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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
28 de mayo de 2020 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Tuve un sueño muy extraño. ¿Sabes lo que soñé? Soñé que estábamos de regreso en la orquesta sentados juntos, ensayando el concierto Brandenburg, movimiento lento, y todo lo que estamos viviendo era parte del pasado. Solo lo recordábamos como una pesadilla”

“Skammen” ahonda tanto en los efectos de la guerra en las personas como en la naturaleza de ésta, o tal vez, en la forma en que podríamos percibir el estar en una situación de guerra, inmersos, como lo está la pareja protagonista. No es una película que como tantas otras muestre o describa las consecuencias de una guerra para la humanidad y sus desastres a nivel global, sino que, como no podría ser de otra forma en el más grande explorador del alma humana que haya dado el cine, nos adentra en lo que este tipo de catástrofes puede provocar irreversiblemente en la mente y el espíritu de las personas en particular involucradas. La alienación que sufren los protagonistas termina siendo realmente perturbadora.

Esto último se puede ver en el notorio cambio en los caracteres de los personajes entre el inicio y final de la película, que comienza con un dibujo de las personalidades muy marcado, con la frialdad y dominancia de Eva, y la sensibilidad y ligereza de su esposo Jan. No olvidemos que la película abre con Eva corriendo las cortinas temprano en la mañana, erguida y con sus pechos desnudos, y despertando a Jan, que infantilmente reacciona contándole, somnoliento aun, su sueño, en el que la situación presente era ya parte del pasado. Este anhelante y sensible Jan, incapaz de matar a una gallina hacia la mitad del film, termina siendo el que hace cualquier cosa por subirse a un bote e intentar escapar de esa situación, mientras Eva, con la mirada perdida nos cuenta ahora ella su sueño en medio del mar y a la deriva, asustada, ante los cambios percibidos en ellos mismos, por la posibilidad de que no vuelvan a hablarse.

Gran acierto de Bergman en que lo narrado sea solo lo que sucede en la isla y con respecto a ellos, aislando así todo otro factor desestabilizante más allá de lo que sucede allí, entre ellos y la guerra, entre ellos y lo que llega o quien llega, entre ellos y sus almas, sus mentes… Aquí la guerra, fría y cruel, los azota. Azota y mancha sus almas, tortura sus psiquis, se les mete por los pulmones y se les sale por la mirada… los ojos de la bella Ullman hablan por sí solos al igual que los de von Sydow, que están impresionantes en unos personajes complejos y cambiantes. El efecto externo de la guerra sobre ellos es inevitable, feroz, y visceral, y Bergman nos lo muestra con fuego, cuerpos, disparos, miedo… y termina sacando de ellos su peor faceta, lo más oscuro de su interior, como nos sugiere lo sucedido con Jan y el dinero, con Jan y el que llega a su casa incendiada, con Eva y el intendente.

En cuanto a la guerra en sí como situación en la que están inexorablemente inmersos, Bergman parece sugerirnos (o al menos es lo que yo percibo) una naturaleza relacionada con lo onírico, con lo que está más allá de nuestra voluntad y hasta de nuestro entendimiento, y que nos domina y nos abarca por completo, sensación de desolación ante lo superior o desconocido y nuestra impotencia al respecto que transmiten gran parte de sus películas.

“Hay veces que parece solo un sueño. No el mío sino el de alguien más en el que debo participar. ¿Qué sucede cuando quien está soñándonos despierta y se siente avergonzado?”, dice Eva a su esposo.

Y, si existió y sabíamos una razón por la que tal vez todo esto pasa, la hemos olvidado, como lo siente Eva en su sueño al final de la película: “Y todo el tiempo supe que debía recordar algo, algo que alguien había dicho, pero lo había olvidado”.
9 de noviembre de 2017 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película se abre con una escena en donde unos adolescentes compiten y desafían su valentía tirándose al agua desde lo alto. Es domingo. Quien no se tire da la imagen de “gallina” frente a los demás. La preocupación principal de los dos jóvenes hermanos protagonistas es en este momento, naturalmente, no quedar como inmaduros, como menos hombres que el resto. No saben, y nosotros tampoco, que al cabo de una semana las circunstancias los llevarán a madurar drástica y obligatoriamente, a pesar de que en ese momento uno de ellos llora por no haberse animado a realizar la prueba, ultimas lagrimas que derramará por preocupaciones como el miedo a las alturas, últimos vestigios de su inocencia, antes de convertirse repentinamente en hombre.

Estos dos hermanos se verán enfrentados al regreso de su padre luego de 12 años de ausencia. Ese es el puro y llano problema: el encuentro con la figura paterna. No hay más (como si fuera poco). Este trascendental momento en la vida de ellos será el único tema planteado a lo largo de la película, haciéndose abstracción de todo cuanto no tenga que ver con la esencial relación padre-hijos, ayudado de una fantasmal y austera puesta en escena de la casa en donde viven, por ejemplo. Las causas o motivos que hayan provocado tanto la ausencia como el regreso del padre o lo que haya pasado antes en la vida de los jóvenes no interesa, ni los negocios que realiza el padre ni el lugar a donde se dirigen a lo largo del film, ni siquiera importa la caracterización de personajes como el de la madre. A Zvyagintsev le importan las miradas, las palabras, los gestos y las actitudes entre el padre y los dos hermanos, de personalidades muy distintas.

Desde las primeras imágenes, la película, que desprende poesía y calma, es narrada a ritmo pausado. Somos parte del largo paseo de los tres personajes principales mientras intentan asimilar la situación. Acá, lo que se trata no es la descripción de tal padre con tales hijos, que tienen tales problemas y llevan tales vidas. Nosotros conocemos de ellos lo que se nos muestra en la pantalla, es decir, dos chicos normales y un hombre de aspecto duro, unidos de repente. Ellos saben de su padre tanto como nosotros y él conoce a sus hijos como conocería a cualquier par de jóvenes que se haya cruzado antes. Somos partícipes del completo contacto que se da y se dará entre ellos. Como dije antes, es admirable la abstracción que se hace de las extrínsecas situaciones particulares y propias de los protagonistas, para abordar la compleja relación filio paternal en un sentido más profundo, creando una metáfora sobre las universales dificultades en la asimilación de la ambigua figura paterna, mezcla de autoridad y cariño. Que este encuentro se haya dado de forma abrupta dificultará especialmente la relación entre ellos, son actores que no sabrán interpretar sus papeles de hijos y padre, nunca lo han hecho y no es fácil aprenderlo en un simple viaje.

Las consecuencias de este viaje de pesca serán de muy largo alcance y hondo calado para la vida de ellos. No hay discursos morales al final. Las cosas pasaron así y, como nos daremos cuenta por sus miradas al final de la película, los cambios irreversibles en su personalidad ya se han producido, sin ser nadie verdaderamente culpable, sin tiempo ya de arrepentimientos ni posibilidad de reconstruir lo ocurrido, por más que después de haberse negado varias veces a decirle “Papá” se lo diga ahora gritando al ver hundirse el cuerpo en el agua. Lo que sí quedará intacto son las fotografías tomadas, que podemos ver finalizada la acción, fotografías que representarán una época ya lejana.
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