Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with alex
- Recomendaciones
- Estadísticas
- Sus votaciones a categorías
- Críticas favoritas elegidas por alex
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de alex:
10
Voto de alex:
10
8.0
26,868
30 de junio de 2007
30 de junio de 2007
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es una obra maestra? ¿Qué extraño halo despide para que, a veces casi sin saber por qué, nos toque en lo más profundo y nos maraville con su perfección y fuerza? Tal vez la respuesta haya que buscarla en ese momento irrepetible, en el cual el azar o los designios del destino hacen posible la reunión de un conjunto de talentos en la plenitud de sus potencialidades, y que con el concurso de la suerte y de otros vientos favorables (un productor generoso y comprensivo, por ejemplo) provocan que surja el milagro de la obra de arte excepcional.
Eso es lo que sucedió sin duda con “Grupo Salvaje”. Como si esa explosión de talento y de muerte concentrada en la película hubiera sido una premonición del propio destino, el conjunto irrepetible de individuos que la hicieron posible -tanto Peckinpah, como William Holden, Robert Ryan, Warren Oates, Edmund O´Beien, Lucien Ballard, el director de fotografía, y Jerry Fielding, el compositor de la banda sonora- fallecerían prematuramente antes de que hubieran transcurrido quince años desde su realización (a mediados de los ochenta ya habían desaparecido todos).
Dicho esto, debo decir que “Grupo salvaje” no es solo la mejor película de Peckinpah y una de las mejores del oeste. También es, en mi opinión, una de las mejores películas de la historia del cine. Pues absolutamente todo en esta película alcanza cotas de excelencia: el guión, las interpretaciones, la música, el montaje, la ambientación, y la soberbia fotografía, con un pionero "look" naturalista que se impondría en el cine posterior.
Si hay algún western que merecería el calificativo de crepuscular es este. Los personajes protagonistas son unos tipos ya maduros, desencantados, y curtidos en los vaivenes de la vida, en busca de su último golpe antes de retirarse. Unos tipos que resultan ser, tal vez, los últimos representantes de un mundo que está a punto de cambiar para siempre. En este sentido es significativa la escena de ese automóvil que irrumpe de pronto, como un heraldo monstruoso y casi surrealista de la modernidad.
Eso es lo que sucedió sin duda con “Grupo Salvaje”. Como si esa explosión de talento y de muerte concentrada en la película hubiera sido una premonición del propio destino, el conjunto irrepetible de individuos que la hicieron posible -tanto Peckinpah, como William Holden, Robert Ryan, Warren Oates, Edmund O´Beien, Lucien Ballard, el director de fotografía, y Jerry Fielding, el compositor de la banda sonora- fallecerían prematuramente antes de que hubieran transcurrido quince años desde su realización (a mediados de los ochenta ya habían desaparecido todos).
Dicho esto, debo decir que “Grupo salvaje” no es solo la mejor película de Peckinpah y una de las mejores del oeste. También es, en mi opinión, una de las mejores películas de la historia del cine. Pues absolutamente todo en esta película alcanza cotas de excelencia: el guión, las interpretaciones, la música, el montaje, la ambientación, y la soberbia fotografía, con un pionero "look" naturalista que se impondría en el cine posterior.
Si hay algún western que merecería el calificativo de crepuscular es este. Los personajes protagonistas son unos tipos ya maduros, desencantados, y curtidos en los vaivenes de la vida, en busca de su último golpe antes de retirarse. Unos tipos que resultan ser, tal vez, los últimos representantes de un mundo que está a punto de cambiar para siempre. En este sentido es significativa la escena de ese automóvil que irrumpe de pronto, como un heraldo monstruoso y casi surrealista de la modernidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero quizá lo más conmovedor sea la espontánea redención de los protagonistas –en principio unos mercenarios de dudosa catadura moral- en el memorable tramo final: ese antológico baño de sangre que, sin embargo, se disfruta en su épica desmesura. Finalmente pues, el espíritu justiciero y la lealtad en la amistad se revelarán fuerzas más poderosas que la codicia e incluso que el instinto de supervivencia.
Fue esta violenta escena final el motivo principal (también la sangre brotando a camara lenta, gran novedad en la época) de que en su momento la película se convirtiese en un hito en lo concerniente a la representación de la violencia en el cine. Pero también será recordada por su desbocado romanticismo. Y por ese canto a la amistad -no exenta de comicidad a veces- que acaban transmitiendo sus entrañables personajes, bajo esa piel de hombres curtidos.
Fue esta violenta escena final el motivo principal (también la sangre brotando a camara lenta, gran novedad en la época) de que en su momento la película se convirtiese en un hito en lo concerniente a la representación de la violencia en el cine. Pero también será recordada por su desbocado romanticismo. Y por ese canto a la amistad -no exenta de comicidad a veces- que acaban transmitiendo sus entrañables personajes, bajo esa piel de hombres curtidos.