Lujosa, excesiva, superficial y amanerada. Pero la historia original es tan potente que aún así se deja ver, y hasta admite comparación con la funcional, canónica y algo plana adaptación de 1978 (iqué pedazo de reparto aquél!)

Y eso a pesar de sus evidentes defectos, como el abuso digital o las digresiones bélica al inicio y luego pseudo musicales que, aun brillantes en sí mismas, lastran el ritmo y sólo se justifican para subrayar todavía más el esplendor de la producción. O ese peaje a la corrección política en materia de raza o género, para hacerla más moderna e inclusiva, tuneando a ciertos personajes respecto a la versión de Guillermin (y a la novela que tanto me impactó siendo apenas un niño).

Como es visualmente atractiva, va de menos a más, Branagh no está mal como Poirot y cuenta con buenas actrices (Bening, Mackey y una Gadot imperial y magnética), al final deja un agradable regusto de placer culpable.

Vaya por delante, aun a riesgo de ser excomulgado por la comunidad cinéfila, que a mí Peckinpah me parece un director sobrevalorado. Y encima, ésta su última obra está unánimemente considerada como una de las peores, además de impersonal y sin rastro de su estilo.

La verdad es que es entretenida y que cuenta con un magnífico reparto (Hurt, Hauer, Lancaster, T. Nelson, Hopper…), pero la trama es toda ella una gran chorrada llena de agujeros.
Lo mejor, además de algún toque humorístico, la frase para el recuerdo ‘La verdad es sólo una mentira que aún no ha sido descubierta’.

El episodio final de Craig como 007 comienza de manera muy satisfactoria, apostando por la diversión, el sentido del humor y el ritmo frenético. Y así, enlaza una detrás de otra magníficas escenas de acción, magistralmente rodadas y montadas, que te dejan sin aliento: el prólogo en la nieve, la asombrosa persecución en Matera, el nigh-club cubano, el barco, ….

Después, justo cuando creías que por fin había vuelto el espíritu burlón de alguno de los títulos clásicos de Roger Moore, la película se serena un poco, quizá demasiado: apenas ya una escena trepidante más, y de repente se torna algo lúgubre, plúmbea y larga al estilo ‘Skyfall’. En definitiva, cambia a la muy divertida Ana de Armas de la fantástica secuencia cubana por una más bien llorosa Léa Seydoux.
Con todo, el reparto cumple a la perfección y es uno de sus puntos fuertes.

A la altura de sus mejores colaboraciones con Collet-Serra y muy por encima de la saga Venganza, una más que digna muestra del subgénero ‘Liam repartiendo collejas’. Bueno, en realidad aquí no reparte tantas, sino que se centra más en lo de la conducción…

Vale que no es neorrealismo, ni falta que hace, pero aparte de ilustrarnos sobre el curioso fenómeno real e invernal de las ice roads norteamericanas, la película es sencilla, incluso básica, directa, eficaz y entretenida, y tiene ritmo y suspense. Puede que algún efecto digital cante un poco, pero en general nos ofrece, además, los bonitos y nevados escenarios naturales de Manitoba.

Simpática, tontorrona y algo larga comedia, deliberadamente kitsch en algunos momentos, e inevitablemente irregular dada su condición de película de sketches. En general apuesta más por los tonos rosas que por los negros, y las parodias intercaladas de diferentes subgéneros cinematográficos son simple relleno. Y bajo su apariencia frívola, parece querer lanzar algún dardo no muy afilado ni sutil hacia el culto al dinero, el éxito y la fama, o hacia la falsa bohemia y las patrañas del arte contemporáneo.

Su principal baza es el talento y el encanto indiscutibles de McLaine, aquí protagonista absoluta (y un poco sobreactuada a veces), en un papel que al parecer le llegó de rebote por la muerte de Marilyn Monroe.
Del lujoso plantel masculino, destaca para mal el gran Paul Newman evidenciando que la comedia no era lo suyo (tampoco lo era del director, el artesano todo terreno J.Lee Thompson), además en un personaje estereotipado e irritante y en el que posiblemente sea el más flojo de los episodios.
En el extremo opuesto, Gene Kelly demuestra que aún estaba en plena forma y ofrece un par de excelentes números musicales; en uno de ellos la propia MacLaine luce sus aptitudes para el baile, que fue su primera vocación.