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5.7
38,636
3
7 de agosto de 2010
7 de agosto de 2010
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien el formato no es novedoso, funciona a lo largo de la película, al menos para sus pretensiones más inmediatas: sostener el ritmo, insertar los giros narrativos, meter miedo y llegar hasta el final sin cansar. Sin embargo, los ingredientes de la coctelera no están a la altura de las sacudidas a las que nos somete la cámara al hombro. La oligofrenia de los personajes y los bichitos ¿extraterrestres?, por colocar un par de ejemplos, descentran lo que parecía ser un tandem adecuado: adrenalina y un punto de partida exacto.
Imagino que, en determinado momento, a los creadores les pareció muy poco esto de la cámara al hombro entre los edificios que se caían. Entonces agregaron un trozo de historia romántica de lo más cursi. Una pizca de personaje pálido y ojeroso del tipo "mordido por un zombie". Dos cucharadas generosas de misiles. Espolvorearon con frivolidad teenager. Y destruyeron la interesante vuelta de tuerca a las películas de catástrofes que tenían en la palma de la mano.
Imagino que, en determinado momento, a los creadores les pareció muy poco esto de la cámara al hombro entre los edificios que se caían. Entonces agregaron un trozo de historia romántica de lo más cursi. Una pizca de personaje pálido y ojeroso del tipo "mordido por un zombie". Dos cucharadas generosas de misiles. Espolvorearon con frivolidad teenager. Y destruyeron la interesante vuelta de tuerca a las películas de catástrofes que tenían en la palma de la mano.

5.9
1,417
6
4 de agosto de 2010
4 de agosto de 2010
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo bueno: Sus silencios, sus sorpresas atemperadas, sus metáforas aquí y allá, sin pretenciones, más bien asentadas en imágenes bien construidas y, por momentos, hipnóticas.
Lo malo: ninguno de los personajes tiene el peso suficiente para hacer que los otros dos graviten a su alrededor. Si bien la apuesta es por un equilibrio perfecto, este termina siendo demasiado dócil, demasiado distendido.
Lo malo: ninguno de los personajes tiene el peso suficiente para hacer que los otros dos graviten a su alrededor. Si bien la apuesta es por un equilibrio perfecto, este termina siendo demasiado dócil, demasiado distendido.

6.1
23,867
7
23 de marzo de 2011
23 de marzo de 2011
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Desde que se conoció la obra del genio de Praga, se han sucedido diferentes variantes de lo que podríamos llamar su esquema básico: un hombre arrojado una y otra vez a las preguntas por el sentido de los acontecimientos que lo afectan y que poco a poco van cuajando frente al espectador como una forma de vida, una y otra vez sin obtener respuesta. Ese esquema, el de cualquier tragedia, tiene como sostén original la pasividad sui generis del protagonista y el perfil alegórico de ciertos personajes ancilares, de ciertos espacios y modos de reciclar el tiempo. Los hermanos Cohen lo han asumido en varias de sus películas, pero añadiéndole una vuelta de tuerca: un sentido del absurdo que, con negro humor, se muerde la cola a sí mismo. Allí donde en Kafka se sugiere una maquinaria siniestra detrás de “todo”, una que muestra su poder sistemático y paradójico en un orden arbitrario, los Cohen colocan intermediarios de la nada, seres únicamente preocupados por lo que va delante de sus narices. Los directores, como sus personajes, hacen las cosas más simples, como demanda un mundo que ha disuelto sus grandes relatos en microsistemas reciclables de satisfacción momentánea. La metafísica como un asunto humano, si cabe, a fuerza de ser más inmediato, tanto como el ridículo de ciertas facetas de nuestra existencia cotidiana.
Ideológicamente, los hermanos Cohen aprovechan contextos donde los personajes viven lo que T. Adorno llama el abandono de la moral por parte del espíritu, lo que en simple significa que los sistemas morales se han vuelto una serie de patrones vacíos sin asidero en el mundo de la vida de las comunidades que las necesitan para darle sentido a sus acciones. El inicio de la película marca la pauta de ese desfase: la música erótica frente a la religión esclerótica. El problema de la religión, además, es un problema de lenguaje, donde se esperan palabras "diferentes" (cargadas de eso que no tienen), pero solo se reciben las del día a día, y que, por esa ineficiencia, aparecen absolutamente desangeladas ante el protagonista y el espectador.
Y se puede decir que lo hacen también con simpleza retórica (son las figuras de contraste las que potencian el humor), pero con la elegancia visual de siempre, y con un olfato para las situaciones desacralizantes que nunca deja de sorprender (el mensaje en los dientes, por ejemplo, o la encarnación del principio de Scrödinger en el problema del estudiante asiático, que es de un refinamiento intelectual admirable). Así, estos grandes directores ostentan el mérito de llevar al espectador a formularse, con la sonrisa apretada, las mismas preguntas que Kafka puso delante de nosotros, pero con el brío de nuevos conflictos sociales y culturales, y con un humor muy personal que, cuando capea los rigores de una fórmula ya clásica (el personaje desconcertado en su búsqueda pasiva-agresiva remite a su referente de manera muy explícita), mantiene con vida un notable proyecto cinematográfico.
Ideológicamente, los hermanos Cohen aprovechan contextos donde los personajes viven lo que T. Adorno llama el abandono de la moral por parte del espíritu, lo que en simple significa que los sistemas morales se han vuelto una serie de patrones vacíos sin asidero en el mundo de la vida de las comunidades que las necesitan para darle sentido a sus acciones. El inicio de la película marca la pauta de ese desfase: la música erótica frente a la religión esclerótica. El problema de la religión, además, es un problema de lenguaje, donde se esperan palabras "diferentes" (cargadas de eso que no tienen), pero solo se reciben las del día a día, y que, por esa ineficiencia, aparecen absolutamente desangeladas ante el protagonista y el espectador.
Y se puede decir que lo hacen también con simpleza retórica (son las figuras de contraste las que potencian el humor), pero con la elegancia visual de siempre, y con un olfato para las situaciones desacralizantes que nunca deja de sorprender (el mensaje en los dientes, por ejemplo, o la encarnación del principio de Scrödinger en el problema del estudiante asiático, que es de un refinamiento intelectual admirable). Así, estos grandes directores ostentan el mérito de llevar al espectador a formularse, con la sonrisa apretada, las mismas preguntas que Kafka puso delante de nosotros, pero con el brío de nuevos conflictos sociales y culturales, y con un humor muy personal que, cuando capea los rigores de una fórmula ya clásica (el personaje desconcertado en su búsqueda pasiva-agresiva remite a su referente de manera muy explícita), mantiene con vida un notable proyecto cinematográfico.

4.7
604
1
7 de agosto de 2010
7 de agosto de 2010
0 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con la sensibilidad de un exangüe dedo de plastelina y un guion preescolar, esta debe de ser una de las peores películas de terror que se hayan hecho jamás.
Todo lo que aparece en ella ya se ha visto u oído antes: en otras películas (insulsas) de terror, en series (insulsas) de televisión, en charlas con algún amigo (...) que improvisa un guion como quien mata el rato. Y, por si poco pecado fuera la repetición, todo está mal acomodado, sin convicción, a tal punto que el terror lo causan las (insulsas) actuaciones infantiles: es insoportable ver lidiar a los actores (insulsos) con tanta inverosimilitud. Porque esta película, a fuerza de ser un constante (insulso) deja vu, se vuelve imposible de creer. Porque la historia, su tratamiento, es machacona (ahí están las escenas de acoso escolar y los discursetes de los asesinos con el rostro de los Goonies y la convicción ideológica de un mono fumador) y caprichosa hasta la estupidez (ahí está el granjero psicópata buen vecino racista héroe de guerra redimido en el bosque por una trampa para osos).
Si vas a hacer una película con una premisa tan sencilla, tienes que ser arriesgado en la forma. Pero esto es todo lo que no es la película. En lugar de pensar un poquito en ello, ensartaron lugar común tras lugar común. Finalmente, nada tiene sentido a fuerza de buscarlo por doquier de una manera menos que básica. El resultado es tan patético que deben de haberles quitado las ganas de vengarse a todos los nerdosos de Norteamérica.
Solo un detalle curioso; sobre el final de la película, los personajes empiezan a decir frases que uno tenía en la cabeza:
-Hay muchos como nosotros (lamentablemente, sí, pensé)
-Ya tuve suficiente. (más que eso, pensé)
-Bueno, da igual.
En efecto, pensé: luego del primer puñado de minutos, no había forma de empeorar las cosas.
Todo lo que aparece en ella ya se ha visto u oído antes: en otras películas (insulsas) de terror, en series (insulsas) de televisión, en charlas con algún amigo (...) que improvisa un guion como quien mata el rato. Y, por si poco pecado fuera la repetición, todo está mal acomodado, sin convicción, a tal punto que el terror lo causan las (insulsas) actuaciones infantiles: es insoportable ver lidiar a los actores (insulsos) con tanta inverosimilitud. Porque esta película, a fuerza de ser un constante (insulso) deja vu, se vuelve imposible de creer. Porque la historia, su tratamiento, es machacona (ahí están las escenas de acoso escolar y los discursetes de los asesinos con el rostro de los Goonies y la convicción ideológica de un mono fumador) y caprichosa hasta la estupidez (ahí está el granjero psicópata buen vecino racista héroe de guerra redimido en el bosque por una trampa para osos).
Si vas a hacer una película con una premisa tan sencilla, tienes que ser arriesgado en la forma. Pero esto es todo lo que no es la película. En lugar de pensar un poquito en ello, ensartaron lugar común tras lugar común. Finalmente, nada tiene sentido a fuerza de buscarlo por doquier de una manera menos que básica. El resultado es tan patético que deben de haberles quitado las ganas de vengarse a todos los nerdosos de Norteamérica.
Solo un detalle curioso; sobre el final de la película, los personajes empiezan a decir frases que uno tenía en la cabeza:
-Hay muchos como nosotros (lamentablemente, sí, pensé)
-Ya tuve suficiente. (más que eso, pensé)
-Bueno, da igual.
En efecto, pensé: luego del primer puñado de minutos, no había forma de empeorar las cosas.
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