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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
7
6.0
1,910
Animación. Drama. Aventuras. Fantástico La pequeña Dinki comienza un nuevo día camino de la escuela junto a su muy querido padre. Pero un terrible accidente industrial va a cambiar para siempre la vida en la isla en la que habitan. Ahora el destino de Dinki puede que penda de las alas de su excéntrico amigo Birdboy, un introvertido chico-pájaro que se oculta en el bosque abandonado a sus fantasías. (FILMAFFINITY)
26 de agosto de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una obra que da contexto y, por lo cual, funciona mejor con su secuela largometraje llamada Psiconautas, los niños perdidos a pesar de su falta de continuidad narrativa entre argumentos. También funciona como obra individual por el trasfondo profundo y surrealista que los directores tienden a manejar en sus ambas películas. Birdboy narra la historia en principio feliz de Birdboy (cuando aún tenía ojos y que, después del incidente, se ven solo cuencas vacías, dando a entender que no tiene alma ya que los ojos son el espejo de la misma), un chico pájaro que vivía en armonía con sus congéneres animales en una isla de ensueño. Por otra parte, está Dinki, la carismática ratona que vive una vida apacible y feliz con unos padres amorosos y comprensivos. Todo ello se va al traste cuando una industria recientemente construida revienta, creando un hongo nuclear que destroza la isla y las vidas de sus habitantes, dando muerte a los padres de los protagonistas.

También tomada de la novela gráfica de Alberto Vázquez, con su imaginario único, el mismo Vázquez junto Pedro Rivero dan voz a unos niños superados por la pérdida, criticando de forma severa la industrialización de la naturaleza, generadora de polución y residuos, que nos asfixian tanto anímica como físicamente. La falta de coherencia con su secuela no es un hándicap para disfrutar de una pequeña historia con mucha personalidad que pone sobre la mesa una serie de críticas exasperantes y duras disfrazadas de una apariencia infantil e inofensiva, pero que arremete en el espectador como un injusto balazo por la espalda en tan solo once irrisorios minutos.

Postoma Studio, encargado del diseño visual, ofrece un apartado artístico completamente distinto al ofrecido en la secuela, donde los tonos acero claro, bermellón, chartreuse, lino y salmón consiguen una estética preciosa de idilio y sosiego para representar lo bonito de la vida, de la naturaleza en la que la humanidad se ha criado antes de la avariciosa e innecesaria industrialización, donde la serenidad colorida que mantenía se transforma en burdeos y grises, representando la llama y la sombra de la industria, para finalmente converger en un punto intermedio. Una poesía visual que acapara los sentidos y que termina de redondear la escenografía idónea para sus personajes. En el drama fluctúa un romance precioso y puro de dos almas que tienen la pérdida como punto común, Birdboy y Dinki, los cuales se compenetran para realizar el dibujo del vacío existencialista con el que Vázquez acentúa su crítica contra la industrialización.

Esta se hace más dura cuando, a escasos minutos de empezar y tras empatizar con el padre de Dinki, lo vemos acudiendo a su lugar de trabajo, la fábrica, cabizbajo y rodeado de congéneres de los que se puede inhalar la tristeza… la tristeza de una masa homogénea de carne trabajadora obligada a pesar de la infelicidad a trabajar así para vivir, donde cada ser humano (o animal) abandona todo rasgo de personalidad para convertirse en una pieza más de la máquina. Con la catástrofe, Rivero y Vázquez comienzan a moldear los temas que perfeccionarían en Psiconautas, los niños perdidos; desde la adicción que parchea inútil el vacío hasta la brutalidad policial, unidas por el marginamiento del individuo dentro de la sociedad. Birdboy es el responsable de unir todo esto, rechazado por su drogadicción y buscado a matar por los sabuesos policías, donde la frase con la que doy nombre a esta humilde crítica erige el bastión temático de la felicidad. ‘Cuando aprenda a volar’, es decir, cuando pueda ser libre aceptando su realidad, cuando encuentre la felicidad, ‘será imposible cazarlo’.

La ganadora del Goya a mejor cortometraje de animación da alas a las fantasías que no se pueden desoír, buenas o malas y que todos cargamos en un saco tejido de momentos inolvidables o traumáticos, como el encuentro del amor o la pérdida de un padre. Sin duda, esta es la tónica que debería seguir la animación para adultos tan olvidada en España, de la que se puede extraer apreciaciones que conmueven conciencias.
Tiggy
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