Amor juvenil, vaya. Vas creciendo con la pareja a lo largo del tiempo y observas como el amor que se tienen el uno al otro se va transformando pero siempre permanece. Como las ganas de comer un churrasco, que siempre están ahí.

Las interpretaciones son muy buenas, y lo más interesante del la serie, en mi opinión, es la influencia del ambiente en cada una de las épocas vitales de los protagonistas. Se pasa de un ambiente hostil (instituto, dónde basta que le hables a la popular para que te peguen una piruleta en el pelo), a un ambiente segregacionista (cuanto mayor el nivel de conocimiento, más éxito vas a tener en la universidad).

Y de normal tendrán la apariencia, porque ya quisiera la juventud española tener esas oportunidades académicas.

Dioses americanos, ya sea porque surgen en América o porque la historia de las conquistas los ha llevado hasta allá en balsa, junto con los millones de seres humanos que desembarcaron tras cruzar el charco.

La idea es buena y las metáforas visuales, te explotan las pupilas. Yo, os juro que intenté seguir el argumento, pero me quedaba más tiempo reproduciendo en bucle una escena con efectos especiales que tratando de seguir el hilo. Esto es como un cómic: presto más atención al dibujo porque me asombra que en leer el contenido de los bocadillos.

La conclusión es trágica, pues reconozco que no me enteré de mucho pero a veces también se come con los ojos. Sino preguntad a la gente que se cruza con los espacarates de una pastelería.

Vamos a ver. Semejante currele de maquillaje a mí me ha dejado tonta. Bueno y pensar que está basado en hechos reales, me ha dejado más tonta todavía. La historia se presenta como lo que se aprecia en el póster, una madre y una cría bastante raras, pero que tienen una extraña forma de quererse y ver el mundo.

A mí, personalmente, me ha gustado. A veces estaba deseando arrancarme los ojos porque las personalidades de estas dos señoras no son para menos.

Yo esta película tengo que reconocer que no la vi en la atmósfera adecuada. Literalmente, para evitar el yuyu me puse a comentarla online en una sala de vídeo con un colega. Imaginad, a cada susto, pausa. Mira ese fulano como pone cara rara, pausa. Y así, sucesivamente. LA CUESTIÓN, es que si la ves de noche, solo y sin dedicarte a pausar como si te fuera la vida en ello, probablemente consiga aterrar.

El juego del doble, tal y como se ve en el póster, es la movida principal de una trama psicológica bastante chunga. Conviene fijarse bastante en elementos del escenario, pues el director presta muchos guiños a grandes hitos del cine de terror. También utiliza mucha simbología y números.

Dado a que soy un poco caguetas con estas vainas, mi nota está sesgada por verla desde el humor. No me importa, parte del pensamiento crítico es admitir límites.

La violencia como forma estética es algo que no deja de sorprenderme. A veces ser amable se convierte en una forma letal de agredir: el que te ofrece caramelos jamás va a conseguir nada a punta de cuchillo. Pues en la película el ambiente podría decirse que es el mismo. Para mí, aterrador.

A lo largo de la historia aparecen diversos símbolos. Uno se da cuenta quizás cuando ya tiene todo el mal cuerpo encima porque hay ciertas escenas realmente difíciles de digerir. Si te gusta resolver piezas te garantizo que pasas mejor el rato resolviendo un puzzle tranquilito sobre la mesa que viendo esta macabra sucesión de eventos.

Los colores y la luz contrastan con la atmósfera de terror, pero quizás precisamente ahí reside su dificultad: cualquiera pega un grito con un perchero en la oscuridad pero no con mucha gente rarita haciendo cosas de secta.