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6.4
41,854
9
29 de marzo de 2020
29 de marzo de 2020
5 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fanático de Cube, y siempre interesado por el cine patrio, me convencen totalmente de visionarla al reclamo de "el Cube español". Impactante de principio a fin. Y no será que no he visto películas distópicas ambientadas en una habitación... Pero ver subir y bajar esa mesa propia de una bacanal de horas de exhausto banquete, procedente de las sobras de "los de arriba" es un chute de adrenalina tremendo. Y el único modo de sobrevivir...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Claro que esto es solo el comienzo. Los niveles en la película van descendiendo, y entonces nos asomamos a las sombras más profundas de la naturaleza humana. Cuando el hambre aprieta, los instintos más básicos se activan, y ya nada nos distingue de animales... Y empezamos a vislumbrar la eterna lucha entre "los de arriba" y "los de abajo". ¿Solidaridad espontánea? ¿Amenazar con rociar de mierda la comida si no la racionan?
Al final, como magistralmente nos enseña la moraleja de esta película, esa eterna lucha entre "los de arriba" y "los de abajo" solo puede ser resuelta por el tercer tipo de personas: "los que caen".
Al final, como magistralmente nos enseña la moraleja de esta película, esa eterna lucha entre "los de arriba" y "los de abajo" solo puede ser resuelta por el tercer tipo de personas: "los que caen".
Episodio

7.2
21,409
9
24 de octubre de 2016
24 de octubre de 2016
18 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy interesante capítulo, que, aunque sufre de ciertos altibajos y no le situaría entre los mejores, creo que tiene un calado de fondo muy profundo. Un problema grave de nuestra sociedad actual, no futura, y tecnológicamente posible ya hoy en día, e incluso desde hace muchos años, aunque ciertamente cada vez más probable: el robo de la intimidad de las personas.
Conocemos ya muchos casos reales de esto, y en este episodio simplemente se lleva a un nivel mucho más retorcido y complejo. Pero se trata del chantaje de toda la vida, el ladrón de intimidad te da una serie de órdenes que tienes que obedecer o difunde tu información comprometida.
El tema aquí tratado está de rabiosa actualidad, hemos conocido decenas de casos, y muchos otros que están por ocurrir. La reflexión interesante aquí relacionada con la tecnología es cómo ésta nos da innumerables facilidades para robar, almacenar, difundir, y multiplicar por doquier información íntima y comprometida sobre alguien. Es importante darnos cuenta de que la información digitalizada, combinada con la potencia de la red, se distribuye y se multiplica exponencialmente en cuestión de segundos. Es como un tumor súper acelerado. Y ya no se puede parar. Aunque apliquemos quimio y radio, podemos frenarlo un poco o reducirlo, pero la metástasis en implacable y nunca podremos asegurar que la información ha sido eliminada por completo. Perdemos totalmente el control de hasta dónde puede llegar: ese control pasa al conjunto de la sociedad, por cuyos móviles y PCs va circulando impunemente.
¿Hasta dónde serías capaz de llegar por proteger tu intimidad?
Conocemos ya muchos casos reales de esto, y en este episodio simplemente se lleva a un nivel mucho más retorcido y complejo. Pero se trata del chantaje de toda la vida, el ladrón de intimidad te da una serie de órdenes que tienes que obedecer o difunde tu información comprometida.
El tema aquí tratado está de rabiosa actualidad, hemos conocido decenas de casos, y muchos otros que están por ocurrir. La reflexión interesante aquí relacionada con la tecnología es cómo ésta nos da innumerables facilidades para robar, almacenar, difundir, y multiplicar por doquier información íntima y comprometida sobre alguien. Es importante darnos cuenta de que la información digitalizada, combinada con la potencia de la red, se distribuye y se multiplica exponencialmente en cuestión de segundos. Es como un tumor súper acelerado. Y ya no se puede parar. Aunque apliquemos quimio y radio, podemos frenarlo un poco o reducirlo, pero la metástasis en implacable y nunca podremos asegurar que la información ha sido eliminada por completo. Perdemos totalmente el control de hasta dónde puede llegar: ese control pasa al conjunto de la sociedad, por cuyos móviles y PCs va circulando impunemente.
¿Hasta dónde serías capaz de llegar por proteger tu intimidad?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Tengo que decir que al principio me pareció una chorrada la información íntima que consiguen arrebatarle al niño: un vídeo masturbándose mirando pornografía en internet. Pero más adelante en la escena del coche justo antes de atracar el banco podemos empatizar mejor con él y poder llegar a entender cómo es capaz de hacer todo lo que hace sólo por proteger ese vídeo. Por no hablar de la ingenuidad de aceptar que el chantaje que le hacen cesará en algún momento y eliminarán por completo el vídeo sin volverle a molestar más... pero no olvidemos que se trata de un niño en plena pubertad, y que posiblemente no es capaz de darse cuenta de ello. Aún así, ¿qué haríamos nosotros en su lugar? Aunque a mí me gusta pensar que no cedería a un chantaje que posiblemente nunca tendría fin, la desesperación es un estado que te hace modificar irracionalmente el comportamiento...
Pensemos aquí sobre el enorme valor de nuestra intimidad, que no debe nunca ser violada, pues es un bien más preciado posiblemente que nada material que nos puedan robar. Porque a fin de cuentas, ¿quién no ha hecho algo reprochable por otros que podría tambalearle los pilares de su existencia si las personas equivocadas lo supieran? Al final la red de mafiosos desconocidos que actúa en este capítulo, los que están al otro lado del móvil enviando los SMS son el verdugo, y el conjunto de personas al que manipulan son la víctima. No cabe duda ni discusión acerca de esto. Reflexionemos también para nuestro día a día cuando hacemos chantaje a alguien y amenazamos con difundir información no deseada. Los secretos, secretos son, y hay que respetarlo. Y hay que ser extremadamente receloso con las nuevas tecnologías, redes sociales, móviles, vídeos, fotos... pues es tremendamente sencillo robar intimidad a través de todo esto.
El final te da un golpe en las narices y te deja KO. Los ladrones no se conforman con la humillación y manipulación constante, sino que cuando han llevado a sus víctimas hasta el límite y más allá, inclusive cometiendo atracos y hasta asesinatos, son capaces de difundir la información comprometida igualmente.
Varias lecciones: el derecho a la intimidad es sagrado, hay que protegerse muy bien en el ambiente tecnológico de los posibles robos de intimidad, y la desesperación por frenar lo irrefrenable nos lleva a límites insospechados para nuestra conciencia.
Pensemos aquí sobre el enorme valor de nuestra intimidad, que no debe nunca ser violada, pues es un bien más preciado posiblemente que nada material que nos puedan robar. Porque a fin de cuentas, ¿quién no ha hecho algo reprochable por otros que podría tambalearle los pilares de su existencia si las personas equivocadas lo supieran? Al final la red de mafiosos desconocidos que actúa en este capítulo, los que están al otro lado del móvil enviando los SMS son el verdugo, y el conjunto de personas al que manipulan son la víctima. No cabe duda ni discusión acerca de esto. Reflexionemos también para nuestro día a día cuando hacemos chantaje a alguien y amenazamos con difundir información no deseada. Los secretos, secretos son, y hay que respetarlo. Y hay que ser extremadamente receloso con las nuevas tecnologías, redes sociales, móviles, vídeos, fotos... pues es tremendamente sencillo robar intimidad a través de todo esto.
El final te da un golpe en las narices y te deja KO. Los ladrones no se conforman con la humillación y manipulación constante, sino que cuando han llevado a sus víctimas hasta el límite y más allá, inclusive cometiendo atracos y hasta asesinatos, son capaces de difundir la información comprometida igualmente.
Varias lecciones: el derecho a la intimidad es sagrado, hay que protegerse muy bien en el ambiente tecnológico de los posibles robos de intimidad, y la desesperación por frenar lo irrefrenable nos lleva a límites insospechados para nuestra conciencia.
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