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Voto de alex:
9

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9
7.4
38,887
Comedia. Drama
En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan en fastuosos palacios y villas. El centro de todas las reuniones es Jep Gambardella (Toni Servillo), un escritor de 65 años que escribió un solo libro y practica el periodismo. Dominado por la indolencia y el hastío, ... [+]
11 de diciembre de 2013
11 de diciembre de 2013
14 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que "La Dolce Vita" de Fellini es una de mis películas preferidas. Así que "La Gran Belleza", tan deudora de aquella en muchos aspectos, también había de gustarme, eso lo presentía yo de antemano ya antes de entrar en el cine. La única duda que tenía es hasta qué punto me hechizaría, y si perdería mucho o poco en comparación con aquella película genial.
Y debo decir que en mi opinión "La Gran Belleza" no desmerece respecto a su mítico referente. La verdad es que me ha cautivado esta nueva y creativa interpretación de la inolvidable partitura -valga la metáfora- que Fellini se sacó de la manga hace ya más de cincuenta años y que dejó a todo el mundo asombrado. Valiéndose de un virtuosismo técnico prodigioso y utilizando como aquella una narrativa circular y dispersa (en la que se prescinde bastante de la estructura dramática tradicional compuesta por planteamiento, nudo y desenlace), el director Polo Sorrentino ha logrado otro retrato inolvidable y poético, a veces extravagante, de ciertos ambientes y personajes de la clase alta y "chic" romana que, como hace cincuenta años, siguen poblando sobre todo sus noches. El resultado es una película diferente y extraordinaria, un autentico festín para los sentidos, y también un homenaje a una ciudad cuya peculiar y decadente belleza difícilmente se puede comparar a la de ninguna otra.
Siguiendo con las comparaciones, otra de las diferencias con La Dolce Vita reside en la personalidad de los personajes principales. Al igual que el inolvidable personaje interpretado por Marcello Mastroiani, el encarnado por Toni Servillo es también conductor y testigo de las diversas historias y personajes (más énfasis en los personajes y menos en las historias en el caso de "La Gran belleza"); sin embargo, la simpática displicencia que transmitía el joven periodista interpretado por Mastroiani se transforma, encarnado por Toni Servillo, en soterrada tristeza y escepticismo tras su fachada de hedonista intelectual “bonvivant”. A ello no es ajena una senectud inminente que le lleva a tener la sensación de que lo mejor de la vida ha pasado ya y la única opción que le queda, tal vez, sea administrar con dignidad la inevitable decadencia a la que se aboca su vida.
Por otra parte, en comparación con la película de Fellini, construida con una sucesión de episodios casi independientes y con una mayor carga narrativa, está tiene un guion más impresionista, basado en lo sensorial, y menos estructurado. Si "La Dolce Vita" contrapone, también, ambientes cotidianos y populares con ambientes sofisticados, "La gran Belleza" transcurre casi exclusivamente en ambientes extrañamente singulares y bellos, pero apartados de las calles y de la gente corriente. Es esta una clave estilística que contribuye a enfatizar el elitismo y la huida de la realidad de los personajes. Y así, la terraza del fabuloso ático en el que vive el protagonista -y a cuyos pies se extiende la ciudad, con el impresionante Coliseo en primer término- se erige en símbolo de la vida hedonista y sofisticada que llevan el protagonista y sus amigos; bella torre de marfil en donde seguir celebrando reuniones y frenéticas fiestas hasta el amanecer para seguir huyendo así de la soledad y las duras realidades del mundo.
Y debo decir que en mi opinión "La Gran Belleza" no desmerece respecto a su mítico referente. La verdad es que me ha cautivado esta nueva y creativa interpretación de la inolvidable partitura -valga la metáfora- que Fellini se sacó de la manga hace ya más de cincuenta años y que dejó a todo el mundo asombrado. Valiéndose de un virtuosismo técnico prodigioso y utilizando como aquella una narrativa circular y dispersa (en la que se prescinde bastante de la estructura dramática tradicional compuesta por planteamiento, nudo y desenlace), el director Polo Sorrentino ha logrado otro retrato inolvidable y poético, a veces extravagante, de ciertos ambientes y personajes de la clase alta y "chic" romana que, como hace cincuenta años, siguen poblando sobre todo sus noches. El resultado es una película diferente y extraordinaria, un autentico festín para los sentidos, y también un homenaje a una ciudad cuya peculiar y decadente belleza difícilmente se puede comparar a la de ninguna otra.
Siguiendo con las comparaciones, otra de las diferencias con La Dolce Vita reside en la personalidad de los personajes principales. Al igual que el inolvidable personaje interpretado por Marcello Mastroiani, el encarnado por Toni Servillo es también conductor y testigo de las diversas historias y personajes (más énfasis en los personajes y menos en las historias en el caso de "La Gran belleza"); sin embargo, la simpática displicencia que transmitía el joven periodista interpretado por Mastroiani se transforma, encarnado por Toni Servillo, en soterrada tristeza y escepticismo tras su fachada de hedonista intelectual “bonvivant”. A ello no es ajena una senectud inminente que le lleva a tener la sensación de que lo mejor de la vida ha pasado ya y la única opción que le queda, tal vez, sea administrar con dignidad la inevitable decadencia a la que se aboca su vida.
Por otra parte, en comparación con la película de Fellini, construida con una sucesión de episodios casi independientes y con una mayor carga narrativa, está tiene un guion más impresionista, basado en lo sensorial, y menos estructurado. Si "La Dolce Vita" contrapone, también, ambientes cotidianos y populares con ambientes sofisticados, "La gran Belleza" transcurre casi exclusivamente en ambientes extrañamente singulares y bellos, pero apartados de las calles y de la gente corriente. Es esta una clave estilística que contribuye a enfatizar el elitismo y la huida de la realidad de los personajes. Y así, la terraza del fabuloso ático en el que vive el protagonista -y a cuyos pies se extiende la ciudad, con el impresionante Coliseo en primer término- se erige en símbolo de la vida hedonista y sofisticada que llevan el protagonista y sus amigos; bella torre de marfil en donde seguir celebrando reuniones y frenéticas fiestas hasta el amanecer para seguir huyendo así de la soledad y las duras realidades del mundo.