Se puede hacer una buena película terror con bajo presupuesto, a condición de que el guión sea razonablemente bueno. No es este el caso de esta película, de bajo presupuesto, como evidencia su estética, dirección e interpretaciones, pero que deja mucho que desear. No hay un solo elemento de la película de esos que no hayamos visto un millón de veces en otras películas del mismo género.

Mi única intención al redactar esta crítica es evitar que otra persona pierda el tiempo como yo lo he hecho. No vale la pena perder ni un solo minuto de nuestro tiempo visualizándola.

Una película de acción entretenida, aunque más larga de lo necesario. Y para de contar. Las escenas de acción están bien conseguidas, como de costumbre, pero el film en conjunto se halla despojado de la sensualidad y el refinamiento británico (incluido el humor) característicos de la saga. Sin estos últimos ingredientes, 007 se suma sin pena ni gloria a una larga oferta de películas de acción sin ningún otro sello distintivo.

En definitiva, James Bond se nos hace mayor, más familiar y sentimental, como si ya no estuviera para más trotes. Efectivamente, si has llegado a este punto, lo mejor es que te jubilen.

Netflix es al cine lo que la comida rápida a la gastronomía, una hamburguesa grasienta que, aparentemente, te ofrece una equilibrada componenda de proteínas, vegetales y cereales, pero que, en realidad, no deja de ser un conglomerado de baja calidad regado de salsas con altos niveles de azúcar y grasas saturadas que lo único que pretenden es disfrazar la bazofia que te estás comiendo. El gran plantel reclutado para este film es precisamente eso: la foto embaucada de photoshop a la entrada de una hamburguesería. La película no merece ni un minuto de atención.

Este film se vende como una comedia, y no lo es. Sus chistes no tienen gracia y sus situaciones son forzadas a más no poder. Los diálogos son flojos e insustanciales, no permiten a los taquilleros protagonistas interpretaciones mínimamente creíbles. No tiene chispa ni creatividad. No ofrece nada al espectador. Previsible, anodina y aburrida.

Si eres fan de la comida basura (que de todo hay), adelante.

Cuando lean críticas de los "entendidos" poniendo a esta película por los cuernos de la luna como una obra maestra, recuerden la cantidad de basura que se expone en los museos de arte moderno bajo la pretensión de algo que expresa no se sabe qué tipo de concepto trascendente y los ríos de tina que hace correr. Todo vacuidad y superficialidad. Porque, al final, no es más que basura. Literalmente.

Esta película es exactamente eso: una basura a la que gente desesperada intenta añadir una pátina de intelectualidad fatua, tal vez porque no tienen el valor, a lo mejor por puro orgullo, de describir lo que se expone delante de sus ojos. Pura y simple basura.

La inocencia de un niño, que se mantiene intacta pese al horror de la guerra, nos suena. El esfuerzo de unos padres abnegados, en este caso más la madre que el padre, para preservar dicha inocencia, también nos suena. Pese a todo, el film resulta original en su planteamiento y es capaz de arrancarnos alguna sonrisa y enternecernos con ese niño obligado a hacerse mayor antes de tiempo, acompañándolo en el proceso que lo conduce desde un pensamiento infantil (como lo es sin duda el nazismo), con su alterego Hitler poblando su imaginario y poniendo una nota de humor, a darse de bruces con la realidad de la vida, que también -o quizá, fundamentalmente- es amor. Todo ello contado en clave de cuento.

Desmerece algún diálogo ñoño, algunos detalles de los personajes que deberían explicarse mejor (ciertas relaciones entre ellos) y un mensaje que a lo mejor se desliza un poco más de lo necesario hacia lo comercial.

Pero, desde luego, se trata de una película muy recomendable.