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7.2
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Ciencia ficción. Aventuras. Bélico. Acción. Fantástico. Romance
Año 2154. Jake Sully (Sam Worthington), un ex-marine condenado a vivir en una silla de ruedas, sigue siendo, a pesar de ello, un auténtico guerrero. Precisamente por ello ha sido designado para ir a Pandora, donde algunas empresas están extrayendo un mineral extraño que podría resolver la crisis energética de la Tierra. Para contrarrestar la toxicidad de la atmósfera de Pandora, se ha creado el programa Avatar, gracias al cual los seres ... [+]
2 de febrero de 2010
2 de febrero de 2010
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Doce años han pasado desde que James Cameron pareció cerrar la tienda en lo referente a la creación de películas de ficción. Embriagado por el éxito (inmerecido y sobredimensionado) y el reconocimiento de la academia por su Titanic, sus últimos trabajos documentales más parecían un intento de aprovechar los réditos de su multipremiado film que no de una vocación documentalista sincera.
Doce años decíamos para que su nuevo film, Avatar, llegue a nuestras pantallas. Lógicamente, la expectación generada ha sido máxima, más teniendo en cuenta que Cameron se ha distinguido, entre otras muchas cosas, por propiciar gigantescos cambios técnicos, fundamentalmente en el apartado de los efectos especiales, en todos sus films. Sólo hay que echar un vistazo a, por ejemplo, Terminator 2 (1991), para entender la revolución que dicho propició.
Y gigantesco es efectivamente el espectáculo mostrado, un auténtico derroche técnico, una fantasía infográfica que roza la perfección (especialmente en su formato 3D) y que permite una inmersión absoluta en el mundo mostrado de forma natural, realista, capacitando la abstracción de la audiencia sobre lo que es y no es real y permitiendo asumir que todo lo que vemos podría haber sido filmado in situ.
Sin embargo, más allá de esto, o precisamente a causa de ello el film se resiente especialmente en dos factores que no son fácilmente obviables, su excesivo metraje y su desarrollo argumental de llana simpleza y previsibilidad. Avatar parece seguir cargando con el síndrome Titanic en cuanto a su incapacidad para concretar y sintetizar, así su desarrollo se ve demasiado a menudo salpicado de excesos paisajísticos, por un afán del director en que nos recreemos en todo el esplendor de su obra, de su creación consiguiendo sin embargo el efecto contrario. Efectivamente, pasada una buena parte del metraje da la sensación continua de repetición de tanto de conceptos como de alargamiento innecesario de ciertas subtramas, provocando un cierto agotamiento y más teniendo en cuenta el otro elemento comentado, su argumento.
Como un cruce high tech bastardo entre Pocahontas (Mike Gabriel, 1995) y La misión (Roland Joffé, 1986) todo en esta historia resulta familiar, por no decir previsible. Nada hay que pueda sorprendernos, pareciendo por momentos un auténtico ABC de la escritura de guión. Los Personajes maniqueos, su poca dualidad y/o profundidad psicológica convierten casi en intrascendente todo lo que dicen o hacen, conscientes como somos de que todo se desarrollará según lo previsto. No obstante, por momentos, esto juega a favor del propio film porque si algo tiene es que no defrauda en absoluto las expectativas de la audiencia. No en vano, gracias a su buenismo ecologista y la defensa del mito del buen salvaje, no se esperaba otra cosa que su previsible y satisfactorio desenlace. (sigue en spoiler)
Doce años decíamos para que su nuevo film, Avatar, llegue a nuestras pantallas. Lógicamente, la expectación generada ha sido máxima, más teniendo en cuenta que Cameron se ha distinguido, entre otras muchas cosas, por propiciar gigantescos cambios técnicos, fundamentalmente en el apartado de los efectos especiales, en todos sus films. Sólo hay que echar un vistazo a, por ejemplo, Terminator 2 (1991), para entender la revolución que dicho propició.
Y gigantesco es efectivamente el espectáculo mostrado, un auténtico derroche técnico, una fantasía infográfica que roza la perfección (especialmente en su formato 3D) y que permite una inmersión absoluta en el mundo mostrado de forma natural, realista, capacitando la abstracción de la audiencia sobre lo que es y no es real y permitiendo asumir que todo lo que vemos podría haber sido filmado in situ.
Sin embargo, más allá de esto, o precisamente a causa de ello el film se resiente especialmente en dos factores que no son fácilmente obviables, su excesivo metraje y su desarrollo argumental de llana simpleza y previsibilidad. Avatar parece seguir cargando con el síndrome Titanic en cuanto a su incapacidad para concretar y sintetizar, así su desarrollo se ve demasiado a menudo salpicado de excesos paisajísticos, por un afán del director en que nos recreemos en todo el esplendor de su obra, de su creación consiguiendo sin embargo el efecto contrario. Efectivamente, pasada una buena parte del metraje da la sensación continua de repetición de tanto de conceptos como de alargamiento innecesario de ciertas subtramas, provocando un cierto agotamiento y más teniendo en cuenta el otro elemento comentado, su argumento.
Como un cruce high tech bastardo entre Pocahontas (Mike Gabriel, 1995) y La misión (Roland Joffé, 1986) todo en esta historia resulta familiar, por no decir previsible. Nada hay que pueda sorprendernos, pareciendo por momentos un auténtico ABC de la escritura de guión. Los Personajes maniqueos, su poca dualidad y/o profundidad psicológica convierten casi en intrascendente todo lo que dicen o hacen, conscientes como somos de que todo se desarrollará según lo previsto. No obstante, por momentos, esto juega a favor del propio film porque si algo tiene es que no defrauda en absoluto las expectativas de la audiencia. No en vano, gracias a su buenismo ecologista y la defensa del mito del buen salvaje, no se esperaba otra cosa que su previsible y satisfactorio desenlace. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Precisamente, en cuanto a la cobertura de las expectativas es donde Cameron sigue mostrando su mayor habilidad. A la ya comentada satisfacción dramática se suma su buen ojo para desplegar un elenco que combina al prometedor (y porque no decirlo previsible imán de féminas de toda índole) Sam Worthington con veteranas competentes como Sigourney Weaver que aportan además ecos de homenaje a los clásicos de ciencia ficción. Si a todo ello se le suma un despliegue efectivo como traca final de espectaculares escenas de acción queda como resultado un film que deja un poso positivo en el pensamiento. Un disfrute palomitero que posiblemente desaparecerá de nuestros pensamientos en poco tiempo, pero que si significa un nuevo impulso a los efectos especiales, marcando un antes y después en la técnica, ofreciendo un virtuosismo que hoy día se presume muy difícil de superar.