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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
21 de diciembre de 2007
41 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
- Oye, tú, zombie número dos.
- Dime, zombie número uno, te escucho.
- ¿Te queda algo de ese hígado de ciervo encebollado?
- No, cuanto lo siento, número 1. Se ha terminado.
- Vaya, hombre. ¿Y vosotros, los del fondo, os queda algo de comer?
- (varios) Por aquí nada, número 1.
- Ummm, vamos a tener que cazar en breve. ¿Neville sigue dando el coñazo ahí fuera?
- Sip. Tan obsesionado como siempre por imponer el canon digital. No me extraña que todo dios quiera matarle.
- Lástima, pero qué se le va ha hacer. Allá él y su ridícula cruzada. No sabe lo que se pierde.
- Ya ves. Ser zombie es un auténtico chollo: sin madrugones, puedes comer hasta reventar y ni siquiera hay que lavarse para entrar a alguna zombie jamona. No veía tías tan fáciles desde nochevieja...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
- Bueno, número 2, me voy con la música a otra parte. Que te vaya bonito.
- Adiós, número 1, adiós.

Número 2 se queda un momento a solas, pensativo. Observa el muro de los trofeos, donde cientos, tal vez miles de cabezas humanas, disecadas y muertas, dirigen su vacía mirada al infinito. Leonardo Dantés, Gonzalo Miró, Victoria Beckham... Testigos mudos, símbolos de una era decadente, por fortuna ya superada. Número 2 murmura para sus adentros: “Sí. Definitivamente, el mundo es ahora un lugar mejor”.
13 de diciembre de 2007
81 de 151 usuarios han encontrado esta crítica útil
Prólogo: De cómo entré en contacto con Lars Von Trier a través de dos de sus más laureadas películas

Que no son otras que "Rompiendo las olas" y "Bailar en la oscuridad". La primera me pareció sobrevalorada, con algunas secuencias dignas de culebrón venenzolano. La segunda, por el contrario, dosifica bastante bien los pasajes más melodramáticos, intercalando con acierto varios números musicales, que rebajan la tensión y el tormento sufridos por el personaje principal.

Ahora bien; si una u otra son obras maestras, ahí ya no me meto. Depende de cada cuál. Se supone que Von Trier provoca reacciones muy extremistas, muy polarizadas, entre amar su obra u odiarla a morir. En lo que a mí respecta, estas primeras películas me dejaron un tanto indiferente. Pero claro; eso fue antes de ver "Dogville"…

Capítulo 1º: Empezar la casa por el tejado

Me refiero a la idea de pintar los decorados en el suelo y, a continuación, presentar a los personajes uno a uno. Se trata de una ocurrencia muy arriesgada, porque si de entrada al espectador, como es mi caso, la “impactante escenografía” le parece una soberana chorrada, quedan pocos asideros a los que aferrarse. Y la voz en off narrando los hechos no ayuda, sino que hace todo aún más artificial, si cabe.

Capítulo 2º: Vuelta a los orígenes

No deja de resultar paradójico que una película de estudio, donde todo se mide y se planifica al milímetro, acuda por mero capricho de su director a la cutre cámara en mano. Recurso muy manido del ya desfasado movimiento Dogma, que no beneficia en nada a la historia ni, peor todavía, al trabajo actoral.

Capítulo 3º: Aburrimiento

Estado de la técnica aparte, es un hecho real y constatado que la cinta arranca con muy poca fuerza. La aparición de Grace, el personaje de Nicole Kidman, resulta anodina, trivial, irrelevante. Igualmente, ninguno de los vecinos del pueblo consigue involucrar al espectador en nada de lo que se está contando. La trama parece estar cogida adrede por alfileres, una simple excusa para que el narrador pueda dar rienda suelta a sus interminables (y risibles) monólogos.

Capítulo 4º: Un gran reparto desperdiciado

De verdad, yo no entiendo qué incita a Von Trier para dar papeles testimoniales a intérpretes de cierto renombre. ¿Pura estrategia comercial? ¿Tomadura de pelo al actor, que luego ve como el grueso de su trabajo se queda en la sala de montaje? Porque si no es así, no entiendo la presencia de Jeremy Davies, Lauren Bacall, Chloë Sevigny o Phillip Baker Hall en los títulos de crédito. Más que de secundarios, parecen estar desempeñando el papel de mero atrezzo humano. Secundarios serían, por ejemplo, Patricia Clarkson, Stellan Skarsgård (en un papel tan ingrato como plano), Ben Gazzara o James Caan, este último rozando la autoparodia en una intervención final a lo Sonny Corleone.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Capítulo 5º: Fría Nicole; nefasto Bettany

Que la Kidman es una diva de hielo todos lo sabíamos; cosa muy diferente es que su interpretación nos deje fríos y apáticos. Su Grace (o la de Trier, que a buen seguro le ponen torete los momentos más masoquistas), aparte de representar el estoicismo personificado, aburre a las ovejas. O sea, que los vecinos del pueblo, cabronazos como ellos solos, le van subiendo paulatinamente la crueldad de los castigos… ¡y no dice nada, ni expresa queja alguna! Joder, hasta le echan un par de casquetes de cuando en cuando y sin ningún reparo por su parte, oigan. Eso no llega ni al nivel de violación. ¿De verdad este mendrugo danés me está contando que en América, cuna de libertad y hogar de valientes, donde cualquier chiflado se toma la justicia por su mano, la víctima se sometería con tanta docilidad a la voluntad de sus captores? Pues será que Dogville queda cerca de Guantánamo, digo yo.

No obstante, lo peor se encuentra en el personaje de Tom Edison (Paul Bettany), que no hace nada, ni piensa nada, ni dice nada remotamente útil. Así, no es de extrañar que Bettany se limite a poner cara de póker, de no entender ni flowers de lo que pasa en pantalla durante la totalidad del metraje. Una vez más, Trier se centra casi con exclusividad en su protagonista femenina, dejando de lado al resto, co-protagonista incluido. Si fuera actor, me quejaría, pero Bettany parece tan sumiso en la realidad como Kidman en la ficción.

Epílogo: Donde termina la crítica (y un pequeño homenaje a esa gran serie, "Los Simpson")

¡Lars, eres un monstruo! No contento con putear a Grace hasta la extenuación, encima vas y le colocas una cadena al cuello con un peso enorme al final. Esta escena tal vez suscite profundas divagaciones sobre el salvajismo de los habitantes del lugar, pero a mí sólo me recuerda aquel episodio en que Homer es expulsado de los Canteros, con una piedra enorme, “la piedra de la vergüenza” para más señas, atada al cuello. Ni que decir tiene que el castigo de Homer me pareció tronchante, mientras que el de Grace… pues también.

Sucede con estas películas para gafapastas algo muy preocupante: la pérdida de emociones puras, duras y viscerales, en favor de una suerte de emoción “prefabricada” o “enlatada”. No hay emoción propiamente dicha, sino autocomplacencia de autor, empeñado en un pomposo y estéril más difícil todavía. Hitchcock dijo una vez: “El cine es una gran sala llena de butacas vacías que hay que llenar”. Pues eso. Aplícate el cuento, amigo Lars.
23 de marzo de 2009
30 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
El comienzo ya es, en sí mismo, una provocación para toda persona del planeta que no decore su porche con cierta banderita de los webs. Al himno USA le sigue un retrato fiel de la cultura americana en su máxima expresión: habitaciones atestadas de trastos inútiles, televisores encendidos que nadie ve, el típico perro en busca de comida basura abandonada, etc. Síntomas irrefutables de una conducta patológicamente consumista, propiciada por el neocapitalismo salvaje de la era Reagan. No sin razón, el outsider Tobe Hooper intenta dinamitar semejante sistema a través de sus películas, repletas de sana diversión, sadismo y violencia. Aunque no necesariamente en ese orden.

Sin embargo, lo que en La matanza de Texas eran limitaciones presupuestarias, se transforman aquí en restricciones de carácter autoral. Entre bastidores, el todopoderoso Spielberg controlando su juguete con mano férrea, de manera que gran parte del mensaje quede diluido en un mar de moralina barata para toda la familia. En lugar de “Oh, qué madre tan valiente; cómo se juega el tipo por sus cachorros”, debería haberse escuchado “Haga algo emocionante en su puñetera vida para variar, maldito yanqui acomodado. Sacúdase el yugo de las entidades bancarias. Le traemos el jodido DisneyWorld a casa. ¡Y GRATIS!”

Porque la cosa no pintaba como una historia de buenos contra malos, coño, sino como una metáfora sobre la vida y la muerte. Si ni siquiera los pobres fantasmas hacen daño a nadie. Por eso, cuando se dice que el último acto sobra por exagerado, yo opino exactamente lo contrario: el último arrebato de furia espectral confirma el carácter desenfadado del producto y la doble moral de los votantes republicanos, más preocupados por caer en las fauces de una vagina gigante que en convertir a Irán en un montón de ruinas ardientes. ¿Moraleja? Los muertos se divierten; los vivos, no. Los muertos son libres; los vivos son esclavos. Los muertos no tienen miedo, mientras que los vivos, los vivos...
26 de noviembre de 2008
32 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
1980. Sean S. Cunningham esperó la muerte de Sir Alfred Hitchcock para plagiar Psicosis. El señor Cunningham debería pudrirse en chirona por tamaña falta de respeto hacia sus semejantes. Betsy Palmer y Adrienne King realizan horrendas interpretaciones; tampoco merecen más que presidio. Harry Manfredini manifiesta graves delirios de grandeza. Piensa que su música debe tener el empaque y la altura de un Herrmann... o de un Morricone. Su único destino es y siempre será la cárcel.

Del guión de un tal Victor Miller (residente en Alcalá-Meco, espero) hablaremos poco, o hablaremos demasiado, según se mire:

Tras el sangriento prólogo, una chica llega al pueblo de Crystal Lake. Acto seguido, la recoge un camionero que empieza a llenarle la cabeza con historias de fantasmas, cuando hace 2 minutos de reloj le recomendó no hacer caso de semejantes cuentos. La misma chavala es posteriormente recogida por un todo-terreno cuyo conductor nunca revela su rostro. Salta del vehículo y se cae de cabeza, pero en realidad se ha hecho daño en la rodilla (¿?). Por cierto, el coche parece calcado al del dueño del campamento. Guau, qué forma de jugar al despiste con el espectador. Este tío es un genio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En dicho campamento hay acercamientos sexuales entre los monitores. Mola. Luego, se producen encuentros sexuales, supuestamente para que a la madre de Jason le entre el jamacuco evangelista como en 1958. Hasta ahí, bien. Sin embargo, todos estos arrumacos llegan a ocupar una porción de metraje exagerada. Como una película porno… pero sin porno. ¿No estábamos viendo cine de terror? Requeteguau.
Hostia puta. El asesino invencible no es nadie del pueblo al que hayamos visto antes, qué va. Eso tendría alguna lógica, por mínima que fuera, sino una señora de mediana edad con mejor puntería que Robin Hood y Legolas juntos. Y capaz de rajar a tres hombres de 1.80 de estatura (la muerte de Kevin Bacon no cuenta por motivos evidentes) con la facilidad de un pescadero del mercamadrid. Pero claro, al sólo quedar una superviviente, matarla tan rápidamente habría sido problemático para rellenar 30 minutos de inútil metraje. Entonces, la muy psicópata se vuelve tan incompetente como un asesino de Fidel Castro cualquiera. Bromas aparte, la aproximación a Psycho refleja tal descaro que me dan ganas de potar. Sólo comparable en torpeza a la forma en que este giro de guión resulta expuesto, con Palmer imitando la voz de su malogrado hijo. Alucinante. Orgásmico. Sublime.
Pero ahí no acaban las tonterías, ¡ni mucho menos! Tras una persecución de suspense nulo a través del oscuro campamento (suspenso al director de fotografía), la película culmina con King cortándole la cabeza de un machetazo a la madre coraje de los cojones. Dios mío de mi vida. Si ya se ve cutre, cutre, cutre que te pongan esta muerte al ralentí, la cabeza cortada que sale por los aires ¡de un cuerpo que no salpica ni gota de sangre! es para mear y no echar gota. Así que la Palmer era en realidad un puto orco de Mordor, aunque para orcos ya están el guionista y el director. Guau, guau, guau, como diría mi perro.
Pero no quiero olvidarme del susto final, principal punto de apoyo para los que defienden esta soplaguindez. La imagen de Jason Voorhes cadáver saliendo del agua resulta tan calculadamente sorprendente, tan pretendidamente impactante, que me produce un asco atroz. Se nota que Cunningham estaba obsesionado con este golpe de efecto, hasta el punto de sacrificar todo lo demás (sentido del humor, intuición narrativa, dignidad) para llegar al mismo. Abominable. Sin mencionar que en este punto la película se mete en derroteros fantásticos que no pegan ni con cola. Luego resulta que todo ha sido un sueño. Luego la pesada de King recuerda haberlo vivido... Luego sí. No. Me voy por la calle de en medio, etc. Bah.

Muy posiblemente las haya peores: Los chicos del maíz, La matanza de Texas; la nueva generación... eso está fuera de toda duda. Pero tan despreciables, desde tantos puntos de vista, como que no.
2 de junio de 2008
42 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
Iba a intentar algo complicado; escribir una opinión sobre una película que me ha resultado pésima, sin que se note la bilis asomando por las comisuras de mi nick. Pero qué va, imposible.

Tan sólo diré que el personaje de Audrey Hepburn debería morir de manera lenta y dolorosa. Una pena, porque esta actriz me suele caer simpática, y aquí consigue que me entren ganas de patearle la cabeza. Para muestra, véase el episodio con el marido tejano. Calificarlo de gilipollez suprema sería quedarse corto.

Únicamente Blake Edwards, con una dirección dinámica y ágil, y la música de Henry Mancini consiguen salvar algo los muebles. Todo lo demás me parece despreciable.
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