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Críticas 96
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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8 de octubre de 2009
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta mañana en mi ascensor, se han encontrado un señor mayor con una madre y su bebé. Tras quedarse mirándolo fijamente durante un rato, el anciano no ha podido evitar decir: "¡Qué felices son!". Tras sonreír de forma agria, ha añadido "Que aproveche ahora".
De eso va la peli de ayer. De la necesidad que tenemos de volver a los orígenes para ser felices. De lo que definiría Camus como "lo duro que es llegar a ser un hombre".
Quizás no vaya sólo de esto, quizás vaya de muchas más cosas, pero al asistir a esa escena esta mañana en mi ascensor, es el recuerdo que me ha levantado. Todos sus personajes quieren volver a su infancia, quieren volver al punto donde nacen, tienen que volver a la familia. Pueden hacerse más daño cuanto más poder tengan, pueden entrar y salir de la Zona Negativa, pero unos tienden a ella (Elijah Wood) y los más necesitan volver a la familia como punto donde ser niños, donde refugiarse, donde encontrar la protección de la placenta.
Sobre este cordón umbilical, teje Ang Lee una metáfora de la pérdida de valores a la que asistimos al crecer, de la extrema soledad que propone una sociedad abocada a que en la interacción ésta no haga sino aumentarse. Las reflexiones de Lee no pueden ser más pesimistas, la realidad en la que las presenta no puede ser más real. Sus conflictos parecen ser los eternos entre hijos y padres, su enfrentamiento con las mentiras del mundo (Nixon) es el del que descubre que todo era más bonito cuando se veía de lejos, cuando te acercabas a ello.
Para conseguirlo, el binomio de Lee y su guionista-productor Schamus recurren a tratar de acercarnos un mundo tan pesimista mediante una voz en off con la que encontrar empatía, una selección de actores que puedan caer bien aunque los personajes tiendan a caernos mal, unas imágenes tan idílicas como tristes, una metáfora continua en el agua que se vuelve hielo para luego volver a ser agua, en una serie de comportamientos infantiles que nos recuerden lo que fuimos y lo que anhelamos volver a ser. Toda esa mezcla la agita mediante un montaje soberbio que acorta las escenas hasta el límite sin reducir su significado, mediante una música que encuentra la poesía en la tristeza, mediante una fotografía fría que logra que los momentos cálidos se queden en nuestra retina.
Con todo ello, el binomio logra que entendamos cómo los personajes sufren al enfrentarse con el entorno, sufren al crecer, sufren al enfrentarse a sí mismos. Y en ese enfrentamiento, quieren volver a ser niños. Quieren volver a jugar en piscinas vacías, quieren volver a ser llevados a hombros por su padre, quieren volver a dormir en posición fetal, quieren volver a estar rodeados de un agua que no esté helada.
5 de diciembre de 2008
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La suerte dormida mostró al mundo a una directora totalmente coherente con su condición de guionista artesana. A pesar de sumergirse habitualmente en la escritura de proyectos de encargo, en todas las obras de la hija de José María González-Sinde sobresale una búsqueda de la dignidad del ser humano y una creencia en lo grande de las cosas pequeñas.


Y ésas son sus fortalezas y ésas sus debilidades. Cuando ha tomado un proyecto más ambicioso (Las razones de sus amigos), su naturaleza ha hecho que la ambición haya tocado tierra. Cuando ha colaborado con alguien genial (La buena estrella), ha logrado dar coherencia a la genialidad. Cuando ha tomado un proyecto pequeño, ha logrado que se haga grande, pero nunca muy grande.


Una palabra tuya pertenece a este grupo. Su falta de ambición es su fuerza y es su agarradera, es su límite y es su defecto. Película hecha para encontrar empatía, la natural capacidad de Ángeles González-Sinde y Elvira Lindo para conectar con el mundo en que vivimos hace que no necesiten forzarla. Por eso sus personajes no necesitan actos heroicos ni generosidades de diseño. Les basta con ser reales. A ello ayuda una dirección y un montaje nada efectista. A ello quizá no ayudan tanto unas actrices que cumplen cuando podrían alcanzar el cielo.


Y es que Una palabra tuya se queda un poco por debajo de su debut. La diferencia puede estar en la ambición y en el epílogo. Pero sobre todo está en el abismo que separa a Adriana Ozores de Malena Alterio, y a Pepe Soriano de Esperanza Pedreño. Quizá con dos actrices de mayor fuerza, la peli habría acabado de despegar, a convertir el humor en lágrimas, a superar las fronteras de la empatía y alcanzar las de la trascendencia.
9 de marzo de 2010 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si de alguna película cuesta más escribir es de ésta. Y cuesta porque siento que es como profanarla. Está tan bien escrita que poner palabras a las palabras vividas es casi destrozarla.
Como bien decía siempre el propio Manckiewicz, todo se resume en el guión. La historia tiene tanta fuerza que sólo la posterior copia sistemática del modelo se ha encargado de intentar reducir. Pero no lo ha conseguido. Es tan grande el argumento, las voces en off que se van superponiendo, la multiplicidad del punto de vista, la estructura circular, la creencia en el teatro de la vida, que los propios remakes inconfesos no han logrado acabar con All about Eve.
La vida se puede resumir en el teatro. Pero el teatro también puede ser la vida. A eso llega Manckiewicz después de 133 minutos de un ritmo descomunal, donde el teatro y la vida se enfrentan hasta llegar a fundirse. Donde los conflictos del teatro de Margo Channing alimentan su vida como ésta alimenta los del teatro. Donde el arribismo disfrazado de bondad de Eve Harrington se manifiesta en creciente infelicidad personal. Donde a cada paso que dan los personajes, representan un rol ficticio que modifica el rol real hasta llegar a confundirse.
Porque de eso va Eva al desnudo. De cómo la vida exterior y la interior están todo el rato mezclándose, modificándose. Cómo somos incapaces de distinguir nuestras propias mentiras y, tras asumirlas como propias, comenzamos a interpretarlas hasta sentirnos más cómodos con nuestro personaje que con nuestra vida. Hasta preferir el texto escrito que el vivido. Hasta ser mejores actores que personas.
Porque los diálogos son siempre más brillantes que nuestras ocurrencias. Porque los conflictos de la vida cotidiana sólo son disfrutables en el auditorio. Porque por muy bien que escribamos nuestra propia vida, por muy bien que se escribiera esta crónica, la ficción siempre es mejor que la realidad.
20 de octubre de 2009
36 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer tuve la oportunidad de ver una película del cine de toda la vida. Deberíamos llamarle una película clásica, yo voy a llamarle una película antigua.

Es clásica por la fama que tiene, por su condición de película célebre, de referencia del cine realista para mucha gente, por su autor. Es antigua por toda la gama de recursos que ofrece.


Si algo hay que destacar de la peli es su valentía. La valentía y el mensaje socialista es del propio escritor, pero sí se agradece que el mensaje no se perdiera por el camino, que el fascismo de John Ford no travistiera el comunismo de Steinbeck. Sin duda, ése es para mí el mayor mérito del Tuerto. Lo peor de esto es que su mensaje siga siendo hoy igualmente válido. Lo mejor de esto es que logre conectar con la platea, con algunos de los espectadores que hoy la ven y la viven y se emocionan.


Yo no soy de ésos. Yo soy de los que la veo y me quedo frío. Me quedo frío desde el principio. Cuando veo que no hay ninguna coherencia entre forma y fondo. Que el pretendido realismo de los campos no es más que decorado de un estudio. Que la cámara refleja planos lujosos de una pobreza de diseño. Que la interpretación de los actores es de método, no de naturalismo. Que busca la empatía mediante la lástima. Que hace avanzar la trama mediante diálogos. Que no es capaz de crear imágenes potentes. Que hace evidentes los sentimientos y las conclusiones. Que buscando hacer cine, sólo es capaz de hacer teatro filmado.


Por todo eso me deja frío. Pero que me deje frío, no significa que no valore la idoneidad de su mensaje, no valore que a muchos ayer les entretuviera, les hiciera vivirla, sentirla. Porque el teatro también puede cambiar el mundo, también puede generar emociones. Lo antiguo no es necesariamente malo, puede mover más que lo moderno. Pero no por ello deja de ser antiguo.
5 de diciembre de 2008
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gomorra siempre ha estado indisociado de Sodoma. Como Italia de la Camorra. Por eso sorprende que se haya podido hacer una película de la Camorra que no hable de Italia.


La virtudes y defectos de la película de Garrone nacen de ahí, de su afán por contar una película que no sea sino un fiel reflejo de la vida de la Camorra. El problema es que ese fiel reflejo se queda en mera anécdota. Garrone no aprovecha el enorme potencial que da el cine para construir una reflexión sociológica sobre las consecuencias de todo eso. Y creo que ahí estaba la obra maestra que Gomorra no es.


Es tan conocida la obra de la Mafia napolitana que sólo con mostrarla no basta para obtener buen cine. El buen cine puede nacer de muchas formas. Puede nacer de los pequeños conflictos que se hacen grandes, puede nacer de personajes con mil y una aristas que se desmienten a sí mismas, puede nacer de las imágenes poderosas y seductoras, puede nacer de la creación de un nuevo universo y puede nacer de la reflexión ulterior acerca del mundo que estamos viendo. Puede nacer de muchas formas. Camorra no explota casi ninguna de ellas.


Quizá la única que aprovecha es la creación de un mundo nuevo. Casi nunca se había visto la Mafia con tan poco glamour, tan desposicionada del subconsciente colectivo. Ésa es la única obra de Garrone. Pero eso se cuenta en diez minutos. El resto de la película es la narración hiperrealista, pero no siempre interesante ni afilada, de las vidas de estos personajes a punto de irse a la deriva.


Apenas consigue Garrone dos imágenes sugestivas. Apenas consigue golpes de efecto ni metáforas poderosas. Todo parece real pero no siempre logra ser cine. A los personajes les faltan matices y les sobra previsibilidad. A las historias les falta reflexión y les sobran tópicos.


Lo que cuenta interesa porque la Camorra siempre interesa. Pero la oportunidad de haber hecho la película definitiva sobre la Camorra, sobre Italia, planea sobre una peli con más prestigio del que merece. Creo que el tiempo me dará la razón y en cinco años, nadie hablará de Gomorra. Nadie hablará de su Italia.
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