Jojo Rabbit es una película que durante sus primeros quince minutos hacen presagiar otra espantosa modernez, pero que a partir de entonces remonta el vuelo en un juego de funambulista que transita con paso cuidado por la cuerda floja. Culpa de ello la tienen algún personaje que sobra (lo siento, Waititi) y esos arrebatos poperos, por fortuna breves, que manchan de vez en cuando este relato que en su acabado recuerda demasiado a Wes Anderson. La película, sin embargo, tiene la suficiente valentía de sentirse trascendente en su historia y se toma a broma lo justo, lo cual se agradece.

Anora no es una comedia, ni un drama, ni un thriller y es todo a la vez. Sean Baker vuelve a dar en el clavo con otro retrato enmarcado en uno de esos entornos que no veremos en Netflix, pero no solo por eso es un soplo de aire fresco. La película sorprende en cada giro y pasa de la comedia al drama y viceversa con ese desparpajo que solo habíamos visto en Tarantino o los Safdie. Mantiene clavado en la butaca al espectador hasta su final, tan dramático por irónico, tierno, áspero y mil cosas más al mismo tiempo.

Walter Salles vuelve a la gran pantalla doce años después y lo hace con la flamante ganadora del Óscar a la mejor película de habla no inglesa. Aunque, para mí, es siempre el premio más merecido (porque hay más donde elegir, claro), en esta ocasión mi satisfacción no es plena. El trabajo de Fernanda Torres es portentoso, pero la narración padece de cierta linealidad y pronto pierde fuelle ante un desenlace previsible. Esto pesa en una película de casi dos horas y veinte, demasiado preocupada en el respeto y la fidelidad del retrato. No obstante, este cine siempre será necesario.

Imagina el tráiler de la película más trepidante que te puedas imaginar. Ahora imagina que ese tráiler, con sus reglas de ritmo e incluso gramaticales de, entre otros muchos, parar la música para una réplica chistosa o meter zumbidos a cámara lenta, se extendiera durante dos horas y trece devastadores minutos. Eso es 6 underground. Sólo tras los primeros segundos ya sufrí un agotamiento que pronto se convirtió en tortura durante el resto del metraje. Una película dirigida a personas con déficit de atención agudo e incondicionales del cine más irreflexivo de ese artesano americanísimo llamado Michael Bay.

Nos encontramos ante otra de esas pequeñas películas difícilmente accesibles, y cuya visibilidad quedará injustamente reducida a medios «alternativos». Aunque presente ciertos indicios de feel good movie, el peso dramático de Ghostlight se deja sentir poco a poco pero sin recrearse, dibujando con trazo elegante a unos personajes bien dimensionados y presentando con suma elegancia la tragedia reciente y la vía de escape que encuentran sus protagonistas. Solo queda aplaudir esta película por la naturalidad con la que se desenvuelve, con acciones y efectos que siempre encuentran su motivación y por la poesía emergiendo entre las grietas de la realidad.