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Terror. Fantástico
Cuando empiezan a desaparecer niños en el pueblo de Derry (Maine), un pandilla de amigos lidia con sus mayores miedos al enfrentarse a un malvado payaso llamado Pennywise, cuya historia de asesinatos y violencia data de siglos. Adaptación cinematográfica de la conocida novela de Stephen King "It".
9 de enero de 2018
9 de enero de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la partida de Will Poulter, Bill Skarsgård (“Allegiant” “Hemlock Grove”) fue quien se apodero con propiedad y prontitud del estelar rol antagónico. Su Pennywise es tunante, perturbador y horrífico, no obstante, al tener que mantener solida su función de adaptación cinematográfica, su personaje relega su deber de trasmitir turbación para decantarse por una visión más fantástica, utopías que perjudican gravemente el impacto que debe tener dentro del género. La mayoría de los jump-scares que provienen de este son potenciados por el perceptible e incluso incomodo exceso de efectos visuales, sin embargo, la ingeniosidad y originalidad en la introducción de cada una de sus apariciones es loable y es de lo más destacable y espeluznante en cuanto a horror se refiere.
Tras el brusco y preocupante abandono de Cary Fukunaga, el argentino Andy Muschietti, uno de los máximos exponentes representando el potencial latinoamericano dentro de la meca del cine, se pone detrás de las cámaras impregnando su acaparador sello para el horror en cada fotograma, improntas propaladas por medio de un impresionante debut Hollywoodense, “Mama”. Hay que reconocer que Muschietti comprende las maneras de concebir y jugar con la cámara en orden de construir una atmosfera in crescendo, además de poseer un ojo crítico para idear visuales acordes y personajes conmovedores, empero, el cineasta pierde el control de la cinta en el instante en que relega la importancia y coherencia de la historia por el susto barato y efímero. También se puede destacar la homogénea mezcla entre géneros y el despliegue de secuencias de tensión originales, teniendo la capacidad de revolucionar los ablativos de la audiencia en un abrir y cerrar de ojos. Teniendo que ser el asidero más grande para el largometraje, exhibe con orgullo las claras referencias al cine de horror de la actualidad; solo por citar un ejemplo: el universo de “The Conjuring”, con el empleo de infinitos mecanismos de horror, de facto, incluso hay una escena y un personaje determinado que se asemeja en demasía a unos concretos de la tercera entrega del mundo de Wan. Amén de lo anterior, presenta falencias de grandes magnitudes como inconsistencias en el guion o perceptivas licencias en la sala de edición que le restan seriedad y credibilidad al trabajo, a saber fallos de raccord.
Los actores menores de edad son, innegablemente, el principal imán para la trama, son destellantes y conmovedoras sus interpretaciones en la formación del fundamental enlace audiencia-personajes. Si bien los infantes siempre estarán mucho más propensos a concebir una verdadera relación, el septeto de mancebos consiguen un nivel interpretativo relativamente alto, no obstante, muchos lo hacen con personajes tristemente estereotipados como el bocón comic relief de Finn Wolfhard (Richie Tozier), el tierno y crédulo panzón de Jeremy Ray Taylor (Ben Hanscom) o el niño en proceso de madurez de Chosen Jacobs (Mike Hanlon). Pero lo clónico no ahoga todo el metraje, hay espacio para personajes tremendamente novedosos y cero clichés como el recio y humano protagonista Jaeden Lieberher (Bill Denbrough), el increíblemente judío de Wyatt Oleff (Stanley Uris) y, por supuesto, el subversivo y denodado papel de Sophia Lillis (Beverly Marsh), sin pelos en la lengua, una de las más fascinantes interpretaciones juveniles femeninas en cintas de horror recientes.
Chung-hoon Chung continua almacenando victorias luego de su exquisito trabajo en “The Handmaiden” de Chan-wook Park, manteniéndose fiel tanto a la serie de los 90 como al libro homónimo hasta el último momento. Muschietti se ha caracterizado por dibujar imágenes impecables y para esto se encarga de seleccionar al mejor personal, es por esto que Chung fue una elección adecuada al cuidar prolijamente cada componente del cuadro, su función, importancia y consecuencia. La manipulación viene de los colores y matices visuales, con técnicas que empiezan en la alternación del brillo e intensidad en correspondencia al estado emocional que se quiere trasmitir. Los efectos visuales también son de primer grado, y tenían que serlo al abarcar tanta supuesta irrealidad. La labor de edición también se las apaña para ser uno de los constituyentes mejor evaluados puesto que se pone en manifiesto un trabajo profundo, satisfactorio y focalizado retratando con respeto y amor un icono del mundo del terror, además, de esto depende la esencia de los géneros. El arte y todo lo que este abraza (maquillaje, peinado, sets, etc.) consigue loables méritos; justamente, hay muy poco que alegar en este apartado que articula acertadamente giros de cámara con ángulos funcionales y acostumbrados que conllevan a la presentación de una historia hermosa y perturbadora.
Andrés Muschietti no desengaña, sin embargo, tristemente, tampoco sobrecoge demasiado. Su remake/revival de Pennywise, el cual vendrá en dos únicas entregas, proporciona la suficiente cantidad de remisoria fidelidad en cuanto al aspecto visual, empero, la balanza cae estrepitosamente presentando sus aspectos narrativos y constructores de horror, los cuales se desmoronan, con gradualidad, por culpa del súbito chorro de fantasía que se avalancha sobre el último acto. Para los menos fanáticos, “It” (2017) perdurara rompiendo records gracias a una eficiente campaña publicitaria, la globalizada nostalgia infantil, los sinceros seguidores literarios y las grandes dosis de suspenso y efectivitas jump-scares, no obstante, para los más exigentes y verdaderos amantes del autor y el género, la película no alcance nuevos horizontes, es más, adolece de verdadera fibra de horror, desairándola por experiencias dramáticas y de suspense que dejan una sensación de inconformismo e incluso tristeza al ver rodar los títulos de créditos, debido al agrio y brusco cierre que se le otorga a una historia que no posee las mismas cotas de terror que los actos de su maligno villano.
Tras el brusco y preocupante abandono de Cary Fukunaga, el argentino Andy Muschietti, uno de los máximos exponentes representando el potencial latinoamericano dentro de la meca del cine, se pone detrás de las cámaras impregnando su acaparador sello para el horror en cada fotograma, improntas propaladas por medio de un impresionante debut Hollywoodense, “Mama”. Hay que reconocer que Muschietti comprende las maneras de concebir y jugar con la cámara en orden de construir una atmosfera in crescendo, además de poseer un ojo crítico para idear visuales acordes y personajes conmovedores, empero, el cineasta pierde el control de la cinta en el instante en que relega la importancia y coherencia de la historia por el susto barato y efímero. También se puede destacar la homogénea mezcla entre géneros y el despliegue de secuencias de tensión originales, teniendo la capacidad de revolucionar los ablativos de la audiencia en un abrir y cerrar de ojos. Teniendo que ser el asidero más grande para el largometraje, exhibe con orgullo las claras referencias al cine de horror de la actualidad; solo por citar un ejemplo: el universo de “The Conjuring”, con el empleo de infinitos mecanismos de horror, de facto, incluso hay una escena y un personaje determinado que se asemeja en demasía a unos concretos de la tercera entrega del mundo de Wan. Amén de lo anterior, presenta falencias de grandes magnitudes como inconsistencias en el guion o perceptivas licencias en la sala de edición que le restan seriedad y credibilidad al trabajo, a saber fallos de raccord.
Los actores menores de edad son, innegablemente, el principal imán para la trama, son destellantes y conmovedoras sus interpretaciones en la formación del fundamental enlace audiencia-personajes. Si bien los infantes siempre estarán mucho más propensos a concebir una verdadera relación, el septeto de mancebos consiguen un nivel interpretativo relativamente alto, no obstante, muchos lo hacen con personajes tristemente estereotipados como el bocón comic relief de Finn Wolfhard (Richie Tozier), el tierno y crédulo panzón de Jeremy Ray Taylor (Ben Hanscom) o el niño en proceso de madurez de Chosen Jacobs (Mike Hanlon). Pero lo clónico no ahoga todo el metraje, hay espacio para personajes tremendamente novedosos y cero clichés como el recio y humano protagonista Jaeden Lieberher (Bill Denbrough), el increíblemente judío de Wyatt Oleff (Stanley Uris) y, por supuesto, el subversivo y denodado papel de Sophia Lillis (Beverly Marsh), sin pelos en la lengua, una de las más fascinantes interpretaciones juveniles femeninas en cintas de horror recientes.
Chung-hoon Chung continua almacenando victorias luego de su exquisito trabajo en “The Handmaiden” de Chan-wook Park, manteniéndose fiel tanto a la serie de los 90 como al libro homónimo hasta el último momento. Muschietti se ha caracterizado por dibujar imágenes impecables y para esto se encarga de seleccionar al mejor personal, es por esto que Chung fue una elección adecuada al cuidar prolijamente cada componente del cuadro, su función, importancia y consecuencia. La manipulación viene de los colores y matices visuales, con técnicas que empiezan en la alternación del brillo e intensidad en correspondencia al estado emocional que se quiere trasmitir. Los efectos visuales también son de primer grado, y tenían que serlo al abarcar tanta supuesta irrealidad. La labor de edición también se las apaña para ser uno de los constituyentes mejor evaluados puesto que se pone en manifiesto un trabajo profundo, satisfactorio y focalizado retratando con respeto y amor un icono del mundo del terror, además, de esto depende la esencia de los géneros. El arte y todo lo que este abraza (maquillaje, peinado, sets, etc.) consigue loables méritos; justamente, hay muy poco que alegar en este apartado que articula acertadamente giros de cámara con ángulos funcionales y acostumbrados que conllevan a la presentación de una historia hermosa y perturbadora.
Andrés Muschietti no desengaña, sin embargo, tristemente, tampoco sobrecoge demasiado. Su remake/revival de Pennywise, el cual vendrá en dos únicas entregas, proporciona la suficiente cantidad de remisoria fidelidad en cuanto al aspecto visual, empero, la balanza cae estrepitosamente presentando sus aspectos narrativos y constructores de horror, los cuales se desmoronan, con gradualidad, por culpa del súbito chorro de fantasía que se avalancha sobre el último acto. Para los menos fanáticos, “It” (2017) perdurara rompiendo records gracias a una eficiente campaña publicitaria, la globalizada nostalgia infantil, los sinceros seguidores literarios y las grandes dosis de suspenso y efectivitas jump-scares, no obstante, para los más exigentes y verdaderos amantes del autor y el género, la película no alcance nuevos horizontes, es más, adolece de verdadera fibra de horror, desairándola por experiencias dramáticas y de suspense que dejan una sensación de inconformismo e incluso tristeza al ver rodar los títulos de créditos, debido al agrio y brusco cierre que se le otorga a una historia que no posee las mismas cotas de terror que los actos de su maligno villano.