He de reconocer que el punto de partida de "El Incidente" es más que interesante: una extraña plaga que afecta a los humanos y les empuja irremediablemente hacia el suicidio. No es muy descabellado, a priori, intentar emparentar esta cinta con otros títulos en la filmografía de M. Night Shyamalan como "Señales" o "El Bosque"; parece un intento del director de origen indio por volver a sus orígenes, es decir, a crear atmósferas, tensión, mantener en vilo al espectador durante todo el metraje y, si acaso, colar alguna metáfora o lección moral al final. Pero todos esos alicientes que podían fácilmente preverse brillan por su ausencia en una película que se antoja muy menor en relación a los primeros logros de la filmografía de Shyamalan (me refiero a las citadas "Señales", "El Bosque", así como a sus dos primeras películas, "El Sexto Sentido" y "El Protegido").

Con la perspectiva del tiempo, "El proyecto de la bruja de Blair" no supuso la revolución en el mundo del cine que algunos esperaron, pero sí que supuso una muy grata sorpresa y un soplo de aire fresco. Desde mi punto de vista, fueron muchísimos más visionarios Daniel Myrick y Eduardo Sánchez en su primera (y creo que única) película que, por ejemplo, James Cameron con su Avatar una década después y sus promesas de una nueva era. Al final, el tiempo ha demostrado que el camino que abrieron aquellos dos jóvenes directores ha sido muy poco transitado en el cine de terror (o a cualquier género). Me refiero a disponer de un presupuesto limitadísimo, jugar con la realidad, crear malestar en el espectador, incomodarle sin necesidad de ningún efecto especial estratosférico, esconder más que enseñar.

Y es curiosamente nada más y nada menos que una década después cuando sale a la luz una película que si no es tan potente como "El proyecto de la bruja de Blair", sí es igual de atractiva para los que la disfrutamos en su momento. Las coordenadas son muy similares, donde en una el "leit motiv" era el supuesto documental que fueron a grabar a los bosques de Maryland tres jóvenes durante unos días, en "Paranormal Activity" es la necesidad de la pareja protagonista de descubrir qué demonios empieza a suceder en su casa durante una noche cualquiera. Para ello no se separarán de una cámara que filmará hasta donde pueda. Sin prácticamente guión, y con el único protagonismo de Micah, Katie y la ocasional visita de un exorcista, somos testigos desde un prisma absolutamente "voyeaur" de la desgracia en la que cae la pareja protagonista. Su director, Oren Peli, vuelve a recordarnos que no por más presupuesto y efectos especiales el terror se va a multiplicar. Aquí no hay golpes de efecto, no hay subidones de tensión, no hay música que cree ningún clímax; lo que no vemos es lo que tememos, lo que escuchamos en la habitación de al lado nos hiela la sangre. El verdadero miedo lo producen situaciones no tan extraordinarias en un ambiente cotidiano hiperrealista, sin ningún efectismo: ahí radica el gran triunfo de esta película, que sin duda logra su objetivo final que no es otro que asfixiar al espectador, mantenerle en permanente desasosiego. Y en su final, sin concesiones y a mala leche, como en "La bruja de Blair". Como tiene que ser.

Tengo que reconocer que no ha sido fácil visionar, y mucho menos digerir la nueva obra de Terrence Malick. Y digo "obra" porque calificarla simplemente como "película" sería incluirla en el grueso de producciones cinematográficas actual del que sólo por sus intenciones y grandilocuencia, merece huir. Con un gusto exquisito a la hora de filmar, una música soberbia y una delicadeza y sensibilidad única, (continúa en spoiler)

Malick enfoca con una osadía inédita para mí desde una óptica "macro" (la formación de la vida en el planeta, cómo se forma la naturaleza, evolución de las especies) mientras con la otra mano utiliza un microscopio para analizar ese microcosmos que forma una familia de clase media americana de mitad del siglo pasado. Y que cada cual saque sus propias conclusiones. Entre medias, he presenciado un ejercicio precioso, un conjunto de planos espectaculares, dignos de permancer en la retina durante mucho tiempo y una música celestial que no hace sino potenciar el conjunto y dotarlo de trascendencia. Sin duda se trata de la película más alegórica que he visto nunca, con más interpretaciones a cargo del espectador. El tono excesivamente trascendental y dramático que supura cada uno de los planos me deja tocado y quizás su excesiva duración reste algo de consistencia al conjunto, pero hay que recordar que esta obra no está hecha para ser degustada una sola vez. Ni siquiera para ser contemplada como una simple película más.

Parece increíble que haya tenido que ser un estudio de animación en pleno siglo XXI el que haya tenido que venir a recordarnos y reavivar los valores tradicionales que tan grande han hecho el cine a lo largo de la historia. Una vez más, la película se sustenta sobre un portentoso guión, con una sensibilidad a flor de piel durante todo el metraje que hace imposible no emocionarse. Donde otros sólo podrían llegar a ofrecernos una película de animación de aventuras para niños más o menos facilona, Pixar rompe todos los moldes al explorar emociones, valores y situaciones cómicas de manera magistral. Las novedades respecto a cintas predecesoras van en esa dirección al mostrar por primera vez en una película de animación temas tan peliagudos como la tragedia de la pérdida del ser querido, la fidelidad, la soledad, la amistad imposible, el dolor tanto físico cómo emocional, los sueños eternos, la crueldad del capitalismo más salvaje, y*...y no sólo salir airosos ni caer en tópicos y sensiblerías, sino provocar en mí por primera vez en mucho tiempo más de una y más de dos lágrimas: emoción en estado puro. La segunda mitad de la película se centra en las peripecias de Carl Fredricksen y su alumno aventajado por la selva, pero de un modo más calmado que, por ejemplo, en "Los Increíbles", aventuras que sufren y que nos cuentan siempre al servicio de la historia.

Pixar vuelve a facturar una película impecable tanto desde el punto de vista técnico (impresionantes los paisajes y texturas) como de guión, personajes, tempo, etc. Si aparte sumamos detalles como el nostálgico noticiario con el que se inicia la cinta, o el resumen que se hace al principio de la vida de Charles Fredricksen sin necesidad de mostrar diálogo alguno, uno no puede más que rendirse (una vez más) ante PIXAR.

Después de más de una década creando obras maestras de la animación, no cabe afirmar "lo han vuelto a hacer". No han repetido proezas anteriores: se han superado y han creado una OBRA MAESTRA del cine trascendiendo géneros y colocándose no sólo a años luz de sus competidores de animación, sino de cualquier otro estudio.

Reconozco que cuando vi hace unos años REC, no me esperaba pasarlo tan mal y a la vez disfrutar tanto con una película de terror. A pesar de no inventar nada, el escenario y costumbrismo que mostraba nos hacía presenciar una trama aún más agobiante (por lo menos para el espectador patrio) y además con una facturación técnica impecable. Con REC2 vi amplificadas esas sensaciones, aún sin novedades demasiado aparentes en la trama. Es evidente que una tercera parte de la saga no podía seguir estirando los mismos clichés y debía introducir cambios si quería no estancarse y pecar de repetición, de modo que una precuela me parecía una idea fantástica. Por este motivo, se agradece el cambio de rumbo tomado por Paco Plaza, pero sólo en parte, debido a los siguientes motivos:

- El tono: Paco Plaza ha transformado en esta última entrega deliberadamente la película en un espectáculo gore más o menos convencional, en parte reflejado en grandes obras del género terror-cachondeo tales como "Braindead: Tu madre se ha comido a mi perro" de Peter Jackson o la trilogía "Evil Dead" / Arrástrame al Infierno del gran Sam Raimi. Pero mientras en las dos primeras entregas del binomio Plaza/Balagueró los guiños o momentos cómicos estaban muy bien insertados y eran puntuales (y muy cañís), aquí son más de brocha gorda (aunque reconozco que me soltaron alguna que otra carcajada, seguramente por inesperados, y son todavía más cañís). Así pues, valorando en su conjunto las tres películas, pasamos de ver una película de terror de primer nivel a, por lo menos en mi caso, una decepcionante comedia-gore. Por lo menos es valiente al mezclar en una misma saga géneros tan opuestos como el terror y la comedia, aunque creo que haya sido fallido el maridaje.

- ¿Quién dijo found footage?: El punto de partida de la película es inmejorable. Qué mejor escenario que una boda en España (excelentemente recreada, eso sí) para recopilar material filmado, al estilo de REC y REC 2. Pero una vez desencadenada la acción, es cuando el modo de filmar pasa a ser convencional sin material filmado por los protagonistas, añadiendo música y sonidos ambientales (algo inédito en las dos predecesoras, lo cual le daba más realismo y congoja). El miedo que se pasaba pasa aquí a transformarse únicamente en sustos basados en trucos mil veces vistos en otras cintas, sin ninguna capacidad de sorpresa.

(sigue en spoiler)