La fama cuesta. Se ha dicho hasta la saciedad. Y siempre se podrá seguir diciendo, porque los vericuetos de ese mundo tan difícil, lleno de depredadores y presas, no cambia en el fondo, pese a que el mercado y los intereses del publico cambien con la misma rapidez que estrellas y estrellitas llegan a la cima.

Por ello, sean los tiempos que sean, la historia de Fama, la película, seguirá interesando. Pero esta revisión del tema no aporta demasiado a todo lo que ya se había dicho, y en parte es por un guión bastante mediocre, pese a que la realización no lo sea tanto.

Pero en este filme se ha descuidado lo que es, para mí, el centro neurálgico de la historia, para que esta se convierta en algo importante y no frívolo, para que emocione al espectador con los dilemas morales y sociales de esos jóvenes enfrentados al mundo. Se ha descuidado el guión en cuanto al retrato de personajes, porque son todos tan unidimensionales, tan prototípicos, que es francamente difícil indentificarse con ellos. Y eso, en una historia como esta, es lo esencial. Más aún cuando versa acerca de la ambición y la lucha por la superación de un grupo de artistas, ya que los artistas, por definición, suelen poseer mentes inquietas, poliédricas, complejas; no espacios vacíos, blancos, y puros, como los que se retratan en esta película.

Al margen de ese (garrafal) error, Fama, 2010, es una película cuyo metraje pasa como un suspiro gracias al intenso ritmo de su narración, a su llamativo estilo visual (que recuerda a otro musical en Nueva York, Rent), a las intervenciones de los actores que interpretan a los enseñantes de la escuela (los únicos que parecen tomarse en serio el tema que tratan), y a algunos números musicales, en especial todos los que envuelven al personaje de Naturi Naughton, la única en el reparto de jóvenes que aporta interés a su interpretación con conflictos creíbles y que emociona con una poderosa voz (el número “Out here on my own es lo más emocionante de la película).