Siempre he preferido su tercera entrega, “Phantasma III: El pasaje del terror”. Tras una más que digna secuela su responsable acabó un poco harto de las interferencias de la Universal -el precio a pagar para poder disponer de más presupuesto-. Con la negativa de la major a producir otra entrega -ya que consideraba “Phantasma2” un fracaso-, Coscarelli llegó a un acuerdo con ellos en el que él mismo asumiría la producción y Universal su distribución. Nada más empezar la peli, daremos cuenta de las intenciones de su director: recuperar al actor Michael Baldwin (el Mike original sustituido por James LeGros en la peli anterior), distanciarse totalmente de la segunda parte y apostar, sobre todo, por la acción y el humor -negro, muy negro- en detrimento del terror. En esta secuela, Reggie se consolida como el protagonista absoluto, vis cómica incluida, y actioner en toda regla. Coscarelli presenta nuevos personajes, por un lado, la chica ruda afroamericana que nunchakus en mano se encara a los esbirros del Hombre Alto y, por el otro, Tim, una especie de relevo del Mike chavalín de la peli seminal capaz de empuñar un arma sin que le tiemble el pulso y al que se encuentran en una casa llena de mortales “booby traps” al más puro estilo “Sólo en casa” (casi podríamos considerar esa escena como una versión violenta de la peli de Chris Columbus). Como estrella principal seguimos teniendo al gran (y alto) Angus Scrimm como TallMan -un tipo de impresiona con sólo verlo- y sus características esferas que nos proporcionarán las escenas más gore de la cinta. Curioso que con menos dinero (y más inventiva) sus ataques sean más espectaculares. Una película de ritmo trepidante en el que se mezclan con fortuna varios géneros y que siempre estará entre mis pelis favoritas -no sólo de la saga, sino también del género-. Un divertimento genial.