Esta debió ser la última película de Van Damme en la gran pantalla (anteriormente había hecho las inenarrables "retroceder nunca, rendirse jamás" y "Black eagle", ambas como malo de la peli). Con un argumento manido hasta la saciedad (sobre todo en sus futuras películas), al menos nuestro amigo belga consigue ponerle algo de emoción al asunto, (todavía los inocentes espectadores se sorprendían de verle hacer sus archirrepetidas acrobacias). La calificación de buena, quizá inmerecida al conjunto del film, se la doy por el hecho de que engloba todas las cosas buenas del género, por lo que viendo este peli, te convalidan el resto de pestiños, con chinos saltarines y Van Damme en plan estrella. A pesar de todo, Contacto sangriente tiene su encanto, y a los amantes de las artes marciales, les puede hacer pasar un buen rato. Lo malo es que Jean Claude se quedó estancado en 1988, y no llegó a avanzar un centímetro en su aportación al séptimo arte. Cuánto bien le habría hecho a la industria si hubieran cesado aquí sus apariciones, ahorrándonos catástrofes cinematográficas como Time Cop o Van Damme's Inferno (que deberían venir con contraindicaciones en la cartelera)

¡Cómo serán sus siguientes películas si éste es el último film decente que ha protagonizado Stalone! Se rodea de tópicos, enseña sus operadas abdominales y lucha contra un malo-malísimo James Woods, que no se escapa de su encasillado papel. Sharon Stone no aporta demasiado al cómputo global. Entretiene a los aficionados al mundo de los asesinos a sueldo (a pesar de que el tema suele quedar manido y repetitivo). Stalone no rehuye su archirrepetido rol (más bien lo busca), aunque cada vez queda menos creíble. Pese a todo tiene momentos entretenidos y da lo que promete, que es más de lo que se puede decir de films posteriores de Silvester como 'D-Tox' o 'Get Carter'. Quizá Rambo se deba centrar en las cadenas de comida rápida y dejar de arrastrarse por las pantallas, sienta o no las piernas

El debate sobre el conflicto vasco es tan enrevesada que el solo hecho de que alguien intente deshacer la madeja ya lleva consigo un mérito inherente. Sin embargo, Medem parte de un punto de vista propio del que no se llega a despegar (más unido, desde luego, al lado independentista). Eso, junto a la deserción del PP, hace que el documental se quede cojo. Tiene fragmentos excesivamente partidistas, enlazados con válidos puntos de vista que no llegan a elevar el film. Las protestas contra la película, por parte de las víctimas de ETA, fueron excesivas, pero no descabelladas si se tiene en cuenta que trata el más puntiagudo de los temas nacionales.

Lo peor del asunto es que por el argumento, el director y los actores esperas una buena película, como mínimo entretenida, y te encuentras con petardo cutre-pseudo-filosófico, que parece que va a llegar a algo, y a lo más que llega es al aburrimiento infinito. Realmente decepcionante.