In burges

Lo admito, siento cierta debilidad por esas películas gamberras, moralmente cuestionables, cargadas de humor negro y con un alto contenido de violencia explicita, en las que si los protagonistas son gánsteres me tienen emocionado como un niño en Dysney world des de los créditos iniciales.
Hace unos años, el aroma a macarrismo londinense de Lock & Stock me sedujo i me bebí de un trago todo lo que me ofrecía Guy ( lock and stock , snatch ), abstemio de ese oscuro pozo de películas insípidas protagonizadas por su exmujer (Madona).. Poco tardaron en surgir los primeros síntomas del síndrome de abstinencia. Me sentía como un Yonki adicto al flow, a los diálogos solventes, pero sobre todo a ese humor del que no te ríes a carcajadas pero le dedicas una sonrisa a su sutileza, esa coalición de lo absurdo con una violencia felizmente provocadora. En aquel momento el cuerpo me pedía más. Busque en Internet esa dosis que saciara mi sed y, entre tops y listas, conocí a Martin Mcgonagh un compatriota de Ritxie, que firmaba una película como mínimo sugerente .
Mis ojos ávidos devoraban cada fotograma con hambre voraz. Los encantos de la ciudad de brujas se vertían sobre mis sentidos como un cuadro compuesto por pincel de fantasía. Dos protagonistas, dos asesinos, dos caras de la misma moneda. Un Colin Farrel acosado por el remordimiento, atormentado, enloqueciendo en esta atmosfera gotico-medieval i en el otro extremo Gleeson, amante de la paz y la tranquilidad, disfruta de cada centímetro de cultura que desprenden las arterias de la ciudad belga. La incertidumbre está empezando a hacer mella. ¿ Están trabajando ?¿Escondidos ?¿ De vacaciones ¿. ¡ La han cagado y por eso están en Brujas! Al parecer los sicarios son fríos, desalmados y sin escrúpulos, pero también tienen su propio código moral ¿unos límites! quien los traspasa debe ser castigado. Sobre esta base se desenvuelve este thriller con pinceladas de drama i comedia. Poco a poco va avanzando y empiezas a intuir que se avecina una tormenta. Cuanto más trágico se pone el tono también más cómico, algo difícil de conseguir, más bien imposible, de no ser por un guion ingenioso que no brillaría sin la luz de sus intérpretes. Son asesinos, son malos, han matado a un niño, pero aun así no puedes evitar compadecerlos. McGonagh nos recuerda que somos frágiles, que todos tenemos un lado humano, que la demencia es a menudo fruto de la desgracia y que nuestra identidad entra fácilmente en crisis cuando estamos al borde del abismo. Todo esto , y más, en tan solo 107 minutos , me saco el sombrero asombrado por no perder-se entre tantas cosas … lo más forzado es el romance pero tampoco estorba, está como de atrezo . Este despliegue de detalles, está aversión por concretar, por conducir la atención hacia un destino concreto alcanza su cumbre en un final aplastante. ¿Predecible quizás? nos va dejando pistas , detalles que no pasan desapercibidos i sabes que no están allí por azar… están jugando contigo y empiezas a indagar …, tienes todas las piezas y solo debes juntarlas para anticiparte , … aún así, llegado el momento decisivo , no te has dado cuenta hasta que era demasiado evidente. Te creías muy listo… Te ríes asumiendo que el bueno de Mcgonagh se ha quedado contigo…