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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
15 de febrero de 2011 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Rey León se convierte en la suma PERFECTA de sus predecesoras y consigue lo que ellas no consiguieron, no falla donde ellas fallaron y lo más importante de todo, marcó un antes y un después. Antes del Rey León, Disney hacía cuentos para niños. La fuerza dramática del argumento de la película tiraba por tierra los cuentos de princesas, magos y candelabros parlantes. Después del Rey León, disney comenzó a hacer películas de verdad.

El Rey León es una alegoría a la vida convirtiendo el ciclo sin fin en un camino en el que más vale mirar al frente que cargar con las cadenas del ayer, Hakuna Matata. A pesar de ser una obra dirigida especialmente al público infantil trata la muerte como parte de ese camino que hay que hacer hacia delante. En ella está inmersa la historia del protagonista que verá rota su infancia y que recurrirá a la mezcla perfecta de los dos más míticos procesos cinematográficos: la pérdida de la inocencia y la forja del héroe.

Ante nuestros ojos aparecerán los más bellos diseños de la sabana africana de la mano de Andy Gaskill y la trupe de animadores y artistas que componen el reparto de la película. Es de remarcar el juego de colores que como siempre Disney asocia muy sabiamente a los distintos estados de ánimo del protagonista. El guión nos da 85 minutazos de perfecta armonía entre todos los subgéneros que residen dentro de la cinta, como si una novela perfectamente trazada (de esas que Disney tiene catalogadas plano por plano) se abriera ante nuestros ojos; hay tiempo para reír y llorar, emocionarse y odiar pero al final, como resultado, el sabor de boca que obtendrás será el de las cosas bien hechas.

En cuanto a la música a cargo de Hans Zimmer, (oh, sí, poderoso Zimmer) representa una ópera pagana que acompaña a la coreografía de dibujos animados y la engrasa a la perfección avanzando con ella en paralelo. Es una de las bandas sonoras, tanto de Disney como del señor Zimmer, más comprometidas con la producción que se han hecho, su tizne africano dejan atrás el inocuo trabajo de John Williams para Memorias de una geisha, o el sobrevalorado tema de Klaus Badelt para piratas del Caribe (seguro que nadie recuerda el resto de la banda sonora). Mejor que la música de la Bella y la Bestia solo en forma que no en fondo (opinión de un servidor), la BSO del Rey León combina en un espacio tan pequeño para los temas orquestados toda la emoción de la película con las más bellas voces a coro.

Por estos y por más motivos que solo se descubren viéndola, El Rey León es el mayor logro de la factoría Disney hasta la fecha en lo que se refiere a 2D. Mejor que lo que vino antes y mucho mejor que lo que vino después.

El punto: Es la mejor película de dibujos animados!!

Nota: 8

Es uno de esos cuentos de los que uno no quiere salir
23 de abril de 2018 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿qué es lo que le pedimos al cine? una buena historia y una buena fotografía
¿qué es lo que le pedimos a una comedia? que nos haga reír

Toc toc no promete, no avanza, no define, no idolatra, no sentencia y sin embargo, hace reír. ¿Cómo?
Pues cogiendo una buena historia y haciendo una buena película. Es así de fácil. A menudo acostumbramos a ahondar en el drama y en las basuras ajenas porque enfrentarse a hacer reír es una de las decisiones más arduas para un artista o un creador.

Desde el inicio Toc toc, no está predestinada a ser una obra maestra pero consigue, a medida que avanza el film, erigirse como sustento de una risa de la que no te habías percatado. Sus interpretaciones rayan el esperpento, su puesta en escena es original, su dirección de arte es fascinante y la fotografía consigue meterte dentro.

En ocasiones los planos están construidos como si el mismo delineante se hubiera puesto tras la cámara y eso la hace merecedora de honor, al menos en este país en donde la comedia es la hija tonta de una industria que es la madre tonta de una cultura tonta. Toc toc es una buena película como lo han sido esas Sogas, esos Métodos, esas Cenas de los Idiota o esos 12 hombres sin piedad.

Quizá es imperdonable el no tener un final sólido. El llegar al área y no acertar. Pero merece la pena el haber pasado el tiempo de juego pegado a la pantalla.

El punto: Rossy de Palma entera ella. Y el modo "primos"

Nota: 7 La he bajado de 8 por el final.

La comedia española ansía películas como esta. Es el clásico éxito indipedante francés.
27 de abril de 2022 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay, en esto del cine español, un misterio ontológico que nos empuja a algunos de nosotros a querer entender por qué ciertas cosas se hacen tan mal, habiéndolas podido hacer tan bien. En este caso que nos ocupa, permítanme el prefijo, ‘Algunas’ Madres Paralelas; clama al cielo lo que en muchos casos ya se ha venido a decir sobre las películas del manchego: su gran dosis de irrealidad. En mi caso, soy un seguidor, más o menos fiel, de su. No me declaro fan de todas sus producciones, pero sí reconozco y admito su buen hacer tanto como su prominente trayectoria que ha producido muy buena firma artística en su cine. Ahora sí, no metería ‘Madres paralelas’ en su saco de mejores obras porque creo que cualquiera que la vea, sea fan o no, acertará en que la distancia con el espectador es grandísima, cuasi eterna. Es una película alejada de sí. Es una obra colocada en un lugar muy alto y alejado del alcance del público.

Si algo se le podía agradecer al manchego en sus últimos films, era ese afán por derribar el muro de sosiego del espectador y adentrarse en la humanidad de las personas como las personas (españolas) son. Esto es, el carácter hispano primero y manchego después, está tan asumido por Almodóvar que ya le sale solo el caricaturizarlo en una grieta que luego nos ofrece sanar con alguna buena nana. Yo le he aplaudido su manera de interrelacionar personajes atendiendo a su clase social, atendiendo a su género o atendiendo a sus condiciones psicológicas. Es para mí su punto clave. La forma de mirar sobre el drama español.

Esa forma de mirar lo decide todo, decide la película entera y esto se corresponde con el uso de su génesis artística y el valor y el sentido de sus personajes. La forma de mirar es específica de cada director y es lo que diferencia a los grandes directores de drama y de comedia. La forma de mirar va implícita en la condición personal del creador y es lo que decide si la pátina final va a corresponder a un ‘color’ o a otro ‘color’.
Digo esto porque se habla muy poco de la forma general de las películas, de su ‘materia’, y esto ocurre porque la industria busca despedazarlo todo en argumentos, técnicos, técnicas, modelos, modos de... y así indefinidamente hasta encontrar la manera de poder vendernos todo por separado en un afán de premiar o castigar a los trabajadores.

Volviendo a Almodóvar, su visión siempre se ha centrado en los grandes dramas psicológicos de los españoles. Algo que ha conseguido tratar de una manera tan fantasmática y evocadora como en Volver o en Gloria; su especial atención a las identidades sexuales a lo largo de su trayectoria le ha abierto las puetas de prácticamente todas las minorías y las comunidades LGTBI, y es de rigor decir que es loable su trato para prácticamente todos los representantes sociales del espectro popular español. Pero en Madres Paralelas se da un fenómeno que, al menos para mi gusto, derriba por entero la película. La transgresión histórica por todos conocida de Almodóvar y que se deja ver en su fotografía, no hace aquí sino socavar la credibilidad de unos personajes ya frágiles de por sí y metidos con calzador en una decisión estética que no se corresponde con las suyas. No hablo de los papelones de las actrices –por los cuales me quito el sombrero siempre (ya andamos dividiendo)–, sino del cuadro general formado por los personajes en sus respectivas vidas.

Quizá, el hecho de que comparta la profesión de Janice en este caso, la fotografía, me haya supuesto un golpe de irrealidad que difícilmente puedo obviar en una cinta que abusa tantísimo de la estética y de su rotura con lo real precisamente para intentar vendernos una realidad. La forma en la que trata Almodóvar la representación del oficio de las protagonistas es bastante abstrusa y se corresponde más bien poco o nada con lo real. Salvada excepción el caso de Ana, cuando se mete a camarera de ese maravilloso Madrid de terracita del buen ver y de taxi esperando en la puerta.

Las mujeres que el film muestra, aparte de ser grandes mujeres dueñas casi por entero de sus propias vidas, mujeres fuertes en la posibilidad en la que solamente es valedera su condición de trabajadoras, son maravillosos papeles entregados al capital y a su cohorte de menosprecios a las clases trabajadoras. Fotografiar para una revista no está recubierto de ese glamour que nos vende Almodóvar, es diametralmente opuesto: catarsis que enfrenta la posición social y laboral de la estirpe del empresario medio español que cree que una fotografía de móvil vale lo mismo que una carrera laboral entera. La parálisis obrera que se ofrece en esta película choca con el carácter del resto de la filmografía de Pedro y mete al doble binomio Cruz-Smit, De Palma-Sánchez Gijón, en una diatriba en la que solo se ve a grandes mujeres vaciadas, no por un trabajo vacío sino por una serie de imágenes mentales adyacentes, luchando en una vida dura, llena de lo que podríamos denominar ‘las bondades del capital’. Grandes mujeres con problemas metidos con calzador, grandes mujeres con servidumbre femenina en casa, grandes mujeres que no se sabe cómo consiguen vivir con sus profesiones en los barrios más ‘nobles’ de Madrid y grandes mujeres que dudo que en su día a día puedan llegar a fin de mes, pero fíjense de nuevo en lo que es la magia del cine.

Lo que se muestra en Madres Paralelas no deja de tener importancia, es un drama real de la España que vivimos, es un drama real de lo que nos sacude el día a día. Sin embargo, lo que no tiene lógica es dónde ha introducido Almodóvar su drama. Imaginen, es como si viéramos a Esperanza Aguirre haciendo pinitos dramáticos en la sala Cuarta Pared, mientras una señora latina, ataviada con cofia y uniforme, le pasa el plumero al salón. Absolutamente irreal. No me caso con ella.
21 de febrero de 2011
8 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rehago esta crítica porque reconozco que la anterior la escribí en un arrebato de ira.

Dejando atrás la edad de oro del cine, años 50 y 60, en el que los grandes hitos del género épico vieron la luz, nos adentramos en una era en la que poco importa el cómo se hagan las cosas mientras se hagan. Da igual que se hagan deprisa y corriendo, da igual que encendamos la fotocopiadora para imprimir una absurda copia igual a la anterior, y a la anterior, y a la anterior a esa. Gladiator se convierte así en un refrito de clichés variopintos fruto de las sagas herederas de BraveHeart. Lástima que tal refrito lo tenga que firmar Ridley Scott, puesto que está lejos de parecerse si quiera a otras obras suyas como Blade Runner o Alien.

La simplicidad de Gladiator recae en la cojera que arrastra su guión, que no es más que una conjetura adornada con una fotografía heredera de la oscarizada de Kaminski, Salvar al soldado Ryan, es moderna, novedosa y bastante mediocre a partes iguales. Aparentemente no hay nadie más en la película que Russel Crowe, que lidia con sus traumas y se convierte así en una antípoda a Frodo Bolsón igualmente irritante. El héroe ya ha sido forjado y se comporta igual a lo largo de todo el metraje, no hay profundidad alguna y por ende, no hay psicología. La historia pronto se convierte en una sucesión de pequeños combates entre el héroe y la adversidad, el héroe y los bárbaros, el héroe y un tigre, el héroe y Sir Arthur Conan Doyle... es infumable.

Para variar, la banda sonora constituye una sinfonía sin igual (mentira), que merece la pena ser escuchada en solitario (es decir, sin la película). Como viene siendo habitual en Hollywood y en Hans Zimmer (que lo mismo es) la banda sonora parece contar la película mejor que la misma cinta. Demasiada obra épica para un tiempo que no lo fue tanto, al menos, para un tipo (Máximo Décimo Meridio) que se supone le pasan más desgracias que al portador del anillo.
Pienso que Gladiator no es precisamente un DRAMA romano, sino más bien un cruce entre un algo perdido Lawrence de Arabia y un Will Turner con armadura y esteroides. En definitiva creo que se trata de un blockbuster de aventuras salido de las faldas de Braveheart, lo malo es que en BraveHeart al menos, me reía más. Se puede comprobar muy bien cómo formará parte de las estanterías de todo el mundo junto a Troya, El reino de los cielos, Braveheart o Alejandro Magno y serán 5 Oscars tirados a la basura.

El punto: Soy Máximo Décimo Meridio Crowe... maldición!... corten!!!!

Nota: 4

"Si hubieran esperado dos años a que Yôji Yamada les hubiera dado clases... otro gallo
cantaría."
25 de mayo de 2013 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Indudablemente, El cosmonauta no es una película para las masas. Ese es su primer error, el cine aglomera a las masas en torno a un producto audiovisual al que se le hace necesaria e imperativa una crítica. Más allá de escribir algo sin mencionar la palabra Crowdfunding, me parece que el talento está, me parece que la idea está, incluso me atrevería a decir que el resultado es portentoso, teniendo en cuenta que es la PRIMERA película de Nicolás Alcalá. El problema es querer darle al público algo que no es del público; si no una pieza de valor audiovisual incalculable que sólo su autor puede valorar como solo una madre puede querer a un hijo y viceversa.
El Cosmonauta apuesta por un listón muy alto en una prueba donde solo los más grandes consiguen los mejores saltos; y de ahí, lo que a priori puede parecer un desmán atrevido de insolencia, es una encarecida valoración superpuesta a la idea de que se trate de una película española, que resulta innovadora, fresca y colosalmente alejada de la escena del cine español. Y pido un aplauso por ello.

El problema recae en la forma y no en el fondo. Con un guión aceptable y unos actores decentes, partimos de una premisa excesivamente grande que desinfla y deja sin fuerzas la primera hora de metraje. Los 20 primeros minutos se pasan relativamente bien y luego la película se hunde por el estropicio que supone su montaje, fraguada a fuego demasiado lento, el frenazo en la narración te lleva a vislumbrar por separado todas las minisecuencias de las que se compone, dando la sensación de estar viendo un eterno vídeo corporativo, sin pies ni cabeza. La excesiva influencia de los clichés de cámara y la falsa tendencia a la nueva "fotografía descuidada" (puro Instagram) en cuanto a luz y color, apabullan al espectador en una ópera prima de fotografía mal rematada; podría haber llegado a más, con mucho menos.

El punto: Pensar que sea española.

Nota: 5

Una película más muerta en la sala de montaje...
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