Fueron varias las películas basadas en los relatos de Stephen King que miré con interés allá por los ochenta y los noventa. Y en general me gustaron, al menos en esa época de primer visionado. A casi ninguna de ellas he vuelto a ver en los años sucesivos, ni me han dado ganas de revisarlas pudiendo haberlo hecho. Y eso que soy de ver y rever en lo que al cine se refiere. Creo que hay filmes que siempre me merecerán un ulterior visionado en los años que el futuro me depare. Y hay un grupo que hizo mucho estruendo en su momento, pero que el mero decurso del tiempo ha desinflado.

Valga el introito para decir que The Shining es una de ésas. En lo que se refiere al estruendo basta ver su valoración en esta misma página. Y tiene, claro, el sello de Kubrick. Tal vez por eso me resolví a recordarla. No por sentir genuinos deseos o porque -lo cual es típico- aquel primer y lontano visionado hubiera sembrado en mí una semilla (una imagen, una impresión persistente) que estimulara más tarde una merecida revisión. Aún así le di la oportunidad.

Y terminé confirmando que The Shining es uno de esos filmes sin mayor sustancia y cuyo impacto primero se apoya más que nada en recursos de efecto. Resultó una experiencia totalmente decepcionante en cuanto a la valía argumental del trabajo (desconozco el libro, quizás sea superior en este aspecto). Pero me mereció no obstante alguna reflexión, que viene finalmente a justificar, después de todo, el postrer y más bien penoso revisionado. Lo comparto en spoiler.

Bill Paxton bien podría haberse ahorrado este debut en la dirección. La película, tal como finalmente queda estructurada, simplemente no puede tomarse en serio, yo al menos no consigo hacerlo. Junto a Bill Paxton tenemos el protagónico de Matthew McConaughey, que, habiendo también estelarizado Serenity (2019), se convierte en candidato natural al premio Mejor Actor de Películas Malísimas, disputándole el galardón al siempre nominado Nicolas Cage.

La historia va de un tipo de pueblo que vive con sus dos hijos pequeños y una buena noche experimenta una visión en la que se le encomienda liquidar por medio de un hacha ritual a unos tipos malos que aparecen enumerados en una lista. Termino en spoiler porque la cosa no da para más.

Corre el año 2023 y, habida cuenta de esta ópera prima de Andrea Molaioli del año 2007, quisiera tener disponibles muchos más trabajos de este director que los que de hecho existen. Quisiera que existan más películas así. Qué difícil es encontrar un thriller con una cabal idea directriz. Éste lo tiene todo -aun en su magnífica sencillez. El idílico paraje alpino donde transcurre la acción nos infiere ecos de purgatorio, pese a sus hechizantes bellezas naturales. Encontramos allí dolores humanos, no las baratas intrigas que mayormente componen al thriller comercial promedio. Personajes heridos, atormentados, perfectamente reales: no los perfiles estereotipados de villanos y policías de pistola en mano. Un crimen que más que crimen es una tragedia. Un investigador con mucho de psicólogo y escrutador del alma humana. Una maravilla.

Un film de diez en la dirección, en la banda sonora, en las actuaciones (Toni Servillo, simplemente); en esa historia donde el mundo parece dividido con una línea que deslinda a seres marcados por la locura o la enfermedad, estigmatizando una suerte de prurito de vida normal que no es más que una ilusión -y aquí late el meollo de su significado profundo, subliminal.

Un film más que recomendable, de visión obligada, singular, soberbio.

Interesante propuesta. No es la gran película, claro. La cosa no pasa aquí por lo fílmico, evidentemente nunca fue la idea, como lo corrobora el título del film: Jerome Bixby's The Man from Earth. La magia está en el libro -un verdadero testamento del Sr. Jerome Bixby. Porque es un ejercicio de conciencia -por llamarlo de alguna manera, sigo la idea abajo para no spoilear nada. Bastaba llevarla a la pantalla sin demasiadas pretensiones. Y funciona, eso ha quedado claro. No se sale igual después de haberla visto. Ése es su mérito.

Da grima tener que ponerle este 1 al director de El Paciente Inglés, pero lo cierto es que plasmó un bodrio tan infame que mejor hubiese resultado no hacer nada en absoluto. Aburrimiento total desde el primer segundo hasta el último sin concesiones. Un film desesperantemente mediocre y, para peor, con factura preciosista. Tanta estupidez duele en el alma. Me queda pendiente el visionado de la versión original de 1960, que supongo debe ser muy distinta de este fenomenal truño en cuya trama sólo se hilvanan casualidades tras casualidades, convenientes sólo para dibujar la historia chata, huera y hasta ridícula con la que el bueno de Anthony ha tenido a bien mancillar su carrera. Música y puesta en escena pomposas no hacen en este caso más que incrementar la sensación de asco, por quedar asociadas a un producto insufriblemente mediocre, a un guión lastimoso y a una historia inverosímil que queriendo ser suspense e intriga termina pareciéndose por momentos más -por sus formas- a una comedia de enredos.