Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with alex
- Recomendaciones
- Estadísticas
- Sus votaciones a categorías
- Críticas favoritas elegidas por alex
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de alex:
7

Voto de alex:
7
6.1
737
Acción. Fantástico. Intriga
Diabolik (John Phillip Law), atractivo y audaz ladrón de una época muy psicodélica, no está contento con todas las cosas buenas y brillantes que le da la vida. Menos aún cuando existen montañas de dinero que robar, ante las mismísimas narices del inspector Ginko (Michel Piccoli) y de sus estirados jefes del gobierno, y joyas valiosas que sustraer de los cajones de los millonarios. Este esquivo canalla enmascarado, junto a su bella y ... [+]
2 de diciembre de 2008
2 de diciembre de 2008
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Olvidémosnos de que el apolíneo John Philip Law murió, antes de llegar a muy viejo, en el reciente mes de mayo de 2008, y de que la bella Marisa Mell hizo lo propio, pero mucho más joven -¡maldita!- en 1992, victima de un cancer de cuello, y de que hasta el mismisimo Mario Bava lleva décadas criando malvas. Porque esta película es un canto a la belleza, a la juventud y a la salud perenne, al lujo más delirante, y a la amoralidad más embriagadora. A todos, de niños, nos hubiera gustado ser Diabolik, y ser tan guapos como él, y reir a carcajadas como él, y tener esa novia tan buenorra y ese coche, y vivir en una lujosa cueva digna de un supervillano de James Bond, al margen de la ley y sin pegar golpe, y dedicarse a robar de vez en cuando al estado y a los millonarios sin escrúpulos. Esta película, vista hoy, podría considerarse el epítome kitch, pop, y delirante del espíritu inconformista que reinaba en los irrepetibles años sesenta. Y ahora me voy a fumar un porro y me voy a poner la musiquita de Morricone -pi, pi, paaaaa, ta ra ta tatara...- mientras sueño con inmensas camas redondas y giratorias, inmaculadamente blancas en su pureza, y cubiertas -¡más. quiero más!- de billetes de dolar.