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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
8
Comedia. Drama. Romance El juez William "Billy" Priest vive en una patriótica y muy confederada región sureña. Allí, viudo y muy dedicado a su trabajo, Priest se enfrentará al caso más difícil de su carrera. Mientras, también tendrá que ejercer de casamentero con su tímido sobrino. (FILMAFFINITY)
24 de junio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda parte de la trilogía de Will Rogers que presenta un estilo muy similar a su predecesora, ampliamente acogida por la crítica en su día y aún a día de hoy es considerada una de las mejores obras de John Ford. El de Maine plasma su estilo transparente en un drama cómico de tintes costumbristas que disecciona una pequeña localidad de Kentucky arraigada a los triunfos de la Confederación Sureña en el pasado, siguiendo al juez Priest, presentado y con un mismo desarrollo de personaje que el doctor Bull en la película de 1933.

John Ford se ha considerado siempre un director de corte conservador, algo que plasmó en sus primeras producciones y no es esta la excepción, pero con unas maneras siempre tolerantes y respetuosas hacia los que no compartían su corriente ideológica. Adapta la obra homónima de su íntimo amigo Irvin S. Cobb, novelista arraigado a los estados del sur, y que ofrece una visión fordiana de su obra basada en una sociedad donde negros y veteranos confederados viven en paz y respeto, aunque con una visión que a día de hoy nos pueda parecer lo adverso. Esto es, sin duda, algo revolucionario en el cine de la época, teniendo en cuenta quién es el director y el espacio y tiempo de desarrollo del filme, algo que provocó la censura por reivindicar, a su manera, la forma de vida de ciertas partes de la sociedad.

En esta ocasión también se basa en la sátira para enseñar la hipocresía de un colectivo específico, incluso criticando las formas de proceder de la Confederación en su lucha de intereses, para mostrar un caso de justicia, o falsa justicia enmascarada por un indecente heroísmo pasado, que funciona como motor principal de la obra. El costumbrismo basado en la figura del juez Priest, que muestra la cotidianidad y el día a día de los integrantes de la sociedad mediante sus relaciones interpersonales con los mismos, sigue el mismo patrón que el Dr. Bull en la anterior producción, relevando el oficio con el que se le ha presentado a segundo plano pero aún ejerciendo un peso importante en el argumento.

La película, que sigue el paso despreocupado de Will Rogers, muestra otros valores presentes en aquella retrógrada sociedad americana con cierto reparo, como es la importancia del linaje, la consolidación personal con una causa perdida o los problemas del amor. Ford no se corta a la hora de mostrarlos de forma ridícula aunque le duela para enmarcar cierto grado hastío ante ciertas actitudes que han prevalecido desde la época de desarrollo de la cinta (1890) hasta su día de estreno, 1934.

El guión brilla por una agilidad más remarcada y con puestas en escenas de gran impacto, abriendo con el irregular juicio hacia un retraído negro, Jeff Pointdexter (Stepin Fetchit), a manos de un veterano letrado que ansía el puesto de William Priest (Will Rogers), el que ya hizo un papel similar en Doctor Bull, Berton Churchill, como Horace Maydew. En esa puesta en escena precedida por una escaleta con los pensamientos extrapolados de Ford se reúnen todos los temas de la película con una desfachatez humorística rimbombante grabada mediante elegantes planos estáticos (una constante en los inicios del cineasta) con muy cortos travelling y numerosos cortes para el cambio de plano.

Los diálogos, a simple vista simples, esconden lecturas más profundas, en ocasiones poéticas y cargadas de recursos literarios tanto textual como escénicamente, como la escena en la que Priest y su sobrino Jerome Priest (Tom Brown) hablan del amor a raíz del atávico canto de un 'dormilón', usando una ingeniosa profundidad de campo para elaborar una composición jerárquica entre los dos primeros y Ellie May Guillespie (Anita Louise) compenetrándose con unos bonitos diálogos. El drama humano que mantienen los protagonistas por sus relaciones y el cómo los ve la sociedad se acentúan con la aparición de Bob Gillis (David Landau), personaje con una fuerza argumental bárbara cuyas apariciones son detonantes de la acción y causalidad, así como es el responsable de estructurar la película en los tres grandes arcos que la conforman.

El respeto colectivo se intensifica con una delicia de escena en la que Will Rogers vuelve a sacar a pasear sus dotes musicales acompañando en un improvisado blues a su criada, la tía Dilsey (Hattie McDaniel), vistos desde un plano estático dorsal donde Rogers ocupa casi con plenitud el plano, con la iluminación volcada en su figura mientras una sorprendida y expresiva Dilsey lo mira desde detrás, delimitando el espacio interior. La estereotipación de los negros (blues, pollo frito y ostentando cargos de servidumbre) se compensa con la del colectivo sureño, compenetrándose ambos histrionismos para acentuar maravillosamente el irreverente humor y crear escenas como la citada o la marcha final con Jeff, junto con una cámara de negros, cantan y tocan un tema tan vanaglorioso de los confederados como es Dixie.

El último arco, el del juicio, es el más interesante desde todos los puntos de vista posibles. Los diálogos cumplen con soltura las necesidades de los personajes mientras se salpica de banal humor con secundarios, los planos, algunos de ellos fijos y simétricos, constituyen un espacio con personalidad propia mientras se da el discurso de la película desde el punto de vista de cada personaje, usando transiciones de cortinilla que ofrecen más dinamismo al desarrollo de los acontecimientos y analepsis narrativas para escenificar, e incluso justificar, algunas de las declaraciones como la del reverendo Ashby Brand, interpretado por el actor Henry B. Walthall que, precisamente, participó en a película El nacimiento de una nación de D. W. Griffith, director del que Ford bebe mucho en cuestiones estéticas y de montaje, abordando temas en común.

En pocas palabras, es una gran película del legendario cineasta americano que para algunos puede ser de ayuda a la hora de explicar sucesos pasados con los ojos actuales de una forma sensata para no lanzar falsos veredictos e impartir una falsa justicia. (7.5).
Tiggy
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