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5.6
2,321
7
30 de marzo de 2015
30 de marzo de 2015
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa obra, que sin alejarse del todo de los clichés estilísticos dentro del cine independiente estadounidense mayoritario en los últimos años, mezcla con gran acierto el Western apocalíptico, con el thriller y el drama familiar; pero por encima de todo, lo que aquí se cuenta es una historia de supervivencia. Algo que no aparenta ser nada fácil en un futuro altamente hostil (aunque, desgraciadamente verosímil en un futuro no tan lejano) en el que el agua es un bien escaso, por el cual la gente es capaz de matar o morir en un lugar donde imploran las leyes del viejo oeste norteamericano. La historia gira en torno a los miembros de una familia, centrándose en los tres varones de la misma en cada uno de los tres capítulos en los que se divide la trama: El padre, el novio de la hija, y el hermano de ésta. Lo cual podría ser interpretado como una mirada algo machista, ya que la única mujer de la familia, aunque sea el nexo entre los tres varones, queda relevada a un puesto muy secundario respecto a éstos.
Los problemas familiares, aunque parezcan trillados en un principio, se irán enriqueciendo con el transcurso de la historia; tanto es así, que el espectador no llegara a echar en falta mayor dosis de escenas de acción. Aunque seguramente sea el aroma a (spagetti) Western, unido a la ambientación post-apocalíptica, lo que mayor encanto de a la obra; a lo que ayuda la labor a la fotografía de Giles Nuttgens. A la dirección, Jake Paltrow (hermano de la oscarizada actriz Gwyneth Paltrow) realiza un interesante labor, donde destacan algunos planos muy inspirados; aunque el abuso del disolver una toma con otra como efecto de transición, y de la alternancia entre diferentes planos consecutivos con movimientos de cámara (zoom, como norma general), termina por resultar contraproducente.
El guión, premiado en el festival de Sitges, y firmado por el propio Paltrow puede no contener demasiados elementos originales, pero consigue desarrollar de manera satisfactoria todas sus tramas y subtramas. Y su falta de propuestas realmente novedosas es compensada por una historia trepidante, en la que hay que resaltar el giro que sufre la historia poco después de la media hora de metraje, y que condicionara el resto de la narración. El montaje ayuda a que su historia se narre con agilidad, y del que sólo se podría destacar de forma negativa; a parte de los abusos en las transiciones anteriormente mencionadas; algún momento extraño entre el cambio de planos (¿fallo de raccord?).
Otra obra pequeña que pasará desapercibida para la mayoría del público, pero que dejará un buen sabor de boca a los que se crucen con ella. Quien espere aquí un nuevo Mad Max, no verá cumplir sus expectativas. Pero quien quiera ver una película de ciencia ficción de bajo presupuesto (abundantes en el panorama de cine independiente estadounidense de los últimos años) con gusto a western clásico, disfrutará con esta “Young Ones”, una de esas obras cuyo resultado es claramente superior a la suma de sus partes.
Los problemas familiares, aunque parezcan trillados en un principio, se irán enriqueciendo con el transcurso de la historia; tanto es así, que el espectador no llegara a echar en falta mayor dosis de escenas de acción. Aunque seguramente sea el aroma a (spagetti) Western, unido a la ambientación post-apocalíptica, lo que mayor encanto de a la obra; a lo que ayuda la labor a la fotografía de Giles Nuttgens. A la dirección, Jake Paltrow (hermano de la oscarizada actriz Gwyneth Paltrow) realiza un interesante labor, donde destacan algunos planos muy inspirados; aunque el abuso del disolver una toma con otra como efecto de transición, y de la alternancia entre diferentes planos consecutivos con movimientos de cámara (zoom, como norma general), termina por resultar contraproducente.
El guión, premiado en el festival de Sitges, y firmado por el propio Paltrow puede no contener demasiados elementos originales, pero consigue desarrollar de manera satisfactoria todas sus tramas y subtramas. Y su falta de propuestas realmente novedosas es compensada por una historia trepidante, en la que hay que resaltar el giro que sufre la historia poco después de la media hora de metraje, y que condicionara el resto de la narración. El montaje ayuda a que su historia se narre con agilidad, y del que sólo se podría destacar de forma negativa; a parte de los abusos en las transiciones anteriormente mencionadas; algún momento extraño entre el cambio de planos (¿fallo de raccord?).
Otra obra pequeña que pasará desapercibida para la mayoría del público, pero que dejará un buen sabor de boca a los que se crucen con ella. Quien espere aquí un nuevo Mad Max, no verá cumplir sus expectativas. Pero quien quiera ver una película de ciencia ficción de bajo presupuesto (abundantes en el panorama de cine independiente estadounidense de los últimos años) con gusto a western clásico, disfrutará con esta “Young Ones”, una de esas obras cuyo resultado es claramente superior a la suma de sus partes.

7.1
2,804
8
3 de julio de 2015
3 de julio de 2015
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brasil, ese país exótico de fútbol y mujeres hermosas bailando en el carnaval, pero también de grandes desigualdades. Aunque el interés desde el resto del mundo se centre en el primer aspecto, esta vez se nos muestra la segunda; y lo hace a través de la relación de una criada y sus jefes, pero especialmente las de estos con sus respectivos hijos, y con los del otro. Los expertos dicen que una de las pruebas más fiables para comprobar el nivel de desigualdad de un país es comparar el salario de los padres con las de sus descendientes; si los hijos de los ricos tienen por general sueldos muy altos, y en cambio los vástagos de los menos favorables siguen recibiendo los salarios más humildes, el resultado es un país desigual en la que el puesto de siervo o amo se hereda, de la misma forma que se hacía en la no tan lejana Edad Media. La humilde criada de esta película lo ve con naturalidad, pero no su hija. Ella no se ve como la sierva de nadie, y con un gran esfuerzo hará todo lo posible para no serlo nunca. Un esfuerzo que no es solo suyo, sino de todos los hombres y mujeres de Brasil y del mundo, que quieren cambiar el mundo por uno más justo.
Aunque la protagonista a primera vista sea la madre, el gran peso de toda la trama recae sobre los hombros de su hija: sin ella, simplemente, no habría historia. Antes, en esa mansión todo estaba en su sitio, cada pieza estaba colocada exactamente en su sitio, parecía un paraíso aislado de las miserias de las calles de su país. Pero con la llegada de la hija de la criada, todo cambia, el orden que parecía inquebrantable se cae como un castillo de naipes. Esa familia burguesa no es tan perfecta como parecía. Al principio, los tres miembros de la misma tratan de alagar a la recién llegada, pero poco a poco irán mostrando su verdadero rostro, cuando la careta de las buenas intenciones caiga para mostrar las verdaderas intenciones que tienen cada uno de ellos para con la hija de su criada. Además, se va haciendo más palpable lo que se intuye desde el primer momento (y que da nombre al título), y es que el hijo de la familia adinerada se siente mucho más cómodo con su criada (y niñera) de lo que jamás ha estado o estará con sus progenitores.
La directora brasileña Anna Muylaert acierta con el tono, entre el drama y la comedia, con el que cuenta la historia; consiguiendo un gran equilibrio en el que no cae en ningún momento en el melodrama, ni se queda en lo superfluo. Destacando también en su trabajo, la muy acertada elección de encuadres, que “atrapan” a los personajes dentro del escenario, mostrando cuál es el sitio que le corresponde a cada uno, del cual no deben salir. La trama se desarrolla con un buen ritmo, mostrándonos de forma completamente creíble la evolución de sus personajes; donde también influye la labor de todo el reparto. En este aspecto hay que destacar la gran actuación de Regina Casé, dando vida a la servil y sumisa criada, que consigue dotar de un gran humanismo al personaje.
Una película que acierta al plantear y ejecutar su crítica social, y que cuenta con ciertos toques buñuelescos, como cierta similitud con “Diario de una camarera”, y especialmente “Susana, demonio y carne”. Al mismo tiempo, sirve para recordar al público (o al menos, a todo aquel que le conceda la oportunidad) que se puede hacer cine de calidad fuera de Estados Unidos y Europa.
Aunque la protagonista a primera vista sea la madre, el gran peso de toda la trama recae sobre los hombros de su hija: sin ella, simplemente, no habría historia. Antes, en esa mansión todo estaba en su sitio, cada pieza estaba colocada exactamente en su sitio, parecía un paraíso aislado de las miserias de las calles de su país. Pero con la llegada de la hija de la criada, todo cambia, el orden que parecía inquebrantable se cae como un castillo de naipes. Esa familia burguesa no es tan perfecta como parecía. Al principio, los tres miembros de la misma tratan de alagar a la recién llegada, pero poco a poco irán mostrando su verdadero rostro, cuando la careta de las buenas intenciones caiga para mostrar las verdaderas intenciones que tienen cada uno de ellos para con la hija de su criada. Además, se va haciendo más palpable lo que se intuye desde el primer momento (y que da nombre al título), y es que el hijo de la familia adinerada se siente mucho más cómodo con su criada (y niñera) de lo que jamás ha estado o estará con sus progenitores.
La directora brasileña Anna Muylaert acierta con el tono, entre el drama y la comedia, con el que cuenta la historia; consiguiendo un gran equilibrio en el que no cae en ningún momento en el melodrama, ni se queda en lo superfluo. Destacando también en su trabajo, la muy acertada elección de encuadres, que “atrapan” a los personajes dentro del escenario, mostrando cuál es el sitio que le corresponde a cada uno, del cual no deben salir. La trama se desarrolla con un buen ritmo, mostrándonos de forma completamente creíble la evolución de sus personajes; donde también influye la labor de todo el reparto. En este aspecto hay que destacar la gran actuación de Regina Casé, dando vida a la servil y sumisa criada, que consigue dotar de un gran humanismo al personaje.
Una película que acierta al plantear y ejecutar su crítica social, y que cuenta con ciertos toques buñuelescos, como cierta similitud con “Diario de una camarera”, y especialmente “Susana, demonio y carne”. Al mismo tiempo, sirve para recordar al público (o al menos, a todo aquel que le conceda la oportunidad) que se puede hacer cine de calidad fuera de Estados Unidos y Europa.

6.4
541
8
25 de diciembre de 2013
25 de diciembre de 2013
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera película de Fernando Arrabal, basada en una novela escrita por él. No es solo por eso que esta se trate de una obra muy personal, sino que en se podría considerar autobiografiílla, especialmente porque su fue encarcelado y condenado a muerte tras la Guerra Civil, posteriormente, la condena se redujo a 30 años de prisión, donde intento suicidarse y finalmente escapo, sin que se volviera a saber nada más de él. Eso es algo que marco muy fuertemente a Arrabal y a su obra; siendo su debut, la película donde mejor lo refleja.
La historia nos narra el drama que sufre Fando en la posguerra. Hijo de un “rojo” y una ultracatólica, esta enamorado de su madre, pero aun así no puede perdonarle que entregara a su padre a las tropas fascistas. Fando era un niño inocente, pero cada vez queda menos de esa inocencia debido al ambiente de violencia, odio y rencor que le rodea. Siente un fuerte deseo hacía su madre y hacía su tía, y los castigos físicos destinados a reprimir esos deseos, en lugar de conseguirlo, hacen que aumenten y se vuelvan más depravados. Pero nunca perderá la esperanza de que su padre este vivo. Los temas del síndrome de Edipo, las relaciones de amor/odio con una madre autoritaria y la ausencia del padre, serán muy constantes en las obras de Arrabal, pero en esta más que nunca.
El mundo que el niño ve, se mezcla con el que crea en su imaginación. Los dos están relacionados, uno depende del otro, se complementan, hasta que ninguno de los dos tendría sentido sin el otro. La unión de estas dos realidades crea un mundo surrealista, con tendencia a lo bizarro, que el autor utiliza para criticar la represión política y religiosa, a la par que muestra la imposibilidad de vivir y relacionarse con los demás en un ambiente donde absolutamente todo esta contaminado con el odio, el dolor, el resentimiento, y sobre todo, la muerte.
Película no apta para todos los estómagos, ya que contienen varias escenas escatológicas, y otras muy sangrientas (algunas de ellas, sin usar sangre falsa), que llegan a lo desagradable, pero que no se deberían considerar gratuitos debido a los temas que trata la película.
La historia nos narra el drama que sufre Fando en la posguerra. Hijo de un “rojo” y una ultracatólica, esta enamorado de su madre, pero aun así no puede perdonarle que entregara a su padre a las tropas fascistas. Fando era un niño inocente, pero cada vez queda menos de esa inocencia debido al ambiente de violencia, odio y rencor que le rodea. Siente un fuerte deseo hacía su madre y hacía su tía, y los castigos físicos destinados a reprimir esos deseos, en lugar de conseguirlo, hacen que aumenten y se vuelvan más depravados. Pero nunca perderá la esperanza de que su padre este vivo. Los temas del síndrome de Edipo, las relaciones de amor/odio con una madre autoritaria y la ausencia del padre, serán muy constantes en las obras de Arrabal, pero en esta más que nunca.
El mundo que el niño ve, se mezcla con el que crea en su imaginación. Los dos están relacionados, uno depende del otro, se complementan, hasta que ninguno de los dos tendría sentido sin el otro. La unión de estas dos realidades crea un mundo surrealista, con tendencia a lo bizarro, que el autor utiliza para criticar la represión política y religiosa, a la par que muestra la imposibilidad de vivir y relacionarse con los demás en un ambiente donde absolutamente todo esta contaminado con el odio, el dolor, el resentimiento, y sobre todo, la muerte.
Película no apta para todos los estómagos, ya que contienen varias escenas escatológicas, y otras muy sangrientas (algunas de ellas, sin usar sangre falsa), que llegan a lo desagradable, pero que no se deberían considerar gratuitos debido a los temas que trata la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Al final Fando enferma, ¿Cómo no enfermar si todo lo que le rodea esta enfermo? ¿Cómo no volverse loco si le rodea la locura? Pero aun así, pese a todo el odio que le rodea, y la represión que padece, el jamás pierde la esperanza.
Al final, cuando parecía que todas sus esperanzas eran inútiles; Fando es curado (otro detalle autobiográfico de la obra, pues Arrabal también tubo tuberculosis de niño), su amiga aparece para comunicarle que su padre esta vivo y ha conseguido escapar.
Escenas para recordar: el teatro de marionetas creado por Fando, muestra de la cruda realidad de la guerra y sus consecuencias desde los ojos inocentes de un niño, y la recreación (sin intención de realizarla como fue en realidad) del fusilamiento de Federico García Lorca.
Al final, cuando parecía que todas sus esperanzas eran inútiles; Fando es curado (otro detalle autobiográfico de la obra, pues Arrabal también tubo tuberculosis de niño), su amiga aparece para comunicarle que su padre esta vivo y ha conseguido escapar.
Escenas para recordar: el teatro de marionetas creado por Fando, muestra de la cruda realidad de la guerra y sus consecuencias desde los ojos inocentes de un niño, y la recreación (sin intención de realizarla como fue en realidad) del fusilamiento de Federico García Lorca.
19 de diciembre de 2014
19 de diciembre de 2014
22 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
La comedia de la temporada del cine francés, que cuenta con una premisa bastante similar al mayor taquillazo español del año, “Ocho apellidos vascos”; con la diferencia que, mientras esta última, al igual que pasaba con la también francesa “Bienvenidos al norte” explota los tópicos y las diferencias entre las regiones, lo que limita el alcance de la mayor parte de su humor al ámbito nacional. En cambio, las diferencias entre los personajes de “¿Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?” son mucho más universales, ya que no se basan en las distinciones entre dos regiones, ni siquiera de dos naciones, sino entre varias culturas (o religiones) diferentes. Puede que el matrimonio burgués y conservador testigo de cómo sus cuatro hijas se casan con un musulmán, un judío, un chino y un negro, que aquí nos encontramos sean franceses, pero podrían haber sido trasladados a cualquier otro país occidental sin necesidad de demasiados cambios.
Como ya apunta la premisa, el mayor peso de la trama (y de las situaciones cómicas) se apoya en las diferencias culturales, el hecho de que entre en tu familia una persona de otra cultura, etnia o religión, y los prejuicios entre éstos. Otro punto en común con la ya mencionada obra de Emilio Martínez-Lázaro es que ambas, pese a tratar temas tan espinosos como pueden ser ETA o el conflicto entre Palestina e Israel, en ningún momento salen del políticamente correcto humor blanco, pero no por ello perdiendo su efectividad. En ese aspecto, aciertan a no dibujar a los inesperados yernos (y sobre todo, a la familia del último de éstos) como si fueran ángeles perfectos y todo bondadosos, a los que el público se viera obligado a aceptar, simplemente, por su absoluta ausencia de maldad. En cambió, huyendo del maniqueísmo moralista, se muestran en todo momento como seres humanos, con virtudes y defectos similares al resto de los mortales, pero manteniendo sus características propias de su respectiva cultura.
El punto más flojo de la obra, sin duda alguna, es la insuficiente profundidad de todos los personajes; especialmente en el caso de las hijas, que salvo con la pintora-depresiva (que aun así, estas dos características no son suficientes para un personaje ni medianamente bien definido), del resto a parte de un par de menciones a su profesión, que tampoco resultan demasiado relevantes, no sabemos absolutamente nada sobre ellas. Aunque esto se compensa en parte por las correctas interpretaciones, donde destacan por encima del resto las de los veteranos Chantal Lauby y Christian Clavier. En cambio, su mayor baza a favor sea su ritmo, prácticamente carente de puntos bajos, que va “dejando caer” los momentos de mayor acierto cómico a buena distancia entre ellos: sin amontonarlos, ni dejando grandes “desiertos”. A lo que ayuda un montaje muy acertado, que en más de una ocasión colabora con éxito a la comicidad.
Una buena comedia para un mundo que cada día es poco a poco más universal, y afortunadamente, cada vez un poco más tolerante con el resto. Si esta obra tiene un mensaje, es que los prejuicios por muy grandes que sean, y por muy insalvables que parezcan las diferencias, siempre es posible derrotar esas dos barreras con voluntad mutua. Puede pecar de ser una visión, a día de hoy, todavía muy optimista, pero a veces hace falta para combatir el pesimismo del día a día. Y para eso, la risa siempre es una perfecta aliada.
Como ya apunta la premisa, el mayor peso de la trama (y de las situaciones cómicas) se apoya en las diferencias culturales, el hecho de que entre en tu familia una persona de otra cultura, etnia o religión, y los prejuicios entre éstos. Otro punto en común con la ya mencionada obra de Emilio Martínez-Lázaro es que ambas, pese a tratar temas tan espinosos como pueden ser ETA o el conflicto entre Palestina e Israel, en ningún momento salen del políticamente correcto humor blanco, pero no por ello perdiendo su efectividad. En ese aspecto, aciertan a no dibujar a los inesperados yernos (y sobre todo, a la familia del último de éstos) como si fueran ángeles perfectos y todo bondadosos, a los que el público se viera obligado a aceptar, simplemente, por su absoluta ausencia de maldad. En cambió, huyendo del maniqueísmo moralista, se muestran en todo momento como seres humanos, con virtudes y defectos similares al resto de los mortales, pero manteniendo sus características propias de su respectiva cultura.
El punto más flojo de la obra, sin duda alguna, es la insuficiente profundidad de todos los personajes; especialmente en el caso de las hijas, que salvo con la pintora-depresiva (que aun así, estas dos características no son suficientes para un personaje ni medianamente bien definido), del resto a parte de un par de menciones a su profesión, que tampoco resultan demasiado relevantes, no sabemos absolutamente nada sobre ellas. Aunque esto se compensa en parte por las correctas interpretaciones, donde destacan por encima del resto las de los veteranos Chantal Lauby y Christian Clavier. En cambio, su mayor baza a favor sea su ritmo, prácticamente carente de puntos bajos, que va “dejando caer” los momentos de mayor acierto cómico a buena distancia entre ellos: sin amontonarlos, ni dejando grandes “desiertos”. A lo que ayuda un montaje muy acertado, que en más de una ocasión colabora con éxito a la comicidad.
Una buena comedia para un mundo que cada día es poco a poco más universal, y afortunadamente, cada vez un poco más tolerante con el resto. Si esta obra tiene un mensaje, es que los prejuicios por muy grandes que sean, y por muy insalvables que parezcan las diferencias, siempre es posible derrotar esas dos barreras con voluntad mutua. Puede pecar de ser una visión, a día de hoy, todavía muy optimista, pero a veces hace falta para combatir el pesimismo del día a día. Y para eso, la risa siempre es una perfecta aliada.

6.3
1,899
7
25 de noviembre de 2014
25 de noviembre de 2014
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva obra del veterano director Ken Loach, que en esta ocasión nos traslada a la Irlanda de los agitados años treinta para contarnos la historia real del activista James Gralton, que con la ayuda de varios amigos y jóvenes de clase obrera de su pueblo natal convirtió un albergue en el único lugar en el que poder soñar y ser libres en esa Irlanda asfixiada por la gran depresión. Un lugar donde los jóvenes escuchan música y bailan, pero también aprenden arte, literatura, deporte, y sobre todo, a pensar por sí mismos. Pero ello provocará las iras de los latifundistas locales y de su párroco, que los considerará anticristos.
El cine del británico Ken Loach siempre ha estado relacionado al realismo social, sin intentar disimular sus ideales políticos, lo que suele producir el desprecio de muchos simplemente al no estar de acuerdo con dichos ideales. Pero dejando éstos al margen, no cabe duda de que nos encontramos ante una obra bien realizada sobre unos principios narrativos sólidos, y que cuenta con una preciosa fotografía que brilla tanto al mostrarnos los paisajes verdes de Irlanda, como en los abundantes planos de interior, que consiguen trasportar al público a una casa obrera de la Irlanda de los años 30. Las interpretaciones en todo momento resultan creíbles, pero no llegan a brillantes. Es cierto, que los personajes no poseen todos los matices que hubieran necesitados, llegando en algún momento al maniqueísmo.
La película inicia con imágenes de archivo para ayudar al espectador a introducirse mental y emocionalmente en el periodo histórico en el que se ubica la obra. Y esa sensación no abandona al espectador en toda la obra, ya que se esté de acuerdo o no con lo que la obra nos plantea, no cabe duda que consigue reflejar la época y el lugar que recrean. Siendo la elección de actores locales una gran elección para lograr este propósito. Ver esta obra es como mirar por una mirilla hacia el pasado, deteniéndose en un punto en concreto, y observar lo que sucede.
Seguramente, la subtrama del romance sea uno de los puntos más flojos de la obra, ya que no goza del suficiente tiempo como para poder desarrollarse del todo, lo que hace que el público no pueda sentir ninguna empatía por los dos enamorados, a lo que no ayuda el hecho que las escenas dedicadas a ésta no brillen precisamente por su original planteamiento. Pero, pese a ello se trata de una obra realizada con cuidado y mucha pasión, lo cual se nota de principio a fin. ¿Que se nota a favor de que parte recae la simpatía del realizado? Mejor eso que hundir toda la obra en una tibia falsa neutralidad. Un canto a la libertad, en todas sus formas, que tres cuartos de siglo después de los sucesos que narran, siguen siendo necesario.
El cine del británico Ken Loach siempre ha estado relacionado al realismo social, sin intentar disimular sus ideales políticos, lo que suele producir el desprecio de muchos simplemente al no estar de acuerdo con dichos ideales. Pero dejando éstos al margen, no cabe duda de que nos encontramos ante una obra bien realizada sobre unos principios narrativos sólidos, y que cuenta con una preciosa fotografía que brilla tanto al mostrarnos los paisajes verdes de Irlanda, como en los abundantes planos de interior, que consiguen trasportar al público a una casa obrera de la Irlanda de los años 30. Las interpretaciones en todo momento resultan creíbles, pero no llegan a brillantes. Es cierto, que los personajes no poseen todos los matices que hubieran necesitados, llegando en algún momento al maniqueísmo.
La película inicia con imágenes de archivo para ayudar al espectador a introducirse mental y emocionalmente en el periodo histórico en el que se ubica la obra. Y esa sensación no abandona al espectador en toda la obra, ya que se esté de acuerdo o no con lo que la obra nos plantea, no cabe duda que consigue reflejar la época y el lugar que recrean. Siendo la elección de actores locales una gran elección para lograr este propósito. Ver esta obra es como mirar por una mirilla hacia el pasado, deteniéndose en un punto en concreto, y observar lo que sucede.
Seguramente, la subtrama del romance sea uno de los puntos más flojos de la obra, ya que no goza del suficiente tiempo como para poder desarrollarse del todo, lo que hace que el público no pueda sentir ninguna empatía por los dos enamorados, a lo que no ayuda el hecho que las escenas dedicadas a ésta no brillen precisamente por su original planteamiento. Pero, pese a ello se trata de una obra realizada con cuidado y mucha pasión, lo cual se nota de principio a fin. ¿Que se nota a favor de que parte recae la simpatía del realizado? Mejor eso que hundir toda la obra en una tibia falsa neutralidad. Un canto a la libertad, en todas sus formas, que tres cuartos de siglo después de los sucesos que narran, siguen siendo necesario.
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