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Críticas de Chris Jiménez
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Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
1 de abril de 2024
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Finales de los '50, malos tiempos para ejercer de espía en los EE.UU., o para ser considerado un colaborador de la causa soviética. El pánico nuclear domina a toda una nación y a su gente, lleva a la desconfianza, la sospecha y al odio.
El sr. Spielberg se descuelga por el género del "thriller" para contarnos una de tantas historias de esta época convulsa...

"Los actos descuidados causan las guerras", decía Kevin Costner en "Trece Días". O tal vez "Los pequeños actos". Es curioso lo cierto de esta afirmación en el transcurso de la Historia. Si el escritor Matt Charman no se hubiera interesado en leer la biografía de John F. Kennedy quizás nunca habría conocido el nombre de James Britt Donovan. Si el padre del director, Arnold Spielberg, no hubiera pertenecido al grupo de norteamericanos que viajaron a la U.R.S.S. para ser canjeados por Francis Powers, derribado cuando sobrevolaba el país en avión-espía, quizás éste no hubiera sentido una verdadera conexión con la historia para aceptar el proyecto.
Y si, en un contexto más amplio, a un vendedor de periódicos de New York no se le hubiese caído y partido la moneda que ocultaba en su interior un microfilm, quizás nunca la habrían relacionado con el agente de la K.G.B. Reino Häyhänen, nunca habría sido detenido por la C.I.A., interrogado por el F.B.I. y caído tras su confesión el otro agente William Fisher (conocido como Rudolf Abel). Y entonces, ligado a esta cadena de acontecimientos, el sr. Donovan no habría sido llamado a defender a Fisher en un acto que era a todas luces un suicidio; pero, asimismo, no habría captado la atención de Kennedy ni sido asignado como negociador diplomático con Fidel Castro durante la crisis de los misiles soviéticos...

Y dicho esto, su nombre no habría entrado a formar de la Historia. Por suerte para algunos, y por desgracia para otros, todo esto sucedió y es lo que Charman recoge en su guión, después algo retocado por los hermanos Coen, y rápidamente adquirido por el director para una de esas superproducciones que tan bien sabe realizar. La música no la compuso John Williams dado su estado de salud, pero Thomas Newman cumple dignamente la responsabilidad y sus melodías aportan una evocadora sensación a las imágenes, que capturan la elegancia del cine clásico tanto a base de una gran sobriedad como de nerviosas secuencias filmadas cámara en mano, tipo Michael Mann.
La trama deja atrás todo lo referente a Häyhänen. ¿Un error? No hay por qué pensar en eso mientras se desarrolla el film, pero tampoco habría estado de más averiguar los hechos que llevaron a Fisher a su detención el 21 de Junio de 1.957. Aquí sólo conocemos su tapadera de artista convenientemente oculto en una sociedad estadounidense sometida a la Caza de Brujas del senador McCarthy y al incremento de armas atómicas como defensa contra la amenaza soviética por la administración Eisenhower. Y el estilo al que se acoge Spielberg es sobrio, "eastwoodiano", pero captura la atmósfera de gran tensión en ese preciso momento de la Historia.

Hanks es Hanks, ya le conocemos, sabemos qué clase de personajes interpreta, es imposible no simpatizar con él, y su Donovan se construye sobre la honestidad y la auténtica justicia. Hay por ahí críticas furiosas escritas por seres muy inteligentes (no voy a dar sus nombres porque no son tiempos de Caza de Brujas, pero lo podría hacer) que atacan el excesivo patriotismo de la película, la adoración de Spielberg al sentido de la justicia norteamericana mientras, por otro lado, como ya veremos, alemanes y soviéticos son descritos de una manera bastante más despiadada.
Pero, ¿desde cuándo el director glorifica a los EE.UU.? ¿En qué momento y lugar? La prueba para revocar este tremendo error que ha cometido un gran sector del público está en Donovan; los señores del colegio de abogados que le piden defender a Fisher, nada menos que un extranjero ilegal acusado de espionaje, no lo hacen por humanidad ni mucho menos, sino para demostrar al enemigo que es más poderoso que él en cuanto a diplomacia. Punto. A esta especie de burócratas de las leyes no les interesaba la vida de un espía cuyos actos hacían temblar su maravillosamente cínico "american way of life". A Donovan, para dolor de cabeza de éstos, sí.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Y aunque el film cuenta con dos partes de enfoques diferentes (la 1.ª, un drama judicial; la 2.ª, un "thriller" político de espías a la antigua usanza), nunca sacrifica el tono, el ritmo ni la sobriedad estética. El clímax, filmado sobre el puente donde sucedió el canje real con Powers, logra una tensión dramática difícil de describir, y la elegante, apagada, fotografía de Janusz Kaminski, contribuye mucho a ello. Si algo ha sabido siempre el director es transmitir emoción con sus imágenes y técnica visual.
Otro aspecto memorable es la química entre Hanks y Rylance; la relación de cordial amistad de sus personajes, quienes encuentran fuerzas para continuar el uno en el otro, resulta creíble y conmovedora. La película fue un exitazo de taquilla, y precisamente es lo que necesitaba este estilo de cine, de aroma clásico, para seguir preservándose y transmitiéndose en estos tristes tiempos de ruidosos "blockbusters" donde sólo los efectos digitales es lo único que importa...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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1
31 de marzo de 2024
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No tienen experiencia militar, ni conocen el significado de la disciplina, ni pertenecen a ninguna patria, ni el destino del Mundo les importa, pues el suyo está próximo a acabarse...
Lee Marvin (que está aquí, escuchando mi perorata): "-Vaya, esto me resulta familiar".

Es lógico que le resulte familiar, es una historia que ya ha sucedido. Aunque plagiase descaradamente la premisa de "Secreta Invasión", "Doce del Patíbulo" se alzó como una de las más aplaudidas películas bélicas de la Historia, un "tour de force" implacable donde se desmitificaban los códigos del género al tiempo que se rendía tributo a los clásicos de aventuras; la hazaña del mayor Reisman respiraba frescura, aspereza, dureza. El motivo de mi encuentro con el título que nos ocupa fue gracias a (o por culpa de) mi curiosidad por explorar en los extras de la edición especial en DVD de la película de Robert Aldrich.
Para mi sorpresa una secuela se incluía en el segundo disco. Extraño. Una secuela de "Doce del Patíbulo", tal vez la menos requerida de todos los tiempos, y mi interés en cómo una cosa como esta acabó produciéndose iba descendiendo al tiempo que avanzaba el metraje y mi hígado se convulsionaba. Lee Marvin, envejecido, sin ganas, sin saber muy bien dónde está ni por qué, repite su famoso papel, y Ernest Borgnine le ordena participar en otra misión, idéntica a la de la entrega anterior, que, para concienciar al espectador del nivel de ridículo al que se llega, es ideada por los oficiales del ejército durante un partido de golf.

A partir de aquí, y después de un reclutamiento copiado de la original (aunque entre ellas haya dieciocho años de diferencia sus tramas están separadas por unos meses tan solo), lo que estamos viendo es una especie de parodia. Lo que Aldrich sabía tratar con humor aquí se desbarata en manos de un Andrew McLaglen que pese a situarse en una década donde el cine bélico y de aventuras de corte clásico estaba ya algo obsoleto, él seguía insistiendo con grandes producciones llenas de estrellas. No es el caso. Su torpe dirección se da de bruces con un reparto mediocre hasta la extenuación.
Aldrich acumulaba actores geniales en pantalla interpretando a interesantes personajes y todo fluía a la perfección. McLaglen pone a los viejos y desubicados Marvin, Borgnine y Richard Jaeckel junto a actores jóvenes de medio pelo pésimamente dirigidos, y así, durante su preparación para la misión, el film ha pasado a ser una repulsiva versión bélica de "Loca Academia de Policía", con Reisman convirtiéndose en el remedo del capitán Harris. Y dicha misión que debe ejecutar esa troupe de idiotas, a quienes se les intenta dar unas intrahistorias bastante típicas, es también de órdago: hay que asesinar a un oficial alemán que quiere asesinar a Hitler; yo, personalmente, no entiendo este embrollo...

Se supone que el objetivo de cualquier nación aliada en aquella 2.ª Guerra Mundial era el canciller alemán...pero el general Worden decide, así porque sí, que éste debe vivir y que el oficial que planea asesinarle debe morir. El guionista, Michael Kane, pensó en algo original y complejo y al final le salió este sinsentido; el director remata la faena con una realización sin estilo alguno, una factura técnica plana y mediocre y un ritmo tediosísimo, dejando caer algunos de los peores diálogos del género bélico que jamás haya escuchado un servidor. Y es que el argumento, que quiere circular rápido pero se estanca sin remedio, utiliza el desvarío como único motor de la acción.
Kane, en las páginas, pretendería hacer humor, pero en pantalla es todo comedia involuntaria, y lo demuestran situaciones tan patéticas como: hacer cruzar a Dregors (claro, antes estaba Jim Brown, y aquí hay que poner a otro actor negro, muy original) frente a un destacamento de soldados alemanes con un vendaje en la cara, que todo el equipo vaya a bordo de un Mercedes por la Francia ocupada o, ya el colmo de los colmos, que en mitad del tiroteo climático con los soldados del führer éstos se pongan a tocar un piano que han encontrado dentro del ferrocarril que habían de asaltar.

Si figurase en los créditos "Dirigido por: Blake Edwards" aún me creo estas ocurrencias, pero esto no es una comedia, no debe serlo. Ya sufre la película bastante a nivel técnico, visual, interpretativo y narrativo como para además hacerle descender al fango con "gags" sin gracia.
¿Y el falso giro que quiere dar el protagonista a todo mintiendo acerca de un supuesto cargamento de oro para convencer a su equipo?, ¿y las cuarenta vueltas que da la historia antes de esa conclusión estúpida?, ¿a qué vienen estos enredos? Increíblemente, vayan ustedes a saber la razón, surgirían dos secuelas más para televisión; los perpetradores de tal afrenta deberían haber sido ejecutados como se les prometía a los hombres de Reisman...
Chris Jiménez
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7
30 de marzo de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Hemos oído hablar sobre la traición de los indios. Pobres diablos. Cientos de inocentes, castigados por culpa de unos pocos que fueron engañados y atemorizados para abandonar la reserva junto a Geronimo...pero en traición, robos y matanzas, el indio era un aficionado comparado con el llamado "noble hombre blanco"...".

Estas palabras fueron escritas por el ya ex-teniente Britton Davis, que vio con sus propios ojos el maltrato a los nativos durante las guerras contra los apaches y que años después decidió escribir sus memorias debido a la repulsión que le producían las afirmaciones de captura por parte del ejército del famoso renegado, y más aún las pobres recreaciones que hacía el cine de él. De nuevo vuelve a la vida gracias al también indomable Walter Hill, nadie mejor para un "western"; y es curioso que, al haber sido estrenado en 1.993, pudiera parecer que intentaba explotar el filón de recientes títulos como "Sin Perdón", "Wyatt Earp" o "Bailando con Lobos", pero el proyecto llevaba gestándose desde varios años atrás...
Proyecto extraño, que empezó con una jugosa oferta de Carolco al director y la responsabilidad quedó en manos de un entregado (por lo menos en un principio) John Milius, quien, por una razón u otra, no quiso terminar su trabajo y acabó reemplazándole Larry Gross, reubicando la fecha histórica de la película, y así la sucesión de eventos y de implicados en ellos acaba un tanto alejada de la realidad. Lo más curioso, o lo más incómodo, a la hora de afrontar "Geronimo" es que Geronimo no es el protagonista, sino el sr. Davis, por tanto el guión pretende hacer una adaptación de su libro.

Su narración inicia la historia, la desarrolla y la finaliza. Sí, la voz "en off" de Matt Damon, quien aparece muy jovencito en la piel del entonces teniente, cruza de cabo a rabo el film, recurso torpe, tedioso y que personalmente detesto (tanto más cuanto que nos describe algo que ya hemos visto, que vamos a ver o que estamos viendo en ese mismo instante...). Y dicha historia no empieza, como podríamos creer, con un puñado de soldados dispuestos a salir a cazar al chiricaua, sino con su rendición, una de tantas realmente, no la primera certificada. El mayor fallo está en situar al teniente Charles Gatewood al frente de su captura, y no al general George Crook.
Porque fue él quien le detuvo en Sierra Madre y le condujo a la reserva, sin embargo el Crook interpretado por Gene Hackman ya está esperando en el puesto. Y así en lo sucesivo, puede que se siga una lógica de rendición-sublevación-captura-rendición, pero los detalles que desencadenaron estos acontecimientos se tergiversan para más impacto dramático. Hill filma con esa intención; sirviéndose de la simpleza narrativa, como siempre, construye un Oeste realmente evocador, y sus imágenes, gracias a los bellos paisajes de Utah, Arizona y Tucson, y a los intensos colores que logra el director de fotografía Lloyd Ahern, alcanzan registros casi oníricos.

Su visión de Geronimo (que no es el auténtico protagonista, y eso es una lástima, porque le interpreta el gran Wes Studi, de sangre cherokee) es ambigua; mitificadora a la vez que humanista. Jason Patric, en la piel de Gatewood, quien tenía conocimientos del idioma indio y respetaba y admiraba, ofrece grandes palabras sobre él al joven Davis, se puede decir que incluso enaltece su figura, así es representado por Hill ante la cámara, que lo filma con una inusual fascinación. Pero al oir hablar a Studi comprendemos la sencilla debilidad y furia de un hombre cuyo pueblo ha sido diezmado por conquistadores que les han transportado como pedruscos a un páramo estéril.
Sólo era eso según el veterano explorador y cazador Al Sieber (Robert Duvall de secundario, cuyo destino en la película no tiene nada que ver con el que tuvo su personaje en la realidad, pero está brillante, de todos modos), un hombre, un renegado, un asesino. Un renegado harto de la injusticia y el maltrato que huyó y se dedicó a hacer lo que mejor sabía hacer un indio: acabar con el enemigo y defender su tierra. Pero la huida aquí tampoco se corresponde con la verdad; fue por algo tan simple como la consumición de whiskey, algo ilegal en las reservas, lo que hizo huir a Geronimo acompañado de otros tantos.

Pero claro, el guión evita mostrar a los indios como borrachos (ni esto en pantalla hubiera quedado bien ni a los nativos les hubiera gustado verlo, pero es que la Historia no está a gusto de todos) y utiliza la Batalla de Cibecue Creek, donde fue asesinado un famoso curandero por soldados del ejército. La cacería se narra con el habitual nervio de Hill, su afán por resaltar la belleza de las tierras del Oeste, sus guiños a Eastwood y Peckipah, y su deseo de recordar a Geronimo como todo un guerrero y también un dialogador cuyo objetivo, y no era la paz, sólo era conocer las razones del maltrato y segregación de los de su raza. Pero cuando llega esta pregunta Crook se limita a suspirar y mirar hacia otro lado...
Y es que no había respuesta alguna que pudiese justificar los actos de la caballería; ellos llegaron a un territorio y se apropiaron de él, sencillo, ¿qué respuesta esperaba el ingenuo chiricaua del general? Aunque se perdonan ciertas licencias sobre maquillar la realidad, sigue siendo un fallo el desplazar al indio y centrarse la trama en quienes le persiguieron (más o menos, ¿porque dónde está el explorador Thomas Horn, que bajo las órdenes de Sieber ayudó a localizar el refugio de Geronimo?), y todo contado bajo el punto de vista de un personaje tan poco interesante como Davis.

El director pone emoción, corazón, una gran admiración por el pueblo indio, una importante reflexión sobre la amistad entre diferentes razas, la justicia y la moral...
Pero de nada sirvió. Si ya en taquilla el film fracasó estrepitosamente, otra versión televisiva de la historia se realizó en las mismas fechas y se estrenó poco antes, lo que contribuyó aún más para su condena al ostracismo total.
Chris Jiménez
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2
29 de marzo de 2024
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El tal vez más implacable equipo de soldados de la Historia se enfrenta a su más importante misión. Al menos desde nuestro punto de vista, que los acabamos de conocer.
Un virus mortal, terroristas despiadados, un inmenso arsenal, hombres duros, ¿qué más necesitamos? Ah, es cierto, aparece una mujer...

No estamos ante algo banal, sino ante "Operation "Delta Force" ", la película que iniciaría una de las sagas menos interesantes de la acción de todos los tiempos. Su creación tuvo que ser la típica operación de Nu Image (algo así como la Cannon de los años '90), cuyo productor, Avi Lerner, pidió a uno de sus directores estrella otro título para los fanáticos, pues era un momento en que el género demandaba mucho; el elegido en cuestión no era otro que Sam Firstenberg, absoluto "genio" que nos dio cosas como "El Guerrero Americano", "Cyborg Cop" y otros simpáticos subproductos por el estilo.
Seguramente fue para seguir rascando el filón de las aventuras de "Delta Force", cuya 3.ª parte realizó. El caso es que poco necesitamos para intentar disfrutar de esto; y así se demuestra desde ese típico inicio donde conocemos a los personajes en plena faena, sin prólogos ni esas zarandajas. Si sabemos del director que estamos hablando no tendremos problema en aceptarlo, quien además nos brinda unas escenas de acción tan decentes como a veces patéticas con el equipo protagonista, un remedo de Navy Seals, rescatando a unos rehenes de las garras de unos terroristas (o algo así) en un rascacielos.

Pero qué ingenioso que es el guionista, señoras y señores, que nos ha colado una mentira. En realidad todo se trataba de un simulacro. Una presentación muy divertida que da paso a la verdadera trama donde de unas instalaciones del Gobierno unos despiadados terroristas (o algo así también) sudafricanos roban varias muestras de ébola para...pues no sé, para acabar con todos los habitantes del país cuya piel no sea nívea. Despiadados en el sentido más literal de la palabra, porque la masacre que organizan con los doctores y guardias de seguridad es realmente grotesca...
Y allá van nuestros colegas liderados por el capitán Lang (el siempre mediocre Jeff Fahey), quien hace equipo con Tipton (el durísimo Ernie Hudson), un virólogo militar que ya estaba en el complejo (y muy gilipollas, porque destruye el helicóptero de los terroristas antes de esperar a que se subiesen en él...pero claro, si esto llega a pasar no habría película). Y lo que acontece es, básicamente, la cacería por los bonitos páramos sudafricanos. No hay nada más. El guión, escrito a seis manos por mentes brillantes, quiere dárselas de profundo dejando caer subtramas como el rencor que Lang tiene con Tipton por la muerte de su hermano...

Pero esto no sirve para nada. Como veremos, de hecho, los diálogos y las interacciones entre personajes es a lo que menos atención debemos prestar, simplemente porque lo primero es horrendo y lo segundo torpe hasta la náusea; es menester recalcar las continuas quejas de un miembro del equipo hacia una compañera por el mero hecho de ser mujer, y cómo los demás le reprenden. Yo no pedí ésto, pero sucede una y otra vez, porque si algo sabe el sr. Firstenberg es cómo torturar a su espectador.
En realidad "Operation "Delta Force" " tiene toda la pinta, en cuestión de guión, desarrollo y personajes, de un episodio de una serie de televisión de principios de los '90; un "rip-off" de la mencionada "Navy Seals" o quizás de "The "A"-Team", y con un argumento que pretende unir con cinta adhesiva los de las entonces recientemente estrenadas "Estallido", "La Roca" y "Decisión Crítica" (cambiando el avión por un tren), y adelantándose de algún modo también a "El Último Patriota". Mientras, las secuencias de acción son espectacularmente rutinarias, en su línea "B", y de las actuaciones mejor ni hablamos (¿qué hace aquí Hal Holbrook?)...

De Joe Lara sí, de él hay que hablar y de la "interpretación" que nos regala de furibundo soldado racista sudafricano, por la que se merece uno o dos Oscars. Lo que pasa con estas películas es que no esperas que te sorprendan con nada y aquí el guión rompe la norma con un giro que ni yo vi venir cuando el mismo equipo se pone en peligro por culpa del virus y el Gobierno le da la espalda.
En este punto es cuando parece que la historia se vuelve realmente entretenida; de todas formas no hay que pedirle peras al olmo a un producto así (bueno sí, que deje de hacer sangrar mis oídos con diálogos tan horripilantes). Lo que realmente me deja perplejo, además del uso de imágenes de archivo para las escenas de vehículos militares, es que una cosa tan mediocre tuviera algún éxito en alguna parte del Mundo como para que los productores decidieran crear una franquicia a partir de ella...
Chris Jiménez
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8
28 de marzo de 2024
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La indicación "Inspirado en hechos reales" no debe tomarse tan al pie de la letra en el mundo del cine, máxime cuando se trata de una producción hollywoodiense.
En este caso, al K-19 nunca se le apodó "El enviudador", como afirma el personaje del capitán Polenin, sino "Гирошима" ("Hiroshima")...

Pero la mayoría de sucesos que con tan exhaustiva precisión detalla el guión de Chris Kyle sí ocurrieron realmente, poco antes de alcanzar la Guerra Fría su punto más tenso a nivel mundial, cuando Eisenhower consideró oportuno preparar la defensa perfecta contra la amenaza soviética instalando misiles balísticos en Turquía cuyos objetivos eran varias ciudades de la Europa del Este. A esta situación de pánico contribuyó el accidente sufrido dentro del submarino nuclear, donde varios hombres perdieron la vida intentando reparar una fuga en la refrigeración del reactor, un caso de terror y coraje enterrado por la vergüenza de los altos mandos soviéticos.
La sra. Kathryn Bigelow quiso contar esta historia ya que, según dijo, se sintió fascinada con el trágico suceso y con la perspectiva que le dio acerca del pueblo ruso lejos de los viles estereotipos esbozados por la sociedad norteamericana. Por desgracia la primera versión del guión, que Harrison Ford, involucrado como productor ejecutivo en el proyecto (muy ocurrente, siendo su madre bielorrusa), mostró a los supervivientes del desastre, fue condenada por insultante (e irónicamente estereotipada). Hechas las modificaciones, desde el principio vemos que lo que busca la directora es narrar la historia desde un punto de vista humanista, y absoluta y peligrosamente ruso.

Esto fue tal vez lo que echó para atrás a un gran sector del público, teniendo en cuenta que el atentado del 11-S estaba aún muy reciente, y una película dedicada a un acontecimiento de la Historia de la U.R.S.S. con un fuerte sentimiento anti-estadounidense (o así lo pensarían muchos) no era lo más adecuado. De ahí el rotundo fracaso de taquilla. Pero ni el guión ni Bigelow exaltan el patriotismo ruso; así el capitán Polenin se queja al recién llegado capitán Vostrikov (álter-egos de los reales Vasily Arkhipov y Nikolai Zateyev) sobre los muchos defectos del submarino que los altos mandos les han obligado poner en funcionamiento, sin tener en consideración los peligros que ello entraña para los hombres.
Hay fuertes posturas políticas y militares, pero los lazos de amistad y cariño entre Polenin y su tripulación son aún mayores. "K-19", al estilo de "Das Boot", no habla de soldados o héroes, sino de seres humanos. Y por ellos ya empezamos a sentir un gran temor cuando una serie de infortunios se acumulan sin que aún haya zarpado la nave; aunque jamás la llamaron "Enviudador" sí que le habría valido ese apodo tras la muerte de varios trabajadores durante su construcción. Una vez a bordo la historia debe atenerse a ciertos arquetipos de esta clase de "thrillers" navales, y esto elimina tal vez el factor sorpresa...

Porque sabemos que tantos problemas técnicos y desgraciados accidentes llevarán a que el navío sufra uno mayor, y que al caracterizarse al personaje de Ford como un claro negativo del de Liam Neeson damos por supuesto que su rivalidad ocupará el centro del drama, asimismo que provocará la sublevación de algunos hombres; todo ello no sucedió en la realidad, pero algo había que contar mientras crecía la intriga en torno a la fuga en el reactor, que más o menos sucede a mitad de película y es lo que la lleva a situaciones de puro suspense, e incluso de puro terror.
Terror por saber que aquellos pobres hombres iban a bordo de una bomba de 5.000 toneladas bajo las aguas de Groenlandia, que su capitán les expuso a altos niveles de radiación sin la protección adecuada y que, como ferviente patriota, rechazó ayuda de los militares norteamericanos de un carguero que se cruzó en su camino. Terror provocado por la incertidumbre. Muchos de estos personajes pueden caer en el estereotipo, pero Bigelow lo compensa acercándose a sus emociones, reflexiones, miedos, sueños y sentimientos, y cuando uno de ellos cae en servicio de una causa perdida es inevitable verse arrollado por el dolor igual que sus camaradas.

Así que las sorpresas no vienen determinadas en realidad por los sucesos, sino por las reacciones de dichos personajes a ellos y los actos y decisiones que desencadenan. Bigelow sabe hacerte parte de la tripulación y de su miedo, y con mano maestra te encierra en estas atmósferas de sudor, desconfianza, desesperanza, muerte y desolación; y lo hace ateniéndose al clásico estilo del "thriller" hollywoodiense, por medio de una superproducción, pero sin caer en alardes innecesarios ni trucos efectistas. Su estilo es sobrio, su ritmo intenso pero calculado, nada parece fuera de lugar.
Y aunque quede uno de los peores escollos por superar, y del que las películas "made in U.S.A." nunca se cansan, que es el usar actores de habla y nacionalidad inglesa para interpretar a personajes de otros países (¿tan descabellado era emplear a actores rusos para el reparto en su totalidad?), la química demostrada en pantalla permite a uno olvidarse, en especial la de un nativo de Illinois (Ford) y otro de Irlanda del Norte (Neeson) haciéndose pasar por oficiales soviéticos, en un duelo interpretativo inteligente y poderoso, sin desmerecer las actuaciones de secundarios como Sam Redford, Peter Sarsgaard, Don Sumpter o Christian Camargo.

Una lástima que las fechas de realización del proyecto, el que no estuviera respaldado por un gran estudio de Hollywood, o sus momentos con mensajes anti-americanos, jugaran en su contra, porque "K-19" posee instantes conmovedores y desgarradores.
Al clamor de "¡Por los camaradas!" en boca de un envejecido Vostrikov, a un servidor, sin necesidad de ser ruso, se le saltaron las lágrimas...
Chris Jiménez
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