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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
13 de febrero de 2013 Sé el primero en valorar esta crítica
Lo cierto es que, bien por la crisis que nos ahoga o porque queremos creer en historias de buen rollo con "happy end", la historia de este tetrapléjico burgués y de su inusual cuidador ha tocado la fibra sensible de muchos espectadores.

Y para ello se ha valido de su mejor arma: la química que desprende en pantalla esta extraña pareja. Un dúo que gusta porque se basa en el clásico: “los polos opuestos se atraen”. Y es que como en la también taquillera "Bienvenidos al norte" la gracia de esta película está en el contraste. La aristocracia francesa versus la marginalidad de la periferia de París, la música clásica vs el funky, el romanticismo epistolar vs el “vamos al grano nena”, la educación refinada vs los toques de atención con mala leche, y así sucesivamente.

Estaréis conmigo en que sus directores: Eric Toledano y Olivier Nakache, no han inventado nada nuevo. La amistad entre personajes que no tienen nada a priori en común es algo recurrente en el cine. También lo es la inmersión de un personaje en un mundo completamente nuevo para él, un mundo al que Driss no hubiera tenido acceso nunca, si Philippe (nuestra hada madrina) no le hubiera dado una oportunidad. De hecho, en algunas escenas me pareció estar asistiendo a la típica trama de cuento de hadas urbano.

Ahora bien, donde en otras películas de corte similar abunda la melaza, aquí, una de las bazas es el humor gamberro y en ocasiones políticamente incorrecto (bromas discapacitados, mofa arte abstracto…) Los diálogos, otro de los aciertos, son ágiles y muy naturales, dando mucha credibilidad a la relación surgida entre Philippe y Driss. Una relación sin prejuicios raciales ni condescendencia hacia el que está postrado en una silla de ruedas. Quizás por eso funcione tan bien.

En definitiva, estamos ante una comedia amable, divertida, sencilla, que ha logrado conectar con el público. Es más que probable que si se hubiera dado más importancia al drama social la película no hubiese logrado el mismo éxito.

Recomendado para: Personas ávidas de optimismo y que quieran salir del cine con una sonrisa en la cara.

Lo mejor: La interpretación de la pareja protagonista. Algunos puntos cómicos de Driss. La banda sonora, tanto la partitura original de corte intimista como los locos temas de Driss

Lo peor: Los personajes secundarios están poco definidos. Algunas escenas están un poco manidas. Ese cambio en la nacionalidad de uno de los protagonistas (el cuidador verdadero era árabe no africano) no me huele nada bien.

Crítica completa en: http://www.cineenconserva.com/2012/03/critica-intocable.html
@Cineenconserva
11 de agosto de 2013 Sé el primero en valorar esta crítica
Decía Jean Cocteau, que aquello que el público te critique cultívalo porque eso es lo que eres.

Pues bien, a Baz Luhrmann parte del público (¿o quizás más la crítica?) siempre le ha reprochado su excesiva puesta en escena, su barroquismo, el querer potenciar la estética y la música frente a aspectos de la trama y el desarrollo de los personajes. Exceptuando quizás su película más redonda, Moulin Rouge, el resto de sus trabajos es de dudoso resultado, sobre todo aquel tostón híbrido de aventuras y melodrama romántico llamado Australia. En el caso que nos ocupa, la última adaptación de una obra cumbre de la literatura universal del siglo XX: El gran Gatsby (Francis Scott Fitzgerald; 1925), Luhrmann sale airoso pero no triunfal.

Como ya hizo en Romeo+Julieta (1996) el australiano adapta otro libro de cabecera bajo su forma de ver el cine: derroche visual, abundancia de colores, banda sonora plagada de exitazos musicales con fecha de caducidad, movimientos de cámara a tutiplén... Sin olvidar, su predilección por potenciar el romance épico e imposible (así lo llama él) entre la pareja protagonista.

Al contrario que hizo en Romeo+Julieta (cuya historia transcurría en la actualidad), en El Gran Gatsby, Luhrmann se ha encargado de reconstruir con precisión (vestuario, decorados...) su particular visión de los felices años 20 estadounidenses, aquellos en donde la bolsa se disparaba hacia la luna, el jazz empezaba a hacer estragos y las flappers bailaban y bebían sin descontrol.

Lejos del clasicismo que imprimió Jack Clayton en su versión de este clásico (1974), el director australiano apuesta en el primer tramo por tirar la casa por la ventana, como si esto fuera un reflejo de la vida interior de sus personajes. Así, antes de que conozcamos al enigmático multimillonario del anillo, el espectador (a la par que el personaje de Tobey Maguire, el más literario y deudor de la prosa de Fitzgerald) ya ha visualizado bien qué tipo de vida llevaban muchos de los que con el crack del 29 pondrían fin a sus excesos. Fiestas sin control, mansiones que dejarían tiritando a la de Orson Welles en Ciudadano Kane, y mucha frivolidad y nadería de los ricos de alta cuna; como Daisy (Carey Mulligan), la mujer ideal para un hombre hecho a sí mismo como Jay Gatsby, por cuanto esta representa en la sociedad clasista de esa época.

Una vez que ya estamos cansados de tanta fiesta anacrónica, de tanto hip hop remezclado, de escenas salidas de un videoclip, aparece por fin el verdadero dueño de la función, que no es otro que Jay Gatsby (Leonardo Dicaprio) y a partir de entonces es cuando la película alza el vuelo y comienza a desplegar otro tipo de encantos, más centrados en los conflictos de sus personajes. Carey Mulligan (aun con un doblaje en español muy mejorable) interpreta bien aunque sin apasionamientos a una Daisy voluble y snob, y Dicaprio (¿cuántas veces dice compañero?) sabe ser enigmático al principio y cargar luego con el peso dramático de Gatsby.

Casi de puntillas -ya en el clímax- el director retrata la fragilidad del sueño americano, la imposibilidad de Gatsby de retornar al pasado como si nada hubiese sucedido, su frustración por saber que aún con mucho dinero nunca será considerado como Tom Buchanan (Joel Edgerton), pese a que hoy en día sabemos que tener dinero (por desgracia) sigue siendo la mejor carta de presentación y que Jay Gatsby no tendría porqué ocultar y preocuparse por sus pobres orígenes.

En definitiva, una adaptación que capta el espíritu de esa época y que arriesga en el apartado visual pero que carece de la fuerza dramática de la historia que contaba Moulin Rouge.

Lo mejor: Dicaprio, la escena en donde Gatsby y Daisy se reencuentran tras cinco años, la voz en off del personaje de Tobey Maguire, Nick Carraway. Puesta en escena. La canción Love is a drug de Bryan Ferry.

Lo peor: Que el romance no sea inolvidable, que en general la película se olvida pronto.

Más en http://www.cineenconserva.com/
@Cineenconserva
28 de enero de 2013 Sé el primero en valorar esta crítica
Precedida por un corto maravilloso llamado Paperman, la película comienza con una voz en off de Ralph, un villano de 8 bits cansado de ser siempre el malo de la función, y que trabaja en Wreck it Ralph!, un videojuego que acaba de cumplir 30 años y que está protagonizado por Arregla Félix Jr, el típico bueno.

Como ya sucedía en Toy Story o Monstruos S.A, el inicio del filme es redondo y sirve para presentarnos un mundo mágico en donde no existen límites. Los personajes virtuales (tanto los de 8 bits como los de última generación) tienen una vida más allá de la función informática para la que fueron diseñados. Pero como pasaba en los otros dos títulos mencionados, su felicidad está ligada al uso humano. Así pues, pobre de aquellos personajes cuyo juego ha sido desenchufado o ya no está de moda.

Ya de entrada, la premisa es rompedora y un caramelito para todos los que hemos sido un poco jugones. Resulta que la princesa Peach, Sonic, PacMan y otros muchos trabajan en una especie de estación central en donde no pueden incumplirse una serie de reglas; por ejemplo, un personaje no puede pasarse a otro juego, ni mucho menos morir en otro juego que no sea el suyo, ya que no generaría una nueva vida. Pero en las películas de Disney las reglas están para romperse, y Ralph, nuestro antihéroe (con cierta semejanza a Shrek) emprenderá un viaje por otros juegos con el fin de cambiar su destino.

Dirigida por Rich Moore (un veterano que ha trabajado para grandes series como Los Simpson o Futurama) la película combina el amor por esos videojuegos de antaño con una trama de aventuras con mensaje, al más puro estilo Disney. Tiene dos partes muy diferenciadas dirigidas a un público diferente. Su primera parte (para mí la mejor) contiene numerosos guiños y muchísimas referencias al universo de los videojuegos (Ojo: algunas de estas referencias solo serán descubiertas por los más entendidos).

Después, una vez que Ralph aterriza en otro juego más dulce y calórico, una especie de Super Mario Kart para chicas, la película se vuelve un pelín más convencional y se adapta a un público más infantil. ¡Rompe Ralph! se edulcora y se vuelve menos gamberra, las bromas -sobre todo las de su fiel amiga Vanellope se adecuan también a un espectador de menor edad.

En definitiva, Moore firma una estupenda película de animación para mí superior a la propuesta de Pixar de este año, Brave.

Lo mejor: Arregla Félix Jr, un personaje encantador con cierto aire al fontanero más famoso de Nintendo. La terapia de malos a la que asiste Ralph cuyo credo es: "Soy un malo y eso es bueno, jamás seré bueno y eso no es malo. Y no me cambiaría por nadie" Los muchos guiños que hay a la cultura popular, desde la Coca Cola, a los videojuegos clásicos, pasando por películas como Alien. El trabajo de animadores.

Lo peor: El mundo de Sugar Rush puede empachar un poco. Que algunos crean que solo es una peli para niños.

Crítica completa en www.cineenconserva.com
@Cineenconserva
11 de agosto de 2013 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ritmo del conocido volare comienza "A Roma con Amor", película del prolífico Woody Allen, siempre recordado por obras maestras como Manhattan o Annie Hall, y que en esta ocasión, nos invita a reírnos con una comedia tópica sí, pero nunca aburrida.

Superior a Vicky Cristina Barcelona, lo que no era muy difícil, algo inferior al cuento de Midnight in Paris, esta última postal europea rinde homenaje a esas comedias italianas de los años 60, en donde aparecen esculturales señoritas y situaciones de cama y enredo, pero también hay tiempo para la crítica (obsesión de la gente corriente por la fama) y para gags y diálogos realmente graciosos.

Eso sí, Allen no deja atrás ningún tópico o estereotipo italiano (el Carusso, la mamma cocinera, el carácter pasional de los italianos, la música…) pero también arremete como es habitual en él con los neoyorquinos (frívolos, materialistas y snobs).

Es obvio que no estamos ante un peliculón pero sería injusto no reconocer que en esta coproducción aún pervive el toque maestro de Allen a la hora de narrar -con humor y a veces surrealismo- un conjunto de historias.

El problema es que estas cuatro historias (ver argumento) transcurren con desigual resultado y en conjunto, la película se resiente pero no decepciona. Como suele suceder en este tipo de producciones: unas te interesan más que otras, y el montaje no ayuda mucho, ya que los episodios se intercalan entre sí con diferente ritmo y espacio temporal. De entre todas las historias, me quedo con aquella en donde aparece el propio Woody. Esos padres (W. Allen y Judy Davis) que viajan a Italia para conocer al prometido de su hija, con el evidente choque cultural y otras situaciones hilarantes que es mejor no revelar. Y es que Allen, el muy ladrón, se reserva algunas de las mejores frases para su personaje. Momentos irresistibles para quienes somos fans de su personaje neurótico, hipocondríaco e inseguro.


El plantel de actores que transita por las ruinas romanas es correcto, porque todos tienen talento, pero sobresalen los más maduros. Así, Judy Davis, está perfecta en el papel de esposa de Allen, una psicoanalista que ejerce 24 horas al día. También brilla Alec Baldwin, quien da vida a un arquitecto de éxito que aconseja en términos amorosos a su alter ego de joven (Jesse Eisenberg). En cuanto a los actores italianos; la pareja protagonista de una de las historias más picaronas (Alessandro Tiberi y Alesandra Mastronardi) resulta ingenua y encantadora, sobre todo ella. Y bueno, Benigni hace de Benigni en un papel que le va como anillo al dedo, aunque al final se haga algo pesado. No puedo olvidarme de nuestra actriz más internacional: Penélope Cruz. Ella encarna a Anna, una prostituta en la línea de la meretriz que le gusta a Allen, aquella que es profesional y que está encantada con dar placer a los hombres. La actriz madrileña con su carnalidad y descaro, sabe sacarle provecho a este pequeño personaje.

En definitiva, aunque no sea lo mejor de este genio, A Roma con Amor es una divertida comedia coral, que tiene como escenario y nexo una de las más bellas ciudades del mundo, y cuya melodía burlona no se te quitará de la cabeza.

Lo mejor: El personaje de (Jerry Woody Allen), la subtrama del cantante de ópera aficionado, que Allen sigue escribiendo buenos chistes.

Lo peor: La historia de la pareja provinciana recién casada recuerda más a películas verderonas de Jaimito que a El Decamerón de Bocaccio (libro que ha servido de inspiración para el director). Es una de Woody pero ligerita
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