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7.2
49,998
7
30 de septiembre de 2021
30 de septiembre de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dune es sin ningún tipo de dudas el blockbuster del año. Una obra cinematográfica de una calidad indudable, intachable, pulcra. Una cinta tecnológicamente colosal que, y pese a su hándicaps narrativos, perdura en la memoria por la fastuosidad y babilónica recreación de un universo nuevo, vivo, profundo e infinito, que dentro de las limitaciones del género, brilla por lo orgánico que resulta en la mayoría de las ocasiones el sólo hecho de contemplarlo, habitar sus mundos y recrearse con sus entornos y espacios. El diseño de producción y el aparato técnico (VFX) ayudan en este sentido, siendo su factura final de primer orden (hace tiempo que no veía cosa igual), superando también a las dos anteriores películas de Villeneuve (La llegada y Blade Runner 2049).
Quizás se pierde el contraste fotográfico tan marcado que teníamos en BR 2049, así como la utilización de las imágenes como expresividad poética y no tanto decorativa, o esos conflictos más psicológicos y densos de los primeros trabajos del director (Prisioners, Enemy). Aún con todo, la decisión de quitar peso a los personajes para dárselo a la historia y al diseño artístico no resulta nunca suficiente escollo para alejarnos de su esencial mensaje.
Villenueve logra imponerse, marcar su territorio, dejar su impronta como director consagrado. Sienta las bases de lo que una adaptación debería ser, pues gran parte de la mitología (términos, casas, dinastías, leyes y reglas…) termina por llegar al espectador de manera liviana, mediante la dramatización de los diálogos y las descripciones de los lugares, sin ser ni demasiado expositiva ni demasiado confusa, lo cual era difícil. Poco puedo hablar de la fidelidad de los personajes con respecto a las novelas, ya que aún no las he leído, pero sí puedo confirmar que ninguno de ellos desentona, algunos rinden a mejor nivel (la mejor en este sentido es para mí Jessica Atreides), otros apenas si nos esbozan un bosquejo de su carácter y dimensión. Pero lo que sí es seguro es que cada individuo se siente parte singular de su sociedad, están definidos a la perfección desde el segundo uno, algo de agradecer en casos donde existe un elenco de ésta envergadura.
En cuanto al guión, éste es quizás el punto que más divisiones me genera, pues por un lado tenemos una ambientación atmosférica avasalladora (una obra de género colosal), y por otro lado una estructura de la historia que no consigue calibrar bien sus puntos de inflexión (apenas existen 4 grandes acontecimientos que hacen cambiar y mover la historia), no tanto por una falta de medición de escenas (el ritmo de montaje y el tempo es el adecuado tratándose del director) sino porque pierde cierto impulso con los últimos 40-50 minutos, quizás debido a que la acción tiene lugar en un único espacio y locación, lo que hace que la vista se termine acostumbrando tanto que acabe por provocar rechazo. Además está el tema del clímax. Su punto culminante no es todo lo bombástico que se podría esperar, es adecuado a la premisa y tema que plantea de inicio su incidental desencadenante (los sueños de Paul), pero cae lentamente, sin demasiado énfasis, y sin recrearse en su trascendencia a futuro (?). Se nota en este sentido la división en dos partes, y por tanto a esta primera entrega como un prólogo, un aviso de lo que aún está por llegar. Asimismo, la narrativa sigue el arquetipo del héroe, el monolito de Joseph Campbell que en tantas e innumerable épicas espaciales (y no espaciales) hemos visto recientemente (Interstellar sería uno de ellos, sin ir muy lejos). Un viaje del héroe (el de Paul, obvio) cuyo arco también queda inconcluso, a merced del estreno de la, esperemos, inminente secuela.
Ya para finalizar, la labor musical de Zimmer entra dentro de sus mejores trabajos, ofreciendo un abanico de motivos musicales para cada tema, algunos sinuosos ("Bene Gesserit"), otros exóticos ("Dream of Arrakis", "Armada"), otros más místicos ("Paul´s dream"), melódicos ("Night on Arrakis"), pero todos en un constante in crescendo, una dinámica que se ensambla a los efectos sonoros para darle esa halo de magnificencia que ha de poseer toda gran Space Opera.
Como conclusión, Dune es lo que esperaba de ella. Posee una dimensión única, inabarcable, hechizante, sideral. No se conforma con la letra, busca prevalecer, resistirse al paso del tiempo, y lo logra (más en su vertiente netamente cinematográfica que en su simple guión/narrativa). La canción del Dune de Villenueve resuena ya con la fuerza de las grandes leyendas. Es real, tangible. Una experiencia que hay que vivir sí o sí en una sala de cine. Y si es posible más de una vez.
Quizás se pierde el contraste fotográfico tan marcado que teníamos en BR 2049, así como la utilización de las imágenes como expresividad poética y no tanto decorativa, o esos conflictos más psicológicos y densos de los primeros trabajos del director (Prisioners, Enemy). Aún con todo, la decisión de quitar peso a los personajes para dárselo a la historia y al diseño artístico no resulta nunca suficiente escollo para alejarnos de su esencial mensaje.
Villenueve logra imponerse, marcar su territorio, dejar su impronta como director consagrado. Sienta las bases de lo que una adaptación debería ser, pues gran parte de la mitología (términos, casas, dinastías, leyes y reglas…) termina por llegar al espectador de manera liviana, mediante la dramatización de los diálogos y las descripciones de los lugares, sin ser ni demasiado expositiva ni demasiado confusa, lo cual era difícil. Poco puedo hablar de la fidelidad de los personajes con respecto a las novelas, ya que aún no las he leído, pero sí puedo confirmar que ninguno de ellos desentona, algunos rinden a mejor nivel (la mejor en este sentido es para mí Jessica Atreides), otros apenas si nos esbozan un bosquejo de su carácter y dimensión. Pero lo que sí es seguro es que cada individuo se siente parte singular de su sociedad, están definidos a la perfección desde el segundo uno, algo de agradecer en casos donde existe un elenco de ésta envergadura.
En cuanto al guión, éste es quizás el punto que más divisiones me genera, pues por un lado tenemos una ambientación atmosférica avasalladora (una obra de género colosal), y por otro lado una estructura de la historia que no consigue calibrar bien sus puntos de inflexión (apenas existen 4 grandes acontecimientos que hacen cambiar y mover la historia), no tanto por una falta de medición de escenas (el ritmo de montaje y el tempo es el adecuado tratándose del director) sino porque pierde cierto impulso con los últimos 40-50 minutos, quizás debido a que la acción tiene lugar en un único espacio y locación, lo que hace que la vista se termine acostumbrando tanto que acabe por provocar rechazo. Además está el tema del clímax. Su punto culminante no es todo lo bombástico que se podría esperar, es adecuado a la premisa y tema que plantea de inicio su incidental desencadenante (los sueños de Paul), pero cae lentamente, sin demasiado énfasis, y sin recrearse en su trascendencia a futuro (?). Se nota en este sentido la división en dos partes, y por tanto a esta primera entrega como un prólogo, un aviso de lo que aún está por llegar. Asimismo, la narrativa sigue el arquetipo del héroe, el monolito de Joseph Campbell que en tantas e innumerable épicas espaciales (y no espaciales) hemos visto recientemente (Interstellar sería uno de ellos, sin ir muy lejos). Un viaje del héroe (el de Paul, obvio) cuyo arco también queda inconcluso, a merced del estreno de la, esperemos, inminente secuela.
Ya para finalizar, la labor musical de Zimmer entra dentro de sus mejores trabajos, ofreciendo un abanico de motivos musicales para cada tema, algunos sinuosos ("Bene Gesserit"), otros exóticos ("Dream of Arrakis", "Armada"), otros más místicos ("Paul´s dream"), melódicos ("Night on Arrakis"), pero todos en un constante in crescendo, una dinámica que se ensambla a los efectos sonoros para darle esa halo de magnificencia que ha de poseer toda gran Space Opera.
Como conclusión, Dune es lo que esperaba de ella. Posee una dimensión única, inabarcable, hechizante, sideral. No se conforma con la letra, busca prevalecer, resistirse al paso del tiempo, y lo logra (más en su vertiente netamente cinematográfica que en su simple guión/narrativa). La canción del Dune de Villenueve resuena ya con la fuerza de las grandes leyendas. Es real, tangible. Una experiencia que hay que vivir sí o sí en una sala de cine. Y si es posible más de una vez.
Cortometraje

5.8
55
6
21 de julio de 2021
21 de julio de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Éste cortometraje, de apenas 17 minutos de duración, es un derroche de desparpajo y guiños estéticos que sin duda aguarda para todo aquél que busque refugio en tiempos mejores. Luis Belda nos muestra en su ópera prima una historia de cuatro chavales, amigos desde la infancia, que cada tarde se sientan frente a frente en partidas de rol, acompañados por un par de palomitas, unas cuantas cervezas y las vívidas experiencias que brinda la imaginación. Aunque sin lugar a dudas, lo relevante, la esencia y principal tema del corto, es el valor de la amistad. Si bien tenemos tres personajes (Teo Planell -Zipi y Zape, 2016-, Miguel Millán, y Javier Bodaló -30 monedas, 2020-) es la aparición de un cuarto (Nuno Gallego) quien servirá como incidente catalizador para que la moraleja llegue con mayor acierto a ojos del público. Sin desvelar nada, diré que Luis Belda aprovecha muy bien los tiempos de su universo, y rehusando de flashbacks y tramas subyacentes que pudieran ralentizar la trama central, otorga al protagonista principal (Álvaro) el peso dramático que debería, mientras análogamente (apenas con insinuaciones y acciones físicas) centra y da contexto histórico a la complicada relación que éste mantiene con Sebastián. De esta forma, la última partida que da nombre al título será un juego a vida y muerte (metafóricamente hablando) entre el pasado y el presente de dos personas que tantos buenos ratos hubieron pasado.
Empero, lejos del monomito temático con el que juega el guion del cortometraje, lo que más me ha sorprendido es la selección de temas musicales y efectos de sonido, en lo que termina por convertirse, como bien decía al principio de mí crítica, en una revivencia constante a cintas como Los Goonies, Jumanji e incluso la primera temporada de Stranger Things (sí, definitivamente creo que ésta historia tiene potencial para una serie, así que ándate con ojo Netflix). Por si fuera poco, el acompañamiento estético, con una buena temperatura de foto y una más que formal limpieza visual, dan mayor énfasis a la atmósfera noventera que hace vibrar las fuerzas primarias de la obra, enmarcada ésta en un género y una ambientación que aprovechan aquí sus convenciones al máximo y de manera harto inteligente. Por último, querría destacar la excelente labor en el campo de los efectos, tanto especiales como prácticos (maquillaje incluido), que corren a cargo de Daniel Villegas Galvéz y Mikel Hernando, chapó por ellos dos. Me han dejado atónito, y demuestran una vez más cómo con tan poco se puede hacer tanto. Espectacular. Y lo mismo para David Fernández, responsable de una equilibrada dirección artística, que nos regala una serie de grafismos visuales que sin lugar a equívoco alegrará a los más nostálgicos de este tipo de productos.
Ya para finalizar, y por decir algo negativo, quizá la interpretación de Nuno Gallego esté algo sobrecargada, demasiado forzada en los compases finales y durante el clímax narrativo, ralentizando así el ritmo interno, y quedando bastante desbancado por el resto del reparto (sorprendente Miguel Millán), que dejan ver sus cualidades interpretativas en una historia minimalista pero con sustancia.
En definitiva, "La última partida" posee las cualidades innatas de la imaginación, que se hacen ver gracias a la labor conjunta de todas sus áreas creativas, otorgándonos una historia pequeña pero que alberga en su seno la innegable autenticidad de un mensaje honesto y universal: ¡Qué viva la amistad!
Empero, lejos del monomito temático con el que juega el guion del cortometraje, lo que más me ha sorprendido es la selección de temas musicales y efectos de sonido, en lo que termina por convertirse, como bien decía al principio de mí crítica, en una revivencia constante a cintas como Los Goonies, Jumanji e incluso la primera temporada de Stranger Things (sí, definitivamente creo que ésta historia tiene potencial para una serie, así que ándate con ojo Netflix). Por si fuera poco, el acompañamiento estético, con una buena temperatura de foto y una más que formal limpieza visual, dan mayor énfasis a la atmósfera noventera que hace vibrar las fuerzas primarias de la obra, enmarcada ésta en un género y una ambientación que aprovechan aquí sus convenciones al máximo y de manera harto inteligente. Por último, querría destacar la excelente labor en el campo de los efectos, tanto especiales como prácticos (maquillaje incluido), que corren a cargo de Daniel Villegas Galvéz y Mikel Hernando, chapó por ellos dos. Me han dejado atónito, y demuestran una vez más cómo con tan poco se puede hacer tanto. Espectacular. Y lo mismo para David Fernández, responsable de una equilibrada dirección artística, que nos regala una serie de grafismos visuales que sin lugar a equívoco alegrará a los más nostálgicos de este tipo de productos.
Ya para finalizar, y por decir algo negativo, quizá la interpretación de Nuno Gallego esté algo sobrecargada, demasiado forzada en los compases finales y durante el clímax narrativo, ralentizando así el ritmo interno, y quedando bastante desbancado por el resto del reparto (sorprendente Miguel Millán), que dejan ver sus cualidades interpretativas en una historia minimalista pero con sustancia.
En definitiva, "La última partida" posee las cualidades innatas de la imaginación, que se hacen ver gracias a la labor conjunta de todas sus áreas creativas, otorgándonos una historia pequeña pero que alberga en su seno la innegable autenticidad de un mensaje honesto y universal: ¡Qué viva la amistad!

6.6
46,056
7
24 de diciembre de 2021
24 de diciembre de 2021
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Don’t Look Up es el último gran estreno que tiene Netflix preparado para este final de año, y uno de los proyectos más esperados, gracias en gran medida a su meteórico casting. También supone el regreso del conocido y reputado director de comedias Adam McKay, cuyo último film, Vice (2017), contenía algunos de los registros tonales y tópicos propios de un género (el de la comedia satírica con toques de humor negro), al que retorna en esta maravillosa y espectacular producción. Para el caso que nos ocupa, una vez más el énfasis está puesto en la ridiculización y exposición de la ineptitud de las figuras públicas (representantes políticos, periodísticos y sociales) en el mundo moderno, ahora bajo la amenaza de una catástrofe física/espacial. Don’t Look Up termina siendo más de lo que se esperaba de ella (al menos por parte de un servidor). Es ante todo un producto de calidad, eficaz en su plan de ruta, tremendamente convincente, temáticamente sólida. En ningún momento de sus más de 120 minutos se sale del discurso acordado. Por ello, su visionado será un exquisito deleite para todo aquel que frecuente este tipo de historias.
Hablando más en profundidad sobre la constitución (estructura, trama, escenas y diálogos, etc.) de esta vibrante y jocosa sátira diré que McKay acierta en todo aquello que se propone. Todo lo que hace en Don’t Look Up lo lleva a cabo con la eficiencia y precisión de un reloj suizo. No por nada la propia premisa (la inminente e imparable llegada de un asteroide a la tierra) garantiza de por sí un ritmo trepidante, repleto de bifurcaciones argumentales de lo más bizarras e hilarantes. Algunos de estos giros (siempre en tono de mofa) sacarán más de una carcajada (bendita seas Maryl Streep) y te mantendrán pegado al asiento desde su inicio hasta su climático desenlace. A nivel más personal, me ha sorprendido cuán inteligentemente logra McKay ensamblar el ritmo de montaje (externo) y el ritmo narrativo (interno), ofreciendo secuencias de gran dinamismo, donde cada personaje queda definido a través del modo en que se realizan los cortes entre plano y plano (observen la diferencia inicial entre los PDV de Di Caprio y el de Lawrence, y compáralo con sus PDV finales). Esta alternancia entre distintos puntos de vista está destinada a ofrecer siempre la forma más eficaz de resolver los conflictos (sociales y personales) entre los propios personajes. No por nada uno de los mecanismos cómicos más genuinos y acertados del film es el de contemplar como dos de los más reputados e inteligentes científicos (excelentes Dicaprio y Lawrence), aislados de la sociedad (la película abre en un entorno cálido de desinteresada familiaridad), emprenden un viaje hacia el salvaje y caótico mundo de la política, la televisión y el escarnio público. Será durante este descenso a los infiernos, poblado por una incontable ristra de deplorables, grotescos e inmorales representantes de las más altas esferas, donde tendrán lugar muchos de los momentos más memorables del film. Con todo, McKay logra, mediante la semántica contrastada de las imágenes y la cadencia rítmica del montaje, sacar a la luz la preocupante incomunicación en una era donde la globalización y la electrónica digital han abolido todo rastro de humanidad. Sus resultados en este sentido son triunfales.
Así mismo, no hay que dejar pasar la esencialidad con que explora la verdad (quizás éste sea uno de los variados temas que ataca la película), diseccionándola desde distintos rangos, con todos sus matices y toda la complejidad que es posible en este tipo de películas; por un lado tenemos la verdad objetiva y conocida, la científica que promueven los protas; la verdad según los políticos, taimada y codiciosa; la verdad según la prensa, ambigua y ambivalente; la verdad según la TV pública, sensacionalista y edulcorada; o en última instancia la verdad según los representantes y voces más importantes del pueblo, convertida en el meme de turno. Aunque no es tanto lo que se busca a través de la verdad que representamos y nos representa, sino el método con que se plasma en pantalla. Para ello la estructura es primordial, un esqueleto que discurre aquí escalonadamente, con un problema que crece exponencialmente hasta alcanzarnos a todos (¿el meteorito es la verdad?), sin remedio*. Me recordó al juego del teléfono descacharrado, donde la frase o palabra dicha al final nada tiene que ver con la que se dijo inicialmente.
Hablando más en profundidad sobre la constitución (estructura, trama, escenas y diálogos, etc.) de esta vibrante y jocosa sátira diré que McKay acierta en todo aquello que se propone. Todo lo que hace en Don’t Look Up lo lleva a cabo con la eficiencia y precisión de un reloj suizo. No por nada la propia premisa (la inminente e imparable llegada de un asteroide a la tierra) garantiza de por sí un ritmo trepidante, repleto de bifurcaciones argumentales de lo más bizarras e hilarantes. Algunos de estos giros (siempre en tono de mofa) sacarán más de una carcajada (bendita seas Maryl Streep) y te mantendrán pegado al asiento desde su inicio hasta su climático desenlace. A nivel más personal, me ha sorprendido cuán inteligentemente logra McKay ensamblar el ritmo de montaje (externo) y el ritmo narrativo (interno), ofreciendo secuencias de gran dinamismo, donde cada personaje queda definido a través del modo en que se realizan los cortes entre plano y plano (observen la diferencia inicial entre los PDV de Di Caprio y el de Lawrence, y compáralo con sus PDV finales). Esta alternancia entre distintos puntos de vista está destinada a ofrecer siempre la forma más eficaz de resolver los conflictos (sociales y personales) entre los propios personajes. No por nada uno de los mecanismos cómicos más genuinos y acertados del film es el de contemplar como dos de los más reputados e inteligentes científicos (excelentes Dicaprio y Lawrence), aislados de la sociedad (la película abre en un entorno cálido de desinteresada familiaridad), emprenden un viaje hacia el salvaje y caótico mundo de la política, la televisión y el escarnio público. Será durante este descenso a los infiernos, poblado por una incontable ristra de deplorables, grotescos e inmorales representantes de las más altas esferas, donde tendrán lugar muchos de los momentos más memorables del film. Con todo, McKay logra, mediante la semántica contrastada de las imágenes y la cadencia rítmica del montaje, sacar a la luz la preocupante incomunicación en una era donde la globalización y la electrónica digital han abolido todo rastro de humanidad. Sus resultados en este sentido son triunfales.
Así mismo, no hay que dejar pasar la esencialidad con que explora la verdad (quizás éste sea uno de los variados temas que ataca la película), diseccionándola desde distintos rangos, con todos sus matices y toda la complejidad que es posible en este tipo de películas; por un lado tenemos la verdad objetiva y conocida, la científica que promueven los protas; la verdad según los políticos, taimada y codiciosa; la verdad según la prensa, ambigua y ambivalente; la verdad según la TV pública, sensacionalista y edulcorada; o en última instancia la verdad según los representantes y voces más importantes del pueblo, convertida en el meme de turno. Aunque no es tanto lo que se busca a través de la verdad que representamos y nos representa, sino el método con que se plasma en pantalla. Para ello la estructura es primordial, un esqueleto que discurre aquí escalonadamente, con un problema que crece exponencialmente hasta alcanzarnos a todos (¿el meteorito es la verdad?), sin remedio*. Me recordó al juego del teléfono descacharrado, donde la frase o palabra dicha al final nada tiene que ver con la que se dijo inicialmente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ya en sus cotas finales la película alcanza un clímax más propio de una cinta de catástrofes. Sin embargo este dramatismo que contiene la secuencia, sin ambages ni fatuidad, parece desconectarse del resto de la obra. Aunque entiendo que alguno pueda interpretarlo maliciosamente como una intención de promover un mensaje ecologista, a mí en lo personal no me lo parece. Es precisamente ahí, al final de todo, donde se da respuesta a la pregunta que venimos formulando desde los primeros minutos: ¿merecemos ser salvados? ¿es el meteorito la consecuencia natural de nuestras acciones históricas y por tanto nuestro único destino posible?. Escena tras escena, acción tras acción (la cinta se viste con imágenes recurrentes que inciden en la naturaleza estúpida y egoísta del hombre civilizado), la causalidad nos guía hasta ese único final posible, un problema que tiene muchos nombres (coronavirus, cambio climático, desigualdad…) pero que saca a la luz lo fallido de un sistema que en casos extremos como estos nada puede hacer sino mirar hacia abajo.
*El final, esa última cena donde los personajes rezan, hablan sobre lo vivido y brindan por el infructuoso aunque incesante empeño, deja abierta una vía para regresar a la cordura, hacer equipo y afrontar unidos cualquier futura crisis mundial. Es una llamada al despertar social que yo he decidido aplaudir y aceptar.
*El final, esa última cena donde los personajes rezan, hablan sobre lo vivido y brindan por el infructuoso aunque incesante empeño, deja abierta una vía para regresar a la cordura, hacer equipo y afrontar unidos cualquier futura crisis mundial. Es una llamada al despertar social que yo he decidido aplaudir y aceptar.

7.8
5,626
8
14 de junio de 2020
14 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Mundo Sigue es la octava película de Fernando-Fernán Gómez, quién escribe y protagoniza está adaptación del libro homónimo de Juan Antonio de Zunzunegui, una descarnada pero realista representación de la problemática social de la España de postguerra. Cierra así la trilogía iniciada en 1958 con la Vida por Delante, y que continuó un año después con la Vida Alrededor.
El propio director financió buena parte del presupuesto de la obra, la cual pasó hasta en dos ocasiones por el estricto código censor, convirtiéndose, como tantas otras, en víctima de la escasa libertad de distribución artística que por aquellos tiempos poseía el medio cinematográfico nacional. Fue finalmente estrenada de forma clandestina en 1965, dos años después de la fecha de finalización del rodaje (63), en el cine de Buenos Aires (Bilbao). La empresa Nueva Films se hizo cargo de su distribución, aunque la desaparición de esta 3 años más tarde dejó a la cinta en tierra de nadie. Pese a las reposiciones graduales llevadas a cabo por distintos medios televisivos, la influencia del Mundo Sigue pasó desapercibida hasta 5 décadas después, cuando Contracorriente Films reeditó el metraje original de la película y lo llevó nuevamente a los cines. Así, la obra alcanzó la categoría de culto, siendo considerada por muchos como una de las obras más trascendentes de su autor, al tiempo que se erige como una perfecta idealización de las complejas divergecias políticas y sociales del nacionalismo español de los años 50-60.
Con todo, esta obra maestra refleja la conflictividad externa, enquistada en las raíces culturales del país, mediante el drama interno de una familia de bajo rango social. La idealización de las dos hermanas, Luisa (Gemma Cuervo) y Eloísa (Lina Canalejas), supone a su vez la representación metafórica de las imperantes ideologías conservadoras y moralistas del régimen franquista. Una es rica, la otra pobre, entre ambas emana un odio ardiente y visceral, casi cainita, que ejemplifica brillantemente las grietas e instersticios que asoman por el complejo acervo español, henchido de hipocresía, misoginia, paternalismo, machismo, avaricia y venganza reprimida. Aunque el Mundo Sigue es más que una crítica de tiempos pretéritos, ya que su condición de bomba social (una hostia con toda la mano abierta) llega hasta nuestros días, abriéndonos las puertas de un discurso feminista donde se pregona el rol de la mujer como una pieza clave en el desarrollo económico y familiar de una nación historicamente masculina. Técnicamente la película desprende un aura realista que hace eco de las vanguardias europeas, especialmente del neorrealismo italiano, al tiempo que sirve como ejercicio etnográfico del recinto madrileño de Maravillas, lugar donde se ambienta la acción. Los planos y movimientos de cámara son atrevidos (p.planos, travellings, panorámicas, barridos...). El montaje combina la superposición de imagenes con fundidos encadenados y un exquisito uso del discurso introspectivo, que vale para exteriorizar la dicotomía entre el pensamiento y la acción, en un intento por conservar intacto el orgullo y la dignidad del ciudadano medio.
El propio director financió buena parte del presupuesto de la obra, la cual pasó hasta en dos ocasiones por el estricto código censor, convirtiéndose, como tantas otras, en víctima de la escasa libertad de distribución artística que por aquellos tiempos poseía el medio cinematográfico nacional. Fue finalmente estrenada de forma clandestina en 1965, dos años después de la fecha de finalización del rodaje (63), en el cine de Buenos Aires (Bilbao). La empresa Nueva Films se hizo cargo de su distribución, aunque la desaparición de esta 3 años más tarde dejó a la cinta en tierra de nadie. Pese a las reposiciones graduales llevadas a cabo por distintos medios televisivos, la influencia del Mundo Sigue pasó desapercibida hasta 5 décadas después, cuando Contracorriente Films reeditó el metraje original de la película y lo llevó nuevamente a los cines. Así, la obra alcanzó la categoría de culto, siendo considerada por muchos como una de las obras más trascendentes de su autor, al tiempo que se erige como una perfecta idealización de las complejas divergecias políticas y sociales del nacionalismo español de los años 50-60.
Con todo, esta obra maestra refleja la conflictividad externa, enquistada en las raíces culturales del país, mediante el drama interno de una familia de bajo rango social. La idealización de las dos hermanas, Luisa (Gemma Cuervo) y Eloísa (Lina Canalejas), supone a su vez la representación metafórica de las imperantes ideologías conservadoras y moralistas del régimen franquista. Una es rica, la otra pobre, entre ambas emana un odio ardiente y visceral, casi cainita, que ejemplifica brillantemente las grietas e instersticios que asoman por el complejo acervo español, henchido de hipocresía, misoginia, paternalismo, machismo, avaricia y venganza reprimida. Aunque el Mundo Sigue es más que una crítica de tiempos pretéritos, ya que su condición de bomba social (una hostia con toda la mano abierta) llega hasta nuestros días, abriéndonos las puertas de un discurso feminista donde se pregona el rol de la mujer como una pieza clave en el desarrollo económico y familiar de una nación historicamente masculina. Técnicamente la película desprende un aura realista que hace eco de las vanguardias europeas, especialmente del neorrealismo italiano, al tiempo que sirve como ejercicio etnográfico del recinto madrileño de Maravillas, lugar donde se ambienta la acción. Los planos y movimientos de cámara son atrevidos (p.planos, travellings, panorámicas, barridos...). El montaje combina la superposición de imagenes con fundidos encadenados y un exquisito uso del discurso introspectivo, que vale para exteriorizar la dicotomía entre el pensamiento y la acción, en un intento por conservar intacto el orgullo y la dignidad del ciudadano medio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Destacan las escenas de acoso sexual a Eloísa, los flashbacks de Luisa y su madre, el robo de Faustino, así como el trágico desenlace del film, tan impactante como desoladoramente pesimista.
8
10 de enero de 2018
10 de enero de 2018
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Critica núm.1 en Filmaffinity
El acoso, el fanatismo mediático, la presión social, la sombra del éxito o el profundo análisis de nuestros sueños e ilusiones se exponen de manera brillante en esta obra maestra de la animación. El mestizaje de estilos que su director Satoshi Kon nos ofrece durante los 78 minutos que dura el film es digno de encomio, pasando por momentos de auténtico drama, hasta un thriller con tintes de terror puramente psicológico.
Mima es una cantante perteneciente al famoso grupo de pop "CHAM". Sin embargo, su vida cambia drásticamente cuando se ve obligada tomar una dura decisión que la conducirá inexorablemente al derrumbe psicológico que traerá consigo la ruptura de una personalidad que su brillante reputación le había ayudado a formar.
Perfect Blue se muestra atrevida, con una vivaz ritmo de la trama y con personajes desdibujados por sus acciones, se mueve bajo los hilos de la psique humana y la critica hacia diferentes puntos de una sociedad de vastas y oscuras imperfecciones. El mundo de la fama es el pincel que utiliza estratégicamente Satoshi Kon para dibujar la presión que sufren las figuras mediáticas con el incesante y acosador seguimiento de sus fervientes fanáticos (papel perfectamente visible en el personaje de Me-manía). En contraposición, indaga en el trastorno de identidad disociativo de la protagonista, la cual se ve a sí misma como un reflejo de su pasado, un pasado que la persigue, conduciéndola a la locura más absoluta y castigándola por sus nefastas decisiones.
Sólo cuando llegas al final de la película, y si como yo has logrado comprender todo aquello que representa, te das cuenta de la grandeza de su ramificada construcción. Críptica y siniestra al mismo tiempo, Perfect Blue es una de esas obras de culto que no se pueden dejar pasar, y que demuestran la grandeza de la animación japonesa, siempre frutó de enormes creaciones cinematográficas.
Podría profundizar más, sin embargo creo que merece la pena verla por cuenta propia, pues no dejará indiferente a nadie.
Como curiosidad, añadir que el director Darren Aranofsky, creador de la maravillosa Réquiem por un Sueño, pago parte de los derechos del anime para algunas escenas de dicha película, y para hacer un remake que finalmente acabo por convertirse en otra obra maestra como es El Cisne Negro.
Nota Final:8,5
El acoso, el fanatismo mediático, la presión social, la sombra del éxito o el profundo análisis de nuestros sueños e ilusiones se exponen de manera brillante en esta obra maestra de la animación. El mestizaje de estilos que su director Satoshi Kon nos ofrece durante los 78 minutos que dura el film es digno de encomio, pasando por momentos de auténtico drama, hasta un thriller con tintes de terror puramente psicológico.
Mima es una cantante perteneciente al famoso grupo de pop "CHAM". Sin embargo, su vida cambia drásticamente cuando se ve obligada tomar una dura decisión que la conducirá inexorablemente al derrumbe psicológico que traerá consigo la ruptura de una personalidad que su brillante reputación le había ayudado a formar.
Perfect Blue se muestra atrevida, con una vivaz ritmo de la trama y con personajes desdibujados por sus acciones, se mueve bajo los hilos de la psique humana y la critica hacia diferentes puntos de una sociedad de vastas y oscuras imperfecciones. El mundo de la fama es el pincel que utiliza estratégicamente Satoshi Kon para dibujar la presión que sufren las figuras mediáticas con el incesante y acosador seguimiento de sus fervientes fanáticos (papel perfectamente visible en el personaje de Me-manía). En contraposición, indaga en el trastorno de identidad disociativo de la protagonista, la cual se ve a sí misma como un reflejo de su pasado, un pasado que la persigue, conduciéndola a la locura más absoluta y castigándola por sus nefastas decisiones.
Sólo cuando llegas al final de la película, y si como yo has logrado comprender todo aquello que representa, te das cuenta de la grandeza de su ramificada construcción. Críptica y siniestra al mismo tiempo, Perfect Blue es una de esas obras de culto que no se pueden dejar pasar, y que demuestran la grandeza de la animación japonesa, siempre frutó de enormes creaciones cinematográficas.
Podría profundizar más, sin embargo creo que merece la pena verla por cuenta propia, pues no dejará indiferente a nadie.
Como curiosidad, añadir que el director Darren Aranofsky, creador de la maravillosa Réquiem por un Sueño, pago parte de los derechos del anime para algunas escenas de dicha película, y para hacer un remake que finalmente acabo por convertirse en otra obra maestra como es El Cisne Negro.
Nota Final:8,5
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