Dicen que para hacer frente al problema de que Disney y otras compañías les estén retirando sus contenidos para abrir sus propias plataformas, Netflix ha decidido apostar por sus propias producciones. Desde luego, si "apostar por sus propias producciones" se traduce por rellenar su catálogo con churros como Campamento Alienígena, ya pueden darse por muertos.

Esto en concreto es un Stranger Things de Hacendado mezclado con los Goonies de todo a cien. Y dirigido por un individuo que fima sus películas como "McG" , que cuenta en su haber con joyas como Los ángeles de Charlie o Terminator Salvation, así que no me extraña que casi intente esconder su identidad. Aunque para dirigir esto les hubiese bastado con un muñeco sentado en una silla y tampoco hubiese sido peor el resultado.

El argumento va de la misma pandilla de chavales que lleva décadas protagonizando películas en Hollywood. Pandilla multicultural, con su cuota femenina y todos cargantes e insoportables como solo un crío made in Hollywood puede llegar a ser, que estás deseando que los aliens nos extingan, si es que el futuro va a ser que estos petardos lleguen a adultos. El caso es que están de campamento y llega una invasión alienígena y a partir de ahí se encadenan situaciones mal planteadas y peor resueltas y que hemos visto en decenas de películas antes, todo ello utilizando un nivel de efectos especiales que darían bastante pena hace diez años...

Tampoco habría que cargar demasiado las tintas en la pobre película porque no deja de ser una producción destinada al público infantil, a la que el pintoresco sistema de promoción de Netflix coloca en portada como si de una gran superproducción se tratase. el problema es que representa a la perfección la extraña y triste deriva que va tomando el catálogo de este sello, otrora referencia en el VOD y que ahora mismo empieza a emitir demasiadas señales de decadencia. Y encima, amenazan con subidas de tarifa. Que me imagino una cuota más cara para ver churros como este y me pongo muuuuy nervioso...

Siempre he creído que para hacer la reseña de una serie, habría que esperar a su conclusión. En estos tiempos en los que vivimos a velocidades absurdas y la novedad de hoy es la antigüedad de mañana, eso es imposible. Tanto más, cuanto el propio modelo de las series hace que a poco que estas triunfen se pueden prolongar indefinidamente. Pero por lo menos, en mi modesta opinión, hay que esperar a que concluya la primera temporada. No tengo nada en contra de los críticos (profesionales o aficionados) que después de ver el primer capítulo emiten sus veredictos con pasmosa seguridad, pero sinceramente, pienso que es algo muy prematuro y arriesgado.

Y si quisiera buscar un ejemplo, uno de los mejores sería El libro de Boba Fett. Todo lo que cualquiera, incluido un servidor, pudiese opinar sobre la serie de Disney + saltó por los aires en un momento dado. Hasta ese momento estábamos viendo un western espacial con todos los elementos clásicos, que tenía sus puntos fuertes en el aprovechamiento de todo el arsenal de personajes del universo Star Wars. Entre sus contras, lo poco original del argumento y el escaso carisma de su supuesto protagonista. El libro de Boba Fett tenía la difícil tarea de salir justo después de ese campanazo que fue The Mandalorian, la serie más exitosa hasta ahora de Disney +, así que era casi imposible que el nivel no cayese, y que las críticas no la moliesen a palos, incluso antes de empezar. Aún así, consciente de sus limitaciones y condicionantes, tampoco era el desastre que sus numerosos detractores le estaban adjudicando.

Y así transcurría, humilde pero no indigna, dando unas dosis de diversión moderada, con algunos problemas, pero también bastantes aciertos, hasta que pasó lo que pasó. Y aquí nos vamos a ir a la zona de spoilers porque es imposible seguir hablando de la serie sin referirse a los mismos.

Este 2020 ha sido un año terrible para todos y el cine no iba a ser una excepción. La pandemia ha retrasado estrenos, ha paralizado rodajes e incluso ha cancelado proyectos que ya tal vez nunca vean la luz. Y resulta paradójico que las dos películas de cierta repercusión que han logrado sobrevivir y nos llegan para despedirlo (aparte del Tenet del inefable Nolan) sean dos fracasos como Wonder Woman 1984 y Cielo de medianoche.

No pongo en duda la capacidad de Clooney, que ya ha firmado alguna obra notable. Tampoco desprecio el obvio interés que le puso por rodar una película de calidad, que se aleje de la mediocridad habitual. E incluso puedo apreciar el tono deliberadamente intimista y melancólico que envuelve toda la trama. Pero a pesar de todo ello, Cielo... no es una buena película. El ritmo decae del intimismo a la parsimonia, las tres historias, Augustine, los astronautas y los flashbacks del pasado de Augustine, no se complementan a pesar del giro final y el guion no acaba de coger el ritmo en ningún momento.

Además hay situaciones mal planteadas, tópicas o simplemente inverosímiles. Que además coinciden con los escasos momentos de acción que intentan romper la monotonía y el lento ritmo habitual.
Y la narración tiene un montón de agujeros que quieren que nos traguemos por la supuesta profundidad de la propuesta.

Supongo que un año tan malo no podía tener un final mejor. El pesimismo y la resignación que preside toda la cinta es un buen reflejo del estado de ánimo general. Lástima que ese sea casi su único valor.

Hubo un tiempo, cada vez más lejano, en el que estaban bastante de moda las películas del estilo de Bullet Train: comedias de acción (o películas de acción con tono de comedia) con personajes disparatados, que al mismo tiempo que ejercían o sufrían la violencia más exagerada, eran capaces de mantener diálogos absurdos sobre cualquier tema, cuanto más extravagante mejor.

El máximo exponente, de hecho se podría decir que el padre putativo, de este estilo era el Tarantino de antes de convertirse en un creído encantado de conocerse a si mismo. Somos muchos los que recordamos esos diálogos desopilantes entre tiroteo y tiroteo o antes de un duelo de katanas, tan delirantes como entretenidos. Después a Quentin le dio por creerse un autor respetable, pero esa es otra historia.

Esta es la historia de un montón de asesinos profesionales, con graves problemas mentales en su mayoría, encerrados en un tren bala, dedicándose a apuñalarse o a acribillarse a balazos mientras charlan sobre Thomas el Tren, el karma o la suerte que los acompaña. Ah, y una serpiente venenosa que va de vagón en vagón para complicar aún más las situaciones.

Es evidente que este tipo de pelis exigen la complicidad del espectador, pero una vez se la das es un entretenimiento, sostenido además en unos buenos intérpretes. Si aceptas jugar a su juego, te lo pasas bien casi todo el rato.

Porque el principal pero de la película es su excesiva duración. Más de dos horas es demasiado tiempo para una broma por muy buena que sea. Tal vez por eso, hay un momento en el que decae el ritmo y se siente la necesidad de que acabe ya. Otro pero sería lo tópico de ambientación y personajes, pero creo que eso se buscaba conscientemente por parte de los guionistas y del director.

En definitiva, una película entretenida, sencilla pero que , al contrario del 99% de las pelis de este palo que se hacen últimamente, no trata al espectador de imbécil. Ni intenta seguir ninguna agenda de las corrientes sociológicas actuales. Y ya sólo eso ya es un gran logro a estas tristes alturas...

Dice una de las muchas perlas del sabio refranero castellano que “En el país de los ciegos el tuerto es rey”. Y algo así se le puede aplicar a Boss Level. Que siendo una película tirando a normalilla, en el triste panorama actual es el tuerto que reina entre tanto desastre filmado. Y ya, dentro de la horrorosa producción propia de los servicios VOD, es un pequeño milagro. Claro que el nivel es tan bajo que cualquier cosa que tenga un mínimo de dignidad y calidad ya es motivo de celebración.

Lo cierto es que Boss Level es fácil de definir, y no hay que ser un genio para describirla como El día de la marmota con pistolas. O como Al filo del mañana con menos presupuesto. Un hombre atrapado en un bucle temporal en el que cada día muere asesinado de forma inexorable mientras trata de averiguar cómo acabó aquí y qué tiene que hacer para solucionarlo. A la nueva película de Joe Carnahan le salva el sentido del humor que trata de convertir cada escena en un chascarrillo. Y el autoconsciente tono paródico de toda la cinta. Con este material no puede intentarse nada distinto y el director lo sabe. Muchos tiros y cuchilladas a diestro y siniestro, mientras el personaje de Grillo aprende por las malas la nueva versión de otro refrán clásico, “Lo que te mata te hace más fuerte”.

Pero tampoco echemos las campanas al vuelo, la película no abandona el vuelo raso en ningún momento, por varios factores. El primero es esa inevitable querencia del cine norteamericano por la exaltación de la familia como el núcleo del universo, la razón de la existencia del ser humano y la institución indestructible y monolítica que sobrevive a cualquier contingencia, incluido el fin del mundo en cualquier variante. Boss Level intenta ser irreverente y transgresora, pero en cuanto aparece en pantalla la mujer, y no digamos el hijo, todo gira hacia el pastelismo y la más estomagante cursilería.

También es cierto que Naomi Watts se nota completamente fuera de lugar, como un pulpo en un garaje, y que Gibson está en plan “Que si acabamos pronto mis escenas, que me tengo que ir a casa a cenar”, pero como Grillo es la estrella que mantiene todo el tinglado tampoco hace falta que se lo tomen mucho en serio. Al fin y al cabo, están ahí para darle un poco de lustre al cartel y llamar la atención del posible espectador.

Pero en general, y dado el nivel actual (repito), es una película entretenida, que cumple dignamente su intención de entretener. Lo que dada la situación en la que estamos, no es poco.