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8.6
205,141
3
30 de noviembre de 2012
30 de noviembre de 2012
22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo los elogios que se vierten sobre esta película de Tarantino se comprende esa categoría peculiar de “película de culto”. Se trata, en efecto de una especie de adoración, en este cao de una idolatría para los que no profesan ese culto.
Pulp Fiction, mirada con ojos no idolátricos, no es sino un película ciertamente hortera y tonta. Tarantino no parece disentir de ello cuando la ha aplicado el calificativo de “Pulp”, referente a los géneros de ínfima calidad. Es cierto que parece reírse de los que gustan de ese estilo que no se sabe si peca de elementalidad o de decadencia. A Tarantino en todo caso le falta demostrar su calidad de director de cine, no simplemente de inversor exitoso.
Y debe tenerlo porque sorprende que triunfe una película en donde rebosan los diálogos estúpidos y vacíos. Y Tarantino es quien los ha escrito. Donde hay largos pasajes carentes de sentido y aburridos. ¿Se esta burlando Tarantino del público? Lo haga o no lo haga, muchos le adoran, como se adoraba a la famosa cabeza de cerdo llena de moscas. Y se eleva a casi lo sagrado una escena como la recitación bíblica de un Samuel Jackson, que no pasa de lo discreta. Realmente a los actores no hay que pedirles grandes cosas; les basta aplicar calificativos desagradables a todo, gritar y disparar. La película tiene el síndrome de aquel cantar infantil: caca, pedo, culo, pis o cosa así. Se le añade una gota de gore y ya está. De culto. Bien, si la cosa gusta, pues enhorabuena señor Tarentino.
No se puede hablar de banda sonora, cuando sólo hay unas canciones que se oyen en ambientes de colores neón chupones y molestos. Tampoco de los intérpretes porque se limitan a ser malos ellos y tontas ellas. Claro es que eso no se tiene en cuenta a la hora de montar los diálogos que parecen escritos para ver cuanto aguanta el espectador oyendo vaciedades. No es que a Tarantino le haya salido una cosa tonta, es que deliberadamente escribió esa cosa tonta y la filmó.
La innovación de Pulp Fiction parece basarse en el desorden en que se presentan los tres cuentecitos de que se compone. Se ha hablado de cine de estructura circular. No es para tanto. Parece que solo hay desorden y que éste no oculta ningún orden interno. Si la película se mostrase ordenada no agregaría nada. Por otro lado esa presentación desordenada temporalmente era algo ya empleado con más acierto en el cine. Tarantino no pretende inventar, sino que en Pulp Fiction acumula recuerdos y casi parodias de muchas películas
Pulp Fiction, mirada con ojos no idolátricos, no es sino un película ciertamente hortera y tonta. Tarantino no parece disentir de ello cuando la ha aplicado el calificativo de “Pulp”, referente a los géneros de ínfima calidad. Es cierto que parece reírse de los que gustan de ese estilo que no se sabe si peca de elementalidad o de decadencia. A Tarantino en todo caso le falta demostrar su calidad de director de cine, no simplemente de inversor exitoso.
Y debe tenerlo porque sorprende que triunfe una película en donde rebosan los diálogos estúpidos y vacíos. Y Tarantino es quien los ha escrito. Donde hay largos pasajes carentes de sentido y aburridos. ¿Se esta burlando Tarantino del público? Lo haga o no lo haga, muchos le adoran, como se adoraba a la famosa cabeza de cerdo llena de moscas. Y se eleva a casi lo sagrado una escena como la recitación bíblica de un Samuel Jackson, que no pasa de lo discreta. Realmente a los actores no hay que pedirles grandes cosas; les basta aplicar calificativos desagradables a todo, gritar y disparar. La película tiene el síndrome de aquel cantar infantil: caca, pedo, culo, pis o cosa así. Se le añade una gota de gore y ya está. De culto. Bien, si la cosa gusta, pues enhorabuena señor Tarentino.
No se puede hablar de banda sonora, cuando sólo hay unas canciones que se oyen en ambientes de colores neón chupones y molestos. Tampoco de los intérpretes porque se limitan a ser malos ellos y tontas ellas. Claro es que eso no se tiene en cuenta a la hora de montar los diálogos que parecen escritos para ver cuanto aguanta el espectador oyendo vaciedades. No es que a Tarantino le haya salido una cosa tonta, es que deliberadamente escribió esa cosa tonta y la filmó.
La innovación de Pulp Fiction parece basarse en el desorden en que se presentan los tres cuentecitos de que se compone. Se ha hablado de cine de estructura circular. No es para tanto. Parece que solo hay desorden y que éste no oculta ningún orden interno. Si la película se mostrase ordenada no agregaría nada. Por otro lado esa presentación desordenada temporalmente era algo ya empleado con más acierto en el cine. Tarantino no pretende inventar, sino que en Pulp Fiction acumula recuerdos y casi parodias de muchas películas

6.6
485
7
10 de octubre de 2013
10 de octubre de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vista ya en el momento de su estreno en España, allá por los comienzos de los cincuenta, mi vuelta a ella ha sido provocada por el recuerdo de la canción con que se inicia la película y que fue popularizada en la voz de Frankie Laine.
La película contó con tres espléndidos actores como fueron Gary Cooper, Barbara Stanwyck y Anthony Queen. De Ruth Roman apenas se puede hablar por la brevedad de su papel. Los personajes encarnados por los primeros encajan con la personalidad de los actores.
Sorprende en ocasiones el esquematismo con que se presenta el guion que no trata en ningún momento en profundizar en ninguno de los problemas presentados. Hay, en general, una clara tendencia a la desdramatización de las situaciones que resuelven con extraña rapidez. Todo ello da a la película un cierto de aire de frialdad y lejanía. Pero con ello es indudable que logra un cierto atractivo.
En ese esquematismo, Gary Cooper adopta esa actitud de nobleza y rectitud que en tantas ocasiones ha representado. Junto a él, el “bueno”, aparecen los restantes personajes igualmente estereotipados: la mala, el desnortado, la buena y hasta una especie de Dr. Watson. El petróleo, los policías y los bandidos son simples elementos del decorado.
Por encima de todo, la música de Dimitri Tiomkin. La que recordaba.
La película contó con tres espléndidos actores como fueron Gary Cooper, Barbara Stanwyck y Anthony Queen. De Ruth Roman apenas se puede hablar por la brevedad de su papel. Los personajes encarnados por los primeros encajan con la personalidad de los actores.
Sorprende en ocasiones el esquematismo con que se presenta el guion que no trata en ningún momento en profundizar en ninguno de los problemas presentados. Hay, en general, una clara tendencia a la desdramatización de las situaciones que resuelven con extraña rapidez. Todo ello da a la película un cierto de aire de frialdad y lejanía. Pero con ello es indudable que logra un cierto atractivo.
En ese esquematismo, Gary Cooper adopta esa actitud de nobleza y rectitud que en tantas ocasiones ha representado. Junto a él, el “bueno”, aparecen los restantes personajes igualmente estereotipados: la mala, el desnortado, la buena y hasta una especie de Dr. Watson. El petróleo, los policías y los bandidos son simples elementos del decorado.
Por encima de todo, la música de Dimitri Tiomkin. La que recordaba.

6.7
221
9
7 de agosto de 2013
7 de agosto de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Margaret Kennedy publicó en 1924 “La ninfa constante”, la novela que la iba a dar fama. A los dos años la obra saltaría al teatro y en 1928 tuvo su primera adaptación al cine con Adrian Brunel y Basil Dean como directores. Tras esa primera versión muda llegó en 1943 esta versión dirigida por Edmund Goulding. El sonido permite ya incorporar no sólo los siempre interesantes diálogos entre los personajes, sino que suma la música confiada en este caso al compositor clásico Erich Korngold que durante algunos años se dedicó a trabajar en Hollywood para, al final, volver a los escenarios clásicos.
Toda la trama de la novela, y por tanto de la película que la sigue con fidelidad, se entra en un triángulo constituido por el compositor clásico Lewis Dodd (Charles Boyer) casado con Florence Creighton (Alexis Smith) y Tessa Sanger (Joan Fontaine), prima de la anterior y que siendo apenas una adolescente se enamora de Lewis Dodd y perturba inocentemente la relación del matrimonio. Al desarrollo inteligente de ese planteamiento se superpone la espléndida actuación de esos tres actores, destacando especialmente la de Joan Fontaine que alcanzó su tercera y última nominación al Oscar, pese a la dificultad que presentaba para ella tener que interpretar el papel de una adolescente cuando su edad real era muy superior. Ello se nota en algunos momentos especialmente, pero en otros la asimilación del espíritu juvenil es casi perfecta. Los restantes actores cumplen su papel. Quizá deba destacarse a Charles Coburn, en el papel de padre y tío de Florence y Tessa. Un Peter Lorre interviene representando un personaje un tanto absurdo y fantasmal; él se limita a poner la cara y la sonrisa.
En general, en la película es destacable por el cuidado de los detalles. La fotografía merece un aplauso. Así como la iluminación, tendente en general a destacar contrastes, sin caer en los simples claroscuros.
En definitiva es una buena película que aprovecha un buen guion, como es el elaborado a partir de la novela de Margaret Kennedy y está a la altura del mismo. Siendo una película que se califica de romántica, a la vez que de drama, lo cierto es que tiene mucho de psicológica ya que ofrece la visión de una evolución en los personajes centrales. Una exhibición de la calidad del cine de los años cuarenta.
Toda la trama de la novela, y por tanto de la película que la sigue con fidelidad, se entra en un triángulo constituido por el compositor clásico Lewis Dodd (Charles Boyer) casado con Florence Creighton (Alexis Smith) y Tessa Sanger (Joan Fontaine), prima de la anterior y que siendo apenas una adolescente se enamora de Lewis Dodd y perturba inocentemente la relación del matrimonio. Al desarrollo inteligente de ese planteamiento se superpone la espléndida actuación de esos tres actores, destacando especialmente la de Joan Fontaine que alcanzó su tercera y última nominación al Oscar, pese a la dificultad que presentaba para ella tener que interpretar el papel de una adolescente cuando su edad real era muy superior. Ello se nota en algunos momentos especialmente, pero en otros la asimilación del espíritu juvenil es casi perfecta. Los restantes actores cumplen su papel. Quizá deba destacarse a Charles Coburn, en el papel de padre y tío de Florence y Tessa. Un Peter Lorre interviene representando un personaje un tanto absurdo y fantasmal; él se limita a poner la cara y la sonrisa.
En general, en la película es destacable por el cuidado de los detalles. La fotografía merece un aplauso. Así como la iluminación, tendente en general a destacar contrastes, sin caer en los simples claroscuros.
En definitiva es una buena película que aprovecha un buen guion, como es el elaborado a partir de la novela de Margaret Kennedy y está a la altura del mismo. Siendo una película que se califica de romántica, a la vez que de drama, lo cierto es que tiene mucho de psicológica ya que ofrece la visión de una evolución en los personajes centrales. Una exhibición de la calidad del cine de los años cuarenta.

5.5
2,678
2
7 de mayo de 2010
7 de mayo de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta crítica adolece de alguna imparcialidad. No subjetiva, sino objetiva: la crítica se hace después de visionar la película, pero habiéndolo hecho antes con la versión de Diez Negritos que René Clair realizó en Estados Unidos en 1945. Y por descontado después de haber leído o repasado más de una vez y hace mucho tiempo la obra original de Agatha Christie.
La obra de la novelista inglesa, una de las más leídas en el mundo –la segunda después de la Biblia, al parecer- crea un clima muy concreto que hace verosímil y maestra la novela. Una isla aislada, la tempestad, una casona grande y sin lujos.
En esta película la isla aislada es sustituida por el desierto: la tempestad, por 300 kilómetros sin carretera; la casona por un monstruo de Frankenstein arquitectónico que por fuera es un conocido monumento urbano ahora sitúa en el desierto; y por dentro muestra un hotel de lujo reciente carente de la intimidad o proximidad exigida por la novela. Incluso si se sale fuera a dar un paseo, se puede hacer éste por el templo de Debod de Madrid o por un conjunto arqueológico del Oriente Medio.
La película pretende transmitir la sensación de que se está confinado en un espacio reducido, sin posibilidad de escape. Digamos que lo intenta porque luego exhibe unas imágenes exteriores o interiores de dimensiones extraordinarias. N o existe un sótano, sino unas impresionantes construcciones subterráneas abovedadas; no es un alojamiento para 10 personas, sino que tiene las dimensiones de un gran edificio inexplicablemente situado en el desierto; no es una vivienda privada a la que se invita a un numero reducido de personas sino que muestra un alojamiento, locales comunes y habitaciones, desbordantes de lujo.
A partir de ahí, ¿qué pueden hacer unos actores que tampoco destacan en nada? El guión el bastante ridículo: intercala una historia que nada tiene que ver, ni con la novela, ni con la propia película. Incurre en contradicciones y en vacíos.
Busquen otra versión, por su interés. Ésta realmente no vale la pena. La historia se sigue pero para traicionarla.
La obra de la novelista inglesa, una de las más leídas en el mundo –la segunda después de la Biblia, al parecer- crea un clima muy concreto que hace verosímil y maestra la novela. Una isla aislada, la tempestad, una casona grande y sin lujos.
En esta película la isla aislada es sustituida por el desierto: la tempestad, por 300 kilómetros sin carretera; la casona por un monstruo de Frankenstein arquitectónico que por fuera es un conocido monumento urbano ahora sitúa en el desierto; y por dentro muestra un hotel de lujo reciente carente de la intimidad o proximidad exigida por la novela. Incluso si se sale fuera a dar un paseo, se puede hacer éste por el templo de Debod de Madrid o por un conjunto arqueológico del Oriente Medio.
La película pretende transmitir la sensación de que se está confinado en un espacio reducido, sin posibilidad de escape. Digamos que lo intenta porque luego exhibe unas imágenes exteriores o interiores de dimensiones extraordinarias. N o existe un sótano, sino unas impresionantes construcciones subterráneas abovedadas; no es un alojamiento para 10 personas, sino que tiene las dimensiones de un gran edificio inexplicablemente situado en el desierto; no es una vivienda privada a la que se invita a un numero reducido de personas sino que muestra un alojamiento, locales comunes y habitaciones, desbordantes de lujo.
A partir de ahí, ¿qué pueden hacer unos actores que tampoco destacan en nada? El guión el bastante ridículo: intercala una historia que nada tiene que ver, ni con la novela, ni con la propia película. Incurre en contradicciones y en vacíos.
Busquen otra versión, por su interés. Ésta realmente no vale la pena. La historia se sigue pero para traicionarla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En 1945 René Clair parece que pagó tributo al principio de “happy end” imperante en los momentos en que terminaba la segunda guerra mundial y no se estaba para abrumar a la gente que ya había estado aguantando bastante.
Collinson en 1975 no tenía esa presión . Seguir hasta el final la trama de Agatha Christie hubiera salvado en algo su pésima obra. Pero no lo hizo.
Collinson en 1975 no tenía esa presión . Seguir hasta el final la trama de Agatha Christie hubiera salvado en algo su pésima obra. Pero no lo hizo.
30 de abril de 2013
30 de abril de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No parece que “La caja oblonga” pueda suscitar en nadie entusiasmo de ningún tipo. Es una muestra, no excesivamente buena, del cine de terror de la década de los sesenta que, en buena medida, se centró, por obra y gracia de Roger Corman, en los cuentos de Edgar Allan Poe. Por si fuera poco, la simple figura de Vincent Price, intérprete principal de la película, la incluye en ese género de terror de la serie B que en general se caracterizó por una dignidad y un nivel de calidad destacables.
Como integrada en esa escuela, “La caja oblonga” presenta deficiencias propias de ella. Ciertos infantilismos que chocan al espectador actual, acostumbrado ya a otras tramas del temor, a la complejidad de los thriller y a los excesos del gore. En este último aspecto no puede decirse que el cine haya avanzado más allá de dar más realismo a la sangre que en “La caja oblonga” resulta ser de un anaranjado deslumbrante y mana de lo que parecen pequeñas heridas.
Lo más desconcertante de la película es la indefinible razón por la que se titula “La caja oblonga”. Uno de los cuentos de Poe lleva ese nombre, pero narra una historia completamente distinta en la que un extraño matrimonio Witts viaja con una caja oblonga en un navío de vela que naufraga finalmente. La propia película afirma que se basa en ese cuento de Poe, pero no es verdad. Ni tampoco, aunque aparezca un individuo con una máscara roja, se corresponde con el argumento de otro cuento: “La máscara de la muerte roja”. Ni menos con “Un entierro prematuro”, otro cuento de Poe. Son cuentos ya abordados por el propio Roger Corman. Curiosamente, en algún momento y lugar, se sustituyó el título “La caja oblonga” por la de “El ataúd”. Es la que recoge FilmAffinity, pero no la que figura en la carátula que acompaña al DVD.
Hay bastantes aspectos que destacar de la película. La presencia de Vincent Price y la de Christopher Lee. Los ambientes victorianos. Algo curiosamente extraño es la referencia a revueltas de minorías negras con sus hechizos y sus brujos, y la explícita referencia a burdeles, un tanto desconcertantes, ambas, en el clima de una película de terror.
Como integrada en esa escuela, “La caja oblonga” presenta deficiencias propias de ella. Ciertos infantilismos que chocan al espectador actual, acostumbrado ya a otras tramas del temor, a la complejidad de los thriller y a los excesos del gore. En este último aspecto no puede decirse que el cine haya avanzado más allá de dar más realismo a la sangre que en “La caja oblonga” resulta ser de un anaranjado deslumbrante y mana de lo que parecen pequeñas heridas.
Lo más desconcertante de la película es la indefinible razón por la que se titula “La caja oblonga”. Uno de los cuentos de Poe lleva ese nombre, pero narra una historia completamente distinta en la que un extraño matrimonio Witts viaja con una caja oblonga en un navío de vela que naufraga finalmente. La propia película afirma que se basa en ese cuento de Poe, pero no es verdad. Ni tampoco, aunque aparezca un individuo con una máscara roja, se corresponde con el argumento de otro cuento: “La máscara de la muerte roja”. Ni menos con “Un entierro prematuro”, otro cuento de Poe. Son cuentos ya abordados por el propio Roger Corman. Curiosamente, en algún momento y lugar, se sustituyó el título “La caja oblonga” por la de “El ataúd”. Es la que recoge FilmAffinity, pero no la que figura en la carátula que acompaña al DVD.
Hay bastantes aspectos que destacar de la película. La presencia de Vincent Price y la de Christopher Lee. Los ambientes victorianos. Algo curiosamente extraño es la referencia a revueltas de minorías negras con sus hechizos y sus brujos, y la explícita referencia a burdeles, un tanto desconcertantes, ambas, en el clima de una película de terror.
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