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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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16 de julio de 2020 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para algunas personas la soledad es el lujo supremo de la vida. Ellos solo pueden esperar conseguirla lejos de la sociedad, los plazos, y la tensión que caracteriza la vida de la ciudad. Ellos se deleitan con la oportunidad de ser ellos mismos y explorar los reinos interiores de las emociones y los sentimientos que guardan en su interior. Los que no tienen miedo de estar solo suelen decir que ellos son más abiertos a los misterios del mundo natural durante estos períodos de soledad. Les encanta la paz y la tranquilidad de la noche, sentados en la oscuridad o mirando hacia el cielo deslumbrante de noche, y sin embargo, admiten que su anhelo de conexión con los demás es una parte importante de sus vidas. Estos dos impulsos son como las mareas que coexisten dentro y fuera de nuestros días. Todo esto y más se explora en Nothing Personal , una película de meditación memorable, escrita y dirigida por la directora Urszula Antoniak.

Una mujer sin nombre (Lotte Verbeek) observa desde su piso vació en Holanda a la gente que busca a través de sus objetos personales y muebles situados en la calle. Se quita el anillo de boda de su dedo, y acto seguido la vemos en una carretera haciendo autostop, hecho que nos genera un sin fin de preguntas. Durante la noche ella duerme en su tienda de campaña, hasta que en Irlanda agotada de su viaje, llega a una casa aislada, habitada por su propietario Martin (Stephen Rea), un solitario de muchos recursos que ha encontrado una manera de aprovechar las virtudes de soledad. Aunque sus caracteres son diametralmente opuestos, ambos tienen una idea común: sólo la soledad garantiza la libertad. El hombre le ofrece trabajo a cambio de comida, y la chica acepta a condición de que no haya nada personal. No tardan en sentir curiosidad el uno por el otro, pero no quieren romper el trato.

Nothing Personal es un lugar tranquilo, una obra íntima sobre dos almas solitarias que forjan una relación estrictamente profesional, pero poco a poco se siente atraídos el uno al otro. En su debut cinematográfico, Urszula Antoniak muestra talento en su manejo de los actores y un estilo fílmico muy depurado e intimista.

Una de sus virtudes es que cuenta con dos actuaciones honestas y sencillas que logran un gran resultado, haciendo la pelicula atractiva y creíble: Verbeek y Rea trabajan bien juntos y por separados, capturan y muestran las heridas psíquicas de sus personajes sin ningún signo de tics interpretativos o trucos.

Otro beneficio importante es la excelente fotografía de Daniel Bouquet, tanto de las escenas más intimistas y cuidadas como las que nos muestra los alrededores de la casa y el esquisto paisaje irlandés.

Defectos al margen, Nothing Personal tiene un efecto encantador.
1 de febrero de 2025 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El film nos sumerge en una pesadilla de carne y obsesión con La Sustancia, una película de terror corporal que no solo juega con el horror visual, sino que también lanza una crítica feroz contra la industria del espectáculo y su obsesión con la juventud eterna.


La historia sigue a Elisabeth Sparkle (Demi Moore), una actriz veterana que ve cómo su carrera se desvanece ante la implacable maquinaria de Hollywood. La industria ya no la quiere, la audiencia la ha olvidado y las nuevas generaciones la consideran obsoleta. Pero entonces, aparece La Sustancia: un suero revolucionario que promete devolverle la juventud y la perfección. Lo que comienza como un renacimiento pronto se convierte en una pesadilla grotesca.


El filme se adentra en el horror corporal con escenas impactantes de mutación, desdoblamiento y descomposición. Fargeat no escatima en efectos prácticos, apostando por un espectáculo visceral que recuerda a los mejores momentos de Cronenberg, pero con un enfoque más satírico y feminista. A medida que Elisabeth se enfrenta a su doble, la película nos lanza preguntas incómodas: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar por la perfección? ¿Qué ocurre cuando la versión idealizada de nosotros mismos cobra vida y nos desplaza?

Demi Moore brilla con un personaje que le exige transitar por la desesperación, la euforia y el terror absoluto. Es una interpretación valiente y poderosa, donde se entrega por completo al descenso de Elisabeth a la locura. La película también cuenta con una poderosa estética visual, usando colores neón y contrastes marcados para resaltar la dualidad entre belleza y podredumbre.

La Sustancia es un puñetazo directo al sistema, un híbrido entre terror y sátira que funciona tanto como experiencia perturbadora como comentario social. Es una de las propuestas más audaces del género en los últimos años y deja claro que Coralie Fargeat es una cineasta a la que hay que seguir de cerca.
3 de febrero de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
David Fincher, maestro en la exploración de los rincones más oscuros de la psique humana, nos entrega con ¨El club de la lucha¨ una de las películas más impactantes y controvertidas de su filmografía. Basada en la novela homónima de Chuck Palahniuk, la cinta no solo desafía las convenciones narrativas del cine de la época, sino que también se convierte en una crítica mordaz al consumismo, la alienación y la fragilidad de la identidad masculina en la modernidad.

Desde el primer minuto, la película establece un tono inquietante y subversivo, con una dirección de arte y una estética que refuerzan la sensación de caos y decadencia. Fincher utiliza una paleta de colores oscuros, predominando el verde enfermizo y los tonos sepia, lo que acentúa la sensación de suciedad y deterioro tanto en los escenarios como en los personajes. La fotografía de Jeff Cronenweth y el uso innovador de efectos visuales, como los cortes rápidos, el desenfoque y las tomas en primera persona que simulan un videojuego o una pesadilla febril, convierten a ¨El club de la lucha¨ en una experiencia sensorial tan impactante como su narrativa.

En cuanto a la historia, el guion de Jim Uhls adata la obra de Palahniuk, manteniendo su tono irreverente, filosófico y profundamente nihilista. La trama nos sumerge en la vida de un protagonista sin nombre (Edward Norton), un hombre atrapado en la monotonía de un trabajo sin sentido y una existencia vacía. Su encuentro con Tyler Durden (Brad Pitt), un carismático vendedor de jabón con una visión radical del mundo, lo lleva a fundar el club que da nombre a la película, un espacio donde los hombres canalizan su frustración a través de la violencia física. Sin embargo, lo que comienza como un escape pronto se transforma en algo mucho más peligroso, caótico y profundo.

Uno de los mayores aciertos de ¨El club de la lucha¨ es su reparto. Edward Norton brilla como el narrador, logrando transmitir la apatía y el vacío existencial de su personaje con una naturalidad impresionante. Su interpretación es precisa, llena de pequeños gestos y miradas que revelan su progresiva transformación a lo largo de la película. Es un papel que exige vulnerabilidad y contención, y Norton lo ejecuta con maestría.
Por otro lado, Brad Pitt encarna a Tyler Durden con una energía arrolladora. Su presencia en pantalla es magnética, y su interpretación exuda una mezcla de carisma, locura y peligro latente. Durden es anárquico, salvaje e impredecible, y Pitt le da un toque vibrante, convirtiéndolo en uno de los personajes más icónicos del cine contemporáneo.

Helena Bonham Carter, en el papel de Marla Singer, aporta una presencia caótica y fascinante. Marla es un personaje complejo, una mujer que se mueve entre la autodestrucción y la supervivencia con una actitud desafiante y cínica. Bonham Carter la interpreta con una mezcla perfecta de vulnerabilidad y descaro, convirtiéndose en la pieza clave que equilibra la dinámica entre los protagonistas.

Lo que hace que ¨El club de la lucha¨ sea una obra esplendida no es solo su estilo visual o las brillantes actuaciones, sino su capacidad para desafiar al espectador. La película no se conforma con contar una historia entretenida; en su esencia, es un espejo deformado de la sociedad moderna, obligándonos a cuestionarnos nuestra relación con el trabajo, el consumismo y la propia identidad.
14 de febrero de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
Pocas películas logran transformar una premisa aparentemente absurda en una exploración profunda y emotiva de la condición humana. Castaway on the Moon, del director Lee Hae-jun, es una de esas raras joyas que combinan humor, melancolía y optimismo en una historia tan inesperada como conmovedora. A través de un protagonista que se encuentra varado en un islote en medio de Seúl, la película cuestiona nuestra relación con la sociedad, la tecnología y el sentido de pertenencia.

El film juega con los contrastes entre el aislamiento y la hiperconectividad, presentando a dos personajes que, pese a su aparente desconexión del mundo, encuentran en su soledad un punto de unión. La evolución de su relación se desarrolla con un ingenio visual y narrativo que mantiene al espectador intrigado, emocionado y, en muchos momentos, riendo con ternura. La fotografía aprovecha al máximo la yuxtaposición entre la naturaleza y la ciudad, resaltando la ironía de estar "atrapado" en medio de una metrópolis abarrotada.

Uno de los aspectos más fascinantes de la película es cómo transforma la supervivencia cotidiana en una odisea llena de pequeños triunfos y descubrimientos. La lucha del protagonista por encontrar sentido en su nueva vida es tanto absurda como inspiradora, y la forma en que la historia aborda la comunicación y la conexión humana añade una capa de profundidad inesperada. La película nunca subestima la inteligencia del espectador, permitiéndole interpretar las metáforas y simbolismos sin caer en explicaciones obvias.

Castaway on the Moon es una experiencia cinematográfica única que desafía géneros y expectativas. Con un equilibrio perfecto entre lo cómico y lo conmovedor, nos recuerda la belleza de los encuentros improbables y la resiliencia del espíritu humano. Es una película que sorprende a cada paso y deja una sensación de calidez difícil de olvidar.
10 de febrero de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
Jurado n.º 2 es un thriller judicial dirigido por Clint Eastwood que, aunque bien realizado, no logra sobresalir dentro del género. Con una puesta en escena sobria y un enfoque clásico, la película mantiene un ritmo narrativo correcto y cuenta con actuaciones competentes e incluso, en algunos casos, brillantes. Sin embargo, aunque su premisa es interesante, el desarrollo de la historia no consigue alcanzar una profundidad significativa, lo que deja la sensación de que el filme pudo haber explorado más sus dilemas morales.

Uno de los principales puntos débiles de la película es la falta de desarrollo en sus personajes. A diferencia de otros grandes dramas judiciales, donde el conflicto no solo es legal sino también humano, aquí los miembros del jurado resultan poco explorados, lo que hace que sus motivaciones y debates carezcan de verdadero peso emocional. Además, los argumentos que se presentan durante la deliberación no siempre son sólidos, lo que debilita la tensión dramática y hace que algunas decisiones dentro del guion parezcan más funcionales que verdaderamente fundamentadas.

Al hablar de películas centradas en un jurado, es inevitable recordar ¨Doce hombres sin piedad¨ la obra maestra de Sidney Lumet. Mientras que Jurado n.º 2 apuesta por una estructura más convencional y se apoya en elementos propios del thriller, ¨Doce hombres sin piedad¨ brilla por su intensidad dramática, la complejidad de sus personajes y su capacidad para generar tensión con recursos mínimos. En la película de Lumet, cada personaje tiene una identidad bien definida y sus posturas están respaldadas por argumentos sólidos que enriquecen el debate, algo que en Jurado n.º 2 se siente menos elaborado.

A pesar de sus diferencias, ambas películas exploran dilemas éticos y la importancia del papel del jurado en la búsqueda de la justicia. No obstante, mientras ¨Doce hombres sin piedad¨ ha perdurado como un referente indiscutible del género, Jurado n.º 2 se percibe más como un thriller correcto y entretenido, pero sin el impacto emocional o la trascendencia de su predecesora.

En definitiva, la película de Eastwood es una opción recomendable para quienes disfrutan de los dramas judiciales bien ejecutados, pero su falta de profundidad en los personajes y la debilidad de algunos de sus argumentos hacen que no logre consolidarse como una obra memorable dentro del género.
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