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Voto de Sinhué:
8
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8
7.6
17,761
Comedia
Falso documental sobre Leonard Zelig, el hombre camaleón que asombró a la sociedad norteamericana de la 'era del jazz'. Su historia arranca el día que miente al afirmar que ha leído Moby Dick, sólo para no sentirse excluido. Desde entonces, su necesidad de ser aceptado lo lleva a transformarse físicamente en las personas que lo rodean, convirtiéndose así en un fenómeno mediático, en una celebridad sin esencia. Testigo de algunos de los ... [+]
2 de marzo de 2011
2 de marzo de 2011
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody Allen tiene, en este excelente falso documental, la excusa idónea para sumergirse en los inquietantes y locos años 20 y 30, al ritmo de ese jazz movidito que tanto le gusta y que tan buenas migas hace con su locuacidad y con su burbujeante creatividad.
Leonard Zelig, al que casi nadie recuerda, y que de no ser por los testimonios filmados en blanco y negro, algunos sin voz y acelerados, hubiera sido considerado por las nuevas generaciones como una leyenda más, o un personaje de ensayo literario, biopic exagerado; producto más bien de la mente calenturienta de cualquier realizador de cine judío. Pero aquí está, al frente de la narración, para refrescarnos la memoria, la autorizada y científica voz del talento neoyorquino, que hace un pormenorizado estudio del hombre camaleón y sus circunstancias, del mismo que tuvo en vilo a la sociedad americana y a sus científicos en el primer tercio del siglo XX.
Y cuando ustedes hayan visto estos escasos, y concentraditos, 80 minutos no dudarán de su existencia, y concluirán conmigo en que aquella, que entonces fue considerada rara enfermedad, es en nuestros días tan común o más que un simple catarro o una alergia de contacto.
Hoy podemos afirmar que Zelig no sólo existió, sino que sigue vivo y se ha multiplicado como las amebas, hasta el punto que ya no distinguimos el original del imitador porque, en el mundo rico, todos jugamos a ser triunfadores y olemos, vestimos y hablamos igual. Nadie quiere ser diferente; y si lo somos, para eso están las apariencias y la publicidad, para hacernos creer lo que no es.
Leonard Zelig, al que casi nadie recuerda, y que de no ser por los testimonios filmados en blanco y negro, algunos sin voz y acelerados, hubiera sido considerado por las nuevas generaciones como una leyenda más, o un personaje de ensayo literario, biopic exagerado; producto más bien de la mente calenturienta de cualquier realizador de cine judío. Pero aquí está, al frente de la narración, para refrescarnos la memoria, la autorizada y científica voz del talento neoyorquino, que hace un pormenorizado estudio del hombre camaleón y sus circunstancias, del mismo que tuvo en vilo a la sociedad americana y a sus científicos en el primer tercio del siglo XX.
Y cuando ustedes hayan visto estos escasos, y concentraditos, 80 minutos no dudarán de su existencia, y concluirán conmigo en que aquella, que entonces fue considerada rara enfermedad, es en nuestros días tan común o más que un simple catarro o una alergia de contacto.
Hoy podemos afirmar que Zelig no sólo existió, sino que sigue vivo y se ha multiplicado como las amebas, hasta el punto que ya no distinguimos el original del imitador porque, en el mundo rico, todos jugamos a ser triunfadores y olemos, vestimos y hablamos igual. Nadie quiere ser diferente; y si lo somos, para eso están las apariencias y la publicidad, para hacernos creer lo que no es.