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Voto de alex:
9

Voto de alex:
9
8.0
77,326
Drama. Thriller
República Democrática Alemana, año 1984. El capitán Gerd Wiesler (Ulrich Mühe), un hombre solitario, es un competente oficial del servicio de inteligencia y espionaje de la Stasi, la todopoderosa policía secreta del régimen comunista de la RDA. Sin embargo, cuando le encomiendan que espíe a la pareja formada por un prestigioso escritor (Sebastian Koch) y una popular actriz (Martina Gedenk), no puede ni siquiera imaginar hasta qué punto ... [+]
16 de julio de 2007
16 de julio de 2007
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta magnífica e inquietante película (¿Qué estólidos infiernos puede llegar a crear el hombre en nombre de las ciertas ideologías?) corrobora que la antigua RDA, y por extensión, los demás países del bloque comunista, eran autenticas pesadillas totalitarias en la estela de lo imaginado por George Orwell en su profética novela “1984” (aunque acaso el auténtico precursor de esta suerte de cosmovisión alienada haya sido Kafka). Pues este retrato del régimen político y social imperante en los países que pertenecían al denominado “socialismo real” no podía ser más demoledor.
Realmente cuesta hacerse a la idea de que hace escasamente veinte años pudiera haber existido, en plena Europa de finales del siglo XX, una sociedad como la retratada, en la que la paranoia por detectar al “disidente” constituía el síntoma más evidente de una sociedad profundamente corrupta y dominada por el miedo; una sociedad en la que cualquier ciudadano –un vecino, incluso un familiar- constituía una posible fuente de desconfianza o de amenaza.
Uno de los temas, pues, que se plantean en esta película es el concepto de traición; traición a los propios ideales, pero también a nuestros amigos, familiares, amantes... Porque a veces es más fácil encontrar refugio en las comodidades que proporciona el gregarismo -bajo la coartada, muchas veces, de sobrevivir a un poder coercitivo- que escuchar la voz interior que nos insta a la rebelión y a la justicia.
Pero tal vez lo más conmovedor sea la existencia profundamente vacía del anónimo y gris funcionario. Una existencia que solo encuentra su razón de ser a través de la oculta observación de la vida de los demás. Es a través de esta invasión vergonzosa en la vida de sus congéneres como logra convertirse en uno de los infinitos apéndices de un macroorganismo enfermizo (el estado) que necesita saberlo todo, verlo todo, para seguir funcionando y sentirse seguro. En este sentido, el protagonista me recuerda mucho al Gene Hackman que aparece en “La conversación” de Francis Ford Coppola, otra estupenda película con la que esta tiene muchos puntos de contacto.
Dejando aparte su gran calidad formal (excelente la dirección, guion, fotografía, etc.), nos encontramos, pues, ante película dotada de una inusual riqueza de planteamientos. Tanto a nivel histórico, político, como a nivel psicológico.
Realmente cuesta hacerse a la idea de que hace escasamente veinte años pudiera haber existido, en plena Europa de finales del siglo XX, una sociedad como la retratada, en la que la paranoia por detectar al “disidente” constituía el síntoma más evidente de una sociedad profundamente corrupta y dominada por el miedo; una sociedad en la que cualquier ciudadano –un vecino, incluso un familiar- constituía una posible fuente de desconfianza o de amenaza.
Uno de los temas, pues, que se plantean en esta película es el concepto de traición; traición a los propios ideales, pero también a nuestros amigos, familiares, amantes... Porque a veces es más fácil encontrar refugio en las comodidades que proporciona el gregarismo -bajo la coartada, muchas veces, de sobrevivir a un poder coercitivo- que escuchar la voz interior que nos insta a la rebelión y a la justicia.
Pero tal vez lo más conmovedor sea la existencia profundamente vacía del anónimo y gris funcionario. Una existencia que solo encuentra su razón de ser a través de la oculta observación de la vida de los demás. Es a través de esta invasión vergonzosa en la vida de sus congéneres como logra convertirse en uno de los infinitos apéndices de un macroorganismo enfermizo (el estado) que necesita saberlo todo, verlo todo, para seguir funcionando y sentirse seguro. En este sentido, el protagonista me recuerda mucho al Gene Hackman que aparece en “La conversación” de Francis Ford Coppola, otra estupenda película con la que esta tiene muchos puntos de contacto.
Dejando aparte su gran calidad formal (excelente la dirección, guion, fotografía, etc.), nos encontramos, pues, ante película dotada de una inusual riqueza de planteamientos. Tanto a nivel histórico, político, como a nivel psicológico.