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Voto de Alonsoquijano:
4
Drama. Comedia Principios del siglo XVIII. Inglaterra está en guerra contra Francia. Una reina debilitada, Anne (Olivia Colman), ocupa el trono, mientras que su amiga Lady Sarah (Rachel Weisz) gobierna en la práctica el país en su lugar, debido al precario estado de salud y al carácter inestable de la monarca. Cuando una nueva sirvienta, Abigail (Emma Stone), aparece en palacio, su encanto seduce a Sarah. Esta ayuda a Abigail, la cual ve una ... [+]
6 de mayo de 2019
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
PUES eso, no me extenderé, porque no lo merece.

Desespera ver desde el primer plano cómo se insulta al espectador y cómo parece que alguien tiene estilo cuando lo que le falta es capacidad para contar. También puede ser que, una de tres: o padece un alto grado de incultura del Cine –lo cual exaspera–, o bien está aquejado de un preocupante desconocimiento del oficio, o por último, tiene un afán de originalidad que a mí me resulta insoportable. Y pudiera ser todo ello a la vez.

Claro que yo nací con el cine en la retina y anda uno harto de ver tanta imbecilidad fuera y dentro de la sala de proyecciones.

Soporto las referencias cinéfilas de Almodóvar con dolor y no me levanto de la butaca por cierto respeto, que por lo demás ya le he perdido desde que descubrió que había directores antes que él. ¡Sorpresa!

Pero lo que en verdad ya no soporto es que un supuesto director no elija nunca el lugar adecuado de la cámara en cada plano –teniéndolo fácil–, destripe una historia interesante queriendo mostrárnoslo todo hasta el tedio, desconozca la noción de ritmo, carezca del sentido de la poiesis visual, que sea enfático y peripatético, y más actriz que sus espléndidas actrices, cuyo trabajo destroza.

No todo es así, claro está. A veces se detiene en lo importante, pero tarda poco en meter de nuevo la pata, casi segundos, a veces ni eso. Un momento crucial: el del rostro de la Reina Ana (Olivia Colman, sensacional), sus celos, su impotencia y todo lo que muestra sin un gesto, eso sí, frente a una danza grotesca y ridícula que sería inimaginable para cualquiera con dos dedos de frente. No podía ser normal ni eso, algo tan simple.

Una cosa que debieron haberle enseñado desde el principio a este Yorgos es a contar con un simple lápiz y papel. Contar con lo mínimo, no como viene siendo habitual en esta generación de niñatos malcriados que nacen con todo bajo el brazo. Un poquito de carestía no les vendría mal.

Y es que no hay plano soportable hasta que entramos, veinte minutos después –o más–, en la verdadera historia, tras haberse cargado los buenos y morbosos detalles que ya se intuían. Grandes angulares, cámara en movimientos inútiles, ojo de pez mareante, ángulos imposibles, lentes deformantes, cámara lenta, travellings, medios a todo trapo para nada –o quizá para algo–, haciéndonos ver las historias de la Corte (supuestamente una historia real) como un grupo de memos donde nada se salva, excepto yo, Lanthimos, que soy genial.

Lo peor es que tanto la maravillosa Olivia Colman (que fue lo mejor de la gala de los oscarcitos, junto a Mahershala Ali de Green Book) como Emma Stone o Rachel Weisz (ésta, un poco excesiva) acaban resultando cargantes, a pesar de llevar a término unas interpretaciones espléndidas.

Y para colmo, la cantidad de mendrugos que hacen la ola a este tipo de pseudo-autores de la nada, muy bien repletos de prejuicios de todo. No fuera a dejar de hacer semejantes vacuidades.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Alonsoquijano
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