No veía esta película desde el día que cumplí 11 años, y sin embargo recordaba bastantes cosas de ella. En su día no la entendí, y no llegué a hacerlo sino mucho después, de forma súbita e inesperada, como (re)aparecen los más insospechados recuerdos. Una road movie en el sentido más estricto de la palabra, la historia de un hombre que, en los últimos años de su vida, emprende un viaje a través de la América profunda para reencontrarse con su hermano, con el que no se hablaba desde hacía diez años. Viaja solo, en una segadora que arrastra un remolque, lentamente, sin prisa. En su camino se cruza con muchas personas, habla con ellas, les ayuda y es ayudado, comparte y recibe, les hace un rincón junto a su hoguera...en definitiva, todos esos pequeños detalles que marcan un viaje, sobre todo si es el viaje de la vida. Para mí es una gran metáfora sobre la generosidad y la humanidad el hecho de que entre sus trastos lleve dos sillas, una para él, y otra para quienquiera que fuese su efímero compañero. Una gran película, un canto a la vida y a la belleza de las pequeñas cosas, rebosante de naturalidad y ternura.