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Voto de alex:
8
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8
8.1
32,923
Intriga. Drama. Cine negro. Thriller
Tras realizar un atraco en el que han muerto dos personas, Ben Harper regresa a su casa y esconde el botín confiando el secreto a sus hijos. En la cárcel, antes de ser ejecutado, comparte celda con Harry Powell y en sueños habla del dinero. Tras ser puesto en libertad, Powell, obsesionado por apoderarse del botín, va al pueblo de Harper, enamora a su viuda y se casa con ella. (FILMAFFINITY)
20 de octubre de 2024
20 de octubre de 2024
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Para disfrutar de esta película sería conveniente olvidarse de las inverosimilitudes que pueda percibir un adulto resabiado y reconectar con el niño que fuimos alguna vez; ese niño que, acurrucado en la cama de su habitación y tapándose con la manta hasta los ojos, teme la oscuridad y al hombre del saco acechando en las tienieblas.
El mismo Charles Laughton me dio siempre la impresión de ser un niño grande, sensible y superdotado. No es extraño pues que a la hora de dirigir lo que acabó siendo, desgraciadamente, su única película, eligiera este tenebroso cuento sobre unos niños que huyen de un ogro malvado. Un ogro que toma la forma de un predicador diabólico y codicioso interpretado por un inquietante y a ratos bufonesco Robert Mitchum.
La estética de la película es deslumbrante, muy estilizada, y con un fuerte componente expresionista. Un verdadero logro atribuible sobre todo al director de fotografía Stanley Cortez, que reconstruyó la mayoría de las escenas (sobre todo las nocturnas) en el interior de los estudios. Hay secuencias que poseen el esquematismo arquetípico y caricaturesco de una ilustración de un cuento infantil, como aquella en la que Mitchum persigue a los niños mientras sube por la escalera de un sótano.
Como elemento negativo destacaría el anticlimático y moralista final. Al parecer, una de las inspiraciones de Laughton fue la poética del cine mudo, que se advierte sobre todo en la maravillosa secuencia del barco recorriendo el rio, con ranas, arañas, y otros bichos en primer término, mientras suena una emocionante canción infantil. Aunque solo fuera por esa inolvidable y poética secuencia, esta película irrepetible merecería un lugar especial en la historia del cine.
El mismo Charles Laughton me dio siempre la impresión de ser un niño grande, sensible y superdotado. No es extraño pues que a la hora de dirigir lo que acabó siendo, desgraciadamente, su única película, eligiera este tenebroso cuento sobre unos niños que huyen de un ogro malvado. Un ogro que toma la forma de un predicador diabólico y codicioso interpretado por un inquietante y a ratos bufonesco Robert Mitchum.
La estética de la película es deslumbrante, muy estilizada, y con un fuerte componente expresionista. Un verdadero logro atribuible sobre todo al director de fotografía Stanley Cortez, que reconstruyó la mayoría de las escenas (sobre todo las nocturnas) en el interior de los estudios. Hay secuencias que poseen el esquematismo arquetípico y caricaturesco de una ilustración de un cuento infantil, como aquella en la que Mitchum persigue a los niños mientras sube por la escalera de un sótano.
Como elemento negativo destacaría el anticlimático y moralista final. Al parecer, una de las inspiraciones de Laughton fue la poética del cine mudo, que se advierte sobre todo en la maravillosa secuencia del barco recorriendo el rio, con ranas, arañas, y otros bichos en primer término, mientras suena una emocionante canción infantil. Aunque solo fuera por esa inolvidable y poética secuencia, esta película irrepetible merecería un lugar especial en la historia del cine.