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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
15 de octubre de 2018 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy más que contento con esta película que podía haber dado para telefilme, pero que en buenas manos resulta una de las películas más frescas del año, algo a lo que contribuyen también los actores, todos, y sobre todo un montaje atrevido que deja claro desde el comienzo que vamos a ver una recreación documental de la vida de Tonya Harding.

Como ya hay muchas críticas me voy a centrar en un momento que me dio para reflexión: cuando Tonya habla de su archienemiga Nancy Kerrigan en el momento de ponerse la medalla. Tonya dice que Nancy parecía estar pisando mierda en ese momento que ella, Tonya, tanto había ansiado, un momento cumbre de años y años de sacrificios. Me gustó porque, aunque la historia incide mucho en la diferencia de clases en un deporte tan elitista como el patinaje artístico, aquí nos recuerda que estas diferencias no son más que de formas. Que nadie se equivoque: la madre de Tonya puede ser una bruja tóxica y la propia Tonya una disfuncional obsesionada en su huida de su propia vida, pero no quepa la menor duda de que Nancy también está llena de mierda. Entrenamientos infinitos en unas edades en las que toca hacer otras cosas, carreras educativas hipotecadas en pos de un triple giro en el aire, lucha a brazo torcido en un contexto en el que solo la primera se lleva gloria y reconocimiento, padres y entrenadores que ahogan... y todo ello, para qué? Cuál es el fin de estas chicas? Es una cuestión de huida: unas huyen de su clase social y su mundo disfuncional, como Tonya, otras huyen de la mediocridad de una vida normal, como Nancy. De esto va la película: de huidas.

No son tan distintas, la educación y origen de clase solo cambian las formas, pero no el fondo. Las dos pisan la misma mierda. Y si no, echad un vistazo a la biografía de Nancy y su familia.
8 de agosto de 2022
10 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de tantas escenas en las que esta película capta grandes revelaciones de sencillas líneas de diálogo es cuando Amaia mira a su pequeña hija y le dice: "vas a ser feliz? Me lo prometes? Prométemelo. Tienes que ser feliz". Para mí es el resumen de la sensación de soledad y confusión en la que se encuentra Amaia. No le dice a su hija que ella, como madre, va a hacerla feliz, que le promete que va a darlo todo para conseguirlo, sino que parece que esa felicidad va a llegar por arte de magia, que va a ser algo externo que, de alguna manera, sea por genética o azar, le va a llegar a Ioane con los años. En el contexto de Amaia, desesperada y desnortada, se entiende, pero si uno lo piensa desde los ojos de Ioane, la escena es dramática.

Nada nuevo, porque Cinco Lobitos no deja de ser una relectura de un concepto psicológico muy asentado y de puro sentido común: somos eslabones de una cadena de despropósitos cargada de disfuncionalidades, reproches y dolor. Cinco Lobitos insiste en esta idea jugando continuamente (a veces de forma muy obvia, quizá demasiado) en los paralelismos entre madre e hija, entre Begoña y Amaia. Una relación prototípica en la que de forma aparentemente inevitable la hija está copiando inconscientemente el comportamiento de la madre. Aunque Amaia se dé cuenta y sufra de ciertas cosas, la película es un descubrimiento, una concienciación de que esto es así, de que parece que no hay salida a esta cadena. Ioane, con el tiempo, copiará a su vez el modelo de su madre y perpetuará la cadena. Solo se introducirán en la ecuación ligeros matices de acuerdo al contexto social, pero en lo fundamental esto seguirá siendo así hasta que alguien en su vida adulta decida romper la cadena. Pero esto es muy complicado y pasa por enfrentarse a toda tu infancia.

Decía la propia directora que esta película tenía mucho sentido rodarla en el norte de España y en buena parte es así, porque esa contención emocional, esa madre dominante y ese padre ausente (tierra de marineros, cuadrillas, etc.) marcan mucho el carácter de la cornisa cantábrica, pero a la vez hay mucho de occidental en esta forma de ver la familia. Es el gran descubrimiento de Cinco Lobitos, una tardía ópera prima que para nuestro bien llega con una directora que se nota ha vivido mucho en primera persona. Y que encima pone la cámara siempre en el punto exacto (Goya a mejor fotografía YA, por no hablar de las dos protagonistas).

Sigo en spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Podemos intentar ver la vida que le ha tocado a Amaia en ese primer año de Ioane, con dudas económicas, problemas de pareja y el colofón de cuidar a su madre como una lluvia de malas noticias, pero en realidad nuestras vidas siempre tienen un poco de todo eso. Esta es la gran lección de Cinco Lobitos que tenemos que agarrar todos. Es una película que invita a todos los que somos padres a mirar hacia adentro y ver qué anda mal y qué podemos hacer con ello. Ojo, que no nacemos con las herramientas para hacer este trabajo sin más, sinceramente creo que antes de traer una criatura al mundo es aconsejable que el 100% de los madres y padres (sin entrar en cuestiones económicas) pasen por un proceso psicológico en el que ganen conciencia de su propio pasado y marquen unas líneas maestras para la crianza. No solo por el bien del futuro niño, sino por ellos mismos, porque como bien se ve en Cinco Lobitos un hijo es el factor más desequilibrante que nuestras vidas tienen de forma habitual, en todos los ámbitos. Especialmente en el de la pareja.

Qué feliz era y no lo sabía, dice Begoña. No es verdad. La nostalgia es poderosa, el recuerdo es débil, borra todo lo que no quiere. Parece que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero no es así. Ese vídeo bañando a los bebés no es más que otro paralelismo Amaia-Begoña. Todo sigue igual 35 años después. Todo se repetirá.

Spoiler: si tuviera que apostar, Amaia y Javi se divorciarán. Es el matiz social que se ha introducido en la generación de Amaia frente a la de sus padres, que viven en el reproche y desprecio continuo. Pero ya. Lo demás está igual de podrido, no hay finales felices en la vida real salvo si uno está dispuesto a dar un giro a toda su cabeza. Y creo que ellos no lo están. Amaia no crece personalmente en toda la película, simplemente tira para adelante como puede, con la lengua fuera. Qué decir de Javi, que es tan blando e inoperativo como su suegro.

Padres, haced feliz a vuestros hijos dándoles todas las herramientas emocionales posibles. No esperéis que la felicidad llueva del cielo.
28 de octubre de 2018 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me siento muy sorprendido con esta película. Entiendo las críticas que la tildan de aburrida porque entiendo que hay expectativas a la hora de ir a ver una película de la llegada a la Luna que la película de Chazelle no cumple: apenas se habla de la URSS, apenas hay acción, las imágenes tienden a ser muy oníricas y sobre todo la carga de la película está en el apartado psicológico de Armstrong. La película no es un biopic, ni la más mínima intención de serlo, sino que nos plantea cómo alguien puede o no puede gestionar sus miedos.

En Armstrong hay dos clases de miedo: primero el miedo lógico a subirse a esos cacharros e irse a miles de kilómetros de distancia. En esto la película incide mucho con los desastres y con imágenes y sonidos de lo precario del asunto. Está muy bien trasladar al espectador digital del siglo XXI a un momento en el que todo era extremadamente más artesanal y la informática apenas estaba naciendo. Armstrong vence este miedo con holgura y hace válida la frase de que ser valiente no es no tener miedo, sino tenerlo y aún así seguir adelante. El segundo miedo de Armstrong es a la vida, a sus emociones. Vemos lo que pasa con su hija en las primeras escenas. Un acontecimiento así produce un estrés postraumático inevitable que si se ignora puede cristalizar en problemas psicológicos permanentes. En esas está Armstrong, que durante toda la película da síntomas de una disfuncionalidad creciente: no atiende a sus emociones, no las comparte con nadie y busca en el trabajo una obsesión que le impida pensar en su hija fallecida. No es, como he leído por ahí, que su hija sea una motivación para ir a la Luna, es que su trabajo se convierte en un alivio psicológico (inadecuado, claro) para intentar superar lo de su hija. Es una cuestión muy masculina, más aún si hablamos de ingenieros, que tienden a construir mundos paralelos en sus cabezas y habitar en ellos. Ahí está Armstrong, desconectado de la realidad de su familia, de sus hijos, incluso del propio programa espacial diría. A sus cosas con tal de no pensar. El caso es que vuelve de la Luna y los problemas están ahí, claro. Es como si EEUU y la NASA se hubieran aprovechado sin querer de los problemas psicológicos de su estrella. Con un personaje así vuelve a ser un acierto contratar a Ryan Gosling para dar vida a un actor sin emociones. Los directores creo que se están dando cuenta de que una persona tan poco expresiva tiene sus ventajas, pero que no se equivoquen: nadie le puede exigir a Gosling más de lo que da aquí o en Blade Runner haciendo de replicante. Claire Foy está extraordinaria como la contraparte emocional y conectada a la realidad de Gosling y los secundarios cumplen.

Más allá de la intrahistoria psicológica, si quiero volver a ver la película es por su poesía, su fotografía, su música. Es una película en la que siento al director consciente de lo que está rodando. Nos olvidamos rápidamente del increíble logro que fue llegar a la Luna apenas 60 años después de aprender a volar. Es una insensatez absoluta y Chazelle se recrea en ello. Película aburrida? Puede que tranquila, pero es que hay que recrearse con este hecho histórico!!!
31 de enero de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
Cuál es la diferencia entre lo que peyorativamente denominamos telefilme y una película indie con pretensiones? Nos sabemos de memoria los temas telefilmeros sobre problemas familiares y redención, siempre previsibles y con un toque artificioso en el que la voluntad y el amor lo pueden todo. Justo el tema de To Leslie, que sin embargo no señalaríamos como telefilme. Puede ser por la dramática actuación de Andrea Riseborough, muy convincente, o puede ser por algunas decisiones de planos que van más allá de la rutina telefilmera. Pero, la verdad, poquito más.

Ojalá hubiéramos visto más diferencias en el guion, que va sobre raíles en el esquema arquetípico de caída a los infiernos, oportunidad, dudas y redención. Ojalá hubiera sido un montaje cronológico atrevido. Ojalá hubiera hurgado con esmero en las motivaciones de Leslie para comportarse como lo hace. Ojalá un diseño de personajes complejo. Ojalá, porque al final lo que tenemos es un telefilme adornado en un par de cositas, no nos engañemos. Quedan tantas cosas en el aire, tantas... pero sobre todo la escasísima profundidad con la que se aborda el tema.

Porque esto no es Leaving Las Vegas, donde el protagonista es la adicción. Aquí la protagonista es forzosamente Leslie y no solo por su adicción, sino por sus relaciones. Pero de Leslie se nos dice tan poquito más allá de un par de pinceladas de hechos objetivos del pasado, contados por otros, que realmente acabamos sin comprender a Leslie, sin sufrir con ella, sin alegrarnos verdaderamente por sus pequeños triunfos y sin entristecernos por sus caídas. Y eso que Andrea Riseborough hace por ello, pero como han dicho en otra crítica, esta especie de Cenicienta moderna no es creíble, por mucho que esté inspirada en la madre del guionista.

Y lo siento, pero estamos en el año 2022 y sabemos los suficiente de adicciones como para que el proceso de Leslie no sea creíble. Ojalá fuera tan aparentemente fácil como ponerle un poquito de voluntad y listo. Vengo de ver Yo, Adicto, la fantástica serie española, y media UN MUNDO en el tratamiento de este tema.
23 de abril de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
Corazón gigante es sin duda una película con atractivo: amable, de buen fondo, de las que buscan agradar a la vez que te conciencia. Pero se queda en la superficie de muchos temas sin penetrar a fondo. Me explico: empezamos con una presentación sin ningún pero de Fusi, nuestro protagonista, y su limitado micromundo a sus 43 años. Visualmente destaca su sobrepeso y escaso atractivo, además de que vamos conociendo su lado friki, su inmadurez, su pobre vida social y su nula experiencia con las mujeres. Nos ofrecen un pequeño punto de inflexión bien gestionado cuando un par de personas entran en su vida y vamos por la mitad del metraje. Aquí es cuando la cosa empieza a ir un tanto a la deriva. Se nos empiezan a presentar conflictos y nuevas relaciones que no terminan de ser convincentes. Y falta mucha profundidad a la hora de entender tanto a Fusi, como a la protagonista, como a su madre y en general todos los secundarios. Falta explorar esa relación tóxica con la madre, por ejemplo, que por momentos parece asomar para luego darle carpetazo sin apenas explicación. Falta entender el arco narrativo que lleva a Fusi a ir transformándose a la vez que ciertas cosas no progresan. Sobran momentos como el extremo al que se llega en la historia con sus compañeros de trabajo o con su vecina o cómo se fuerza la relación en la que todo parece suceder en días.

En resumen: todo está al servicio de ese aparente recorrido que hace Fusi que nos tenemos que creer porque no deja de ser el objetivo de la película, su leit motiv principal. Pero para este viaje se necesitaba un guión mucho más sólido y crudo, sin necesidad de artificios, porque al final parece un ejercicio de manipulación emocional excesivamente vacío. Y es una pena, porque Fusi como personaje daba mucho juego.
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