, sino porque en cada escena se encuentra el fondo visceral; no hay trucos, no hay maniobras ni mucho menos golpes bajos, hay verdades que brotan en cada escena, verdades que esperaron décadas para ser dichas, o más bien, gritadas con la grandeza del arte. Y Sylvie Verheyde encontró en esta pequeña y maravillosa actriz que es Léora Barbara el vehículo perfecto para ser sus ojos y su voz.
Para ver con la mente y el corazón bien abiertos, en una noche en la que uno tenga ganas de reflexionar sobre la amistad, las instituciones, las oportunidades, la soledad, las diferencias socioculturales, el azar, el destino, el amor, la indiferencia y también sobre la propia infancia y lo que hemos llegado a ser.
Crotalus
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