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Críticas 112
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
27 de septiembre de 2009
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuenta el teniente Aldo Raine, después de marcar a cuchillo la enésima cruz gamada en la frente de un oficial nazi, que quizás esta ha sido su obra maestra. Quentin Tarantino no ha llegado con "Malditos bastardos" a este nivel, pero después de un ligero relajamiento (siendo generoso) llevado a cabo con "Death proof", podemos congratularnos sabiendo que ha remontado el vuelo. Su nueva película nos reconcilia con el Tarantino más genuino. El de los diálogos inteligentes, las secuencias prolongadas en las que la tensión aumenta por minutos, el de las constantes referencias cinéfilas (el director norteamericano demuestra que no solo alimentó su juventud de películas de serie B de video-club), el que sabe sacar el máximo partido de actores semi-desconocidos ...

Quentin Tarantino ha demostrado con esta película que su estilo está por encima de los géneros. Al realizar una película que, en principio, estaba tan alejada de la temática habitual en su filmografia, ha quedado patente que podríamos estar hablando de un "género Tarantino". Da igual que la película sea un thriller, una comedia, un melodrama bélico o incluso un western. Su estilo, como sucede con los grandes creadores, queda patente desde los títulos de crédito iniciales. En este sentido, "Malditos bastardos" me parece una ejemplar mezcla de contenidos. Y la maestría del director está en conseguir que se pueda pasar del horror al humor, de la ironía al suspense sin que el espectador acuse unos cambios tan bruscos.

Mención aparte merece el trabajo de los actores. Christoph Waltz está sencillamente espléndido. Se podría decir que es el alma del film, pues su impresionante actuación como el coronel Hans Landa ensombrece al resto del reparto. Un auténtico descubrimiento para la gran mayoría y, según parece, uno de los favoritos para llevarse el Oscar a la mejor interpretación de este año. Igualmente destacable, aunque sin llegar a la genialidad, está Brad Pitt. Sabe romper perfectamente su aura de glamour para ponerse en la piel del líder de los "bastardos". Se descubren matices interpretativos hasta ahora desconocidos en él. Da un paso adelante en su madurez como actor, demostrando unos recursos para la comedia muy aprovechables.

Tarantino reconstruye la historia a su manera. Prescinde del rigor de los hechos para elaborar un cómic con el que disfrutar y hacer disfrutar al espectador. Se mueve en su terreno con la seguridad del que se sabe consciente de su talento. Quizás no estemos ante la mejor película del genial director, pero sí ante una de las mejores, y eso ya de por sí coloca a "Malditos bastardos" muy por encima del 90% de producciones de este año.
4 de julio de 2010
15 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de la chirriante “Melissa P.” Luca Guadagnino vuelve a castigarnos las retinas con este film desconcertante que no logra superar un listón que ya de por sí partía muy bajo. “Io sono l'amore” quizás tenga algo más de empaque cinematográfico que su anterior film del 2005 (se ha quitado de encima parte de la “cutrez telefilmesca” que desprendía el film protagonizado por María Valverde) pero continua con los mismos defectos narrativos que le distinguen como un pésimo contador de historias.

Nada en esta película termina por encajar convenientemente. Las tramas surgen, se desarrollan y desaparecen como por arte de magia, como episodios inacabados a menudo incomprensibles. Todo resulta muy forzado, demasiado casual, y por consiguiente, muy poco creíble. En este aspecto, la guinda la pone la escena del accidente de Edoardo, filmada de manera tan grotesca que invita a la sonrisa.

Tilda Swinton, como protagonista principal del film, intenta arreglar todo este desaguisado, pero el conjunto tiene poco arreglo. Tras dos tediosas horas de platos “made in Ferran Adrià” y conversaciones vacuas, la película termina poco más o menos como empezó. Sin que los personajes hayan conseguido transmitir un mínimo de emoción que consiga una cierta empatía con alguno de ellos y sin que el argumento en conjunto despierte algún interés que justifique la visión de la cinta. Una de las películas más extraordinariamente planas que un servidor recuerda haber visto en mucho tiempo.
5 de diciembre de 2010
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de ver esta película, uno se frota los ojos y espera atentamente a ver los títulos de crédito, con la seguridad de haberse confundido al leer el nombre del director de la misma. Pues no, parece que es cierto. Los títulos lo confirman claramente. Atom Egoyan ha dirigido este film. El que años atrás fuera considerado poco menos que un director de culto con películas del prestigio de “Exótica”, “El dulce porvenir” o “Ararat”, es el padre de esta criatura digna de acompañarnos un domingo por la tarde en cualquier cadena privada de televisión o de ocupar un modesto espacio en cualquier video-club de barrio de hace veinte años. Con un gusto añejo y una estética felizmente superada hace algunas décadas, este thriller simplón y de guión increíble, sorprende, en este caso desafortunadamente, por venir de quien viene.

La torpeza del guión es casi infinita. Un cúmulo de situaciones forzadas, coincidencias inverosímiles y toques de erotismo light metidos con calzador. Da la impresión que todo debía confluir para poder justificar la escena lésbica entre Amanda Seyfried y Julianne Moore, pero resulta tan cantada, tan previsible, que roza lo grotesco. Casi tanto como la inexistente química entre esta última y Liam Neeson, fruto quizás de la absurda relación matrimonial que tienen sus personajes.

Y como buen thriller al uso, la película concentra sus energías en un clímax final casi de vergüenza ajena. Digno colofón para una historia que cuesta creer alguien pueda llegar a tomarse en serio.
9 de noviembre de 2009
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas que versan sobre el mundo de las cárceles y la delincuencia, bien podrían considerarse un subgénero en si mismas. Si nos centramos en las realizadas en España, las dirigidas a principio de los ochenta por Eloy de la Iglesia, constituyen un buen ejemplo de la forma en que reflejaban esta temática los directores de aquella época. En ellas, el realismo sucio constituía el común denominador de unas tramas que hacían especial hicanpié en las sórdidas relaciones entre los reclusos y su dependencia demoledora de un elemento como la droga.

Celda 211 no toma este camino para mostrarnos la realidad de un centro penitenciario. Daniel Monzón opta por una vía que podríamos denominar "mas americana", para confeccionar este thriller trepidante sobre el motín de unos presos en una cárcel de Zamora. Lo hace dando una prioridad absoluta a la acción por encima de los aspectos más descriptivos. Su cárcel es una cárcel amotinada, pero de factura limpia, nítida. Y aunque este punto pueda restar una cierta credibilidad a la propuesta, no afecta ni un ápice al resultado final del film. No se puede decir lo mismo del guión, que aunque en líneas generales se muestra sólido, presenta ciertas lagunas.

Pero si hay algo que da sentido a toda la película, es la presencia de Luis Tosar. El actor gallego se apodera del film (y del espectador, con su papel de malo simpático) desde el primer fotograma y lo hace suyo. Borda los diálogos con un peculiar tono de voz y, aunque es cierto que en algunos momentos roza la sobreactuación, consigue que el personaje de Malamadre sea de aquellos que permanecen en la retina durante muchos años.

No se trata de una película excepcional, pero logra sus objetivos con dignidad. Consigue mantenerte aferrado a la butaca durante todos los minutos de metraje y no decae en ningún momento. En este sentido, promete lo que da, y esa honestidad en sus principios acaba revelándose como uno de sus principales valores.
10 de enero de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda entrega del famoso personaje de Sir Arthur Conan Doyle en su versión de héroe de acción. “Sherlock Holmes: Juego de sombras” no es más que una anunciada continuación de la primera película dirigida por Guy Ritchie en la que no se aprecian diferencias significativas respecto a su predecesora. El argumento es similar y la evolución de los personajes, inexistente. Tanto es así que se podrían intercambiar los dos films (incluido el título, por qué no decirlo) y no pasaría absolutamente nada.

Y si la primera entrega aún podía jugar la baza del elemento sorpresa, esta segunda se muestra menos original, repitiendo esquemas, situaciones y gags. Todo al servicio de la acción más trepidante en perjuicio de las dotes más intelectuales que caracterizan al detective en su versión literaria. Es esta perversión del personaje lo más llamativo del Sherlock Holmes de Guy Ritchie. El director inglés ha transformado sus habilidades deductivas (que siempre aparecen a una velocidad tan alta que impide deleitarse en ellas) en pura testosterona. De esta manera, Holmes no resuelve sus conflictos estrujándose el cerebro sino que lo hace gracias a un amplio surtido de golpes, puñetazos y patadas que serían la envidia del mismísimo Chuck Norris.

Aun así, hay que reconocer que la película es visualmente interesante. Barroca y excesiva en algunos tramos, pero con una factura impecable en ese aspecto. Lástima que el guión no esté a la altura y que un personaje tan peculiar y carismático acabe vulgarizado después de ser sometido a esta especie de tuneo para hacerlo más digerible al público adolescente.
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